Aunque soy muy consciente de que el tópico es un lugar común y, por ello, en muchas ocasiones pierde significado, pero no por muy repetido que éste sea deja de ser cierto: el mejor embajador de España ha sido el Rey Juan Carlos I. Desde su posición de jefe del Estado, y con gran intuición, destreza y habilidades de buen negociador, consiguió desmantelar el aislamiento al que España fue sometida durante décadas.
En el ámbito exterior, Don Juan Carlos ha representado con prudencia y acierto al Estado, así como las aspiraciones europeístas y de internacionalización de la sociedad y la política españolas. Su respaldo fue fundamental para acelerar nuestro ingreso en Europa y para relanzar las relaciones con Latinoamérica, Estados Unidos, el mundo árabe o el Mediterráneo.
De él partieron iniciativas para el acercamiento a organismos multilaterales, regionales y Estados. Su conocimiento de la política exterior y la diplomacia, y su carácter abierto, le han sido de gran utilidad a nuestra democracia a lo largo del reinado.
Así pues, podemos destacar su papel en la puesta en escena de nuestro país en el año 1992, fecha en la que tanto en los Juegos Olímpicos de Barcelona como en la Exposición Universal de Sevilla la Corona tuvo una gran implicación en la visibilidad exterior de una España moderna, con imaginación e impulso suficientes para ocupar el lugar que le correspondía en el mundo.
Su papel fue decisivo también en la Conferencia de Paz de Madrid y, tres años más tarde, en la convocatoria de la Cumbre Euro-mediterránea de Barcelona y en su décimo aniversario.
Don Juan Carlos ha sido un Rey profundamente latinoamericano, pues sin su compromiso inquebrantable con esta comunidad de naciones difícilmente se hubiera organizado el sistema de cumbres y la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB).
Su empeño ha servido para que la narrativa española y europea sobre Latinoamérica haya evolucionado. Hoy los Estados latinoamericanos presentan perfiles propios y no se enfocan desde una perspectiva monolítica, por ello, se ha implicado en el desarrollo de sus organismos y asociaciones regionales.
El Rey ha sido siempre cuidadoso con las decisiones políticas y ha asumido su papel constitucional con rigor. Esta práctica se corresponde con los recuerdos que conservo de él después de multitud de viajes, reuniones de trabajo, audiencias y entrevistas.
Siempre ha estado a disposición de los gobiernos y al servicio del país y de la sociedad española. Con diligencia ha efectuado viajes que han ampliado los horizontes de nuestras relaciones políticas y diplomáticas.
A lo largo de mis cerca de siete años de mandato al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, tanto él como la Reina colaboraron activamente en nuestra apertura exterior, así como a trasladar la solidaridad de los españoles a aquellos países azotados por el hambre, el subdesarrollo o las catástrofes naturales.
El respaldo de los Reyes a la política africana fue fundamental para que España fuera ubicada en el mapa y considerada por los Estados del África austral y occidental, y su trabajo nos permitió tener unas relaciones más extensas e intensas con estos países.
Afortunadamente, Don Juan Carlos ha ido siempre más allá de la diplomacia económica en el ejercicio de la Jefatura del Estado y se ha involucrado en abrir las barreras a nuestro idioma y cultura, y también a la solidaridad de los españoles.
Su cercanía ha posibilitado que llegue el calor y el afecto de la ciudadanía española a sociedades empobrecidas. Doña Sofía ha sido punta de lanza de la cooperación española y los Príncipes de Asturias nos han aproximado aún más a la comunidad internacional.
La Corona ha sido fundamental para estructurar la red de diplomacia pública española y siempre ha acompañado la puesta en marcha de nuevos centros del Instituto Cervantes en el mundo, así como la creación de las casas África, Árabe, Sefarad-Israel y Mediterráneo o la puesta en marcha de la Fundación ONUART que posibilitó la realización de la cúpula de Barceló en el Palacio de las Naciones de Ginebra, por citar sólo algunos ejemplos.
Son muchas y conocidas las anécdotas protagonizadas por Don Juan Carlos aunque yo conservo con especial recuerdo el almuerzo con el presidente Obama y la Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile, donde se produjo el encontronazo con el fallecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez.
En la Casa Blanca, el Rey demostró sus capacidades políticas y sociales, así como su gran conocimiento de la política internacional. El presidente Obama quedó gratamente impresionado por su personalidad y su claridad de ideas pues, al margen de las relaciones bilaterales, Latinoamérica y, especialmente, Cuba ocuparon un lugar preferente en este almuerzo que actualizó y dinamizó nuestra interlocución con Estados Unidos.
En cuanto a las diferencias con el presidente Chávez, sólo recordar cómo Su Majestad recompuso con serenidad y humor sus relaciones personales con el mandatario venezolano en Marivent, donde éste último le regaló una camiseta con la conocida frase “por qué no te callas” para después indicarle que a él se la había regalado el presidente Bush.
Recuerdo aún mi última reunión con él siendo ministro. Le informé del acuerdo suscrito para el establecimiento de relaciones diplomáticas con Bután, con lo que se culminaba la apertura de España a todos los países representados en Naciones Unidas.
El Rey se encontró con una España aislada y en su reinado nos hemos integrado plenamente en la Unión Europea, en tres ocasiones hemos sido miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, se han presidido otras tantas el Consejo Europeo y se han obtenido las presidencias del Consejo de Europa y de la OSCE, al tiempo que hoy formamos parte del G-20.
El Rey ha decidido abdicar y dar paso a una nueva generación para que sea ahora la protagonista de la Historia, y los que colaboramos con él con entusiasmo lo haremos también con los Príncipes de Asturias, lo que realzará aún más su figura y su voluntad de acuerdo, así como los valores de compromiso con los intereses generales de España de los que ha sido su mejor embajador en esta etapa democrática.
