Las modas no son un monopolio del mundo textil. No se considera exclusivamente una tendencia los pantalones de pitillo o la ropa desfasada tipo ochentera. Existe en prácticamente cualquier ámbito de la vida. Claro está que en los videojuegos también.
En su día, allá por finales de 1999 y todo 2000, los Pokémon fueron más que una moda, una fiebre. Todo llevaba el nombre de los monstruitos y Pikachu salía más en las portadas de las revistas y periódicos que el mismísimo Aznar.
En la actual generación de consolas, no tener ningún juego de disparos (shooter) protagonizado por algún calvito con una dosis triple de testosterona es sinónimo de estar fuera de “la onda”.
En estas críticas siempre nos gusta dejar un espacio a los más peques, porque ellos llevan su ritmo propio, pero a pesar de todo también son fruto de esta sociedad y por ende, también son carnaza suculenta para imponérseles una conducta. "Al contrario: casi mejor", dirán las compañías, "los niños pican el anzuelo con mayor facilidad que los mayores". Otra cosa no, pero en embaucar consumidores las desarrolladoras son únicas.
Con el afán de marcar un propio camino para seguir, Activision traía al mundo una nueva forma de jugar. Cogía el sello Spyro el Dragón, le ponía en el subtítulo para atraer a más público pero sin que llegara a ser protagonista de la nueva franquicia, le enfrascaba el nombre Skylanders y ya estaba todo listo.
Un juego de los que abundan ahora: aventura y acción, con pequeñas dosis de plataforma y algún que otro puzle. Pero les faltaba algo, algún sello de identidad que les alejara de tantos productos infantiles que existían ya por aquel entonces.
Alguien, uno de los integrantes del equipo, tuvo la maldita idea de hacer que los personajes controlables del juego no se pudieran seleccionar en la pantalla de inicio, sino que estos fueran muñecos que había que colocar en una peana, figuras que una vez colocadas cobrarían vida en el juego.
Sí, vale, todos estamos de acuerdo en que la idea es graciosa, atractiva e incluso novedosa: pillar tu skylander, entrenarlo, para llevarlo a casa del colega de turno y demostrarle quien manda es una gozada para cualquier adulto. ¿Cómo no iba a serlo para un niño que levanta dos palmos del suelo?
La mecánica es adictiva, los muñecos igualmente reconozco que están hechos con esmero y gran detalle en muchos casos (menos, irónicamente el propio Spyro, un dragón que parece haber sufrido un infarto), sin contar la variedad que presentan los protagonistas. Imagino que estaréis expectantes ante el “pero” de la cuestión. Pues claro que lo hay, así que no me haré de rogar.
Ante todo, lo peligroso de esta moda. Sí, la generación de los noventa estábamos flipados pasando Pokémon en nuestras Game Boy o coleccionando las cartas de Yu-Gi Oh! Pero ni las cartas eran necesarias para el videojuego, ni se necesitaba nada más aparte de un cable link, 2.000 pesetas IVA incluido, para hacer dicho intercambio de monstruos.
No obstante, conseguir un único personaje para Skylanders: Spyro´s Adventure supone, catálogo de Media Markt por delante, casi nueve euros la unidad. Lo cual es un robo a mano armada de los que duelen la cartera y fusilan al corazón.
Para colmo, la amenaza es constante. Activision, que le ha cogido el gustillo rico al dinero y al tener a todos los niños como locos con las figuras de los bichitos, se trajo entre manos una novedad de cara a la campaña navideña ya pasada: Skylander Giants. Sí, ¡tachán, sorpresa! Son los mismos muñecos pero en grande. Que todos sabemos que lo grande suele ser igual de bueno que lo pequeño, pero tío, que es grande y mola más. ¿La gracia? Pues 13 eurillos de nada, la vuelta del pan.
Pero lo más peligroso, lo que de veras me inquieta de esto no es el robo –porque esto es un robo- que se le está haciendo a muchas familias por parte de esta desarrolladora. Tampoco que hayan destrozado por quincuagésima vez la imagen y marca Spyro el Dragón. A fin de cuentas, ya nadie reconoce al tierno dragoncito que circuló en la pasada década en nuestra primera Playstation. Lo peor es, precisamente, que creen una tendencia, cosa que ya han logrado alcanzar. Que tiemble hasta el pobre apuntador.
