En una de las clases que imparto en la Universidad, en la que la imagen es el tema central de aprendizaje, salen a colación las colaboraciones que realizo en este diario. La razón se debe a que las clases las concibo con un planteamiento participativo, de manera que los alumnos sean un componente activo del aprendizaje, y no un mero grupo receptor de unos conocimientos que van unidireccionalmente del profesor al alumno, en el que este se convierte en un agente pasivo que recibe, con más o menos entusiasmo, aquello que se le va suministrando.
Y esto que indico tan brevemente no es fácil de lograr, puesto que el sistema educativo está concebido de forma que ya desde muy pequeños se les acostumbra a obedecer y seguir paso a paso las directrices que vienen marcadas por el que imparte la clase, sin que haya posibilidades de salirse del guión, y, ay, del que pretenda pensar por su cuenta, pues le puede salir muy caro.
A fin de cuentas, según la opinión extendida, es el “aprendizaje para la vida”, es decir, una vida en la que uno tiene que darse cuenta de que el que “manda es el que lleva la razón”, de modo que la obediencia, el miedo y la sumisión los haya interiorizado tanto que llegue a asumir y hacer como propia esa certera frase escuchada a un amigo y gran pedagogo, como es Miguel Ángel Santos Guerra, y que resume el espíritu de servidumbre: “Aquí se hace lo que yo obedezco”.
Y es que el espíritu servil, tan extendido en nuestra sociedad, ya fue tratado en el siglo XVI, de manera magistral, por el escritor y político francés Étienne de La Boétie en su obra Discurso de la servidumbre voluntaria, en la que desmenuza los mecanismos de interiorización del sometimiento al poder, tan frecuentes en la población que convendría en alguna ocasión que lo desmenuzáramos, ya que lo que dijo el autor francés hace varios siglos tiene plena vigencia en la actualidad.
Pues bien, como indico, crear un clima de enseñanza participativa, cuando los estudiantes se han hecho mayores, cuesta bastante, pues ya saben cómo caminar en una enseñanza en la que, en última instancia, lo más importante acaba siendo la nota final, aunque uno se pase oyendo durante todo un curso teorías anacrónicas e insustanciales dictadas casi al pie de la letra un año y otro.
A pesar de todo esto, hay docentes a los que verdaderamente les gusta enseñar, que disfrutan viendo cómo se avanza, por lo que buscan la fórmula de que sus conocimientos lleguen al alumnado, y el mejor modo, como indico, es a través de una enseñanza activa, en la que preguntar y debatir sea totalmente normal.
Y es que la enseñanza participativa tiene la ventaja, entre otras, de que llegas a conocer bastante de una generación que no es la tuya, con sus nuevos modos de relacionarse, sus intereses, sus aficiones e, incluso, los valores que más aprecian.
También profundizas en sus carencias, por lo que el conocimiento y la experiencia de la generación que les ha precedido, como es mi caso, pueden ayudarles a entender un mundo mucho más complejo y complicado de lo que puedan imaginarse.
Pues bien, como decía, en los primeros contactos que tuve con una nueva clase de Psicopedagogía, aunque he de precisar que algunos alumnos o alumnas ya los conocía de otros cursos, abordamos el significado y la importancia de la imagen en la sociedad actual, una sociedad saturada de signos visuales.
Esto quiere decir, ni más ni menos, que hoy vivimos inmersos en un mundo en el que los mensajes que recibimos de los medios de comunicación se han multiplicado exponencialmente a partir de la consolidación de Internet; con grandes ventajas, sin lugar a dudas, pero hay que reconocer que también presentan sus inconvenientes.
En un momento de la exposición que estaba llevando a cabo, viene como ejemplo a mi mente la hermosa fotografía de Samuel Aranda, periodista fotográfico que recibió en 2012 el premio anual que concede World Press Photo.
