Las últimas dos semanas han dejado un panorama ensordecedor para la ciudadanía. Los dos partidos que han gobernado España se han visto inmersos en vergonzantes casos de corrupción, de desigual envergadura. De fondo, la responsabilidad de la autoridad de cumplir y hacer cumplir la ley. También dentro de las burocracias que controlan los partidos.
Inmersos en un proceso de desarticulación de bases como el Estado Social y el Estado de Derecho, según alertan con sus movilizaciones amplias capas de la ciudadanía a lo largo y ancho del país, la aparición de una cuenta en Suiza del extesorero del Partido Popular (PP) –y cargo de confianza de Rajoy-, Luis Bárcenas, con 22 millones de euros, ha sido un sablazo en toda regla a la denominada Marca España.
Si, en un ejercicio de imaginación, convirtiéramos los 22 millones de euros de la cuenta de Suiza en carritos de la compra, se pondría de manifiesto el guante blanco con el que el Gobierno de Mariano Rajoy está gestionando una crisis que apunta de lleno a una financiación irregular en su partido. Los sobresueldos que habrían venido cobrando durante años algunos dignatarios, de manos del propio extesorero, son un revés en toda regla al partido que sostiene al Gobierno español.
Los paños calientes de la acción gubernamental en este caso contrastan con diligencia del ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, cuando ordenó la detención de Juan Manuel Sánchez Gordillo tras la anecdótica acción del parlamentario andaluz con Diego Cañamero y los trabajadores del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) en el supermercado.
La sustracción de varios carros de la compra que marcó el verano pasado se produjo a la luz de las cámaras; se produjo a la vista de todos, y dejó en el ambiente la reflexión y la denuncia. Desde la radicalidad, trasladaron a la opinión pública la extrema necesidad que padecen ya muchas familias en este Sur, Andalucía, con las tasas de paro diez puntos por encima de la media estatal.
Estos bandoleros andaluces, los jornaleros del SAT, señalaron a la "irresponsabilidad de los responsables"; a gestores magnos como Rodrigo Rato, premiado meses después con un puesto de confianza en Telefónica tras el rescate con dinero público del agujero negro de Bankia.
La aparición de tanto euro patrio en un paraíso fiscal, y a nombre de una persona de confianza con despacho en Génova, hace saltar por los aires el discurso de la austeridad: unos privilegiados se benefician de sobresueldos y para otros no cesan los sobreesfuerzos.
Desde la bancada de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba no ha tenido margen para alzar demasiado la voz contra cualquier atisbo de corrupción. No están libres de fantasmas: haberlos haylos hasta bajo las alfombras reales.
Las ideas socialistas se esfumaron cuando Amy Martin levantó su pluma poniendo un conmovedor punto y final a sus versos. El caso de la periodista fantasma que entregaba sus honorarios de 3.000 euros por columna al presidente de la Fundación Ideas del PSOE, Carlos Mulas, quedaría en una anécdota. De no ser por la complicidad y necesaria connivencia de otros cargos del partido.
El gerente del PSOE se reunió Amy Martin y le dio el visto bueno, revela el diario El Mundo. Tanto periodista en el desempleo y el socialismo apuesta por contratar a un fantasma. Así, Rubalcaba pecaría de incoherente si sostiene sus acusaciones a Rajoy por no estar al tanto de los populares sobres de Bárcenas cuando no tiene constancia de las irregularidades en su círculo más próximo.
El estupor de estos casos no ha dado lugar a un cambio legal que desde la transparencia impida, en adelante, una financiación opaca –o susceptible de caer en prebendas e irregularidades- de los partidos que deben defender el sistema democrático y legislar para todos.
Aquejada de corruptelas y manzanas podridas que no se dejan sanar por las manzanas sanas de su cesta, la Marca España sigue siendo la de unos dirigentes aparentemente indolentes con escaso margen para apostar por la transparencia sin que les tiemble el pulso, o aparezcan fantasmas que maticen y den un nuevo significado a sus voces.
Inmersos en un proceso de desarticulación de bases como el Estado Social y el Estado de Derecho, según alertan con sus movilizaciones amplias capas de la ciudadanía a lo largo y ancho del país, la aparición de una cuenta en Suiza del extesorero del Partido Popular (PP) –y cargo de confianza de Rajoy-, Luis Bárcenas, con 22 millones de euros, ha sido un sablazo en toda regla a la denominada Marca España.
Si, en un ejercicio de imaginación, convirtiéramos los 22 millones de euros de la cuenta de Suiza en carritos de la compra, se pondría de manifiesto el guante blanco con el que el Gobierno de Mariano Rajoy está gestionando una crisis que apunta de lleno a una financiación irregular en su partido. Los sobresueldos que habrían venido cobrando durante años algunos dignatarios, de manos del propio extesorero, son un revés en toda regla al partido que sostiene al Gobierno español.
Los paños calientes de la acción gubernamental en este caso contrastan con diligencia del ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, cuando ordenó la detención de Juan Manuel Sánchez Gordillo tras la anecdótica acción del parlamentario andaluz con Diego Cañamero y los trabajadores del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) en el supermercado.
La sustracción de varios carros de la compra que marcó el verano pasado se produjo a la luz de las cámaras; se produjo a la vista de todos, y dejó en el ambiente la reflexión y la denuncia. Desde la radicalidad, trasladaron a la opinión pública la extrema necesidad que padecen ya muchas familias en este Sur, Andalucía, con las tasas de paro diez puntos por encima de la media estatal.
Estos bandoleros andaluces, los jornaleros del SAT, señalaron a la "irresponsabilidad de los responsables"; a gestores magnos como Rodrigo Rato, premiado meses después con un puesto de confianza en Telefónica tras el rescate con dinero público del agujero negro de Bankia.
La aparición de tanto euro patrio en un paraíso fiscal, y a nombre de una persona de confianza con despacho en Génova, hace saltar por los aires el discurso de la austeridad: unos privilegiados se benefician de sobresueldos y para otros no cesan los sobreesfuerzos.
Desde la bancada de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba no ha tenido margen para alzar demasiado la voz contra cualquier atisbo de corrupción. No están libres de fantasmas: haberlos haylos hasta bajo las alfombras reales.
Las ideas socialistas se esfumaron cuando Amy Martin levantó su pluma poniendo un conmovedor punto y final a sus versos. El caso de la periodista fantasma que entregaba sus honorarios de 3.000 euros por columna al presidente de la Fundación Ideas del PSOE, Carlos Mulas, quedaría en una anécdota. De no ser por la complicidad y necesaria connivencia de otros cargos del partido.
El gerente del PSOE se reunió Amy Martin y le dio el visto bueno, revela el diario El Mundo. Tanto periodista en el desempleo y el socialismo apuesta por contratar a un fantasma. Así, Rubalcaba pecaría de incoherente si sostiene sus acusaciones a Rajoy por no estar al tanto de los populares sobres de Bárcenas cuando no tiene constancia de las irregularidades en su círculo más próximo.
El estupor de estos casos no ha dado lugar a un cambio legal que desde la transparencia impida, en adelante, una financiación opaca –o susceptible de caer en prebendas e irregularidades- de los partidos que deben defender el sistema democrático y legislar para todos.
Aquejada de corruptelas y manzanas podridas que no se dejan sanar por las manzanas sanas de su cesta, la Marca España sigue siendo la de unos dirigentes aparentemente indolentes con escaso margen para apostar por la transparencia sin que les tiemble el pulso, o aparezcan fantasmas que maticen y den un nuevo significado a sus voces.
JUAN C. ROMERO