En estos tiempos gélidos, vuelvo a releer a algunos de los grandes autores que me han acompañado en el transcurso de los años. Y uno de ellos es Erich Fromm, ese gran psicólogo y psicoanalista que, a pesar de haber fallecido hace más de tres décadas, sus obras siguen totalmente vigentes, de modo que continúan editándose, ya que no pierden la fuerza y la lucidez de cuando vieron la luz.
Y dado que en la actualidad, por las charlas que mantengo con mis alumnos, compruebo que en los jóvenes se han instalado un alto grado de pesimismo y un preocupante desconcierto ante la situación social que les ha tocado vivir, acudo a uno de los libros de aquel gran autor, La revolución de la esperanza, con el fin de extraer algunos párrafos que pudieran servir para alumbrar un poco en medio de la oscuridad.
Dice en uno de los capítulos: “Pocos individuos escapan al destino de que en un momento u otro de su desarrollo sus esperanzas se vean malogradas y algunas veces completamente destrozadas. Quizá esto sea bueno. Si un hombre no tiene experiencia de que se frustre su esperanza, ¿cómo podría ésta llegar a ser fuerte e inextinguible?”.
Aunque este párrafo está planteado desde un punto de vista individual, Erich Fromm no era tan ingenuo para no saber que también pueden frustrarse las esperanzas colectivas, ya que era de origen judío y tuvo noticias del holocausto que se llevó a cabo contra los propios judíos (también los gitanos y los homosexuales) durante la Segunda Guerra Mundial.
A pesar de todo nos advierte: “Por otra parte, a menudo la esperanza es destrozada a tal grado que un hombre puede no recobrarla jamás. (…) Y justamente porque los hombres no pueden vivir sin ella, aquel cuya esperanza ha sido completamente destruida aborrece la vida”.
Pues bien, a los españoles nos ha tocado de manera colectiva convivir con la decepción, la frustración y la desesperanza, pues no otra cosa es a lo que conducen todas las medidas que desde el Gobierno se han tomado en contra de la opinión mayoritaria de la población.
Y puesto que nos consideran como a niños que no entienden “la realidad”, que según el presidente es única e inmodificable como la Ley de la gravedad, tenemos que aceptar, sí o sí, las decisiones que ellos toman a favor de las clases pudientes y adineradas y que empobrecen día a día a la población y a las clases populares.
No es necesario ser un gran experto en economía política para sentir la enorme brecha que se amplía entre ricos y pobres, entre trabajadores estables y precarios, entre una minoría que sigue enriqueciéndose y la mayoría que soporta todo tipo de recortes.
Tal como apunté en el artículo anterior, los jóvenes forman ese sector de la población que siente que esta sociedad les excluye, que ellos son, en gran medida, una generación que tiene que padecer las consecuencias de la especulación inmobiliaria y del desastre bancario de este país presentes, de forma explícita u oculta, en varios lustros.
Viven en el pesimismo, el desencanto y el desconcierto. Y para entender el estado de ánimo que subyace en los jóvenes de hoy, me voy a apoyar, otra vez, en algunos excelentes trabajos gráficos de algunos jóvenes ya que a través de sus ilustraciones expresan cómo ven el mundo que les rodea y cómo lo sienten.
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El pesimismo tan extendido entre ellos queda patente en este dibujo de Gondi (Fran González), en el que nos muestra a Kurt Cobain de espaldas, el que fuera destacado líder del grupo grunge Nirvana. En la viñeta, una voz en off le pregunta qué haría si volviera a estar vivo. Recordemos que fue encontrado muerto en su casa de Seattle el 8 de abril de 1994, tras una rápida y fulgurante vida musical. La respuesta a la pregunta, como podemos comprobar, no puede ser más desoladora.
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El mismo autor nos muestra, en esta ocasión en blanco y negro, el miedo que provoca el desasosiego que acompaña al no saber qué acontecerá en el futuro. Esto queda reflejado en esa oscura escena en la que una madre le pregunta a su hijo la razón de por qué no logra conciliar el sueño.