Pregunto a toda la clase si alguno había tenido información de esta noticia y si habían visto la fotografía. Un pequeño grupo levanta la mano para confirmarme que efectivamente la habían visto, sea en televisión o en la prensa.
Esto me da pie para abrir un debate sobre el significado de esta magnífica instantánea. Continúo con las preguntas sobre los personajes, sobre la vestimenta femenina, sobre el país en el que ha sido tomada… Aquí aparecen los errores, pues en algunos casos la sitúan en Pakistán, otros en Irak. Se habla del burka, aunque en realidad la mujer que aparece cubre el rostro con el velo llamado niqab y que portan algunas mujeres musulmanas.
Como cierre de este tema, les indico que la fotografía muestra la imagen de una madre que sostiene con ternura a su hijo, con el torso desnudo y herido por un francotirador, en una mezquita transformada en hospital en Yemen.
Mientras les hago este comentario, me asalta la duda de si tienen claro dónde está situado este país, del que recientemente habíamos tenido noticias por haber sido uno de los que se habían sumado a las revueltas árabes contra los déspotas que tiranizaban a sus pueblos. Una revuelta que, naciendo en Túnez, se extendió a Argelia, Libia, Egipto, pasando por Yemen y llegando en esos momentos a Siria, donde se estaba cometiendo un verdadero genocidio, del que nos llegaban imágenes por los canales de televisión.
En esos momentos, como digo, tengo curiosidad por saber sin saben ubicar geográficamente a este país. Es por lo que comienzo a preguntar individualmente: “¿Dónde está Yemen?”.
Cuando llego al octavo de los interrogados, y viendo que no habían sabido situar a este país, o si lo habían hecho había sido de manera errónea en África, la pregunta la realizo ya de forma abierta a toda la clase. El silencio se hace muy grande hasta que una alumna me indica que se encuentra en la península de Arabia.
Pero claro, le hago notar que ella tiene un pequeño portátil sobre la mesa y ha entrado en Wikipedia, recurso que los jóvenes utilizan con frecuencia para sacarles de las muchas dudas y de todo ese mundo de carencias que poseen, puesto que es cierto que nos llegan muchas informaciones por los medios de comunicación, pero me temo que no se transforman en conocimientos asentados.
Tras la pausa que hacemos, pues son dos horas seguidas de clase, les indico que el artículo semanal que tenía previsto para este periódico digital, y que lo titularía La imagen y la palabra, en el que comentaría de manera detenida la fotografía de Samuel Aranda y su parecido con La Pietà de Miguel Ángel, renombrada escultura del artista italiano del Renacimiento, lo cambiaría por el que he puesto en esta ocasión.
A pesar de que algunos en principio se sienten incómodos, pensando que les haría quedar mal, les tranquilizo indicándoles que han sido varios los artículos en los que he recabado la opinión de los alumnos para tratar temas relacionados con el mundo de los jóvenes de hoy, puesto que considero de gran interés saber cómo piensan.
Por otro lado, les aclaro que no sería el enésimo artículo que se escribe cargando sobre las espaldas de los estudiantes las carencias que tienen, así como haciéndoles responsables únicamente a ellos de sus lagunas de conocimientos. Esto es habitual en cierto profesorado: la queja constante de lo mal preparados que llegan los alumnos y de que se ha bajado mucho el nivel de formación.
Esto es una verdad parcial, porque nunca se cuestiona el nivel del profesorado, no se realiza ninguna autocrítica sobre las carencias que tiene, sea a nivel cultural o en sus modos de transmitir el conocimiento. Resulta mucho más fácil cargar sobre los estudiantes el descenso que se ha producido y no reconocer el rotundo fracaso de eso que se ha llamado el Plan Bolonia, que no ha hecho otra cosa que comenzar a privatizar abiertamente la universidad pública.
