En plena efervescencia del Mundial de Fútbol, nuestra vena deportiva sale a relucir. Todos los españoles nos unimos y vestimos la camiseta de nuestra selección. Queremos ver en los partidos jugadas magistrales, grandes goles y paradas imposibles. Es decir, la “magia” del fútbol. Debido a ello, es posible que los de mi generación recuerden con cariño aquella mítica serie en la que los magos del balón no eran ni Xavi Hernández ni Iker Casillas, sino Oliver y Benji.
Si hay algo por lo que destaca la mentalidad japonesa es por su afán de superación y su perseverancia. El sobresalir y ser el mejor en lo que uno hace es uno de sus objetivos fundamentales.
Esta forma de pensar la vemos plasmada en todas sus series. Sobre todo, en las deportivas. Las hay de todas clases. Como, por ejemplo, de baloncesto (Slam Dun), balón prisionero (Bola de Dan) de béisbol (Touch o Bateadores) y fútbol (Campeones).
Campeones: Oliver y Benji o Captain Tsubasa –nombre original de la serie– es un manga de corte shonen publicado en 1981 por Yoichi Takahashi. Poco después de su lanzamiento, fue pasado a anime desde 1983 a 1986.
Posteriormente, se realizaron dos secuelas más: Captain Tsubasa J / Supercampeones J (1994 -1995) y Captain Tsubasa Road to 2002 / Los Supercampeones (2001 -2002), más varias películas y Ovas. Esta serie tuvo un gran filón y fue apoyada por la Asociación de Fútbol de Japón, que buscaba crear aficionados a este deporte.
La trama nos cuenta la historia de Tsubasa Ozora, Oliver Atom en español, un muchacho con gran talento para el fútbol. Nos narra sus andanzas en este deporte desde su niñez en la liga juvenil de su colegio hasta llegar a ser profesional en la selección japonesa.
La historia se centra en el deporte, la amistad, los esfuerzos y sacrificios que debe hacer el protagonista para lograr su sueño de ser un jugador profesional. En su recorrido hacia la fama conoce a su amigo portero Genzo Wakabayashi, conocido en español como Benji Price, y a su némesis Kojiro Hyuga, Mark Lenders.
Uno de los factores que hizo famosa esta serie en su momento fue la visión tan novedosa y algo fantasiosa del mundo del fútbol. Seguramente, la mayoría recordarán esas jugadas acrobáticas imposibles. Había espectaculares chutes de balón tan potentes que podían romper redes y resquebrajar paredes o campos larguísimos que se extendía hasta donde alcanzaba la vista.
En esta serie, el jugador no era una persona normal. Era casi un superhéroe capaz de realizar grandes hazañas. Ello convertía al fútbol en algo más que un deporte y enseñaba valores importantes como la deportividad y la amistad.
Por otra parte, lejos de ser una serie perfecta contaba con bastantes fallos, en este caso en el dibujo. A pesar de la elasticidad y fluidez de movimientos en los personajes, se podían encontrar defectos de anatomía e imperfecciones, que en secuelas posteriores se fueron corrigiendo dando un producto más aceptable. Por otra parte, también se podían apreciar demasiadas secuencias repetidas y reutilizadas.
La calidad gráfica no era la mejor, pero era lo suficientemente buena para transmitir lo que debía. A pesar de todo, una serie muy entretenida que sin mayor trasfondo o complicación hacía las delicias de los forofos del fútbol.
Otro punto en contra de la serie en España fue su mal doblaje y la traducción de nombres pasados del japonés original por un filtro anglosajón extraño. Esta elección puede entenderse debido a que la serie iba enfocada a un público infantil y los nombres anglosajones eran más fáciles de recordar. El problema es que uno, con los años, puede sentirse algo decepcionado al comprobar que sus personajes favoritos nunca se llamaron así.
Actualmente, el manga sigue publicándose en Japón y la historia continua con las andanzas de Oliver Atom, que como dato anecdótico acaba jugando de profesional en el F.C. Barcelona, llamado en la serie F.C. Cataluña.