Disney Interactive, la rama de videojuegos de la fábrica de sueños de todo el globo, ha pillado muy bien la idea. Ha dado un paso más allá de su olvidable Disney Universe, ha cogido la buena idea de inversión de Skylanders, la posibilidad de crear mundos como en Little Big Planet y ¡voilà! Disney Infinity es una realidad.
¿Los protagonistas? Muñecos de la compañía que, una vez insertos en la peana de turno, toman forma en la pantalla. Las licencias corren como si fueran la cubertería de La Bella y la Bestia en el tema ¡Qué festín!: Piratas del Caribe, Enredados, Los Increíbles, Cars, Toy Story… Hasta la serie televisiva Phineas y Ferb se da la mano con el resto de largometrajes de la empresa de Walt para completar el plantel.
Por supuesto, al igual que la franquicia de Activision, cada figura se venderá por separado, trayendo el juego exclusivamente dos: Jack Sparrow y Sully de Monstruos University. Se ha llegado a especificar el precio que supondría hacerse con toda la colección. La suma total deja tan frío como escandalizado a quien lo lea: 779 dólares.
Esta cuantía es un escándalo y un fraude. No se le puede pedir al consumidor un desembolso de tamaña cantidad para poder jugar con todos los personajes del juego, los cuales deberían estar incluidos en el disco. No debería hacérsele eso a un niño, no debería permitirse que se juegue así con su ilusión.
La mejor baza con lo que cuenta además Disney es el factor nostalgia, por lo que también muchos adultos caerán en las redes del coleccionismo de figuras, con tal de rememorar las aventuras de aquellos VHS que tan buenas tardes le trajeron. Mickey ha vuelto. En forma de estatuilla.
Los padres de Skylanders, en un intento por mantener un buen semblante ante la prensa y el público, por supuesto confirman estar halagados ante el éxito que infunde su creación en el resto de compañías. No que están frustrados porque Disney intenta arrebatarles terreno en eso de los muñecos interactivos. Qué va, para nada.
Si todo esto se quedase aquí, no habría que temer. Lo malo es que esta moda se expanda a otras desarrolladoras, otros tipos de juegos y el comprarse figuras sea algo necesario para disfrutar plenamente de un título.
Activision ha abierto una veda que Disney ha terminado por romper, un derrotero que, como la mayoría de las modas, no suele resultar muy práctico que la gente las siga. Esperemos que esta tendencia de las figuritas no se extienda. Como si no tuviéramos ya bastante los jugadores con los DLC…
En su día, allá por finales de 1999 y todo 2000, los Pokémon fueron más que una moda, una fiebre. Todo llevaba el nombre de los monstruitos y Pikachu salía más en las portadas de las revistas y periódicos que el mismísimo Aznar.
En la actual generación de consolas, no tener ningún juego de disparos (shooter) protagonizado por algún calvito con una dosis triple de testosterona es sinónimo de estar fuera de “la onda”.
En estas críticas siempre nos gusta dejar un espacio a los más peques, porque ellos llevan su ritmo propio, pero a pesar de todo también son fruto de esta sociedad y por ende, también son carnaza suculenta para imponérseles una conducta. "Al contrario: casi mejor", dirán las compañías, "los niños pican el anzuelo con mayor facilidad que los mayores". Otra cosa no, pero en embaucar consumidores las desarrolladoras son únicas.
Con el afán de marcar un propio camino para seguir, Activision traía al mundo una nueva forma de jugar. Cogía el sello Spyro el Dragón, le ponía en el subtítulo para atraer a más público pero sin que llegara a ser protagonista de la nueva franquicia, le enfrascaba el nombre Skylanders y ya estaba todo listo.
Un juego de los que abundan ahora: aventura y acción, con pequeñas dosis de plataforma y algún que otro puzle. Pero les faltaba algo, algún sello de identidad que les alejara de tantos productos infantiles que existían ya por aquel entonces.
Alguien, uno de los integrantes del equipo, tuvo la maldita idea de hacer que los personajes controlables del juego no se pudieran seleccionar en la pantalla de inicio, sino que estos fueran muñecos que había que colocar en una peana, figuras que una vez colocadas cobrarían vida en el juego.
Sí, vale, todos estamos de acuerdo en que la idea es graciosa, atractiva e incluso novedosa: pillar tu skylander, entrenarlo, para llevarlo a casa del colega de turno y demostrarle quien manda es una gozada para cualquier adulto. ¿Cómo no iba a serlo para un niño que levanta dos palmos del suelo?
