Inicio estas letras con una cita textual del discurso del Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, en diciembre de 2010, que dice así: “La lectura convertía el sueño en vida y la vida en sueño y ponía al alcance del pedacito de hombre que era yo el universo de la literatura. (…) La buena literatura tiende puentes entre gentes distintas y, haciéndonos gozar, sufrir o sorprendernos, nos une por debajo de las lenguas, creencias, usos, costumbres y prejuicios que nos separan”. Amén a unas sabias y lúcidas palabras.
Personalmente considero que la lectura es la ventana por la que se adentra el sol de la sabiduría, la educación…, y por la que dejamos escapar la pestilencia de la ignorancia. Eterna dicotomía en la que, desgraciadamente, suele primar el mal olor por ser reacios a ventilar nuestras buhardillas mentales. La lectura nos abre un horizonte que va más allá de la raquítica realidad que nos rodea.
Un año más llega el Día del Libro y vuelvo a insistir en el placer, junto con la necesidad, de leer. Hoy me centraré en la magnífica labor que pueden llevar a cabo los padres en este terreno. Fomentar el amor a la lectura es plantar una semilla que producirá muchas satisfacciones a padres e hijos. Es abrirles a nuestros hijos un amplio horizonte donde la imaginación coquetea con la realidad y la fantasía es un bonito romance de creatividad que fecunda la existencia, que sólo concluye cuando la vida nos dice adiós.
Bien es cierto que leer no está de moda. Nunca lo estuvo y hasta convendré en que a los leedores se les mira de forma rara, en un entorno en el que prima Internet o el móvil que, en lugar de socializarnos, aíslan en la solitaria virtualidad.
La lectura ejercita la inteligencia, la imaginación y la sensibilidad a la par que aumenta el conocimiento, enriquece el vocabulario y amplia el horizonte cultural del lector. Leer es descubrir mundos desconocidos, percibir emociones, soñar, crear ilusiones, potenciar la imaginación… ¡Dejemos rienda suelta a la mente!
¿Cómo fomentar el hábito lector? Una vez más insistimos en el protagonismo familiar. Los padres deben y pueden contagiar la afición por la lectura con el ejemplo hasta convertirla en un maravilloso vicio. Un buen modelo marca para toda la vida. ¡Ojo! Si la lectura es una imposición suele aparecer el rechazo como efecto contrario al deseado.
La mejor manera de hacer lectores es ofrecer imágenes lectoras positivas. Es importante que nos vean leer, que la lectura forme parte de un hecho cotidiano e interesante dentro del hogar. Los padres que cuentan o leen cuentos a los hijos y que estos ven que ellos, a su vez, también leen e incluso comentan el placer de lo leído y la ilusión por leer nuevos títulos, están creando un clima propicio para que crezcan nuevos lectores. Ciertamente, el hábito lector no se improvisa, no se adquiere en un momento concreto de nuestra vida, sino día a día y de forma gradual.
En la época del ordenador y la facilidad que ofrece “san Google”, puede ser más difícil enganchar lectores, pero siempre hay truquillos para poder seducirlos. Ayudaría, para despertar y estimular el deseo de leer, el enseñarles a consultar libros; ante palabras que no saben o desconocen proponerles y ayudarles a buscarlas en el diccionario; comentar e intercambiar información sobre lo que estamos leyendo; regalarles libros sugerentes y adecuados a su edad y gustos y que nos regalen también ellos a nosotros; habituarlos y facilitarle el coleccionismo de series. Ya sé que los libros cuentas y “no está el horno para bollos”.
Abrir las puertas de la lectura debe hacerse desde muy temprana edad. A los pequeños es relativamente fácil engancharlos con los cuentos. Sin embargo soy consciente que, después de todo un día ajetreado de trabajo, supone todo un reto personal el hecho de dedicar tiempo a leer o contar cuentos a los peques. Unas claves breves podrían ser las detalladas a continuación.
A medida que pasa el tiempo se les puede, unas veces narrar y otras leer el contenido de dicho cuento. Luego, cuando empiezan a reconocer letras y tímidamente arrancan a leer, es un placer inmenso, para ellos y para nosotros, sentir como silabean las palabras.
La rutina que se debe emplear podría apoyarse en leer antes de acostarse, lo que les posibilitará cierta tranquilidad, confianza y un positivo relax a la hora de dormir y de paso contraen hábito para cuando sean mayores. Esto no excluye que pueda afrontarse dicha actividad en otro momento del día. Como recurso, puede ser muy útil para cuando están nerviosos, para distraerlos en un viaje…
Se hace necesario que la persona mayor se implique en la historieta, que dramatice al leerla o contarla, porque así podrá mantener mejor el interés. Para enredarlos también es muy válido, diría que es muy necesario, preguntarle sobre lo leído –pero sin agobios-, pues con ello estamos potenciando su memoria y capacidad de aprendizaje. Y ¡colorín colorado este cuento se ha acabado…! Un besito de buenas noches y a dormir.