Y es que el futuro se ha convertido en una especie de sombría pesadilla que les va a acompañar durante mucho tiempo. Porque ante tan lamentable situación que vivimos, el equipo del actual Gobierno ha elaborado el discurso de “la herencia” (la que, según ellos, recibimos del malvado ZP), discurso que responde al pie de la letra al modelo que elaboró Joseph Goebbels, y que ya comentamos en otro artículo.
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De todos modos, la credibilidad hacia ellos está por los suelos, de manera que si nos dicen algo, nos explican algo, o nos sugieren cualquier solución, ya por inercia pensamos lo contrario de lo que han dicho.
Escepticismo absoluto, a lo que hay que añadir que la autoestima colectiva parece que se hunde, ya que no sabemos ni siquiera qué lugar ocupamos entre los países de nuestro entorno, entre los (supuestamente) desarrollados.
Esto, de manera irónica, lo expresa Óscar en su dibujo, cuando en el lado izquierdo traza la bandera alemana y debajo coloca bien claro la palabra “money” (dinero); en el lado derecho se encuentra la china con la palabra “work” (trabajo). ¿Y qué nos corresponde a nosotros?: la pequeñita bandera española, que parece aplastada por ambas, tiene “closed” (cerrado), a lo que añade “viendo fútbol”.
Y es que, en ocasiones, como desahogo hay que acudir a cierto humor mordaz para dar rienda suelta al desencanto que los jóvenes (y no tan jóvenes) padecen.
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No quisiera cerrar este artículo con la sensación de enorme desánimo con el que vemos el panorama actual. Vuelvo otra vez al mismo libro de Erich Fromm, el cual ante las adversidades que en determinados momentos pueden aparecer en un país cualquiera apunta que “la cuestión no es que tengamos la seguridad de lograr estos cambios que deseamos, ni siquiera de que sean probables, sino de que son posibles”.
Apela, pues, al compromiso, a no quedar en el fatalismo, a no esperar a que vengan a resolvernos los problemas que nos acucian. Esto es, a fin de cuentas, lo que expresa Moi (Moisés Ramírez) en su viñeta, cuando representa a un joven escalando ante una gráfica que se hunde y apunta: “Pero por muy difícil que nos lo pongáis, demostraremos que había futuro”.
Esta es, a mi modo de ver, la mejor postura que se puede tener: no rendirse y hacer frente, individual y colectivamente, a las adversidades que nos podamos encontrar en el camino.
Y dado que en la actualidad, por las charlas que mantengo con mis alumnos, compruebo que en los jóvenes se han instalado un alto grado de pesimismo y un preocupante desconcierto ante la situación social que les ha tocado vivir, acudo a uno de los libros de aquel gran autor, La revolución de la esperanza, con el fin de extraer algunos párrafos que pudieran servir para alumbrar un poco en medio de la oscuridad.
Dice en uno de los capítulos: “Pocos individuos escapan al destino de que en un momento u otro de su desarrollo sus esperanzas se vean malogradas y algunas veces completamente destrozadas. Quizá esto sea bueno. Si un hombre no tiene experiencia de que se frustre su esperanza, ¿cómo podría ésta llegar a ser fuerte e inextinguible?”.
Aunque este párrafo está planteado desde un punto de vista individual, Erich Fromm no era tan ingenuo para no saber que también pueden frustrarse las esperanzas colectivas, ya que era de origen judío y tuvo noticias del holocausto que se llevó a cabo contra los propios judíos (también los gitanos y los homosexuales) durante la Segunda Guerra Mundial.
A pesar de todo nos advierte: “Por otra parte, a menudo la esperanza es destrozada a tal grado que un hombre puede no recobrarla jamás. (…) Y justamente porque los hombres no pueden vivir sin ella, aquel cuya esperanza ha sido completamente destruida aborrece la vida”.
Pues bien, a los españoles nos ha tocado de manera colectiva convivir con la decepción, la frustración y la desesperanza, pues no otra cosa es a lo que conducen todas las medidas que desde el Gobierno se han tomado en contra de la opinión mayoritaria de la población.
Y puesto que nos consideran como a niños que no entienden “la realidad”, que según el presidente es única e inmodificable como la Ley de la gravedad, tenemos que aceptar, sí o sí, las decisiones que ellos toman a favor de las clases pudientes y adineradas y que empobrecen día a día a la población y a las clases populares.
