Se va a las tertulias como los almorávides de razia o los mesnaderos cristianos de algara. Dispuestos los unos a no dejar árbol en pie, ni oveja viva ni alquería sin llama y los otros a torre sin demoler, burgo si asaltar ni iglesia sin saquear. Se viste con velmez, loriga y yelmo; se enristra lanza de embestir; se empuña espada tajadora; se embraza escudo con la enseña bien pregonada y... ¡a por ellos! Son las tertulias en guerra, al cuerpo y al degüello. Sin matiz y sin cuartel. El otro no es más que un perro infiel o un inmundo sarraceno.
Cada cual con sus alcázares y cada uno sus alcazabas, que vienen a ser lo mismo, y lo son hasta en semántica, pero no se crean, porque mientras que esto suena a multiculturalidad progresista lo otro atufa a cosa “moscardona” y facha.
Y no falta nunca ni el astrólogo ni el visir; el primero vestido de augur de calamidades crecientes y el otro –que a veces, son el mismo-, de economista que pronostica tras el duelo actual, el quebranto venidero para culminar todo en el Apocalipsis.
Por las tertulias va cada vez más de todo. Hasta hay ya profesión consolidada de tertuliano y en un descuido pueden que lo hagan carrera universitaria. Hay quien supone que esa condición es ya “marca” y hasta hace “cabecera”.
Hay políticos tertulianos, que son voz de partido o propia para hacerse hueco en él –o para crear uno- y tertulianos que les dejan en mantillas en lo que a sectarismo partidista se refiere. Hay de casi todo y hasta algunos periodistas de los de antes, unos antiguos que trabajan en periódicos y cosas así y que pretenden ponerse a debatir y esas pamplinas cuando de lo que se trata es de combatir y de quién gana la batalla. ¿A quién le importa una verdad si estropea una consigna?
Y es tan así que en estas lides pareciera estar el vivero y el futuro de los nuevos adalides. A los hechos me remito. Los “tertucandidatos” van a ser la espuma de las próximas elecciones. De las europeas y de las que vengan. Por las alas de la derecha y por las de la izquierda.
Veremos en qué queda la cosa. Puede que triunfen y consigan castillo, protectorado y hasta cobrar “parias”. O puede que resulte que lo único que logren sea obtener más tuits en las redes que votos en las urnas.
Cada cual con sus alcázares y cada uno sus alcazabas, que vienen a ser lo mismo, y lo son hasta en semántica, pero no se crean, porque mientras que esto suena a multiculturalidad progresista lo otro atufa a cosa “moscardona” y facha.
Y no falta nunca ni el astrólogo ni el visir; el primero vestido de augur de calamidades crecientes y el otro –que a veces, son el mismo-, de economista que pronostica tras el duelo actual, el quebranto venidero para culminar todo en el Apocalipsis.
Por las tertulias va cada vez más de todo. Hasta hay ya profesión consolidada de tertuliano y en un descuido pueden que lo hagan carrera universitaria. Hay quien supone que esa condición es ya “marca” y hasta hace “cabecera”.
Hay políticos tertulianos, que son voz de partido o propia para hacerse hueco en él –o para crear uno- y tertulianos que les dejan en mantillas en lo que a sectarismo partidista se refiere. Hay de casi todo y hasta algunos periodistas de los de antes, unos antiguos que trabajan en periódicos y cosas así y que pretenden ponerse a debatir y esas pamplinas cuando de lo que se trata es de combatir y de quién gana la batalla. ¿A quién le importa una verdad si estropea una consigna?
Y es tan así que en estas lides pareciera estar el vivero y el futuro de los nuevos adalides. A los hechos me remito. Los “tertucandidatos” van a ser la espuma de las próximas elecciones. De las europeas y de las que vengan. Por las alas de la derecha y por las de la izquierda.
Veremos en qué queda la cosa. Puede que triunfen y consigan castillo, protectorado y hasta cobrar “parias”. O puede que resulte que lo único que logren sea obtener más tuits en las redes que votos en las urnas.
ANTONIO PÉREZ HENARES