Para los españolitos normales, esos que tenemos algún amigo en paro (o muchos, o todos), algún familiar en paro o (¡qué coño!) que estamos nosotros mismos en paro, escuchar que un Banco ha comprado otro por 1 euro nos suena raro. Desde luego, un Banco no es de esas cosas que se encuentran fácilmente en las estanterías de “un chino”, con lo que no nos cuadra demasiado que se pueda comprar por 1 euro (ni siquiera los de los parques), más que nada porque nos asalta la duda: “¿Podría haberlo comprado yo?”.
Que una cerveza cueste 1 euro tiene un pase. El pack de bolígrafos de colores de nuestro establecimiento asiático de confianza también vale 1 euro, lo mismo que ese paquete de servilletas adornadas que has comprado para la cada vez más famélica cena de Navidad (este año, de marisco ni hablamos).
Pero que un Banco con sus oficinas, sus sillas de oficina, sus mesas de oficia, sus bolígrafos con cadenita, sus empleados, sus cajas fuertes, sus paraguas de promoción, sus juegos de sartenes, sus conjuntos de sábanas, sus billetes de 500 euros y sus cajeros automáticos valga un euro… no lo terminamos de comprender.
Y es que una cosa es asimilar que Belén Esteban haya engordado 16 kilos y 30.000 euros en su reaparición mediática, que el ciego ese gordito que canta tan bien se hubiera enfadado con Melendi y que Mouriño, lo más seguro, es que se vaya a final de temporada del Real Madrid, y otra que hayan comprado un Banco por 1 euro, porque ya se te hincha la vena investigadora y procuras por todos los medios, presa de tu indignación, esclarecer el asunto: ¿Pero pagaron en efectivo o con tarjeta?
Buceando un poco, te enteras de que no ha sido la única entidad que han vendido por 1 euro con sus oficinas, sus empleados y sus billetes de 500 euro. Que ha habido más. Pero es que, antes de venderlas (o de comprarlas, ya depende de cómo lo quiera mirar) las han saneado y blindado con nuestro dinero (el suyo también) contra las posibles pérdidas de la próxima década: los de las prestaciones no contributivas invertidas en televisores de plasma (que digo yo, en “mensualidades de televisores de plasma”, querría decir la diputada), los abuelos convertidos en prestamistas familiares al cero por ciento de interés y los accionistas y poseedores de preferentes (a los que no les especificaron en qué tenían la preferencia) son los saneadores bancarios del siglo XXI.
BBVA ya se llevó la caja catalana Unnim por 1 euro y un blindaje contra posibles pérdidas a cargo del Fondo de Garantía de Depósitos. La Caixa ha hecho ahora exactamente lo mismo con el Banco de Valencia y el próximo en mover ficha es el Santander.
Quebrar Bancos es un negocio rentable. Y digo yo, aparte del cocainómano sin programa de televisión y sin traje de chaqueta que le pegó el tirón del bolso a su vecina: ¿ve usted a alguien en la cárcel?
Que una cerveza cueste 1 euro tiene un pase. El pack de bolígrafos de colores de nuestro establecimiento asiático de confianza también vale 1 euro, lo mismo que ese paquete de servilletas adornadas que has comprado para la cada vez más famélica cena de Navidad (este año, de marisco ni hablamos).
Pero que un Banco con sus oficinas, sus sillas de oficina, sus mesas de oficia, sus bolígrafos con cadenita, sus empleados, sus cajas fuertes, sus paraguas de promoción, sus juegos de sartenes, sus conjuntos de sábanas, sus billetes de 500 euros y sus cajeros automáticos valga un euro… no lo terminamos de comprender.
Y es que una cosa es asimilar que Belén Esteban haya engordado 16 kilos y 30.000 euros en su reaparición mediática, que el ciego ese gordito que canta tan bien se hubiera enfadado con Melendi y que Mouriño, lo más seguro, es que se vaya a final de temporada del Real Madrid, y otra que hayan comprado un Banco por 1 euro, porque ya se te hincha la vena investigadora y procuras por todos los medios, presa de tu indignación, esclarecer el asunto: ¿Pero pagaron en efectivo o con tarjeta?
Buceando un poco, te enteras de que no ha sido la única entidad que han vendido por 1 euro con sus oficinas, sus empleados y sus billetes de 500 euro. Que ha habido más. Pero es que, antes de venderlas (o de comprarlas, ya depende de cómo lo quiera mirar) las han saneado y blindado con nuestro dinero (el suyo también) contra las posibles pérdidas de la próxima década: los de las prestaciones no contributivas invertidas en televisores de plasma (que digo yo, en “mensualidades de televisores de plasma”, querría decir la diputada), los abuelos convertidos en prestamistas familiares al cero por ciento de interés y los accionistas y poseedores de preferentes (a los que no les especificaron en qué tenían la preferencia) son los saneadores bancarios del siglo XXI.
BBVA ya se llevó la caja catalana Unnim por 1 euro y un blindaje contra posibles pérdidas a cargo del Fondo de Garantía de Depósitos. La Caixa ha hecho ahora exactamente lo mismo con el Banco de Valencia y el próximo en mover ficha es el Santander.
Quebrar Bancos es un negocio rentable. Y digo yo, aparte del cocainómano sin programa de televisión y sin traje de chaqueta que le pegó el tirón del bolso a su vecina: ¿ve usted a alguien en la cárcel?
PABLO POÓ