Pero del fracaso del Plan Bolonia hablaré en otra ocasión, pues si hay recortes sociales que hacen temblar a los trabajadores, los “hachazos” previstos en la universidad pública van a ser de antología. De momento, tres universidades catalanas –Universidad de Barcelona, Autónoma de Barcelona y Pompeu Fabra- van a poner de patas en la calle nada menos que a 658 profesores… ¡Magnífica forma de crear puestos de trabajo!
Y esto que indico tan brevemente no es fácil de lograr, puesto que el sistema educativo está concebido de forma que ya desde muy pequeños se les acostumbra a obedecer y seguir paso a paso las directrices que vienen marcadas por el que imparte la clase, sin que haya posibilidades de salirse del guión, y, ay, del que pretenda pensar por su cuenta, pues le puede salir muy caro.
A fin de cuentas, según la opinión extendida, es el “aprendizaje para la vida”, es decir, una vida en la que uno tiene que darse cuenta de que el que “manda es el que lleva la razón”, de modo que la obediencia, el miedo y la sumisión los haya interiorizado tanto que llegue a asumir y hacer como propia esa certera frase escuchada a un amigo y gran pedagogo, como es Miguel Ángel Santos Guerra, y que resume el espíritu de servidumbre: “Aquí se hace lo que yo obedezco”.
Y es que el espíritu servil, tan extendido en nuestra sociedad, ya fue tratado en el siglo XVI, de manera magistral, por el escritor y político francés Étienne de La Boétie en su obra Discurso de la servidumbre voluntaria, en la que desmenuza los mecanismos de interiorización del sometimiento al poder, tan frecuentes en la población que convendría en alguna ocasión que lo desmenuzáramos, ya que lo que dijo el autor francés hace varios siglos tiene plena vigencia en la actualidad.
Pues bien, como indico, crear un clima de enseñanza participativa, cuando los estudiantes se han hecho mayores, cuesta bastante, pues ya saben cómo caminar en una enseñanza en la que, en última instancia, lo más importante acaba siendo la nota final, aunque uno se pase oyendo durante todo un curso teorías anacrónicas e insustanciales dictadas casi al pie de la letra un año y otro.
A pesar de todo esto, hay docentes a los que verdaderamente les gusta enseñar, que disfrutan viendo cómo se avanza, por lo que buscan la fórmula de que sus conocimientos lleguen al alumnado, y el mejor modo, como indico, es a través de una enseñanza activa, en la que preguntar y debatir sea totalmente normal.
Y es que la enseñanza participativa tiene la ventaja, entre otras, de que llegas a conocer bastante de una generación que no es la tuya, con sus nuevos modos de relacionarse, sus intereses, sus aficiones e, incluso, los valores que más aprecian.
También profundizas en sus carencias, por lo que el conocimiento y la experiencia de la generación que les ha precedido, como es mi caso, pueden ayudarles a entender un mundo mucho más complejo y complicado de lo que puedan imaginarse.
Pues bien, como decía, en los primeros contactos que tuve con una nueva clase de Psicopedagogía, aunque he de precisar que algunos alumnos o alumnas ya los conocía de otros cursos, abordamos el significado y la importancia de la imagen en la sociedad actual, una sociedad saturada de signos visuales.
Esto quiere decir, ni más ni menos, que hoy vivimos inmersos en un mundo en el que los mensajes que recibimos de los medios de comunicación se han multiplicado exponencialmente a partir de la consolidación de Internet; con grandes ventajas, sin lugar a dudas, pero hay que reconocer que también presentan sus inconvenientes.
En un momento de la exposición que estaba llevando a cabo, viene como ejemplo a mi mente la hermosa fotografía de Samuel Aranda, periodista fotográfico que recibió en 2012 el premio anual que concede World Press Photo.
Pregunto a toda la clase si alguno había tenido información de esta noticia y si habían visto la fotografía. Un pequeño grupo levanta la mano para confirmarme que efectivamente la habían visto, sea en televisión o en la prensa.