Una radiografía del posible proceso lector, podría quedar condensada en las siguientes líneas. De los cuentos de la primera infancia, plagados de simbólicos y simpáticos personajes, podemos saltar al mundo fascinante de seres más imaginativos como piratas o dragones para, poco a poco, ir dando importancia al texto en los libros de aventuras, de héroes y ciencia-ficción, junto con los de misterio y los tebeos.
Paulatinamente, las imágenes van dando acceso al texto escrito para que, a partir de la preadolescencia, edad de los cambios más significativos y de los momentos para soñar despiertos, entren en juego los libros románticos, que permiten vagar por lejanos lugares y los relacionados con otras culturas. En esta etapa cobran interés las historias de magos y vampiros –tan de moda últimamente-. A partir de la adolescencia, se habrán enamorado u odiarán la lectura para siempre.
No es un desdoro leer y, si además son capaces de escribir unas líneas, ya sea sobre lo que han leído o inventando otras realidades, pues ¡magnífico! Hay que reivindicar la mitología, los cuentos tradicionales, de donde se alimenta la literatura fantástica, que últimamente está muy en boga, frente a la moderna caverna (¿actualización del mito de Platón?) de Internet y del móvil que los encierra en un mundo oscuro y oscurecido.
Podríamos seguir aduciendo muchas más razones para fomentar la lectura. Sólo se me ocurre una última a modo de provocación. Si estando bastante informados –eso se dice por los virtuales mentideros-, la sutil publicidad, los poderes más o menos ocultos, la economía vampirizadora, un feroz consumismo, una televisión adormecedora,… juegan con nosotros, no quiero pensar cuánto más oneroso sería carecer de información. ¿Será verdad aquello de “ojos que no ven manta que me llevo”?
Una vez más repito que “vivimos tiempos de mucha información y poco conocimiento”. Pienso que la información es poder y estar documentados –no meramente informados- es un deber. La ignorancia nos tiene anestesiados. Ante esa realidad “la educación es la revancha y la esperanza de los pobres frente a los poderosos”.
Leer es un derecho que nos derogamos nosotros mismos, lamentablemente. Combatir la perlesía mental está al alcance de nuestras posibilidades con la lectura que es un potente regenerante neuronal frente al deterioro cognitivo.
A D. José L. Sampedro, in memorian, un hombre comprometido con la cultura.
Si lo desea, puede compartir este contenido: Personalmente considero que la lectura es la ventana por la que se adentra el sol de la sabiduría, la educación…, y por la que dejamos escapar la pestilencia de la ignorancia. Eterna dicotomía en la que, desgraciadamente, suele primar el mal olor por ser reacios a ventilar nuestras buhardillas mentales. La lectura nos abre un horizonte que va más allá de la raquítica realidad que nos rodea.
Un año más llega el Día del Libro y vuelvo a insistir en el placer, junto con la necesidad, de leer. Hoy me centraré en la magnífica labor que pueden llevar a cabo los padres en este terreno. Fomentar el amor a la lectura es plantar una semilla que producirá muchas satisfacciones a padres e hijos. Es abrirles a nuestros hijos un amplio horizonte donde la imaginación coquetea con la realidad y la fantasía es un bonito romance de creatividad que fecunda la existencia, que sólo concluye cuando la vida nos dice adiós.
Bien es cierto que leer no está de moda. Nunca lo estuvo y hasta convendré en que a los leedores se les mira de forma rara, en un entorno en el que prima Internet o el móvil que, en lugar de socializarnos, aíslan en la solitaria virtualidad.
La lectura ejercita la inteligencia, la imaginación y la sensibilidad a la par que aumenta el conocimiento, enriquece el vocabulario y amplia el horizonte cultural del lector. Leer es descubrir mundos desconocidos, percibir emociones, soñar, crear ilusiones, potenciar la imaginación… ¡Dejemos rienda suelta a la mente!
¿Cómo fomentar el hábito lector? Una vez más insistimos en el protagonismo familiar. Los padres deben y pueden contagiar la afición por la lectura con el ejemplo hasta convertirla en un maravilloso vicio. Un buen modelo marca para toda la vida. ¡Ojo! Si la lectura es una imposición suele aparecer el rechazo como efecto contrario al deseado.
