Iñaki Urdangarin ha sido el mejor agente al servicio de la República, la ultraizquierda y los separatistas de variados pelajes, que están deviniendo en el más poderoso baluarte de la Monarquía y en los parapetos más eficaces de la Constitución.
Las algaradas, calificadas de “pintorescas” por un republicano de pro y dotado de cerebro como Julio Anguita, donde se exhiben guillotinas, simbología comunista y odios nacionalistas a cualquier cosa que suene a España, se convierten en una inmensa fabrica de ciudadanos que, sin plantearse la cuestión monárquica, perciben que quienes encabezan el griterío y a donde se dirigen, o a donde pretenden retroceder –lugares ciertamente pantanosos, de enfrentamiento y amargura-, son lo menos recomendables que puede sucederle tanto a ellos como a España en los momentos presentes.
Con un par más de “movilizaciones” de este jaez y unas cuantos “rodeos del Congreso” habrán logrado el trascendental objetivo de convertirse en el mejor argumento de la Monarquía y el más firme apoyo de Felipe VI.
La apropiación en exclusiva, el secuestro, de la idea de la república por parte de Izquierda Unida y Podemos, junto con el secesionismo rampante, ERC, BNG y los filoetarras de Bildu, está resultando ante la inmensa mayoría de la ciudadanía el argumento mejor para reflexionar y poner en valor la estabilidad, la convivencia y las leyes de las que un día nos dotamos y enmarcamos en la Constitución que, desde luego, habrá que remozar y hasta reparar a fondo si es preciso, pero a lo que ahora es mejor y preciso atenerse.
Y que cuando haya que reformar habrá de hacerse no por imposición de minorías ni alaridos sino por convencimientos y mayorías amplias que busquen acuerdos y no sojuzgar a todo aquel que discrepe de un pensamiento que algunos supongan tienen derecho a imponer como único porque ellos son “el pueblo” y cuya representación ha de suponérseles por la gracia de... ¿Lenin?
La algarabía montada alrededor de la abdicación y entronización de un nuevo rey es, desde luego, un inmejorable momento para quienes la promueven. Y cuentan a su favor con los graves errores cometidos en el reciente pasado por la institución monárquica.
Plantear de manera trasversal y sensata al conjunto de la población la otra posibilidad de forma de Estado sería algo a valorar, a meditar y, cuando tocara a través de una reforma Constitucional, a decidir mediante el voto.
Lanzarse a la agitación pretendiendo establecer que Democracia y Monarquía Constitucional –donde los reyes no gobiernan- son antagónicas y que lo segundo es, en realidad, dictadura es una aberración tan perfectamente constatable al mirar a Europa y muchos de sus países más avanzados como a nuestro no muy lejano pasado, cuando fue precisamente la Monarquía el amparo y el resguardo de la recién nacida democracia ante el golpismo.
Pero los que aquel día –como Cayo Lara o el entonces tembloroso y acongojado Jordi Pujol- daban vivas aliviados, ahora gritan “mueras” o se trasconejan con la misma cobardía –por cierto, en el caso de Pujol- que el día de marras.
Izquierda Unida y Podemos, y algunos socialistas como Odón Elorza, la niña-aparato Talegón, encendidos en lo que unos consideran el momento llegado de asaltar primero a la izquierda y convertirse en su fuerza hegemónica para luego hacerlo con el país entero (lo que es muy legítimo si se hace a través de urna y votos) y los otros suponiendo que su salida está en arrimarse a tales extremos, se han lanzado a una enfervorizada campaña que bien puede provocar el efecto más contrario a lo que pretenden conseguir.
Fundamentalmente porque el conjunto de la población los percibe en lo que son, cómo son y a dónde se dirigen. Estoy convencido de que IU y Podemos, o alguno de los dos, pues andan a mordiscos por la primogenitura del radicalismo, va a sacar réditos. Pero también pueden darse con techos y hasta con suelos.
A algunos, sus simpatías y cariños con el secesionismo les parecen maravillosas pero hay muchos más: una inmensidad a quienes les repugnan y esa empatía que se mantiene con quienes hasta ayer, que sigue siendo hoy, eran cómplices –cuando no dirigentes- de una banda de asesinos y secuestradores llamada ETA, la banda provoca el más elemental de los rechazos y la más profunda de las repulsiones.
