Con el presente artículo termino esta saga de temas teóricos dedicados a los valores, la moral y la reflexión ética. Reconozco que son temas algo áridos, pero no por ello dejan de ser necesarios. Los periódicos hablan, por lo general, sólo de la pasajera inmediatez. Hacer referencia a contenidos trascendentales también debiera ser una opción válida y, por supuesto, necesaria.
En el ser humano existe un sentimiento moral que acompaña a la realización del deber ser. Este sentimiento es un producto de la naturaleza humana que se desarrolla conforme ésta se cultiva. Por su parte, el deber que el hombre se impone es buscar la felicidad propia, que nunca puede ir separada de la de los demás.
Se trata de la felicidad que corresponde a individuos autónomos, libres, y con sentido de su dignidad. Pero no todo es igualmente valioso para obtener la felicidad. Algunos tipos de placeres son más deseables y valiosos que otros, y algunas inclinaciones, actitudes y conductas son más aconsejables que otras.
Egoísmo E incultura son causas principales de infelicidad, mientras que la búsqueda de la virtud, la imparcialidad, la benevolencia y la solidaridad son factores decisivos para lograrla. El camino no obstante, no es fácil.
El ser humano tiene momentos en los que ha de considerar lo que más le conviene, tiene que decidir por sí mismo, diseñar su vida. Para ello hay que poner en marcha un tipo de reflexión especial: la reflexión ética. Esta afirmación nos lleva a hacernos una pregunta crucial: ¿Qué entendemos por Ética y qué por Moral?
Por "Moral" entendemos un conjunto de comportamientos y normas de conducta que regulan la actuación de los seres humanos dentro de la sociedad y que dicen lo que se debe o no hacer, lo que está bien o mal en función de unos valores. La "Ética" es la reflexión teórica sobre la moral, tratando de analizar y fundamentar ese código moral al que nos hemos adherido como colectividad.
Pero recordemos que todo problema moral encierra un conflicto de valores. Hablar de "valores" es hacer referencia inmediata a problemas morales presentes en nuestro contexto como consecuencia de determinadas conductas que se producen en nuestra sociedad. Un valor puede estar enfrentado a otro de igual, menor o mayor categoría, y, desde luego, está enfrentado a su valor contrario y negativo.
Los valores están presentes en la vida cotidiana y suelen dar lugar a normas sociales, sirven de guía a la conducta y de fundamento para hacer o dejar de hacer una cosa. Son creencias prescriptivas, principios normativos duraderos, son aprendidos y enseñados a través de la imitación de modelos y de prácticas propias de la vida cotidiana. Son un fin que nos proponemos en la educación. Son asumidos libremente, facilitando una relación madura y equilibrada con las personas y las cosas. En síntesis, son valiosos, objetivos, situados fuera del tiempo y del espacio.
De este modo, los valores tienen como función fundamentar las convicciones, consolidar actitudes, despertar reacciones emocionales, guiar la conducta, y enfocar y proyectar la vida en un sentido o en otro.
La necesidad de contraponer valores y elegir entre ellos nos lleva a recapacitar sobre la naturaleza jerárquica de los mismos. Unos valores son superiores a otros, dentro de una jerarquía en la que se ordenan. El problema se nos presenta a la hora confeccionar esa jerarquía: ¿qué valores son superiores a otros y por qué? ¿Qué nos hace preferir unos valores a otros? ¿Hay valores que puedan ser compartidos?
Entre tanta diversidad de valores apreciados por los seres humanos ¿podríamos elaborar una lista que fuera aceptada por todos? ¿Podría incluso ser aceptada en otros momentos históricos?
Es evidente que el lugar de cada valor en la escala no podría ser inamovible, y que tampoco la forma de entender la realización de cada valor sería análoga en cada época. Pero teniendo en cuenta esta dificultad ¿sería posible elaborar un catálogo que, aunque corto, recogiera las preferencias de todos los seres humanos? Pensamos que sí.
Por ejemplo, la libertad siempre ha sido un valor y una aspiración frente a la esclavitud. Lo mismo ocurre con la igualdad. Hubo un tiempo en que la esclavitud se consideró una forma correcta de producción y de vida, y hoy en día aún existen formas de esclavitud.
También hay sociedades en las que la igualdad sólo se reconoce a los miembros de una determinada clase o sexo. Sin embargo, pensamos que todo ser humano para el cual las palabras "libertad" e "igualdad" tengan algún significado, aspirará a que sean una realidad en su vida, prefiriéndolas a la esclavitud y a la miseria.
A la lista podríamos añadir aquellos valores que hagan posible la supervivencia de todos los seres humanos en cualquier sociedad, valores como la vida, la salud, el respeto, etc. A esos valores los llamaremos "universales", no porque se hayan realizado en todas las sociedades y épocas, sino porque pueden y deben ser apreciados por todos los seres humanos.