La historia sigue tan vigente en la actualidad que incluso en Hong Kong, en honor al Mundial de Fútbol, han construido figuras de cinco metros de los protagonistas principales para adornar un centro comercial. Ahora que llega la fiebre deportiva, quizás a más de uno le apetezca echarle una ojeada a este mítico anime. Una visión obligada para todo forofo del fútbol que se precie.
Si hay algo por lo que destaca la mentalidad japonesa es por su afán de superación y su perseverancia. El sobresalir y ser el mejor en lo que uno hace es uno de sus objetivos fundamentales.
Esta forma de pensar la vemos plasmada en todas sus series. Sobre todo, en las deportivas. Las hay de todas clases. Como, por ejemplo, de baloncesto (Slam Dun), balón prisionero (Bola de Dan) de béisbol (Touch o Bateadores) y fútbol (Campeones).
Campeones: Oliver y Benji o Captain Tsubasa –nombre original de la serie– es un manga de corte shonen publicado en 1981 por Yoichi Takahashi. Poco después de su lanzamiento, fue pasado a anime desde 1983 a 1986.
Posteriormente, se realizaron dos secuelas más: Captain Tsubasa J / Supercampeones J (1994 -1995) y Captain Tsubasa Road to 2002 / Los Supercampeones (2001 -2002), más varias películas y Ovas. Esta serie tuvo un gran filón y fue apoyada por la Asociación de Fútbol de Japón, que buscaba crear aficionados a este deporte.
La trama nos cuenta la historia de Tsubasa Ozora, Oliver Atom en español, un muchacho con gran talento para el fútbol. Nos narra sus andanzas en este deporte desde su niñez en la liga juvenil de su colegio hasta llegar a ser profesional en la selección japonesa.
La historia se centra en el deporte, la amistad, los esfuerzos y sacrificios que debe hacer el protagonista para lograr su sueño de ser un jugador profesional. En su recorrido hacia la fama conoce a su amigo portero Genzo Wakabayashi, conocido en español como Benji Price, y a su némesis Kojiro Hyuga, Mark Lenders.
Uno de los factores que hizo famosa esta serie en su momento fue la visión tan novedosa y algo fantasiosa del mundo del fútbol. Seguramente, la mayoría recordarán esas jugadas acrobáticas imposibles. Había espectaculares chutes de balón tan potentes que podían romper redes y resquebrajar paredes o campos larguísimos que se extendía hasta donde alcanzaba la vista.
En esta serie, el jugador no era una persona normal. Era casi un superhéroe capaz de realizar grandes hazañas. Ello convertía al fútbol en algo más que un deporte y enseñaba valores importantes como la deportividad y la amistad.
Por otra parte, lejos de ser una serie perfecta contaba con bastantes fallos, en este caso en el dibujo. A pesar de la elasticidad y fluidez de movimientos en los personajes, se podían encontrar defectos de anatomía e imperfecciones, que en secuelas posteriores se fueron corrigiendo dando un producto más aceptable. Por otra parte, también se podían apreciar demasiadas secuencias repetidas y reutilizadas.
La calidad gráfica no era la mejor, pero era lo suficientemente buena para transmitir lo que debía. A pesar de todo, una serie muy entretenida que sin mayor trasfondo o complicación hacía las delicias de los forofos del fútbol.
Otro punto en contra de la serie en España fue su mal doblaje y la traducción de nombres pasados del japonés original por un filtro anglosajón extraño. Esta elección puede entenderse debido a que la serie iba enfocada a un público infantil y los nombres anglosajones eran más fáciles de recordar. El problema es que uno, con los años, puede sentirse algo decepcionado al comprobar que sus personajes favoritos nunca se llamaron así.
Actualmente, el manga sigue publicándose en Japón y la historia continua con las andanzas de Oliver Atom, que como dato anecdótico acaba jugando de profesional en el F.C. Barcelona, llamado en la serie F.C. Cataluña.
La historia sigue tan vigente en la actualidad que incluso en Hong Kong, en honor al Mundial de Fútbol, han construido figuras de cinco metros de los protagonistas principales para adornar un centro comercial. Ahora que llega la fiebre deportiva, quizás a más de uno le apetezca echarle una ojeada a este mítico anime. Una visión obligada para todo forofo del fútbol que se precie.
SARA B. PATRÓN / REDACCIÓN