Ver a Pablito Iglesias en confraternizaciones de herriko taberna y ahora apuntándose a la cadena tribal cogido del brazo batasuno resulta muy esclarecedor. Como para quien quiera verlo, era su acoso junto a su jefe de propaganda, Serrejón, en la Facultad de Políticas, en una de sus actuaciones de intimidación e insulto, que ellos llaman "escrache", contra la dirigente de UPyD Rosa Díez y que da prueba de su talante democrático del mejor estilo chavista. Por cierto, que el citado Serrejón lo negó a mi pregunta pero resulta que hay todo un vídeo del momento, con ellos dirigiendo la “orquesta”.
Por último y en todo este revoltijo y como ya sucediera en otros tiempos, vuelve a resultar verdad aquello de que los extremos se tocan. Entre las voces que se unen a unos ultras están los genuinos, como Sáenz de Yniestrillas, presente –y nunca mejor dicho- en la manifestación de la Puerta del Sol, o la del siniestro Pío Moa, que desde aquel Grapo –aunque algunos hemos pensado siempre que su militancia estaba más bien en algún oscuro cuarto de la represión policial franquista- ha pasado a convertirse en hagiógrafo del dictador y de la dictadura.
Es todo un síntoma y un elemento más a tener en cuenta. Aunque ahora, en diferente proporción de fuerzas. Al padre de don Felipe, en quien nadie creía, se encontraba la máxima oposición en una ultraderecha fascista que no se fiaba de él, junto con una izquierda que no podía sino percibirlo como un apéndice y continuador del franquismo.
Pero en este sector, entonces, existía una fuerza seria y responsable llamada PCE –más que el entonces recién reaparecido PSOE, dedicado también por aquellos días a juegos de banderitas- que supo calibrar momento y necesidad democrática y el rey Juan Carlos demostró y logró hacer confluir los intereses del pueblo español, anhelante de libertad, con los de la Corona.
En esas estamos. Y puestos a aportar algo a la confusión, se me ocurre proponer, al menos, un nombre para esa inminente republica que van a proclamarnos mañana. Como el nombre de España no puede aparecer ni por el forro –¡vade retro, Satanás!- creo que este sintetiza los pensamientos y anhelos de los propulsores de la misma “Unión de Republicas Socialistas, Soviéticas y Comunales de los Pueblos Ibéricos” Ah, perdón, e Insulares. O sea, para abreviar: la URSSC-PII
Las algaradas, calificadas de “pintorescas” por un republicano de pro y dotado de cerebro como Julio Anguita, donde se exhiben guillotinas, simbología comunista y odios nacionalistas a cualquier cosa que suene a España, se convierten en una inmensa fabrica de ciudadanos que, sin plantearse la cuestión monárquica, perciben que quienes encabezan el griterío y a donde se dirigen, o a donde pretenden retroceder –lugares ciertamente pantanosos, de enfrentamiento y amargura-, son lo menos recomendables que puede sucederle tanto a ellos como a España en los momentos presentes.
Con un par más de “movilizaciones” de este jaez y unas cuantos “rodeos del Congreso” habrán logrado el trascendental objetivo de convertirse en el mejor argumento de la Monarquía y el más firme apoyo de Felipe VI.
La apropiación en exclusiva, el secuestro, de la idea de la república por parte de Izquierda Unida y Podemos, junto con el secesionismo rampante, ERC, BNG y los filoetarras de Bildu, está resultando ante la inmensa mayoría de la ciudadanía el argumento mejor para reflexionar y poner en valor la estabilidad, la convivencia y las leyes de las que un día nos dotamos y enmarcamos en la Constitución que, desde luego, habrá que remozar y hasta reparar a fondo si es preciso, pero a lo que ahora es mejor y preciso atenerse.
Y que cuando haya que reformar habrá de hacerse no por imposición de minorías ni alaridos sino por convencimientos y mayorías amplias que busquen acuerdos y no sojuzgar a todo aquel que discrepe de un pensamiento que algunos supongan tienen derecho a imponer como único porque ellos son “el pueblo” y cuya representación ha de suponérseles por la gracia de... ¿Lenin?
La algarabía montada alrededor de la abdicación y entronización de un nuevo rey es, desde luego, un inmejorable momento para quienes la promueven. Y cuentan a su favor con los graves errores cometidos en el reciente pasado por la institución monárquica.
Plantear de manera trasversal y sensata al conjunto de la población la otra posibilidad de forma de Estado sería algo a valorar, a meditar y, cuando tocara a través de una reforma Constitucional, a decidir mediante el voto.
