Montemayor Digital se hace eco en su Buzón del Lector de un análisis remitido a esta Redacción por el escritor navarro Fernando José Vaquero Oroquieta, autor del libro La ruta del odio y coautor de La tregua de ETA: mentiras, tópicos, esperanzas y propuestas. Si desea participar en esta sección, puede enviar un correo electrónico a nuestra dirección montemayordigital@gmail.com exponiendo su queja, comentario o sugerencia. Si lo desea, puede acompañarla también de alguna fotografía.
La dimisión de Esperanza Aguirre de la Presidencia de la Comunidad de Madrid –todavía sin aclarar en su dimensión real- el pasado 17 de septiembre, ha dejado huérfano y desnortado a un sector sociopolítico muy concreto: el de la derecha liberal-conservadora española.
Su indisimulado y gozoso anticomunismo, su patriotismo acreditado, sus castizas y calculadas salidas de tono…, fueron expresiones de un carisma que atrajo las simpatías de numerosos españoles, no sólo de Madrid. Y ello hasta el punto de ser –hasta hace unos días- el rostro más definido y, acaso, la esperanza política de buena parte de esa derecha social: mientras estuviera Esperanza, sus seguidores se encontrarían tranquilos.
Es algo incuestionable: en España existe un espacio sociológico, perfectamente reconocible, que bien puede denominarse como “derecha social”. Un sector muy plural de la población española, tanto genética como organizativamente, a la que uniría una mentalidad sustentada en unos valores comunes en buena medida “políticamente incorrectos”.
Estamos hablando de la defensa de la familia y la vida; del esfuerzo personal y comunitario; de la libertad personal y colectiva; de la cohesión nacional española; de una postura inequívoca frente al terrorismo y sus apoyos; de una concepción ética de la vida de raíces cristianas, etc.
Por otra parte, nuevas realidades sociales, como las generadas por el impacto de la inmigración y la aplicación criminalizadora de las leyes de género a muchos miles de varones, deslizarían a nuevos colectivos hacia esas orillas que, pase lo que pase, siempre están ahí.
En este contexto, el liberalismo de Aguirre venía encarnando una de las “almas” de esa derecha social, acaso la más relevante política y mediáticamente hablando. Así, este liberalismo-conservador venía siendo cultivado, en su día, desde las combativas trincheras de COPE y Libertad Digital y, posteriormente, desde las ondas de esRadio. Otros medios de comunicación vienen compitiendo por ese mismo sector social: Intereconomía, ABC, La Razón…
La derecha social española, en sentido amplio, se ha proyectado, a lo largo de estas últimas décadas, en diversos movimientos: el pro-vida, la objeción a Educación para la Ciudadanía, la libertad de enseñanza, el esclarecimiento de los atentados del 11-M de 2004 tiempo atrás, el apoyo a las víctimas del terrorismo, la defensa de la identidad y la lengua españolas, la regeneración de la vida política...
Sin ser tales banderas patrimonio exclusivo de la derecha social, no puede sustraérsele el mérito de ser la identidad colectiva que más fielmente se ha movilizado en cuantas ocasiones se le ha convocado bajo tales pretextos. Y ello, muchas veces, a pesar de un progresivamente indiferente Partido Popular que supuestamente le representaría.
A esta derecha social se le suele definir con diversos adjetivos. Ya hemos mencionado el de "liberal". También suelen acompañarle –sin que necesariamente coincidan en todos sus matices y expresiones- los de "católica", "patriótica", "nacional", "populista"... Incluso, el de "identitaria", según inéditos vientos procedentes de Europa. En todo caso, no está representada nítidamente por ningún partido político español.
No obstante, buena parte de ella sigue asociada a un Partido Popular que, en su evidente deslizamiento hacia un light “centro” político –cuando no hacia una versión moderada de socialdemocracia (su recientísimo flirteo con la zapateril “Alianza de las Civilizaciones” lo acreditaría en el plano metapolítico)- se está alejando de sus valores más caracterizadores.
