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Cuando nos duelen hasta las buenas noticias

Hay días en que nos duelen hasta las buenas noticias. Es duro, muy duro, seguir adelante, mirar a mañana, con tanta muerte en el espejo retrovisor estremeciéndonos hasta el tuétano. Sentimos a todas las víctimas como propias y algunas tienen el nombre y el rostro de amigos y compañeros bien queridos como Enrique Beotas.

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Solo consuela el comprobar como en estos momentos aflora y emerge lo mejor de España, de este pueblo nuestro con sus defectos, sí, pero que también sabe como pocos de solidaridad y corazón generoso. Santiago, Galicia, España, todos estamos de luto, incapaces aún de procesar en nuestras mentes la magnitud de la tragedia, sobrecogidos ante un horror que nos deja espantados y aún más por cómo y por qué parece haberse producido. Esa velocidad fatal e insensata de quien tenía en sus manos la vida de tantos seres humanos.

El manto del dolor lo cubre todo, hace, como decía de inicio, que hasta casi nos duelan las buenas noticias que podíamos haber celebrado con alegría y esperanza. Porque en efecto, algunas buenas nuevas se produjeron la pasada semana.

La primera y espectacular fue el histórico descenso en la cifra de parados, según la Encuesta de Población Activa (EPA). Se esperaba una rebaja, se presumía que incluso superaría los cien mil, pero el que la cifra haya sobrepasado los 225.000 y permitido que, aunque por poco, el listón global baje de la fatal cifra de los seis millones, lo que supone un verdadero hito y alienta muchas expectativas.

Porque, al menos, habrá que concederle al dato la misma relevancia que el que se le dio al de su inmediato antecedente, la demoledora EPA del primer trimestre, con cariz diametralmente opuesto y que fue que nos hizo rebasar la atroz cifra.

El aspecto estacional cuenta, en efecto y hay que tenerlo en cuenta, pero es cada vez más evidente, a no ser que simplemente no quiera verse, que en esta ocasión estamos ante algo de más largo y mejor alcance, que algo está cambiando a mejor, y que ya son muchos los síntomas de que nuestra economía comienza a salir de su depresión y su parálisis. Se mueve y se mueve en la dirección correcta.

Es el verano y el turismo; un espejismo, dicen los que parecen querer seguir instalados e instalarnos a todos en la desmoralización colectiva. Ya llegará el crujir de dientes en octubre. Vamos mejorando, hace nada decían que ya en agosto. Pero a ellos, a los del "cuanto peor, mejor", a los que jalean las tormentas, también tendrán similares jarros de agua fria cuando a la vuelta de la esquina sepamos también el dato de paro de julio en las oficinas del INEM.

Todo apunta a que será bueno y que subirá la afiliación a la Seguridad Social también de manera destacada, como ya parece apuntar la EPA, que dejaba la cifra de ocupados en más de 16.750.000. Los afiliados estaban en el mes pasado en 16.393.000 y siempre se ha establecido la cifra de 17 millones como ese punto de equilibro mínimo y de garantizar la sostenibilidad del sistema.

De confirmarse la noticia, lo cierto es que se habrán encadenado ya cinco meses de descenso del desempleo y de subida de cotizantes. Un buen colchón en cualquier caso para tiempos más otoñales y duros. Porque, en efecto, el verano y el turismo son una clave importante.

Pero es que nuestro turismo es precisamente una industria esencial y un motor determinante para el conjunto de toda nuestra maquinaria europea. Y este año está batiendo récord al alza después de años un algo constipado. Que la EPA sea la mejor de todo este tiempo de crisis desde el 2008 no es algo baladí, ni despreciable, ni que haya de despacharse con un augurio catastrófico para pasado mañana. De profetas económicos del Apocalipsis estamos más que escarmentados.

Porque habrán de recordar –y esta es una segunda noticia paraa valorar- que hace ahora exactamente un año este era el tiempo en que la prima de riesgo ascendió hasta los 640 puntos, cuando el clomoreo del rescate nos despertaba cada mañana y nos acostaba cada noche. Era mañana mismo, se exigía desde todos los lados, se suponía inevitable y el presidente aguantaba. Y aguantó y ahí estamos. Habrá que reconocérselo, aunque sea Rajoy.

La prima de riesgo tira hacia abajo de los 300, menos de la mitad que hace doce meses, nuestra deuda tiene fuerte demanda y los intereses que hay que pagar por ella son cada vez menores, prueba de la creciente confianza de los mercado en nuestra estabilidad y futuro. Nos vuelven a considerar solventes.

La bolsa, que llegó a descender por debajo de los 6.000 puntos y que ponía en peligro a nuestras empresas más importantes convirtiéndolas en presas fáciles, se mueve ahora por encima de los 8.300. Nos vuelven a considerar solventes.

No es desalentador tampoco lo último adelantado por el Banco de España sobre el PIB en el segundo semestre, un –0,1, lo que representa un avance sobre el –0,5 anterior y que parece ya señalar que el próximo será una cifra en positivo que nos permita salir de esta recesión pertinaz en las que llevamos metidos y recaídos en ella de nuevo desde el último trimestre de 2011.

De todo ello podíamos habernos congratulado con mejor cara la pasada semana, pero es muy difícil la alegría hasta por estas buenas noticias. No tenemos cuerpo y sí el corazón encogido.

ANTONIO PÉREZ HENARES
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