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¿Tienen derecho a la felicidad los gais?

La verdad es que la pregunta de una manera mejor elaborada sería: “¿Tienen derecho a la felicidad los homosexuales y las lesbianas?”. Y hago esta precisión porque, en este caso, se tiene tendencia a pensar en masculino, ya que la homosexualidad femenina posee una denominación específica recibida de la poetisa lírica griega Safo de Lesbos, que vivió entre el 612 y 570 antes de Cristo.

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Y no me refiero simplemente a esa frase tan extendida de que “a los homosexuales hay que guardarles respeto”, puesto que todos los seres humanos, por el mero hecho de serlo, merecen ser respetados. Por otro lado, el que se diga que merecen respeto conlleva, de manera connotativa, que no son como los demás, no son “normales”, es decir, no son como los heterosexuales, cuya sexualidad sería la correcta.

Creo que, enlazando con la pregunta, habría que tomar ejemplo de ese pequeño país asiático que es Bután, ubicado al norte de la India, ya que al elaborar su reciente y primera constitución, en el primer punto se manifestaba que la finalidad última que tenía esa Carta Magna era que todos los ciudadanos del país fueran felices. Así deberían comenzar todas las constituciones nacionales.

Y ello, a pesar de que el término “feliz” lo podamos interpretar como bastante genérico y difuso. Lo cierto es que esa palabra conduce hacia una postura activa y positiva a favor de la igualdad de derechos de las personas, independientemente de sus condiciones económicas, tendencias sexuales, razas, culturas, etc.

Pero es que ahora vivimos tiempos de retrocesos. Ya no es que se recorten drásticamente los derechos laborales de los ciudadanos, que tanta lucha y esfuerzo se han necesitado a lo largo de los años para alcanzarlos. El problema añadido es que el pensamiento reaccionario se está haciendo fuerte y los derechos civiles logrados vemos cómo se tambalean ante los ataques sufridos.

Así, algunas noticias que recibimos de distintos países son verdaderamente alarmantes. Y no solamente de los países bálticos, como Lituania, Letonia y Estonia, o del centro de Europa, como Hungría, en los que el racismo y la xenofobia están alcanzando grados verdaderamente preocupantes, a través de grupos y partidos que admiran al régimen de la Alemania nazi, dado que campan a sus anchas con el beneplácito de gobiernos conservadores.

Ha sido también en la muy culta y desarrollada Francia en la que se han realizado expulsiones masivas de gitanos, atentando abiertamente contra los Derechos Humanos, y con la Unión Europea mirando hacia otro lado, como si no fuera un problema que compete a la institución supranacional de los Estados que forman parte de ella.

Hay que ser conscientes que los derechos civiles conquistados pueden retroceder. Y es que el machismo y la homofobia, por ejemplo, están ahí latentes y dispuestos a saltar en cualquier momento, puesto que es un mal profundo muy anclado en amplios sectores de la sociedad.

Necesariamente hay que tener una postura firme cuando aparecen. Es lo que hizo hace algún tiempo un amplio grupo de consejeros de Radio Televisión Española (RTVE) al enviar una carta de protesta a Antonio María Rouco Varela, presidente de la Conferencia Episcopal Española, ante el discurso homófobo del obispo de Alcalá de Henares durante la homilía de un pasado Viernes Santo y que fue transmitida por La 2. En este escrito amenazaban a la Conferencia Episcopal con acudir a instancias administrativas e, incluso, judiciales si ese tipo de mensaje se volvía a producir.

Creo que este es el camino: no se puede uno quedar con el lamento o la queja, pues cada avance, cada paso que se ha dado a favor de la igualdad, ha costado un enorme esfuerzo para que ahora, en tiempos de crisis e inseguridad económica, veamos cómo los sectores reaccionarios se hacen fuertes y utilizan, incluso, los medios públicos para destruir esa sociedad de la tolerancia y el respeto por el que abogamos la mayoría de la población, ya que es una clara mayoría de los españoles los que ya defienden el matrimonio entre dos personas del mismo sexo.