La mejor manera de hacer lectores es ofrecer imágenes lectoras positivas. Es importante que nos vean leer, que la lectura forme parte de un hecho cotidiano e interesante dentro del hogar. Los padres que cuentan o leen cuentos a los hijos y que estos ven que ellos, a su vez, también leen e incluso comentan el placer de lo leído y la ilusión por leer nuevos títulos, están creando un clima propicio para que crezcan nuevos lectores. Ciertamente, el hábito lector no se improvisa, no se adquiere en un momento concreto de nuestra vida, sino día a día y de forma gradual.
En la época del ordenador y la facilidad que ofrece “san Google”, puede ser más difícil enganchar lectores, pero siempre hay truquillos para poder seducirlos. Ayudaría, para despertar y estimular el deseo de leer, el enseñarles a consultar libros; ante palabras que no saben o desconocen proponerles y ayudarles a buscarlas en el diccionario; comentar e intercambiar información sobre lo que estamos leyendo; regalarles libros sugerentes y adecuados a su edad y gustos y que nos regalen también ellos a nosotros; habituarlos y facilitarle el coleccionismo de series. Ya sé que los libros cuentas y “no está el horno para bollos”.
Abrir las puertas de la lectura debe hacerse desde muy temprana edad. A los pequeños es relativamente fácil engancharlos con los cuentos. Sin embargo soy consciente que, después de todo un día ajetreado de trabajo, supone todo un reto personal el hecho de dedicar tiempo a leer o contar cuentos a los peques. Unas claves breves podrían ser las detalladas a continuación.
A medida que pasa el tiempo se les puede, unas veces narrar y otras leer el contenido de dicho cuento. Luego, cuando empiezan a reconocer letras y tímidamente arrancan a leer, es un placer inmenso, para ellos y para nosotros, sentir como silabean las palabras.
La rutina que se debe emplear podría apoyarse en leer antes de acostarse, lo que les posibilitará cierta tranquilidad, confianza y un positivo relax a la hora de dormir y de paso contraen hábito para cuando sean mayores. Esto no excluye que pueda afrontarse dicha actividad en otro momento del día. Como recurso, puede ser muy útil para cuando están nerviosos, para distraerlos en un viaje…
Se hace necesario que la persona mayor se implique en la historieta, que dramatice al leerla o contarla, porque así podrá mantener mejor el interés. Para enredarlos también es muy válido, diría que es muy necesario, preguntarle sobre lo leído –pero sin agobios-, pues con ello estamos potenciando su memoria y capacidad de aprendizaje. Y ¡colorín colorado este cuento se ha acabado…! Un besito de buenas noches y a dormir.
Una radiografía del posible proceso lector, podría quedar condensada en las siguientes líneas. De los cuentos de la primera infancia, plagados de simbólicos y simpáticos personajes, podemos saltar al mundo fascinante de seres más imaginativos como piratas o dragones para, poco a poco, ir dando importancia al texto en los libros de aventuras, de héroes y ciencia-ficción, junto con los de misterio y los tebeos.
Paulatinamente, las imágenes van dando acceso al texto escrito para que, a partir de la preadolescencia, edad de los cambios más significativos y de los momentos para soñar despiertos, entren en juego los libros románticos, que permiten vagar por lejanos lugares y los relacionados con otras culturas. En esta etapa cobran interés las historias de magos y vampiros –tan de moda últimamente-. A partir de la adolescencia, se habrán enamorado u odiarán la lectura para siempre.
No es un desdoro leer y, si además son capaces de escribir unas líneas, ya sea sobre lo que han leído o inventando otras realidades, pues ¡magnífico! Hay que reivindicar la mitología, los cuentos tradicionales, de donde se alimenta la literatura fantástica, que últimamente está muy en boga, frente a la moderna caverna (¿actualización del mito de Platón?) de Internet y del móvil que los encierra en un mundo oscuro y oscurecido.
Podríamos seguir aduciendo muchas más razones para fomentar la lectura. Sólo se me ocurre una última a modo de provocación. Si estando bastante informados –eso se dice por los virtuales mentideros-, la sutil publicidad, los poderes más o menos ocultos, la economía vampirizadora, un feroz consumismo, una televisión adormecedora,… juegan con nosotros, no quiero pensar cuánto más oneroso sería carecer de información. ¿Será verdad aquello de “ojos que no ven manta que me llevo”?
Una vez más repito que “vivimos tiempos de mucha información y poco conocimiento”. Pienso que la información es poder y estar documentados –no meramente informados- es un deber. La ignorancia nos tiene anestesiados. Ante esa realidad “la educación es la revancha y la esperanza de los pobres frente a los poderosos”.
Leer es un derecho que nos derogamos nosotros mismos, lamentablemente. Combatir la perlesía mental está al alcance de nuestras posibilidades con la lectura que es un potente regenerante neuronal frente al deterioro cognitivo.
A D. José L. Sampedro, in memorian, un hombre comprometido con la cultura.
PEPE CANTILLO