Sin querer vuelvo la vista hacia atrás. Cuando en anteriores artículos hablaba de valores como la vida, la salud, la dignidad de la persona, la libertad, de derechos inalienables e incuestionables, todo podía sonar a aburrida monserga, a bonitas palabras dichas desde nuestra cómoda existencia y reclamando la utopía. La dura realidad ofrece caras con nombres propios y vivencias atroces.
De vez en cuando hay noticias que hacen que nos hierva la sangre. Cabronadas diarias haberlas, haylas. Y a montones. En Pakistán o en España. Muchas pasan desapercibidas. No nos percatamos o no queremos enterarnos. Pero la situación se presenta desnuda, hiriente cuando muestra ciertas injusticias cometidas en contra de nuestros próximos. Y entonces nos revelamos. Es como si fuéramos más sensibles a determinada información.
Hoy pretendo descender los Derechos Humanos, base de la dignidad humana, a la arena de la pura realidad. En artículos anteriores he hablado de valores, derechos universales para todo ser humano. Todo ello, repito, puede sonar a monserga embadurnada de etérea teoría. Es claro que la vida diaria es otra cosa, que la realidad supera a la imaginación en muchas ocasiones. El caso Malala es uno de esos bofetones que nos propina, de cuando en cuando, la crudeza de la vida.
Como ejemplo sangrante, entre otros muchos en tantos otros lugares de la tierra, aparece estos días el ataque perpetrado por los talibanes contra Malala Yousafzai, una chavala pakistaní a la que han descerrajado dos tiros, uno de ellos en la cabeza. Su situación es crítica. Los médicos esperan que se pueda recuperar, aunque será un proceso lento.
¿Qué pecado ha cometido Malala? ¿Qué ha hecho esta muchacha para merecer su ira y convertirse en blanco de sus pistolas? Ir a la escuela a estudiar y defender el derecho de las niñas pakistaníes a recibir una educación, a dejar una situación de analfabetismos.
Una vez mas los rufianes de la sinrazón, los opresores del pensamiento, castradores de la cultura, llamados a sí mismos "guardianes de la fe", arremeten en nombre de un dios o de un profeta, contra la más elemental dignidad humana y por supuesto, si es mujer, hay que darle duro para que aprenda. ¡Lamentable, pero cierto!
Los esbirros alegan que no están contra la culturización de la mujer, sino en contra de la coeducación, que no se pueden permitir escuelas mixtas porque la ley no lo acepta. ¡Su ley! Dicen que merece morir por difamación y espionaje. ¿Una espía de 14 años…?
He vuelto a hojear el Corán. No encuentro en ningún rincón del mismo señal alguna que diga que las mujeres no pueden aprender a leer, que la cultura les está vedada; en otras palabras, que no les esté permitido ir a la escuela. El que las mujeres deban ser forzadas al más opresivo analfabetismo es un burdo montaje, una artimaña artera promovida por mentes obtusas e intransigentes.
Entre parte de la población femenina de algunos países musulmanes se ha levantado un indignado griterío contra este monstruoso atentado. El presidente de Pakistán, Zardari, ha expresado en público: “El ataque de los talibanes contra esta pequeña de 14 años, que desde los once está metida en la lucha por el derecho a la educación de las niñas, supone un ataque contra todas las niñas de Pakistán, un ataque contra la educación, contra todas las personas civilizadas”.
¡Obras son amores y no buenas razones! Con ello quiero apuntar que es de desear que dé merecido castigo a los facinerosos y contribuya a que el derecho de las niñas a recibir educación sea una realidad.
Personalmente, el caso de Malala me está tocando la fibra más sensible. Los motivos son variados y han ido aflorando a lo largo de muchos de mis artículos: injusticia, ataques a la dignidad de la persona, odio, etc. En este caso, además, se añade clara maldad humana, un intento de asesinato –afortunadamente frustrado-, intransigencia religiosa, fanatismo absurdo –no existe ningún tipo de fanatismo que no lo sea, tanto religioso como político-.
A Mahoma se le atribuye la frase siguiente: “la tinta de los escolares es más sagrada que la sangre de los mártires”. ¿También de las “escolaras”? Si esta información es verídica, pronto la olvidaron algunos de sus seguidores. Suele ocurrir con demasiada frecuencia.