Y si he comenzado por hablar del derecho a la felicidad se debe a que quiero incluir a los docentes en esa posición activa que hay llevar adelante, ya que la felicidad se construye a partir de los primeros años de vida de los niños y niñas, años en los que no solamente los padres son cruciales en sus desarrollos emocionales y afectivos, sino también quienes trabajan en el ámbito educativo.

Esto empiezan a comprenderlo mis alumnos en el momento en que, dentro de las actividades de algunas de las asignaturas, han realizado trabajos de investigación del dibujo de la familia en los tramos de Educación Infantil y Primaria.

Cuando han llevado a cabo esta experiencia y el profesorado les ha informado de las situaciones concretas de cada escolar que hacía el dibujo, se han dado cuenta de las muchas situaciones duras en las que se encuentran bastantes de los pequeños.

Y es que, como he manifestado en bastantes ocasiones, el dibujo libre de la familia es un medio privilegiado para conocer los sentimientos más profundos de niños y adolescentes. Esto lo saben ya los lectores de Negro sobre blanco, dado que escribo con cierta regularidad sobre esta temática.

Pues bien, dentro de esa enorme variedad de situaciones, he recibido recientemente dibujos de mis alumnos que han trabajado tanto en Córdoba como en pueblos de la provincia. De la gran cantidad de ellos, para este artículo, muestro uno que conecta con lo que estamos tratando.


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Se trata del dibujo de D. (utilizo la inicial), un niño de 7 años, con claras preferencias hacia los gustos de las niñas, tal como le manifestó su profesora a la alumna que asistió a su colegio, y que lo refleja en los colores rosas y violáceos de su dibujo.

Por mi parte, considero que si la profesora de D. no toma una postura de apoyo, el chico inevitablemente sufrirá las agresiones psicológicas de sus compañeros, pues los niños, por un lado, desgraciadamente no son conscientes del daño que hacen con sus mofas e insultos y, por otro, habitualmente transmiten el machismo que aprenden en el seno de sus familias, ya que es en el seno de la familia en el que se desarrollan e interiorizan los sentimientos, comportamientos y normas básicas, tanto positivos como negativos.

Por ello, deben ser los padres los primeros en asumir que, por encima de prejuicios sociales, la defensa de felicidad de sus hijos o hijas se encuentra en primer lugar.

Creo, por otro lado, que los que estamos en la enseñanza, en cualquiera de sus niveles, tenemos que tomar una clara postura ante las situaciones concretas en las que nos encontremos y no desentendernos y dejar pasar las cosas como si no ocurriera nada.

Por suerte, conozco muchos casos de profesores y profesoras verdaderamente comprometidos con su trabajo de transmisión de conocimientos, al tiempo que también lo hacen en la educación de personas.

Como ejemplo, quisiera citar que fui invitado a dar una charla sobre la mujer en la publicidad en el IES Ulia Fidentia de Montemayor. En medio de ella, la jefa de estudios, Pepa Polonio, no tuvo inconveniente en hacerme parar un momento y llamarle la atención a un chico que estaba realizando, aunque por lo bajo, chistes y comentarios machistas.

“Esto que no lo vuelva yo a escuchar en mi presencia”, fue la frase con la que cerró esa observación que necesariamente tuvo que ser en público, y que sirvió como aprendizaje para el autor de esos comentarios y de los que se encontraban en la sala.

Para finalizar, quisiera reafirmar que es una labor ardua, en ocasiones agotadora y difícil, pero que, insisto, son especialmente los padres, los docentes y los profesionales de los medios de comunicación los que deben tener esa posición activa en defensa de los derechos, es decir, de la felicidad de todos los ciudadanos. Con todo, merece la pena esta lucha.

AURELIANO SÁINZ

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