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Niños en el infierno

Recientemente participé en un programa matinal de la Televisión Autonómica de Extremadura dentro de un magacín en el que se abordaban diferentes temáticas, como es habitual en este tipo de formato. En mi caso, estaba invitado para debatir los significados de las emociones y sentimientos de niños y adolescentes a partir del dibujo de la familia.

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Salí bastante satisfecho del programa por varias razones. Una de ella viene referida al tiempo de debate en el que fui entrevistado, ya que duró aproximadamente media hora. En este tiempo hicimos un repaso de lo que nos dicen los escolares a través de sus dibujos, especialmente, cuando tienen que representar a la familia, es decir, al núcleo básico en el que reciben afectos y aprenden las normas y los comportamientos sociales.

Además, porque los dos presentadores que me entrevistaban se habían preparado bien los puntos a tratar, puesto que con anterioridad les había enviado mi última publicación, por lo que las preguntas eran bastante pertinentes, ya que se salían de aquellas convencionales que formulan algunos periodistas cuando no tienen muy clara la temática que se aborda.

Bien es cierto que lo que más les llamaba la atención, quizás con ese deseo de ofrecer cierta espectacularidad, eran aquellos dibujos de chicos o chicas en los que expresaban situaciones muy conflictivas.

Por mi parte, intenté dejar claro que las investigaciones que desde hace bastantes años llevo son de tipo naturalista, es decir, que se realizan en los centros de enseñanza, uno de los contextos naturales de la vida cotidiana de chicos y chicas, por lo que estudio y analizo tanto los sentimientos positivos como los negativos, tal como he venido manifestando en aquellos artículos que sobre este tema han ido apareciendo en este diario digital.

Esta forma de investigar se diferencia del enfoque clínico, que es el que suelen llevar psicólogos y psiquiatras en sus consultas a las que acuden los padres para que traten los problemas que pudieran tener sus hijos. En estos casos, los chicos son conscientes de que si le piden que realicen un dibujo de la familia es “para algo”; sospechan que a través de la imagen que realicen querrán averiguar qué les está pasando.

Quiero hacer esta precisión porque, en más de una ocasión, he tenido que aclarar que los dibujos infantiles nos muestran que de forma mayoritaria los niños y niñas son dichosos. Suelo decir que, aproximadamente, el noventa por ciento de los dibujos que analizo sus autores expresan que viven felices en el seno de la familia. Pero que entiendo que hay, grosso modo, un diez por ciento que presentan verdaderos conflictos o problemas emocionales.

Y cuando digo que la mayoría son felices tenemos que entender que estos también atraviesan problemas, porque los conflictos forman parte del desarrollo de todo ser humano, aunque logran irlos superando y aprendiendo en medio de las dificultades.

No obstante, como indico, hay un porcentaje relativamente pequeño de niños “que viven en el infierno”. Esta fue la expresión que espontáneamente me salió cuando la presentadora de la televisión extremeña me preguntó por un dibujo que aparecía en El Arte Infantil y que le había llamado poderosamente la atención.

Tengo que aclarar que en el propio libro yo daba una explicación general de esa escena gráfica sin entrar en detalles. Se trata de un dibujo de un niño de 5 años que había dibujado a su madre completamente desnuda y fuera de la casa, al tiempo que en el interior de la vivienda se encontraba él mismo, con su padre y su hermano pequeño.

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Ciertamente, llama la atención este dibujo por su singularidad, ya que es el único caso que tengo en el que la figura femenina aparece totalmente desnuda, destacando la parte genital. Por otro lado, y si nos fijamos, tanto a la figura que le representa a él mismo como a la de su padre les ha trazado una rayita en la entrepierna, aludiendo al pene masculino.

Si a todo esto le sumamos que la casa se encuentra coloreada con rayas muy nerviosas y de distintas tonalidades, comprobamos que era un reflejo del carácter nervioso y agresivo del pequeño autor.

Para comprender correctamente el significado de este dibujo, hay que entender que este niño sabía que su madre salía fuera de casa a ejercer la prostitución, lo que le generaba un alto estado de ansiedad, situación que era motivo de gran vergüenza ante sus compañeros de clase, temiendo que pudieran conocer cómo se vivía en su casa.

Este niño, efectivamente, emocionalmente vivía en un infierno, puesto que para él la vida, a sus cortos años, ya era un sitio de angustia y sufrimiento.

Pero es que, tal como recientemente les he explicado a mis alumnos cuando abordamos este tema, el grupo minoritario de niños y niñas que viven en ese mundo de sufrimiento quedaba perfectamente reflejado en uno de los dibujos que durante este curso me presentó una alumna.

Se trataba del trabajo de un chico de 9 años, en el que, una vez completado el trazado de los personajes que componían la familia, había escrito en la parte superior de la lámina de una forma muy clara: “Soy el niño más desgraciado del mundo”.

Cuando lo observé, entendí que era como la carta en el interior de una botella que lanza al mar el náufrago con la esperanza de que alguien la reciba y le preste la ayuda que angustiosamente está deseando.

La verdad, es que conociendo la historia familiar de ese niño uno comprendía que tenía sobradas razones para considerarse de ese modo. Por suerte, para el autor de esta misiva en forma gráfica, había dado con un gran maestro, como era el suyo, ya que tenía información de su problemática, aunque desconocía hasta qué punto le afectaba.

Y es que hay maestros y maestras que no se conforman con dar sus clases y cumplir con corrección su labor profesional, ya que la entienden no solamente como la de transmisión de los conocimientos que están obligados a dar, sino que sirve también para ayudar a formar personas, y entre ellas están esos pequeños náufragos que buscan desesperadamente alguien que les eche un cable para salir de esa situación de penosa soledad en la que viven sus problemas.

Porque son muchos y diversos los problemas familiares en los que algunos se ven envueltos: fallecimientos, agresiones, drogas, cárceles, suicidios, abandonos… Y no es que yo quiera hacer un repertorio de dramas, sino mostrar que son realidades en las que viven algunos escolares, y no necesariamente en contextos marginales, como se puede estar tentado a pensar.

En los próximos artículos entraremos en esos conflictos emocionales en los que viven algunos pequeños y que conviene conocer, pues no solo son los adultos las víctimas de una sociedad injusta o los que se ven envueltos en dramas que parecen no tener salida. Desgraciadamente, también la vida puede convertirse en un infierno para los niños y adolescentes.

AURELIANO SÁINZ
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