Occidente no es más bueno. Prueba de ello es la cantidad de desafueros que día tras día se cometen, por ejemplo, contra la mujer. A la cultura occidental le está suponiendo un esfuerzo de siglos aprender que la igualdad hombre-mujer es un valor, frente a culturas que siguen relegando a la mujer a un ínfimo escalón dentro de la sociedad. Ciertamente, queda mucho camino por andar, pero lo estamos intentando entre todos.
Tengo miedo de los talibanes sean de una religión o de un partido político. El fanatismo me aterra porque asesina y cercena la libertad. Desgraciadamente la historia humana es un cúmulo de deletéreas metástasis producidas por opresiones y humillaciones que van minando nuestro vivir.
Paradojas de la vida. Según un reciente informe de la Unesco, los jóvenes españoles se marchan antes de tiempo de un sistema educativo que no les “mola”, que no engancha, el fracaso les persigue. Las niñas pakistaníes del valle del Swat, al noroeste de su país, batallan por el derecho de poder concurrir a la escuela para recibir una educación que les permita abrir el horizonte de sus vidas.
Término con una reflexión y un desiderátum que pueden resultar incómodos, pero no por ello los voy a obviar. Sería de agradecer, por nuestra propia salud educacional, que padres, docentes y toda aquella persona que pueda tener cierta influencia sobre nuestros adolescentes, les hiciéramos pensar en las circunstancias, peripecias, angustias y estado crítico, a vida o muerte, al que ha llegado esta chica de 14 años por defender el derecho a estudiar. Después de ello, que juzguen y comparen.
De todo esto se puede extraer una conclusión muy simple. Que afortunados que somos viviendo en un medio sociocultural en el que se puede estudiar libremente, tanto chicos como chicas y ello a pesar de recortes, de zancadillas políticas e ideológicas e intereses varios, no tan inocentes como nos quieren hacer creer.
Nuestro sistema educativo hace aguas por los cuatro costados. El declive actual no es de hace unos días, arranca de lejos y ahora aflora toda la basura que ha ido acumulando a lo largo de estos años. Pues bien, a pesar de todo ello seguimos siendo afortunados.
Calderón de la Barca ya nos dejó unos versos muy significativos que los aporto con un doble sentido: mirar para atrás nos dice dónde estamos y nos recuerda el deber de sacar partido a lo que tenemos. No hablo de conformismo.
“Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro, entre sí decía,
más pobre y triste que yo?”.
Enlaces de interés
De vez en cuando hay noticias que hacen que nos hierva la sangre. Cabronadas diarias haberlas, haylas. Y a montones. En Pakistán o en España. Muchas pasan desapercibidas. No nos percatamos o no queremos enterarnos. Pero la situación se presenta desnuda, hiriente cuando muestra ciertas injusticias cometidas en contra de nuestros próximos. Y entonces nos revelamos. Es como si fuéramos más sensibles a determinada información.
Hoy pretendo descender los Derechos Humanos, base de la dignidad humana, a la arena de la pura realidad. En artículos anteriores he hablado de valores, derechos universales para todo ser humano. Todo ello, repito, puede sonar a monserga embadurnada de etérea teoría. Es claro que la vida diaria es otra cosa, que la realidad supera a la imaginación en muchas ocasiones. El caso Malala es uno de esos bofetones que nos propina, de cuando en cuando, la crudeza de la vida.
Como ejemplo sangrante, entre otros muchos en tantos otros lugares de la tierra, aparece estos días el ataque perpetrado por los talibanes contra Malala Yousafzai, una chavala pakistaní a la que han descerrajado dos tiros, uno de ellos en la cabeza. Su situación es crítica. Los médicos esperan que se pueda recuperar, aunque será un proceso lento.
¿Qué pecado ha cometido Malala? ¿Qué ha hecho esta muchacha para merecer su ira y convertirse en blanco de sus pistolas? Ir a la escuela a estudiar y defender el derecho de las niñas pakistaníes a recibir una educación, a dejar una situación de analfabetismos.
Una vez mas los rufianes de la sinrazón, los opresores del pensamiento, castradores de la cultura, llamados a sí mismos "guardianes de la fe", arremeten en nombre de un dios o de un profeta, contra la más elemental dignidad humana y por supuesto, si es mujer, hay que darle duro para que aprenda. ¡Lamentable, pero cierto!
