Tres casos criminales han conmocionado de manera tan impactante como persistente a la población española y en todos ellos han existido fallos policiales que, en dos casos, han desbordado todos los parámetros del fracaso para situarse en los del más desdichado ridículo.
No hace casi falta que señale los trágicos asuntos del asesino de Mari Luz, en Huelva, condenado por hechos coincidentes en patología pero que no se tuvo la diligencia de contrastar nunca. Pero, sobre todo, los asesinatos y desapariciones de la joven Marta del Castillo en Sevilla y de los niños de Córdoba.
En estos dos últimos casos, el fiasco policial alcanza ya los grados de incompetencia máxima y de necesidad de actuación superior inmediata. El bochorno policial en Sevilla debería haber llevado a la dimisión a toda una cúpula policial incapaz de un resultado y, literalmente, chuleada por una cuadrilla de niñatos asesinos.
En Córdoba –donde, por cierto, varios de los responsables de la investigación fueron coincidentes, al menos en principio-, lo sucedido es para que, con urgencia y por parte de los máximos responsables policiales, esto es, el ministro del Interior, diligente conseguidor de terceros grados para etarras, actúe al menos con similar diligencia y cese a todos esos inútiles contrastados y que, por lo visto, tienen en Andalucía su cobijo.
Semejante despropósito, amén de las ingentes sumas de dinero gastadas tanto en un caso como en otro, no tiene otra salida que una decisión tajante y ejemplar. La cúpula policial andaluza debe ser de inmediato relevada y enviada a puestos donde para nada toquen ningún elemento sensible de una investigación seria.
Y eso sin hablar de otros casos menos notorios pero de gravedad también inaudita, como son los robos de ingentes cantidades de droga incautadas, en una ocasión, en la propia comisaria sevillana y, en el otro, en un almacén centralizado en Málaga.
La pregunta mínima que podemos hacernos es: ¿qué demonios pasa con la Policía andaluza? ¿A qué grado de ineficiencia o de algo más grave se ha llegado en esta zona? ¿Quiénes son los responsables de tan continuos despropósitos y fiascos?
Porque, desde luego, creo que ningún ciudadano en su sano juicio desearía a semejante equipo encargado de una investigación que le afecte. Porque lo de confundir los restos óseos de los niños con los de roedores es para que te llamen de cualquier manera pero “Policía Científica” no puede ser jamás una de ellas.
No hace casi falta que señale los trágicos asuntos del asesino de Mari Luz, en Huelva, condenado por hechos coincidentes en patología pero que no se tuvo la diligencia de contrastar nunca. Pero, sobre todo, los asesinatos y desapariciones de la joven Marta del Castillo en Sevilla y de los niños de Córdoba.
En estos dos últimos casos, el fiasco policial alcanza ya los grados de incompetencia máxima y de necesidad de actuación superior inmediata. El bochorno policial en Sevilla debería haber llevado a la dimisión a toda una cúpula policial incapaz de un resultado y, literalmente, chuleada por una cuadrilla de niñatos asesinos.
En Córdoba –donde, por cierto, varios de los responsables de la investigación fueron coincidentes, al menos en principio-, lo sucedido es para que, con urgencia y por parte de los máximos responsables policiales, esto es, el ministro del Interior, diligente conseguidor de terceros grados para etarras, actúe al menos con similar diligencia y cese a todos esos inútiles contrastados y que, por lo visto, tienen en Andalucía su cobijo.
Semejante despropósito, amén de las ingentes sumas de dinero gastadas tanto en un caso como en otro, no tiene otra salida que una decisión tajante y ejemplar. La cúpula policial andaluza debe ser de inmediato relevada y enviada a puestos donde para nada toquen ningún elemento sensible de una investigación seria.
Y eso sin hablar de otros casos menos notorios pero de gravedad también inaudita, como son los robos de ingentes cantidades de droga incautadas, en una ocasión, en la propia comisaria sevillana y, en el otro, en un almacén centralizado en Málaga.
La pregunta mínima que podemos hacernos es: ¿qué demonios pasa con la Policía andaluza? ¿A qué grado de ineficiencia o de algo más grave se ha llegado en esta zona? ¿Quiénes son los responsables de tan continuos despropósitos y fiascos?
Porque, desde luego, creo que ningún ciudadano en su sano juicio desearía a semejante equipo encargado de una investigación que le afecte. Porque lo de confundir los restos óseos de los niños con los de roedores es para que te llamen de cualquier manera pero “Policía Científica” no puede ser jamás una de ellas.
ANTONIO PÉREZ HENARES