Reconozco no identificarme en todo su contenido con el proyecto programático de la formación Podemos, si bien comparto algunas de sus argumentaciones que, sin duda, podrían ser compartidas por el resto del electorado español. Sin embargo, no soy de aquellos que se rasgan las vestiduras por la fulgurante aparición en escena de este partido con Pablo Iglesias al frente. Y no lo soy por dos motivos fundamentales.
El primero de ellos, porque a buenas horas vamos a descubrir la pólvora cuando ésta lleva corriendo por nuestra sociedad tantos años. Es nuestro sistema de partidos, nuestro actual sistema de representatividad política y social, auspiciado, no lo olvidemos, por todos nosotros con nuestro pasotismo o nuestra creencia ciega, y mucha veces indocumentada, en las siglas, el que ha dado a luz a movimientos como este, que no es sino la expresión en las urnas de más de un millón de españoles con derecho a voto que, en lugar de quedarse en sus casas silenciosamente, demuestran el rechazo que les produce la actual situación.
El segundo de los motivos, que frente al bipartidismo que defienden socialistas y populares –lógico en cierta medida porque entre ambos se reparten el poder, sin nadie que los matice-, que podría tener su razón de ser en la calidad ética de ambas fuerzas, las alternativas lógicas que representasen, el diálogo constructivo entre ambas, las transiciones no traumáticas entre las mismas, y el continuo contacto con la sociedad, nos encontramos con un bipartidismo en el que las dos fuerzas, PSOE y PP, has venido transgrediendo las normas éticas desde su fundación, con continuos casos de corrupción; han venido realizando un gobierno o una oposición centrados en no escuchar o destruir electoralmente al contrario; el consenso ha brillado por su ausencia –deberían aprender de Alemania con su gobierno de coalición-, el traspaso de poderes ha servido para revocar las leyes elaboradas por el predecesor en el cargo, y ambos se han enrocado en una ley de partidos y electoral que los aleja del pueblo, haciendo estallar por los aires la democracia interna con un uso vergonzoso del “dedazo” que favorece a las cúpulas frente a las bases.
Dos motivos más que suficientes para el nacimiento del descontento social y de canales políticos por el que expresarlo. No sé hasta dónde llegarán y qué recorrido tendrán, pero sí que se van a hacer oír y, en no sé qué medida –dependerá de la inteligencia de los dirigentes de PP y PSOE-, provocarán un reacción de cambio sustancial en los defensores del bipartidismo si no quieren seguir desangrandose en próximos comicios.
Aquello de acción / reacción se ha hecho patente una vez más y a la nefasta gestión de unos ha seguido la irrupción de otros que, esperemos, haga despertar las conciencias políticas y sociales de socialistas y populares.
El primero de ellos, porque a buenas horas vamos a descubrir la pólvora cuando ésta lleva corriendo por nuestra sociedad tantos años. Es nuestro sistema de partidos, nuestro actual sistema de representatividad política y social, auspiciado, no lo olvidemos, por todos nosotros con nuestro pasotismo o nuestra creencia ciega, y mucha veces indocumentada, en las siglas, el que ha dado a luz a movimientos como este, que no es sino la expresión en las urnas de más de un millón de españoles con derecho a voto que, en lugar de quedarse en sus casas silenciosamente, demuestran el rechazo que les produce la actual situación.
El segundo de los motivos, que frente al bipartidismo que defienden socialistas y populares –lógico en cierta medida porque entre ambos se reparten el poder, sin nadie que los matice-, que podría tener su razón de ser en la calidad ética de ambas fuerzas, las alternativas lógicas que representasen, el diálogo constructivo entre ambas, las transiciones no traumáticas entre las mismas, y el continuo contacto con la sociedad, nos encontramos con un bipartidismo en el que las dos fuerzas, PSOE y PP, has venido transgrediendo las normas éticas desde su fundación, con continuos casos de corrupción; han venido realizando un gobierno o una oposición centrados en no escuchar o destruir electoralmente al contrario; el consenso ha brillado por su ausencia –deberían aprender de Alemania con su gobierno de coalición-, el traspaso de poderes ha servido para revocar las leyes elaboradas por el predecesor en el cargo, y ambos se han enrocado en una ley de partidos y electoral que los aleja del pueblo, haciendo estallar por los aires la democracia interna con un uso vergonzoso del “dedazo” que favorece a las cúpulas frente a las bases.
Dos motivos más que suficientes para el nacimiento del descontento social y de canales políticos por el que expresarlo. No sé hasta dónde llegarán y qué recorrido tendrán, pero sí que se van a hacer oír y, en no sé qué medida –dependerá de la inteligencia de los dirigentes de PP y PSOE-, provocarán un reacción de cambio sustancial en los defensores del bipartidismo si no quieren seguir desangrandose en próximos comicios.
Aquello de acción / reacción se ha hecho patente una vez más y a la nefasta gestión de unos ha seguido la irrupción de otros que, esperemos, haga despertar las conciencias políticas y sociales de socialistas y populares.
ENRIQUE BELLIDO