Los esbirros alegan que no están contra la culturización de la mujer, sino en contra de la coeducación, que no se pueden permitir escuelas mixtas porque la ley no lo acepta. ¡Su ley! Dicen que merece morir por difamación y espionaje. ¿Una espía de 14 años…?
He vuelto a hojear el Corán. No encuentro en ningún rincón del mismo señal alguna que diga que las mujeres no pueden aprender a leer, que la cultura les está vedada; en otras palabras, que no les esté permitido ir a la escuela. El que las mujeres deban ser forzadas al más opresivo analfabetismo es un burdo montaje, una artimaña artera promovida por mentes obtusas e intransigentes.
Entre parte de la población femenina de algunos países musulmanes se ha levantado un indignado griterío contra este monstruoso atentado. El presidente de Pakistán, Zardari, ha expresado en público: “El ataque de los talibanes contra esta pequeña de 14 años, que desde los once está metida en la lucha por el derecho a la educación de las niñas, supone un ataque contra todas las niñas de Pakistán, un ataque contra la educación, contra todas las personas civilizadas”.
¡Obras son amores y no buenas razones! Con ello quiero apuntar que es de desear que dé merecido castigo a los facinerosos y contribuya a que el derecho de las niñas a recibir educación sea una realidad.
Personalmente, el caso de Malala me está tocando la fibra más sensible. Los motivos son variados y han ido aflorando a lo largo de muchos de mis artículos: injusticia, ataques a la dignidad de la persona, odio, etc. En este caso, además, se añade clara maldad humana, un intento de asesinato –afortunadamente frustrado-, intransigencia religiosa, fanatismo absurdo –no existe ningún tipo de fanatismo que no lo sea, tanto religioso como político-.
A Mahoma se le atribuye la frase siguiente: “la tinta de los escolares es más sagrada que la sangre de los mártires”. ¿También de las “escolaras”? Si esta información es verídica, pronto la olvidaron algunos de sus seguidores. Suele ocurrir con demasiada frecuencia.
Occidente no es más bueno. Prueba de ello es la cantidad de desafueros que día tras día se cometen, por ejemplo, contra la mujer. A la cultura occidental le está suponiendo un esfuerzo de siglos aprender que la igualdad hombre-mujer es un valor, frente a culturas que siguen relegando a la mujer a un ínfimo escalón dentro de la sociedad. Ciertamente, queda mucho camino por andar, pero lo estamos intentando entre todos.
Tengo miedo de los talibanes sean de una religión o de un partido político. El fanatismo me aterra porque asesina y cercena la libertad. Desgraciadamente la historia humana es un cúmulo de deletéreas metástasis producidas por opresiones y humillaciones que van minando nuestro vivir.
Paradojas de la vida. Según un reciente informe de la Unesco, los jóvenes españoles se marchan antes de tiempo de un sistema educativo que no les “mola”, que no engancha, el fracaso les persigue. Las niñas pakistaníes del valle del Swat, al noroeste de su país, batallan por el derecho de poder concurrir a la escuela para recibir una educación que les permita abrir el horizonte de sus vidas.
Término con una reflexión y un desiderátum que pueden resultar incómodos, pero no por ello los voy a obviar. Sería de agradecer, por nuestra propia salud educacional, que padres, docentes y toda aquella persona que pueda tener cierta influencia sobre nuestros adolescentes, les hiciéramos pensar en las circunstancias, peripecias, angustias y estado crítico, a vida o muerte, al que ha llegado esta chica de 14 años por defender el derecho a estudiar. Después de ello, que juzguen y comparen.
De todo esto se puede extraer una conclusión muy simple. Que afortunados que somos viviendo en un medio sociocultural en el que se puede estudiar libremente, tanto chicos como chicas y ello a pesar de recortes, de zancadillas políticas e ideológicas e intereses varios, no tan inocentes como nos quieren hacer creer.
Nuestro sistema educativo hace aguas por los cuatro costados. El declive actual no es de hace unos días, arranca de lejos y ahora aflora toda la basura que ha ido acumulando a lo largo de estos años. Pues bien, a pesar de todo ello seguimos siendo afortunados.
Calderón de la Barca ya nos dejó unos versos muy significativos que los aporto con un doble sentido: mirar para atrás nos dice dónde estamos y nos recuerda el deber de sacar partido a lo que tenemos. No hablo de conformismo.
“Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro, entre sí decía,
más pobre y triste que yo?”.
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PEPE CANTILLO