La mecánica es adictiva, los muñecos igualmente reconozco que están hechos con esmero y gran detalle en muchos casos (menos, irónicamente el propio Spyro, un dragón que parece haber sufrido un infarto), sin contar la variedad que presentan los protagonistas. Imagino que estaréis expectantes ante el “pero” de la cuestión. Pues claro que lo hay, así que no me haré de rogar.
Ante todo, lo peligroso de esta moda. Sí, la generación de los noventa estábamos flipados pasando Pokémon en nuestras Game Boy o coleccionando las cartas de Yu-Gi Oh! Pero ni las cartas eran necesarias para el videojuego, ni se necesitaba nada más aparte de un cable link, 2.000 pesetas IVA incluido, para hacer dicho intercambio de monstruos.
No obstante, conseguir un único personaje para Skylanders: Spyro´s Adventure supone, catálogo de Media Markt por delante, casi nueve euros la unidad. Lo cual es un robo a mano armada de los que duelen la cartera y fusilan al corazón.
Para colmo, la amenaza es constante. Activision, que le ha cogido el gustillo rico al dinero y al tener a todos los niños como locos con las figuras de los bichitos, se trajo entre manos una novedad de cara a la campaña navideña ya pasada: Skylander Giants. Sí, ¡tachán, sorpresa! Son los mismos muñecos pero en grande. Que todos sabemos que lo grande suele ser igual de bueno que lo pequeño, pero tío, que es grande y mola más. ¿La gracia? Pues 13 eurillos de nada, la vuelta del pan.
Pero lo más peligroso, lo que de veras me inquieta de esto no es el robo –porque esto es un robo- que se le está haciendo a muchas familias por parte de esta desarrolladora. Tampoco que hayan destrozado por quincuagésima vez la imagen y marca Spyro el Dragón. A fin de cuentas, ya nadie reconoce al tierno dragoncito que circuló en la pasada década en nuestra primera Playstation. Lo peor es, precisamente, que creen una tendencia, cosa que ya han logrado alcanzar. Que tiemble hasta el pobre apuntador.
Disney Interactive, la rama de videojuegos de la fábrica de sueños de todo el globo, ha pillado muy bien la idea. Ha dado un paso más allá de su olvidable Disney Universe, ha cogido la buena idea de inversión de Skylanders, la posibilidad de crear mundos como en Little Big Planet y ¡voilà! Disney Infinity es una realidad.
¿Los protagonistas? Muñecos de la compañía que, una vez insertos en la peana de turno, toman forma en la pantalla. Las licencias corren como si fueran la cubertería de La Bella y la Bestia en el tema ¡Qué festín!: Piratas del Caribe, Enredados, Los Increíbles, Cars, Toy Story… Hasta la serie televisiva Phineas y Ferb se da la mano con el resto de largometrajes de la empresa de Walt para completar el plantel.
Por supuesto, al igual que la franquicia de Activision, cada figura se venderá por separado, trayendo el juego exclusivamente dos: Jack Sparrow y Sully de Monstruos University. Se ha llegado a especificar el precio que supondría hacerse con toda la colección. La suma total deja tan frío como escandalizado a quien lo lea: 779 dólares.
Esta cuantía es un escándalo y un fraude. No se le puede pedir al consumidor un desembolso de tamaña cantidad para poder jugar con todos los personajes del juego, los cuales deberían estar incluidos en el disco. No debería hacérsele eso a un niño, no debería permitirse que se juegue así con su ilusión.
La mejor baza con lo que cuenta además Disney es el factor nostalgia, por lo que también muchos adultos caerán en las redes del coleccionismo de figuras, con tal de rememorar las aventuras de aquellos VHS que tan buenas tardes le trajeron. Mickey ha vuelto. En forma de estatuilla.
Los padres de Skylanders, en un intento por mantener un buen semblante ante la prensa y el público, por supuesto confirman estar halagados ante el éxito que infunde su creación en el resto de compañías. No que están frustrados porque Disney intenta arrebatarles terreno en eso de los muñecos interactivos. Qué va, para nada.
Si todo esto se quedase aquí, no habría que temer. Lo malo es que esta moda se expanda a otras desarrolladoras, otros tipos de juegos y el comprarse figuras sea algo necesario para disfrutar plenamente de un título.
Activision ha abierto una veda que Disney ha terminado por romper, un derrotero que, como la mayoría de las modas, no suele resultar muy práctico que la gente las siga. Esperemos que esta tendencia de las figuritas no se extienda. Como si no tuviéramos ya bastante los jugadores con los DLC…
SALVADOR BELIZÓN / REDACCIÓN