Pero todavía permanecen en el mismo algunas personalidades que encarnan esos valores en cierta medida. Es el caso de Jaime Mayor Oreja, Aleix Vidal-Quadras, Santiago Abascal, María San Gil… Y el de algunas fundaciones, también más o menos cercanas a este partido, caso de Defensa de la Nación Española, Valores y Sociedad, Fundación Burke… ¿Y FAES?
Desde la refundación de Alianza Popular en 1989, en el actual Partido Popular, en circunstancias muy diversas, se ha especulado con la necesidad –real o presunta- de un partido netamente conservador que asumiera las señas de identidad de la derecha social. El PADE de Juan Ramón Calero, fundado hacia 1996, fue acaso el intento más serio en ese sentido.
Otros actores del siempre convulso panorama político español trataron de recalar en sus aguas; de ahí el efímero éxito en 1989 de tan atípica como excéntrica Agrupación Ruiz-Mateos (nada menos que la cosecha en las europeas de 608.560 votos). Y si nos remontamos a los inicios de la democracia, podríamos asociarla incluso con el escaño conseguido por Blas Piñar y su pronto extinta Unión Nacional en 1979.
Más recientemente, en el pasado año 2009, algunos depositaron sus esperanzas en Montserrat Nebrera. Rápidamente se verían decepcionados ante la inconsistencia de su bagaje y proyecto.
Otra frustrada tentativa, que también trató de pescar en los caladeros de votos de la derecha social, fue la de Ciudadanos-Libertas en las europeas de 2009, gracias al aval de Intereconomía. Y, ahora mismo, es el periodista Enrique de Diego quien con el micropartido Regeneración, expresión política de su Plataforma de las Clases Medias, viene explorando el terreno, reuniéndose con gentes tan diversas como José Luis Roberto, de España 2000, o Nieves Ciprés, de Derecha Navarra y Española. Ya se asoció con anterioridad, en cierta medida –y rompiendo pronto- con Josep Anglada y su Plataforma por Cataluña quien, por su parte, pretende exportar su indudable éxito al resto de España por medio de la titubeante Plataforma por la Libertad.
Pero quien, sin duda, va a jugar esta baza es el polifacético e inasequible al desaliento Mario Conde, quien con su novísima criatura, Sociedad Civil y Democracia, que celebrará su congreso constituyente hoy mismo, querrá resarcirse de tantos y tantos fracasos; entre otros, el que ya sufriera en la arena política, en el año 2000, cuando encabezó las listas electorales del glorioso CDS fundado por el añorado Adolfo Suárez.
Paradójicamente –dada la insalvable divergencia ideológica existente entre la derecha social y el socialismo progresista del que proceden- Rosa Díez y su UPyD han logrado sumar no pocos votos procedentes de tan plural derecha, a resultas de su enérgica defensa de la cohesión de la nación española y de la igualdad real de todos los españoles ante la Ley. Un “éxito” indicativo del fracaso de la proyección política de esa derecha.
No olvidemos, por último, a un minúsculo partido autodefinido como "social-cristiano", denominado Alternativa Española (AES), que desde 2003 sigue reclamando para sí, vanamente, tal espacio.
En tan peculiar contexto, la desaparición política de Esperanza Aguirre priva a la derecha social de un anclaje decisivo en el Partido Popular, deviniendo más huérfana progresivamente de líderes y de expectativas reales de “tocar” poder real.
Pero, no obstante tan negativo balance, a la derecha social le queda una importante misión, que no es otra que perseverar con lo que mejor se le da: hacer sociedad, por medio de asociaciones de todo tipo, fundaciones, colegios, plataformas transversales, locales juveniles (la reciente aparición de diversas iniciativas, en suelo español, en la estela de Casa Pound Italia, es un fenómeno que se debe valorar), grupos de ocio y tiempo libre, editoriales, publicaciones diversas...