Esto me da pie para abrir un debate sobre el significado de esta magnífica instantánea. Continúo con las preguntas sobre los personajes, sobre la vestimenta femenina, sobre el país en el que ha sido tomada… Aquí aparecen los errores, pues en algunos casos la sitúan en Pakistán, otros en Irak. Se habla del burka, aunque en realidad la mujer que aparece cubre el rostro con el velo llamado niqab y que portan algunas mujeres musulmanas.
Como cierre de este tema, les indico que la fotografía muestra la imagen de una madre que sostiene con ternura a su hijo, con el torso desnudo y herido por un francotirador, en una mezquita transformada en hospital en Yemen.
Mientras les hago este comentario, me asalta la duda de si tienen claro dónde está situado este país, del que recientemente habíamos tenido noticias por haber sido uno de los que se habían sumado a las revueltas árabes contra los déspotas que tiranizaban a sus pueblos. Una revuelta que, naciendo en Túnez, se extendió a Argelia, Libia, Egipto, pasando por Yemen y llegando en esos momentos a Siria, donde se estaba cometiendo un verdadero genocidio, del que nos llegaban imágenes por los canales de televisión.
En esos momentos, como digo, tengo curiosidad por saber sin saben ubicar geográficamente a este país. Es por lo que comienzo a preguntar individualmente: “¿Dónde está Yemen?”.
Cuando llego al octavo de los interrogados, y viendo que no habían sabido situar a este país, o si lo habían hecho había sido de manera errónea en África, la pregunta la realizo ya de forma abierta a toda la clase. El silencio se hace muy grande hasta que una alumna me indica que se encuentra en la península de Arabia.
Pero claro, le hago notar que ella tiene un pequeño portátil sobre la mesa y ha entrado en Wikipedia, recurso que los jóvenes utilizan con frecuencia para sacarles de las muchas dudas y de todo ese mundo de carencias que poseen, puesto que es cierto que nos llegan muchas informaciones por los medios de comunicación, pero me temo que no se transforman en conocimientos asentados.
Tras la pausa que hacemos, pues son dos horas seguidas de clase, les indico que el artículo semanal que tenía previsto para este periódico digital, y que lo titularía La imagen y la palabra, en el que comentaría de manera detenida la fotografía de Samuel Aranda y su parecido con La Pietà de Miguel Ángel, renombrada escultura del artista italiano del Renacimiento, lo cambiaría por el que he puesto en esta ocasión.
A pesar de que algunos en principio se sienten incómodos, pensando que les haría quedar mal, les tranquilizo indicándoles que han sido varios los artículos en los que he recabado la opinión de los alumnos para tratar temas relacionados con el mundo de los jóvenes de hoy, puesto que considero de gran interés saber cómo piensan.
Por otro lado, les aclaro que no sería el enésimo artículo que se escribe cargando sobre las espaldas de los estudiantes las carencias que tienen, así como haciéndoles responsables únicamente a ellos de sus lagunas de conocimientos. Esto es habitual en cierto profesorado: la queja constante de lo mal preparados que llegan los alumnos y de que se ha bajado mucho el nivel de formación.
Esto es una verdad parcial, porque nunca se cuestiona el nivel del profesorado, no se realiza ninguna autocrítica sobre las carencias que tiene, sea a nivel cultural o en sus modos de transmitir el conocimiento. Resulta mucho más fácil cargar sobre los estudiantes el descenso que se ha producido y no reconocer el rotundo fracaso de eso que se ha llamado el Plan Bolonia, que no ha hecho otra cosa que comenzar a privatizar abiertamente la universidad pública.
Pero del fracaso del Plan Bolonia hablaré en otra ocasión, pues si hay recortes sociales que hacen temblar a los trabajadores, los “hachazos” previstos en la universidad pública van a ser de antología. De momento, tres universidades catalanas –Universidad de Barcelona, Autónoma de Barcelona y Pompeu Fabra- van a poner de patas en la calle nada menos que a 658 profesores… ¡Magnífica forma de crear puestos de trabajo!
AURELIANO SÁINZ