En el ámbito exterior, Don Juan Carlos ha representado con prudencia y acierto al Estado, así como las aspiraciones europeístas y de internacionalización de la sociedad y la política españolas. Su respaldo fue fundamental para acelerar nuestro ingreso en Europa y para relanzar las relaciones con Latinoamérica, Estados Unidos, el mundo árabe o el Mediterráneo.
De él partieron iniciativas para el acercamiento a organismos multilaterales, regionales y Estados. Su conocimiento de la política exterior y la diplomacia, y su carácter abierto, le han sido de gran utilidad a nuestra democracia a lo largo del reinado.
Así pues, podemos destacar su papel en la puesta en escena de nuestro país en el año 1992, fecha en la que tanto en los Juegos Olímpicos de Barcelona como en la Exposición Universal de Sevilla la Corona tuvo una gran implicación en la visibilidad exterior de una España moderna, con imaginación e impulso suficientes para ocupar el lugar que le correspondía en el mundo.
Su papel fue decisivo también en la Conferencia de Paz de Madrid y, tres años más tarde, en la convocatoria de la Cumbre Euro-mediterránea de Barcelona y en su décimo aniversario.
Don Juan Carlos ha sido un Rey profundamente latinoamericano, pues sin su compromiso inquebrantable con esta comunidad de naciones difícilmente se hubiera organizado el sistema de cumbres y la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB).
Su empeño ha servido para que la narrativa española y europea sobre Latinoamérica haya evolucionado. Hoy los Estados latinoamericanos presentan perfiles propios y no se enfocan desde una perspectiva monolítica, por ello, se ha implicado en el desarrollo de sus organismos y asociaciones regionales.
El Rey ha sido siempre cuidadoso con las decisiones políticas y ha asumido su papel constitucional con rigor. Esta práctica se corresponde con los recuerdos que conservo de él después de multitud de viajes, reuniones de trabajo, audiencias y entrevistas.
Siempre ha estado a disposición de los gobiernos y al servicio del país y de la sociedad española. Con diligencia ha efectuado viajes que han ampliado los horizontes de nuestras relaciones políticas y diplomáticas.
A lo largo de mis cerca de siete años de mandato al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, tanto él como la Reina colaboraron activamente en nuestra apertura exterior, así como a trasladar la solidaridad de los españoles a aquellos países azotados por el hambre, el subdesarrollo o las catástrofes naturales.
El respaldo de los Reyes a la política africana fue fundamental para que España fuera ubicada en el mapa y considerada por los Estados del África austral y occidental, y su trabajo nos permitió tener unas relaciones más extensas e intensas con estos países.
Afortunadamente, Don Juan Carlos ha ido siempre más allá de la diplomacia económica en el ejercicio de la Jefatura del Estado y se ha involucrado en abrir las barreras a nuestro idioma y cultura, y también a la solidaridad de los españoles.
Su cercanía ha posibilitado que llegue el calor y el afecto de la ciudadanía española a sociedades empobrecidas. Doña Sofía ha sido punta de lanza de la cooperación española y los Príncipes de Asturias nos han aproximado aún más a la comunidad internacional.
La Corona ha sido fundamental para estructurar la red de diplomacia pública española y siempre ha acompañado la puesta en marcha de nuevos centros del Instituto Cervantes en el mundo, así como la creación de las casas África, Árabe, Sefarad-Israel y Mediterráneo o la puesta en marcha de la Fundación ONUART que posibilitó la realización de la cúpula de Barceló en el Palacio de las Naciones de Ginebra, por citar sólo algunos ejemplos.
Son muchas y conocidas las anécdotas protagonizadas por Don Juan Carlos aunque yo conservo con especial recuerdo el almuerzo con el presidente Obama y la Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile, donde se produjo el encontronazo con el fallecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez.
En la Casa Blanca, el Rey demostró sus capacidades políticas y sociales, así como su gran conocimiento de la política internacional. El presidente Obama quedó gratamente impresionado por su personalidad y su claridad de ideas pues, al margen de las relaciones bilaterales, Latinoamérica y, especialmente, Cuba ocuparon un lugar preferente en este almuerzo que actualizó y dinamizó nuestra interlocución con Estados Unidos.
En cuanto a las diferencias con el presidente Chávez, sólo recordar cómo Su Majestad recompuso con serenidad y humor sus relaciones personales con el mandatario venezolano en Marivent, donde éste último le regaló una camiseta con la conocida frase “por qué no te callas” para después indicarle que a él se la había regalado el presidente Bush.
Recuerdo aún mi última reunión con él siendo ministro. Le informé del acuerdo suscrito para el establecimiento de relaciones diplomáticas con Bután, con lo que se culminaba la apertura de España a todos los países representados en Naciones Unidas.
El Rey se encontró con una España aislada y en su reinado nos hemos integrado plenamente en la Unión Europea, en tres ocasiones hemos sido miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, se han presidido otras tantas el Consejo Europeo y se han obtenido las presidencias del Consejo de Europa y de la OSCE, al tiempo que hoy formamos parte del G-20.
El Rey ha decidido abdicar y dar paso a una nueva generación para que sea ahora la protagonista de la Historia, y los que colaboramos con él con entusiasmo lo haremos también con los Príncipes de Asturias, lo que realzará aún más su figura y su voluntad de acuerdo, así como los valores de compromiso con los intereses generales de España de los que ha sido su mejor embajador en esta etapa democrática.
MIGUEL ÁNGEL MORATINOS