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Políticas de hierro

Recientemente ha fallecido la llamada “Dama de hierro”, eufemismo que servía para denominar a Margaret Thatcher, política británica conocida por su mano dura con los trabajadores ingleses que pedían mejoras en sus derechos. Y me ha hecho reflexionar sobre la clase de fémina –si es que a ella se le podía llamar así- que llega al poder, y me he deprimido.

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Como mujer del siglo XXI, me da pena ver cómo seres humanos insensibles, que pertenecen a mi mismo sexo, llegan al poder y repiten modelos masculinos de poder que ya quedaron obsoletos en el siglo XX, como es el de “ordeno y mando”. ¿Por qué no utilizamos nuestra inteligencia emocional, sin renunciar a nuestra sensibilidad, para cambiar el mundo?

A veces me pregunto cómo dormirá Angela Merkel –como diríamos por aquí, “otra que tal baila”- viendo la de gente que se está suicidando por la medidas tan salvajes que está imponiendo y que sólo recaen sobre los más débiles. Pero es que no contenta con ello, sigue pidiendo más y más.

¿No les llama la atención que Merkel no haya pedido a ningún país de la Unión Europea que persiga el fraude y acabe con los casos de corrupción? Si no hubiera fraude y gente como Julián Muñoz y compañía no hubieran robado dinero público, no tendríamos la crisis que tenemos y no tendríamos que pagar más por lo medicamentos, ni los precios serían tan altos en relación con la nómina o pensión –lo que se llama tener una baja capacidad de compra-.

Tampoco se despedirían a tantas personas –porque son personas, señor Rajoy- y no viviríamos con el miedo en el cuerpo ante un posible “rescate” que, básicamente, consiste en que te tiran un flotador pinchado para que te ahogues poco a poco… A lo mejor un día me animo y escribo sobre las políticas insensibles de este país…que también las hay.

El caso es que yo sigo esperando esa llamada de la Unión Europea –en la actualidad formada por un país que gobierna, Alemania, y veintiséis que hacen a pies juntillas lo que el otro les dice- para que esa mente privilegiada que preside nuestro país corte con la corrupción y recupere todo el dinero que se han llevado.

¿Y qué me dicen de tener a un ministro de Hacienda que es humorista? Me avergüenza que sea andaluz. La rabia me consumió cuando oí cómo decía, en voz alta, que hay parlamentarios que defraudan y que él podría dar los nombres. ¿Qué nos está diciendo? ¿Que sabe que hay gente que no paga los impuestos que debiera, que además cobra del dinero público que recauda de los pocos trabajadores que quedan, y que no hace nada? ¿Que sólo utiliza el tema como arma arrojadiza? Yo no creo que la gente honrada nos merezcamos esto. Vivimos en una España humillada.

Con este panorama, me gustaría decirle a la Merkel, utilizando un lenguaje popular, que no nos creemos nada y que no estamos dispuestos a hacer sacrificios para que los especuladores del mundo cobren unos intereses desorbitados por la deuda pública –letras, bonos y obligaciones del Tesoro- que compraron.

Y que ya está bien de barrer para casa. El mensaje es claro: traiga su dinero a Alemania, que los países de la cuenca del Mediterráneo no son fiables. Y si queda algo de esencia de mujer en usted, señora canciller, sepa que muchas madres lloran en Europa porque no tienen comida, ni un techo para sus hijos. Y ahora, si puede, duerma tranquila.

MARÍA JESÚS SÁNCHEZ A.
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