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El músculo político de UPyD

Según la encuesta electoral sobre la Comunidad de Madrid publicada hace unas semanas por El País, UPyD podría ser ya un partido electoralmente agotado. Teniendo en cuenta que Madrid es el territorio donde la formación que lidera Rosa Díez obtiene sus mejores cifras, doblando los resultados obtenidos en el conjunto de España, el sondeo electoral que le otorga un 10,4 por ciento de votos permite deducir el estancamiento electoral y la incapacidad de la organización magenta para instalarse sólidamente en el resto del Estado.

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El 10,4 por ciento que le otorga la encuesta de El País significa que UPyD obtiene dos décimas más que en las elecciones generales de noviembre de 2011, cuando logró un 10,2 por ciento de sufragios en Madrid, que le valieron los cuatro de los cinco escaños con los que cuenta en el Congreso de los Diputados. Toni Cantó salió elegido por Valencia con un 5,6 por ciento de votos.

Dado que los de Rosa Díez han sido irrelevantes en las elecciones autonómicas celebradas en 2012 –Cataluña, Galicia y País Vasco-, donde en ningún caso superan el 2 por ciento de sufragios, es imposible que con un 10,4 por ciento de votos en la Comunidad de Madrid obtengan un 13,7 por ciento en el conjunto del Estado, tal y como predecía el barómetro de El País de abril.

Si a esto le sumamos su competencia electoral en el País Valenciano o el fortalecimiento de la izquierda en Andalucía, podemos definir a UPyD como un partido regionalista madrileño con serios problemas para crecer.

Si en Madrid, comunidad autónoma donde goza de mayor apoyo electoral, alcanza el 10,4 por ciento de sufragios, es matemáticamente imposible que sume un 13,7 por ciento de votos en el conjunto del Estado. Extrapolando los resultados que predice la encuesta publicada por El País, UPyD obtendría un 4,75 por ciento de votos si las elecciones generales se celebrasen en este momento.

El 10,4 por ciento de votos que Rosa Díez obtuvo en la circunscripción electoral de Madrid, en las elecciones generales de 2011, supusieron un 4,70 por ciento de apoyos en el conjunto del Estado. Es una simple y sencilla regla de tres: los resultados de UPyD en Madrid doblan los resultados que esta formación logra en el conjunto estatal.

Por otro lado, UPyD tiene una fidelidad de voto del 48 por ciento, se nutre exclusivamente de los votantes desencantados del PP (un 3,3 por ciento de exvotantes del PP votarán a UPyD) y no recibe casi ningún apoyo de los descontentos con el resto de partidos. Es un dato curioso que el mayor nicho de nuevos votantes que recibe IU procedan de UPyD (el 17 por ciento del total), probablemente desencantados con el giro a la derecha de la formación de Rosa Díez.

Habrá que esperar al próximo barómetro que publique El País sobre intención de voto en España, pero todo parece querer decir que el partido magenta se diluye y pierde apoyos en los sectores progresistas de la sociedad, que pudieron votar a UPyD antes de saber su machismo militante, las meteduras de pata y extravagancias de Toni Cantó, su criminalización de la protesta social, la aparición de Basta Ya –germen de UPyD- en los papeles de Bárcenas o el apoyo constante que sus cinco diputados ofrecen al PP.

Además se da otro componente sociológicamente importante: el debate político ya no gira en torno a los coches oficiales, a la violencia de ETA, ni a los sueldos de los políticos, sino que prima el eje derecha-izquierda, sobre todo después de que el Gobierno andaluz haya tomado la agenda mediática para demostrar que la izquierda tiene otra manera diferente de gobernar que la derecha. En el debate ideológico, la izquierda gana por goleada.

UPyD se mueve bien cuando el debate de la antipolítica toma peso, pero las mareas de defensa de la Sanidad y Educación públicas han puesto en el centro del cuadrilátero político la defensa de los servicios públicos y la oposición a la privatización de la Sanidad madrileña, en cuyo debate presupuestario UPyD se abstuvo y le valió el señalamiento público de los profesionales sanitarios de la Comunidad de Madrid.

Quizás estamos ante el punto de no retorno de unas expectativas electorales para una formación que se nutrió de muchos votantes progresistas que desconocían a quién votaban. Ingenuamente, éstos pudieron ser seducidos por el griterío de Rosa Díez, que lanzaba propuestas estéticas que en nada modifican los problemas estructurales del sistema productivo, político y económico de España.

UPyD es lo que en sociología política se llama una "opción refugio", que obtiene votos en momentos donde el electorado se halla insatisfecho con su familia política tradicional. Una vez pasado el momento febril de “todos los políticos son iguales”, el electorado deja de votar al griterío para apoyar opciones que realmente garantizan una salida justa y equitativa a la crisis económica.

A mayor politización de la población española, las opciones refugio se diluyen, máxime cuando UPyD es "el partido de Rosa Díez" y no una formación política. El caso de UPyD puede encontrar similitud con la formación Griegos Independientes –derecha nacionalista griega-, nacida también al compás del recrudecimiento de la crisis helena y que en 2012 obtuvo el 10,6 por ciento de los votos y las encuestas electorales le auguran un descenso de la mitad de su electorado.

RAÚL SOLÍS
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