Así, en estos tiempos de crisis familiar, social, económica y nacional, ante la ausencia de una alternativa política creíble, la derecha social española puede y debe seguir aportando su acreditada creatividad y capacidad de movilización colectiva en aras del bien común y al servicio de las personas concretas. Ni más, ni menos. De este modo, también para la derecha social española, la esperanza es lo último que se pierde.
La dimisión de Esperanza Aguirre de la Presidencia de la Comunidad de Madrid –todavía sin aclarar en su dimensión real- el pasado 17 de septiembre, ha dejado huérfano y desnortado a un sector sociopolítico muy concreto: el de la derecha liberal-conservadora española.
Su indisimulado y gozoso anticomunismo, su patriotismo acreditado, sus castizas y calculadas salidas de tono…, fueron expresiones de un carisma que atrajo las simpatías de numerosos españoles, no sólo de Madrid. Y ello hasta el punto de ser –hasta hace unos días- el rostro más definido y, acaso, la esperanza política de buena parte de esa derecha social: mientras estuviera Esperanza, sus seguidores se encontrarían tranquilos.
Es algo incuestionable: en España existe un espacio sociológico, perfectamente reconocible, que bien puede denominarse como “derecha social”. Un sector muy plural de la población española, tanto genética como organizativamente, a la que uniría una mentalidad sustentada en unos valores comunes en buena medida “políticamente incorrectos”.
Estamos hablando de la defensa de la familia y la vida; del esfuerzo personal y comunitario; de la libertad personal y colectiva; de la cohesión nacional española; de una postura inequívoca frente al terrorismo y sus apoyos; de una concepción ética de la vida de raíces cristianas, etc.
Por otra parte, nuevas realidades sociales, como las generadas por el impacto de la inmigración y la aplicación criminalizadora de las leyes de género a muchos miles de varones, deslizarían a nuevos colectivos hacia esas orillas que, pase lo que pase, siempre están ahí.
En este contexto, el liberalismo de Aguirre venía encarnando una de las “almas” de esa derecha social, acaso la más relevante política y mediáticamente hablando. Así, este liberalismo-conservador venía siendo cultivado, en su día, desde las combativas trincheras de COPE y Libertad Digital y, posteriormente, desde las ondas de esRadio. Otros medios de comunicación vienen compitiendo por ese mismo sector social: Intereconomía, ABC, La Razón…
La derecha social española, en sentido amplio, se ha proyectado, a lo largo de estas últimas décadas, en diversos movimientos: el pro-vida, la objeción a Educación para la Ciudadanía, la libertad de enseñanza, el esclarecimiento de los atentados del 11-M de 2004 tiempo atrás, el apoyo a las víctimas del terrorismo, la defensa de la identidad y la lengua españolas, la regeneración de la vida política...
Sin ser tales banderas patrimonio exclusivo de la derecha social, no puede sustraérsele el mérito de ser la identidad colectiva que más fielmente se ha movilizado en cuantas ocasiones se le ha convocado bajo tales pretextos. Y ello, muchas veces, a pesar de un progresivamente indiferente Partido Popular que supuestamente le representaría.
A esta derecha social se le suele definir con diversos adjetivos. Ya hemos mencionado el de "liberal". También suelen acompañarle –sin que necesariamente coincidan en todos sus matices y expresiones- los de "católica", "patriótica", "nacional", "populista"... Incluso, el de "identitaria", según inéditos vientos procedentes de Europa. En todo caso, no está representada nítidamente por ningún partido político español.
No obstante, buena parte de ella sigue asociada a un Partido Popular que, en su evidente deslizamiento hacia un light “centro” político –cuando no hacia una versión moderada de socialdemocracia (su recientísimo flirteo con la zapateril “Alianza de las Civilizaciones” lo acreditaría en el plano metapolítico)- se está alejando de sus valores más caracterizadores.
Pero todavía permanecen en el mismo algunas personalidades que encarnan esos valores en cierta medida. Es el caso de Jaime Mayor Oreja, Aleix Vidal-Quadras, Santiago Abascal, María San Gil… Y el de algunas fundaciones, también más o menos cercanas a este partido, caso de Defensa de la Nación Española, Valores y Sociedad, Fundación Burke… ¿Y FAES?