Pensar que es posible apreciar y defender valores universales no es creer en la existencia de realidades trascendentes, seres de razón, ideas extramentales o artilugios de brujería. Pero sí es creer en la dignidad de la persona, en el valor máximo del ser humano por encima de cualquier otra cosa. Es una cualidad inalienable de todo ser humano, niño o adulto, hombre o mujer, impedido, enfermo, retrasado, de cualquier etnia o cultura...etc.
La dignidad de la persona es el nervio que fundamenta esos valores que exigimos como universales. Valoramos la libertad, la justicia, la igualdad, la tolerancia, etc., porque son cualidades que pertenecen al ser humano por su valor y dignidad.
Así pues, consideramos como universales y necesarios aquellos valores que tienen validez intersubjetiva, que son preferibles a otros, apreciados por la gran mayoría de la humanidad y deseables para todo ser humano, porque la razón y el sentir los considera como exigibles para la vida humana en sociedad y los convierte en deseables para todos, por su condición de seres humanos (que tienen dignidad de personas libres, autónomas, conscientes y responsables, capaces de decidir y actuar por sí mismos).
Estos valores no están sujetos a la decisión, capricho o votación de la comunidad, sino que son una exigencia de la razón en su modo de entender y establecer las relaciones sociales desde sus más elementales inicios. Estos valores son, a su vez, los que guían la Declaración Universal de Derechos Humanos y quedan expresamente recogidos en ella.
Una forma de trabajar con mis alumnos este tipo de planteamientos morales ha sido a través de cuentos tradicionales, películas, letras de canciones, lista de valores de muy diversa índole, frases inconclusas preparadas ex profeso, lectura crítica y comparativa de prensa, dilemas morales, etc.
Con respecto a los dilemas morales decir que ha sido una de las actividades que más juego me ha dado en el aula. En esta actividad el papel del profesor debe ser secundario, limitándose a ser sólo moderador para influir o predisponer lo menos posible con el peso de su experiencia y su supuesta autoridad.
Importante es la capacidad de establecer un dialogo entre iguales. El planteamiento es el de hacer pensar para poder elegir, nunca el de inculcar que considero estaría socavando la libertad y la autonomía personal.
En resumen y como colofón a esta serie de entregas, concluyo con algunas reflexiones: una sociedad justa y democrática, respeta el pluralismo y las diferencias, persigue el entendimiento, el diálogo intercultural y la resolución de conflictos, y promueve la paz.
Una sociedad democrática se fundamenta sobre virtudes cívicas como la defensa del bien común, la responsabilidad, la participación, la tolerancia, la colaboración o la profesionalidad, la honradez y sobre todo la libertad.
Enlaces de interés
Si algún lector, sobre todo si se dedica a la docencia, está interesado en profundizar en el tema de valores, le recomiendo las siguientes direcciones:
En el ser humano existe un sentimiento moral que acompaña a la realización del deber ser. Este sentimiento es un producto de la naturaleza humana que se desarrolla conforme ésta se cultiva. Por su parte, el deber que el hombre se impone es buscar la felicidad propia, que nunca puede ir separada de la de los demás.
Se trata de la felicidad que corresponde a individuos autónomos, libres, y con sentido de su dignidad. Pero no todo es igualmente valioso para obtener la felicidad. Algunos tipos de placeres son más deseables y valiosos que otros, y algunas inclinaciones, actitudes y conductas son más aconsejables que otras.
Egoísmo E incultura son causas principales de infelicidad, mientras que la búsqueda de la virtud, la imparcialidad, la benevolencia y la solidaridad son factores decisivos para lograrla. El camino no obstante, no es fácil.
El ser humano tiene momentos en los que ha de considerar lo que más le conviene, tiene que decidir por sí mismo, diseñar su vida. Para ello hay que poner en marcha un tipo de reflexión especial: la reflexión ética. Esta afirmación nos lleva a hacernos una pregunta crucial: ¿Qué entendemos por Ética y qué por Moral?
Por "Moral" entendemos un conjunto de comportamientos y normas de conducta que regulan la actuación de los seres humanos dentro de la sociedad y que dicen lo que se debe o no hacer, lo que está bien o mal en función de unos valores. La "Ética" es la reflexión teórica sobre la moral, tratando de analizar y fundamentar ese código moral al que nos hemos adherido como colectividad.
Pero recordemos que todo problema moral encierra un conflicto de valores. Hablar de "valores" es hacer referencia inmediata a problemas morales presentes en nuestro contexto como consecuencia de determinadas conductas que se producen en nuestra sociedad. Un valor puede estar enfrentado a otro de igual, menor o mayor categoría, y, desde luego, está enfrentado a su valor contrario y negativo.
Los valores están presentes en la vida cotidiana y suelen dar lugar a normas sociales, sirven de guía a la conducta y de fundamento para hacer o dejar de hacer una cosa. Son creencias prescriptivas, principios normativos duraderos, son aprendidos y enseñados a través de la imitación de modelos y de prácticas propias de la vida cotidiana. Son un fin que nos proponemos en la educación. Son asumidos libremente, facilitando una relación madura y equilibrada con las personas y las cosas. En síntesis, son valiosos, objetivos, situados fuera del tiempo y del espacio.