Lanzarse a la agitación pretendiendo establecer que Democracia y Monarquía Constitucional –donde los reyes no gobiernan- son antagónicas y que lo segundo es, en realidad, dictadura es una aberración tan perfectamente constatable al mirar a Europa y muchos de sus países más avanzados como a nuestro no muy lejano pasado, cuando fue precisamente la Monarquía el amparo y el resguardo de la recién nacida democracia ante el golpismo.
Pero los que aquel día –como Cayo Lara o el entonces tembloroso y acongojado Jordi Pujol- daban vivas aliviados, ahora gritan “mueras” o se trasconejan con la misma cobardía –por cierto, en el caso de Pujol- que el día de marras.
Izquierda Unida y Podemos, y algunos socialistas como Odón Elorza, la niña-aparato Talegón, encendidos en lo que unos consideran el momento llegado de asaltar primero a la izquierda y convertirse en su fuerza hegemónica para luego hacerlo con el país entero (lo que es muy legítimo si se hace a través de urna y votos) y los otros suponiendo que su salida está en arrimarse a tales extremos, se han lanzado a una enfervorizada campaña que bien puede provocar el efecto más contrario a lo que pretenden conseguir.
Fundamentalmente porque el conjunto de la población los percibe en lo que son, cómo son y a dónde se dirigen. Estoy convencido de que IU y Podemos, o alguno de los dos, pues andan a mordiscos por la primogenitura del radicalismo, va a sacar réditos. Pero también pueden darse con techos y hasta con suelos.
A algunos, sus simpatías y cariños con el secesionismo les parecen maravillosas pero hay muchos más: una inmensidad a quienes les repugnan y esa empatía que se mantiene con quienes hasta ayer, que sigue siendo hoy, eran cómplices –cuando no dirigentes- de una banda de asesinos y secuestradores llamada ETA, la banda provoca el más elemental de los rechazos y la más profunda de las repulsiones.
Ver a Pablito Iglesias en confraternizaciones de herriko taberna y ahora apuntándose a la cadena tribal cogido del brazo batasuno resulta muy esclarecedor. Como para quien quiera verlo, era su acoso junto a su jefe de propaganda, Serrejón, en la Facultad de Políticas, en una de sus actuaciones de intimidación e insulto, que ellos llaman "escrache", contra la dirigente de UPyD Rosa Díez y que da prueba de su talante democrático del mejor estilo chavista. Por cierto, que el citado Serrejón lo negó a mi pregunta pero resulta que hay todo un vídeo del momento, con ellos dirigiendo la “orquesta”.
Por último y en todo este revoltijo y como ya sucediera en otros tiempos, vuelve a resultar verdad aquello de que los extremos se tocan. Entre las voces que se unen a unos ultras están los genuinos, como Sáenz de Yniestrillas, presente –y nunca mejor dicho- en la manifestación de la Puerta del Sol, o la del siniestro Pío Moa, que desde aquel Grapo –aunque algunos hemos pensado siempre que su militancia estaba más bien en algún oscuro cuarto de la represión policial franquista- ha pasado a convertirse en hagiógrafo del dictador y de la dictadura.
Es todo un síntoma y un elemento más a tener en cuenta. Aunque ahora, en diferente proporción de fuerzas. Al padre de don Felipe, en quien nadie creía, se encontraba la máxima oposición en una ultraderecha fascista que no se fiaba de él, junto con una izquierda que no podía sino percibirlo como un apéndice y continuador del franquismo.
Pero en este sector, entonces, existía una fuerza seria y responsable llamada PCE –más que el entonces recién reaparecido PSOE, dedicado también por aquellos días a juegos de banderitas- que supo calibrar momento y necesidad democrática y el rey Juan Carlos demostró y logró hacer confluir los intereses del pueblo español, anhelante de libertad, con los de la Corona.
En esas estamos. Y puestos a aportar algo a la confusión, se me ocurre proponer, al menos, un nombre para esa inminente republica que van a proclamarnos mañana. Como el nombre de España no puede aparecer ni por el forro –¡vade retro, Satanás!- creo que este sintetiza los pensamientos y anhelos de los propulsores de la misma “Unión de Republicas Socialistas, Soviéticas y Comunales de los Pueblos Ibéricos” Ah, perdón, e Insulares. O sea, para abreviar: la URSSC-PII
ANTONIO PÉREZ HENARES