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Prostitución académica

Cinco horas antes de que se abrieran las puertas que daban acceso al Palacio de Deportes de aquella pequeña localidad, conocido más por el despilfarro que supuso que por los actos allí celebrados, varios cientos de personas ya se agolpaban en las puertas guardando una fila que casi rodeaba, a modo de cordón de seguridad, el recinto.

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Fue tanta la expectación generada que a nadie le extrañó que, apenas una hora después de que comenzaran a acceder los asistentes, ya no quedara un solo asiento libre, con el consiguiente incordio de tener que presenciar el acto de pie, ocupando impunemente las escaleras.

Desde fuera se podían oír las consignas que aquel gurú del siglo XXI lanzaba a sus adeptos, todas seguidas, de modo casi protocolario, de fuertes aplausos, vítores y banderas agitadas compulsivamente como en una danza ritual.

“Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, espetaba desde el atril tratando de movilizar a las masas. “Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, repetía la marea humana a modo de letanía, poseída por algún espíritu catártico.

El gurú volvía a golpear con más fuerza si cabía: “No hay dinero para Sanidad y Educación”. “No hay dinero para Sanidad y Educación”, repetían desde el graderío mientras aplaudían moviendo afirmativamente las cabezas.

“Tenemos que hacer recortes, es por vuestro bien”... Aquella fue la última arenga que yo, que ya me había alejado varios kilómetros del lugar, pude oír, entremezclada con un sinfín de proclamas al líder, aplausos y la sintonía inconfundible que acompañaba al gurú y su partido en cada mitin.

Este escenario casi apocalíptico que, con la decoración adecuada, incluso podría formar parte de las escenas eliminadas por el director en la versión original de Mad Max es, por desgracia, un lugar común allende las tierras de esta nuestra geografía patria. Para poder pensar con libertad, para poder llegar algún día a ser ciudadanos críticos con pensamiento propio, necesitamos algo muy básico que hoy está en franco declive: educación.

Permítanme que les bosqueje una rápida panorámica de algo muy grave que esta semana, primera del nuevo curso escolar en Secundaria, ha dejado de ser una sospecha para convertirse en realidad.

Más allá de otro tipo de medidas que ajuste que repercutían, principalmente, en el sueldo de los funcionarios docentes y cuyo grado de aceptación social variaba en función de la intensidad del odio que se le tuviese al colectivo funcionarial, había otras de menor conocimiento popular y mucho más terribles.

La regla de tres era bien sencilla: si no tenemos dinero para nóminas, tenemos que contratar menos profesores. ¿Cómo lo conseguimos? Muy fácil: en primer lugar aumentaremos el número de alumnos por clase (la conocida ratio); de este modo, si antes había dos grupos, A y B, con 18 y 20 alumnos, respectivamente, ahora tendremos uno de 38. Cambiamos un par de cosillas para que sea legal y, voilá, 30 horas menos de clase a la semana que pagar en concepto “Nómina”.

Pero el ejercicio tijeresco crea adicción y esta medida por sí sola no generaba un ahorro suficiente como el que se necesita para salvar el sistema financiero, hubo que tomar una segunda: como es por todos sabido que los profesores trabajan poco y tienen muchas vacaciones, vamos a aumentarles en dos las horas semanales de clase. Con lo cual, de cada, aproximadamente, 7 profesores contratados, sobraba uno. ¿Por qué sobraba? ¡Por que se quedaba sin horas de clase que dar!

Pero ahí no acaba todo. Existen unos programas llamados “refuerzos educativos” que se manifiestan, por un lado, en la creación de asignaturas que re-fuerzan, valga la redundancia, el contenido de materias clave como Lengua y Matemáticas (Refuerzo de Lengua y Refuerzo de Matemáticas). A estas asignaturas asisten los alumnos con problemas en dichas materias dos horas a la semana.

Y por otro, en los grupos de desdobles, que consisten en una selección de alumnado con nivel académico similar en Lengua y Matemáticas que dedica las cuatro horas semanales de estas asignaturas a dar la clase junto a compañeros que comparten su mismo nivel de conocimientos.

¿Se imaginarán, a estas alturas, a dónde han ido a parar los refuerzos y los desdobles, verdad? Aunque si les soy sincero, los refuerzos han tenido mejor fortuna que los desdobles, lo cierto es que la reducción en el número de grupos con estas características ha sido drástica. ¿Qué conseguimos con esto? Seguir disminuyendo el número de horas de docencia necesarias. Menos horas, menos profesores. Menos profesores, menos nóminas.

Y ahora viene lo mejor. Recortar es de esa clase de acciones que no tiene vuelta atrás. No se puede desrecortar del mismo modo que, después de dibujar, se puede borrar. Si tienes la mala suerte de que el peluquero te haga un trasquilón te quedan dos opciones: no volver más o ponerte una extensión.

A nuestros queridos responsables educativos se les ha ido la mano con los recortes de horas de docencia. Esto ha provocado que todas las asignaturas tengan “horas fantasmas”. Me explico: un número suelto de horas que son demasiadas para que las coja algún profesor del centro, porque excedería su jornada semanal, y muy pocas para llamar a un profesor, pues para completar horario tendría que trabajar en dos centros a la vez. Me refiero a situaciones del tipo: “sobran 6 horas de Matemáticas”; “sobran 10 horas de Lengua”; “por aquí son 8 de Educación Física”. ¿La solución? ¡Intrusismo laboral!

—Usted cursó Inglés en COU, ¿verdad?

—Sí, mire, pero es que tengo 45 años y el Inglés, por desgracia, me queda a la altura del dedo gordo del pie izquierdo.

—No se preocupe: la Consejería de Educación informa de que un licenciado con Inglés de COU está “perfectamente capacitado” para dar clases de Inglés en un instituto de Andalucía. Tiene usted que dar Inglés en 3º de ESO y 2º de Bachillerato. Ah, y por si se le ocurre: no se puede negar.

—Usted es Licenciado en Historia, ¿verdad? (este es mi caso favorito, lo confieso). Bien, las 6 horas que a usted le faltan y que le sobran al Departamento de Educación Física se las va a quedar usted. Váyase comprando un chándal y, por cierto, es también Jefe de Departamento de Educación Física, ya puede ir haciendo la programación.

Y así: horas de Lengua impartidas por profesores de Inglés; horas de Ciencias Sociales impartidas por profesores de Lengua; de Física impartidas por profesores de Matemáticas... "Prostitución académica", que se llama. Por cierto, para que no se queden con la duda: todos los casos son reales.

PABLO POÓ
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