Desde la refundación de Alianza Popular en 1989, en el actual Partido Popular, en circunstancias muy diversas, se ha especulado con la necesidad –real o presunta- de un partido netamente conservador que asumiera las señas de identidad de la derecha social. El PADE de Juan Ramón Calero, fundado hacia 1996, fue acaso el intento más serio en ese sentido.
Otros actores del siempre convulso panorama político español trataron de recalar en sus aguas; de ahí el efímero éxito en 1989 de tan atípica como excéntrica Agrupación Ruiz-Mateos (nada menos que la cosecha en las europeas de 608.560 votos). Y si nos remontamos a los inicios de la democracia, podríamos asociarla incluso con el escaño conseguido por Blas Piñar y su pronto extinta Unión Nacional en 1979.
Más recientemente, en el pasado año 2009, algunos depositaron sus esperanzas en Montserrat Nebrera. Rápidamente se verían decepcionados ante la inconsistencia de su bagaje y proyecto.
Otra frustrada tentativa, que también trató de pescar en los caladeros de votos de la derecha social, fue la de Ciudadanos-Libertas en las europeas de 2009, gracias al aval de Intereconomía. Y, ahora mismo, es el periodista Enrique de Diego quien con el micropartido Regeneración, expresión política de su Plataforma de las Clases Medias, viene explorando el terreno, reuniéndose con gentes tan diversas como José Luis Roberto, de España 2000, o Nieves Ciprés, de Derecha Navarra y Española. Ya se asoció con anterioridad, en cierta medida –y rompiendo pronto- con Josep Anglada y su Plataforma por Cataluña quien, por su parte, pretende exportar su indudable éxito al resto de España por medio de la titubeante Plataforma por la Libertad.
Pero quien, sin duda, va a jugar esta baza es el polifacético e inasequible al desaliento Mario Conde, quien con su novísima criatura, Sociedad Civil y Democracia, que celebrará su congreso constituyente hoy mismo, querrá resarcirse de tantos y tantos fracasos; entre otros, el que ya sufriera en la arena política, en el año 2000, cuando encabezó las listas electorales del glorioso CDS fundado por el añorado Adolfo Suárez.
Paradójicamente –dada la insalvable divergencia ideológica existente entre la derecha social y el socialismo progresista del que proceden- Rosa Díez y su UPyD han logrado sumar no pocos votos procedentes de tan plural derecha, a resultas de su enérgica defensa de la cohesión de la nación española y de la igualdad real de todos los españoles ante la Ley. Un “éxito” indicativo del fracaso de la proyección política de esa derecha.
No olvidemos, por último, a un minúsculo partido autodefinido como "social-cristiano", denominado Alternativa Española (AES), que desde 2003 sigue reclamando para sí, vanamente, tal espacio.
En tan peculiar contexto, la desaparición política de Esperanza Aguirre priva a la derecha social de un anclaje decisivo en el Partido Popular, deviniendo más huérfana progresivamente de líderes y de expectativas reales de “tocar” poder real.
Pero, no obstante tan negativo balance, a la derecha social le queda una importante misión, que no es otra que perseverar con lo que mejor se le da: hacer sociedad, por medio de asociaciones de todo tipo, fundaciones, colegios, plataformas transversales, locales juveniles (la reciente aparición de diversas iniciativas, en suelo español, en la estela de Casa Pound Italia, es un fenómeno que se debe valorar), grupos de ocio y tiempo libre, editoriales, publicaciones diversas...
Así, en estos tiempos de crisis familiar, social, económica y nacional, ante la ausencia de una alternativa política creíble, la derecha social española puede y debe seguir aportando su acreditada creatividad y capacidad de movilización colectiva en aras del bien común y al servicio de las personas concretas. Ni más, ni menos. De este modo, también para la derecha social española, la esperanza es lo último que se pierde.
FERNANDO JOSÉ VAQUERO OROQUIETA