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El mismo artículo

Nos pasamos todo el año 2012 escribiendo el mismo artículo y mi terror es que lo sigamos escribiendo este que acaba de empezar. La obsesiva melodía de la crisis se ha convertido en una atroz salmodia que nos ha inundado hasta el último rincón. Crisis. De todo y en todo. Económica, institucional, de Nación. Y vital. En un momento también se nos ha metido en el propio cuerpo y nos ha calado hasta el hueso. Hasta los mismos dientes como, cuando faltos ya de toda protección, se nos recalan y el escalofrío nos llega a lo más profundo de la sesera.

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Nos ha tocado contar, una a una o en racimo, todas nuestras desgracias que iban saliendo del cesto de los días como cerezas engarzadas. Pero no eran sonrosadas cerezas. Eran negras cagarrutas. Y si malo era el fruto, peor aún era el presagio. Que, por lo general, se cumplía y en peor.

El viernes hizo el presidente balance del año. O mejor dicho, balance de desdichas. Si esperaba encontrarse grave al paciente se encontró al enfermo terminal; si pensaba que la deuda era inmensa, aun resultó ser mucho mayor. Si creyó que con poner sus recetas y mecánicos a resolver la terrible avería en un tiempo prudente el coche comenzaría al menos a “toser”, se equivocó.

Tuvo que hacer, y yo soy de los pocos que deben creerlo, lo que no tenía previsto ni quería bajo ningún concepto hacer. Pero lo hizo. Subió los impuestos empezando por el IRPF por no subir el IVA y, al final, subió los dos. Dijo que era intocable la santidad de las pensiones y, al final, tuvo que rebajarlas a beatas y gracias a que no acabaran en el limbo de la congelación. Que no dejaban de ser graciosos los clamores de quienes las habían puesto a hibernar contra quien, al menos, las aumentaba un grado o hasta dos.

Pero, encima, por muchos martillazos, aunque fueran tan duros como el de la Reforma Laboral o tan sentidos como los copagos medicinales o los recortes en educación, el motor seguía sin arrancar. Al revés, se “gripaba” aún más y a las desdichas se unía la sima bancaria por la que se precipitaban las cajas y, lo que es peor, centenares de miles de inocentes estafados.

Porque lo de las preferentes, no sé cómo lo llamarán los jueces, pero en castellano común y corriente otro nombre no tiene. De esos políticos-bancarios no hemos visto todavía uno en la cárcel pero todos conocemos a un abuelo a quien han dejado sin ahorros.

Hemos conocido, además, una prima de la que antes no teníamos noticia alguna y que desearíamos que no hubiera aparecido nunca por casa. Que era de riesgo lo avisaba, que fuera de infarto era lo que nos tocó sufrir.

Y para proseguir en las coordenadas obsesivas del año, en el bucle inacabable ahí sigue y siguió hasta el último suspiro del año, negándose a enfriar su calentura. Jugando a pasearse, y peor se paseó, por los 400 grados que, aunque sean menos que 600, son de sofoquina.

Ya veíamos el viernes que ni siquiera nos daba el mínimo consuelo, aunque fuera por los pelos, de quedarse un cabello por debajo. Al final, aunque raspando, por lo menos nos lo dio. Pero esa, que es la que tenía que despeñarse de una puñetera vez, es la que se aferra como una ladilla en nuestras vergüenzas. Esa no tiene traza alguna de marcharse. Esa vuelve y no sé siquiera si la podremos quemar en la hoguera del próximo San Juan. Que con ello ya nos conformábamos.

Esa ha sido la salmodia, el pertinaz mantra peor que aquellas sequías de cuando el No-Do. Y si por un momento había una nota diferente era para entrar con otro ruido de carraca, la del separatismo catalán. Mister Mas nos amargó el año 2012, aunque él lo acabara con el paladar estragado y un atracón de “cólico miserere”, y piense seguir con su matraca y su cotidiano ciscarse en nuestra leyes, que también son las suyas, aunque las viole.

El año 2012 nos pareció que, en vez de 12 meses, tenía 24. Pero el temor, y no es infundado, es que 2013 nos acabe pareciendo que tenga 26. Así que mejor dejarlo ahí. Mejor no seguir escribiendo el mismo artículo, mejor aferrarse al porvenir, aunque sea una ilusión cogida por alfileres. Mejor casi dejar al radar parado y no entrar en pronóstico alguno. Ni siquiera negativo.

Que "agorero" debe provenir de "augurio" y ya nos han augurado tantas veces el apocalipsis, que si solo es holocausto nos va a parecer un alivio. Porque lo de la transformación de las palabras ha sido otra cosa importante de anotar. Ahora te dicen que van a rescatarte y si te dan todavía las piernas, lo que sales es huyendo. Vamos, que 2013 ya nos coge confesados.

ANTONIO PÉREZ HENARES
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