Que el PSOE es maestro en el arte de la demagogia no creo que a nadie le pille por sorpresa. Su portavoz en el Congreso, Soraya Rodríguez, ha vuelto a darnos buena muestra de ello cuando en una rueda de prensa se ha referido a la modificación de la Ley del Aborto con la demagógica afirmación de que la propuesta del Gobierno sólo había recibido el visto bueno de monseñor Rouco Varela, Jean Marie Le Pen y Juan Cotino, representantes de la Iglesia, de la ultraderecha francesa y del Opus Dei, respectivamente.
No mencionaba la portavoz socialista, con toda seguridad porque para ella y su partido las mayorías electorales tienen poco valor en democracia, que al margen de estos tres personajes, 10.830.693 españoles, el 44,62 por ciento del electorado –lo que supuso una mayoría absoluta parlamentaria- habían decidido, dos años antes, apoyar esta reforma a través de un programa de gobierno que se votó en las urnas y que, además, avalaron los 186 diputados que obtuvieron escaño con el PP y que, por tal motivo, estarán obligados éticamente a apoyar la propuesta que finalmente se consensúe en el trámite parlamentario.
Y es que, al margen de que la ley se base en supuestos o en plazos, al margen incluso de que podamos estar o no a favor del aborto en cualquiera de sus formas, lo cierto es que la materia contiene un profundo componente ideológico que en democracia no puede sino resolverse en el marco de las mayorías electorales que se establecen de la confrontación de programas.
Por ello, llama la atención que Soraya Rodríguez pretenda, otra vez, ganar la partida mediática con una estrategia tan manida como es la de la utilización demagógica de diferentes símbolos –Iglesia, extrema derecha u Opus- frente a la legitimidad que brindan las urnas, a falta de argumentaciones de mayor peso.
Parece ser que Ruiz-Gallardón y el Gobierno no están dispuestos a “arrugarse” ante la campaña orquestada por sectores afines a la izquierda, ni ante las voces contrarias nacidas desde el propio seno del Partido Popular.
Sin embargo, les queda la nada despreciable tarea de contrarrestar los argumentos demagógicos, como los utilizados por Rodríguez, y cualesquiera otros de carácter formal que quieran ponerse en valor, logrando que lo propuesto en 2011 obtenga dos años después el necesario refrendo social más allá del que pueda obtener en las Cortes. Esperemos que, esta vez sí, se juegue con la necesaria solvencia la batalla de los medios…
No mencionaba la portavoz socialista, con toda seguridad porque para ella y su partido las mayorías electorales tienen poco valor en democracia, que al margen de estos tres personajes, 10.830.693 españoles, el 44,62 por ciento del electorado –lo que supuso una mayoría absoluta parlamentaria- habían decidido, dos años antes, apoyar esta reforma a través de un programa de gobierno que se votó en las urnas y que, además, avalaron los 186 diputados que obtuvieron escaño con el PP y que, por tal motivo, estarán obligados éticamente a apoyar la propuesta que finalmente se consensúe en el trámite parlamentario.
Y es que, al margen de que la ley se base en supuestos o en plazos, al margen incluso de que podamos estar o no a favor del aborto en cualquiera de sus formas, lo cierto es que la materia contiene un profundo componente ideológico que en democracia no puede sino resolverse en el marco de las mayorías electorales que se establecen de la confrontación de programas.
Por ello, llama la atención que Soraya Rodríguez pretenda, otra vez, ganar la partida mediática con una estrategia tan manida como es la de la utilización demagógica de diferentes símbolos –Iglesia, extrema derecha u Opus- frente a la legitimidad que brindan las urnas, a falta de argumentaciones de mayor peso.
Parece ser que Ruiz-Gallardón y el Gobierno no están dispuestos a “arrugarse” ante la campaña orquestada por sectores afines a la izquierda, ni ante las voces contrarias nacidas desde el propio seno del Partido Popular.
Sin embargo, les queda la nada despreciable tarea de contrarrestar los argumentos demagógicos, como los utilizados por Rodríguez, y cualesquiera otros de carácter formal que quieran ponerse en valor, logrando que lo propuesto en 2011 obtenga dos años después el necesario refrendo social más allá del que pueda obtener en las Cortes. Esperemos que, esta vez sí, se juegue con la necesaria solvencia la batalla de los medios…
ENRIQUE BELLIDO