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¿Quién ha sido?

Uno de los conceptos favoritos de mi etapa escolar fue el de “generación espontánea”. Me fascinaba la idea de que algo pudiera surgir de la nada, así, sin más. Poco a poco, la idea se fue convirtiendo en obsesión y cada noche, religiosamente, miraba debajo de la cama no buscando fantasmas (como mandarían los cánones de comportamiento de un niño de menos de 10 años), sino cualquier forma de vida esotérica, extraña y espontánea que pudiese haber surgido de la nada.

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Sin embargo, en el colegio, donde aprendemos tan rápidamente las teorías como las antiteorías, las confianzas y las desconfianzas y todo ese maravilloso y cruel juego antitético en el que, sin darte cuenta, se te va convirtiendo la vida, pronto te enseñaban que de generación espontánea nada, que si algo había pasado era fruto de una causa: se descubría ante mí la teoría de la causa y el efecto.

La fastidiosa teoría de la causa y el efecto era la responsable de que no pudiese quedar impune el gomillazo que había recibido Tomás en la parte posterior de la oreja, que por una suerte de fatum griego o alineación cósmica o quién sabe qué, había sido castigado con un apellido propenso a ocupar las primeras sillas de las filas de todas aquellas clases que se ordenaban alfabéticamente. No era posible, por tanto, que nadie hubiese lanzado esa gomilla tensada hasta el punto exacto que la hiciera estrellarse justo contra el pabellón auditivo del bueno de Tomás.

—¿Quién ha sido? El silencio catedralicio indicaba siempre que ni el culpable estaba dispuesto a desvelar su identidad y que los testigos, bien por amiguismo o por temor a las represalias, tampoco lo estaban a confesar y quedar como chivatos, sambenito tan fácil de poner como difícil de quitar. —¿Nadie? Bien, nos quedaremos en el recreo hasta que salga el culpable.

¡El culpable! La pieza, sin duda, fundamental de todo este engranaje de la causa y el efecto. Si algo pasaba, era porque alguien o algo lo había provocado. Y si eso que había sucedido era algo negativo, el causante pasaba a llamarse “culpable”.

Cuando se comete un asesinato se busca al culpable. Cuando roban una joyería, buscan al culpable. Cuando un incendio es provocado, se busca al culpable. Ahora estamos a punto de ser rescatados como país. ¿Quiénes son los culpables? Un crimen de este calibre no puede, ni debe, quedar impune. Es tan necesario salir de la crisis, como buscar a los responsables. Y haberlos, haylos.

PABLO POÓ
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