No es necesario ser un gran experto en economía política para sentir la enorme brecha que se amplía entre ricos y pobres, entre trabajadores estables y precarios, entre una minoría que sigue enriqueciéndose y la mayoría que soporta todo tipo de recortes.
Tal como apunté en el artículo anterior, los jóvenes forman ese sector de la población que siente que esta sociedad les excluye, que ellos son, en gran medida, una generación que tiene que padecer las consecuencias de la especulación inmobiliaria y del desastre bancario de este país presentes, de forma explícita u oculta, en varios lustros.
Viven en el pesimismo, el desencanto y el desconcierto. Y para entender el estado de ánimo que subyace en los jóvenes de hoy, me voy a apoyar, otra vez, en algunos excelentes trabajos gráficos de algunos jóvenes ya que a través de sus ilustraciones expresan cómo ven el mundo que les rodea y cómo lo sienten.
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El pesimismo tan extendido entre ellos queda patente en este dibujo de Gondi (Fran González), en el que nos muestra a Kurt Cobain de espaldas, el que fuera destacado líder del grupo grunge Nirvana. En la viñeta, una voz en off le pregunta qué haría si volviera a estar vivo. Recordemos que fue encontrado muerto en su casa de Seattle el 8 de abril de 1994, tras una rápida y fulgurante vida musical. La respuesta a la pregunta, como podemos comprobar, no puede ser más desoladora.
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El mismo autor nos muestra, en esta ocasión en blanco y negro, el miedo que provoca el desasosiego que acompaña al no saber qué acontecerá en el futuro. Esto queda reflejado en esa oscura escena en la que una madre le pregunta a su hijo la razón de por qué no logra conciliar el sueño.
Y es que el futuro se ha convertido en una especie de sombría pesadilla que les va a acompañar durante mucho tiempo. Porque ante tan lamentable situación que vivimos, el equipo del actual Gobierno ha elaborado el discurso de “la herencia” (la que, según ellos, recibimos del malvado ZP), discurso que responde al pie de la letra al modelo que elaboró Joseph Goebbels, y que ya comentamos en otro artículo.
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De todos modos, la credibilidad hacia ellos está por los suelos, de manera que si nos dicen algo, nos explican algo, o nos sugieren cualquier solución, ya por inercia pensamos lo contrario de lo que han dicho.
Escepticismo absoluto, a lo que hay que añadir que la autoestima colectiva parece que se hunde, ya que no sabemos ni siquiera qué lugar ocupamos entre los países de nuestro entorno, entre los (supuestamente) desarrollados.
Esto, de manera irónica, lo expresa Óscar en su dibujo, cuando en el lado izquierdo traza la bandera alemana y debajo coloca bien claro la palabra “money” (dinero); en el lado derecho se encuentra la china con la palabra “work” (trabajo). ¿Y qué nos corresponde a nosotros?: la pequeñita bandera española, que parece aplastada por ambas, tiene “closed” (cerrado), a lo que añade “viendo fútbol”.
Y es que, en ocasiones, como desahogo hay que acudir a cierto humor mordaz para dar rienda suelta al desencanto que los jóvenes (y no tan jóvenes) padecen.
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No quisiera cerrar este artículo con la sensación de enorme desánimo con el que vemos el panorama actual. Vuelvo otra vez al mismo libro de Erich Fromm, el cual ante las adversidades que en determinados momentos pueden aparecer en un país cualquiera apunta que “la cuestión no es que tengamos la seguridad de lograr estos cambios que deseamos, ni siquiera de que sean probables, sino de que son posibles”.
Apela, pues, al compromiso, a no quedar en el fatalismo, a no esperar a que vengan a resolvernos los problemas que nos acucian. Esto es, a fin de cuentas, lo que expresa Moi (Moisés Ramírez) en su viñeta, cuando representa a un joven escalando ante una gráfica que se hunde y apunta: “Pero por muy difícil que nos lo pongáis, demostraremos que había futuro”.
Esta es, a mi modo de ver, la mejor postura que se puede tener: no rendirse y hacer frente, individual y colectivamente, a las adversidades que nos podamos encontrar en el camino.
AURELIANO SÁINZ