Un loco ha puesto de actualidad, mediante el asesinato y el suicidio, la hipocresía social de las relaciones sexuales consentidas con menores de edad. Y todo el mundo, dados los fatales resultados de la historia, se ha llevado las manos a la cabeza y exige la modificación de las leyes que permiten esas relaciones, pero no las consecuencias que puedan derivarse de ellas, como el abortar.
El mismo Código Penal que declara que una menor de 13 años está capacitada para mantener relaciones con un adulto, no permite que tome la decisión de abortar con idéntica libertad. Tampoco puede votar en unas elecciones porque, según la ley, carece de criterios para elegir a representantes políticos, pero sí a la pareja de una coyunda pasional.
Ni siquiera podrá sacarse el carnet de conducir, seguramente porque sus pies no alcanzan los pedales, pero sí quedarse embarazada si se le antoja. Para la sociedad, la mayoría de edad se consigue a los 18 años, salvo para los escarceos amorosos, para los cuales se considera plenamente desarrollada.
Parece que, en este sentido, la ley está redactada por adultos que menosprecian las relaciones con menores de edad para todo, menos para joder. Al parecer, sólo los órganos genitales de una niña están plenamente desarrollados para cumplir con su función biológica, aunque el cerebro y el resto de su organismo no dispongan de la misma autonomía plena y tolerada.
Y sólo el rechazo social lleva al disimulo en este tipo de situaciones que, en otras épocas, eran utilizadas para emparejar reinos, familias y fortunas mediante el casamiento acordado con menores en edad de merecer... ser mercancía.
Lo grave del suceso que comentamos no son las contradicciones que pone al descubierto de una sociedad hipócrita, sino el fatal desenlace en una menor que ha pagado con su vida la confusión obsesiva y patológica que esas contradicciones generan en quienes, con edad mental aún más reducida, se les consiente entablar relaciones con menores de edad. Luego culpan al loco de la locura, no al manicomio que engendra dementes de cualquier edad.
El mismo Código Penal que declara que una menor de 13 años está capacitada para mantener relaciones con un adulto, no permite que tome la decisión de abortar con idéntica libertad. Tampoco puede votar en unas elecciones porque, según la ley, carece de criterios para elegir a representantes políticos, pero sí a la pareja de una coyunda pasional.
Ni siquiera podrá sacarse el carnet de conducir, seguramente porque sus pies no alcanzan los pedales, pero sí quedarse embarazada si se le antoja. Para la sociedad, la mayoría de edad se consigue a los 18 años, salvo para los escarceos amorosos, para los cuales se considera plenamente desarrollada.
Parece que, en este sentido, la ley está redactada por adultos que menosprecian las relaciones con menores de edad para todo, menos para joder. Al parecer, sólo los órganos genitales de una niña están plenamente desarrollados para cumplir con su función biológica, aunque el cerebro y el resto de su organismo no dispongan de la misma autonomía plena y tolerada.
Y sólo el rechazo social lleva al disimulo en este tipo de situaciones que, en otras épocas, eran utilizadas para emparejar reinos, familias y fortunas mediante el casamiento acordado con menores en edad de merecer... ser mercancía.
Lo grave del suceso que comentamos no son las contradicciones que pone al descubierto de una sociedad hipócrita, sino el fatal desenlace en una menor que ha pagado con su vida la confusión obsesiva y patológica que esas contradicciones generan en quienes, con edad mental aún más reducida, se les consiente entablar relaciones con menores de edad. Luego culpan al loco de la locura, no al manicomio que engendra dementes de cualquier edad.
DANIEL GUERRERO