De este modo, los valores tienen como función fundamentar las convicciones, consolidar actitudes, despertar reacciones emocionales, guiar la conducta, y enfocar y proyectar la vida en un sentido o en otro.
La necesidad de contraponer valores y elegir entre ellos nos lleva a recapacitar sobre la naturaleza jerárquica de los mismos. Unos valores son superiores a otros, dentro de una jerarquía en la que se ordenan. El problema se nos presenta a la hora confeccionar esa jerarquía: ¿qué valores son superiores a otros y por qué? ¿Qué nos hace preferir unos valores a otros? ¿Hay valores que puedan ser compartidos?
Entre tanta diversidad de valores apreciados por los seres humanos ¿podríamos elaborar una lista que fuera aceptada por todos? ¿Podría incluso ser aceptada en otros momentos históricos?
Es evidente que el lugar de cada valor en la escala no podría ser inamovible, y que tampoco la forma de entender la realización de cada valor sería análoga en cada época. Pero teniendo en cuenta esta dificultad ¿sería posible elaborar un catálogo que, aunque corto, recogiera las preferencias de todos los seres humanos? Pensamos que sí.
Por ejemplo, la libertad siempre ha sido un valor y una aspiración frente a la esclavitud. Lo mismo ocurre con la igualdad. Hubo un tiempo en que la esclavitud se consideró una forma correcta de producción y de vida, y hoy en día aún existen formas de esclavitud.
También hay sociedades en las que la igualdad sólo se reconoce a los miembros de una determinada clase o sexo. Sin embargo, pensamos que todo ser humano para el cual las palabras "libertad" e "igualdad" tengan algún significado, aspirará a que sean una realidad en su vida, prefiriéndolas a la esclavitud y a la miseria.
A la lista podríamos añadir aquellos valores que hagan posible la supervivencia de todos los seres humanos en cualquier sociedad, valores como la vida, la salud, el respeto, etc. A esos valores los llamaremos "universales", no porque se hayan realizado en todas las sociedades y épocas, sino porque pueden y deben ser apreciados por todos los seres humanos.
Pensar que es posible apreciar y defender valores universales no es creer en la existencia de realidades trascendentes, seres de razón, ideas extramentales o artilugios de brujería. Pero sí es creer en la dignidad de la persona, en el valor máximo del ser humano por encima de cualquier otra cosa. Es una cualidad inalienable de todo ser humano, niño o adulto, hombre o mujer, impedido, enfermo, retrasado, de cualquier etnia o cultura...etc.
La dignidad de la persona es el nervio que fundamenta esos valores que exigimos como universales. Valoramos la libertad, la justicia, la igualdad, la tolerancia, etc., porque son cualidades que pertenecen al ser humano por su valor y dignidad.
Así pues, consideramos como universales y necesarios aquellos valores que tienen validez intersubjetiva, que son preferibles a otros, apreciados por la gran mayoría de la humanidad y deseables para todo ser humano, porque la razón y el sentir los considera como exigibles para la vida humana en sociedad y los convierte en deseables para todos, por su condición de seres humanos (que tienen dignidad de personas libres, autónomas, conscientes y responsables, capaces de decidir y actuar por sí mismos).
Estos valores no están sujetos a la decisión, capricho o votación de la comunidad, sino que son una exigencia de la razón en su modo de entender y establecer las relaciones sociales desde sus más elementales inicios. Estos valores son, a su vez, los que guían la Declaración Universal de Derechos Humanos y quedan expresamente recogidos en ella.
Una forma de trabajar con mis alumnos este tipo de planteamientos morales ha sido a través de cuentos tradicionales, películas, letras de canciones, lista de valores de muy diversa índole, frases inconclusas preparadas ex profeso, lectura crítica y comparativa de prensa, dilemas morales, etc.
Con respecto a los dilemas morales decir que ha sido una de las actividades que más juego me ha dado en el aula. En esta actividad el papel del profesor debe ser secundario, limitándose a ser sólo moderador para influir o predisponer lo menos posible con el peso de su experiencia y su supuesta autoridad.
Importante es la capacidad de establecer un dialogo entre iguales. El planteamiento es el de hacer pensar para poder elegir, nunca el de inculcar que considero estaría socavando la libertad y la autonomía personal.
En resumen y como colofón a esta serie de entregas, concluyo con algunas reflexiones: una sociedad justa y democrática, respeta el pluralismo y las diferencias, persigue el entendimiento, el diálogo intercultural y la resolución de conflictos, y promueve la paz.
Una sociedad democrática se fundamenta sobre virtudes cívicas como la defensa del bien común, la responsabilidad, la participación, la tolerancia, la colaboración o la profesionalidad, la honradez y sobre todo la libertad.
Enlaces de interés
Si algún lector, sobre todo si se dedica a la docencia, está interesado en profundizar en el tema de valores, le recomiendo las siguientes direcciones:
- Orientación, tutoría y psicopedagogía
- Dilemas morales. Un aprendizaje de valores mediante el diálogo
- Cuaderno de recursos didácticos
- Referencias bibliográficas de José Cantillo Carmona
PEPE CANTILLO