Hacía un par de semanas que Ana no paraba de darle vueltas a la cabeza. Y no era para menos, puesto que su futuro político estaba en el aire, ahora que era conocida internacionalmente tras su impactante intervención en la ciudad porteña de Buenos Aires.
“No voy a dejar que otros se aprovechen del enorme tirón que tuve tras la invitación a un relaxing cup of café con leche en la Plaza Mayor que hasta los japoneses se quedaron con la boca abierta”, se decía mientras hojeaba la prensa rosa esparcida por la mesita de nogal estilo rococó, que era el que prevalecía en el salón.
Absorta estaba en sus pensamientos mientras que su recio y viril esposo resolvía un crucigrama aparecido en la prensa dominical. De fondo se escuchaba la “Cabalgata de las Valkirias” de Richard Wagner, ya que estaba decidida a cortar radicalmente con las malas lenguas que sostenían que a ellos lo que les gustaban eran los boleros de El Fary y las rancheras de Bertín Osborne.
“Gente envidiosa que fácilmente olvida los grandes eventos que hemos protagonizado, como cuando tiempo atrás casamos a la niña en El Escorial y al que acudió la crème de la crème, o, lo que es lo mismo, lo más selecto y granado que habitualmente aparece en estas revistas”, siguió pensando para sí misma.
Estas profundas reflexiones se rompieron al escuchar un leve murmullo que procedía del otro lado: “Nombre de partido político… comienza por la letra ‘p’… siete letras… Ana, ¿hay otro aparte del Popular?”. Con prontitud recibe la respuesta: “Me parece que se refiere a eso que han sacado los antisistema y que como carecen de imaginación le han puesto Podemos, nombre copiado de la campaña de Obama, según me ha comentado Pedro Arriola que está bastante puesto en estos temas”.
“Por cierto, Josemari, el otro día estuve charlando con Arriola para que mejorara mi imagen cara a las próximas elecciones a la alcaldía, tal como habíamos hablado”. “¿Y qué te dijo?”. “Me sugirió algo así como que podría modernizarme y acercarme al mundo de las redes sociales que tanto les gustan a los jóvenes”. “Pero Ana, si tú ya eres muy moderna…”.
“Gracias, cariño, pero se trataba entre otras cosas de actualizar mi apellido, darle un cierto aire, cómo te diría, más informal. Poner, por ejemplo, Bot Ella. ¿Suena bien, verdad? Así en la publicidad yo aparecería como Ana Bot Ella… ¿A que es original? Además tiene cierto toque reivindicativo de la feminidad; nada que ver con el feminismo de esas histéricas que a ti te ponen de los nervios”.
Sin que le diera tiempo a recibir la respuesta de su marido que retomaba el crucigrama, suena el teléfono. Lo coge Ana: “¿Díiigame…?”. “¡Hola Fátima! ¡Chica, qué suerte escucharte! ¿Cómo va todo?”. “Sí, sí… aquí estoy con Josemari charlando sobre mi futuro político…”.
Desde el otro lado del teléfono se oye: “Como te decía, Ana, la semana pasada me vi con monseñor Rouco y me dio muchos recuerdos para ti. Al pobre lo encontré un tanto desmejorado. Ya sabes que se pasa todo el día meditando y se encuentra muy preocupado por lo que acontece en los tiempos tan revueltos en que vivimos… Insiste en que nos encontramos inmersos en una verdadera crisis espiritual, que se pierden los auténticos valores ya que a la gente lo único que le interesa es su bienestar material. Vamos, que estamos en una situación que le recuerda mucho a la del 36… Sí, sí, al preludio de la Guerra Civil”.
“Por cierto y saltando a otro tema, también me comentó que no sería mala idea que tú te presentaras como candidata para sustituir a Wert en la cartera de Educación, puesto que José Ignacio no piensa continuar. Ya sabes que a mí la economía y el empleo me absorbe todo el tiempo, por lo que no se me ocurre imaginarme en otra cosa”.
“¿¡Quién yooo para Educación…!?”, soltó Ana un tanto sorprendida, al tiempo que lentamente una leve y un tanto enigmática sonrisa se empezaba a dibujar en su rostro al conocer la propuesta que recibía y que en el fondo le resultaba halagadora.
“Sí, sí… Como te apuntaba, monseñor Rouco cree firmemente que los valores espirituales, que han sido la base y el sostén de este país, están siendo atacados por todas partes y teme que si no ganamos las próximas elecciones todos esos ‘indignados’, bolivarianos y demás izquierdistas al final acaben con el Concordato que tenemos con la Santa Sede desde la época de Franco y que tantos beneficios nos reporta”.
“Por otro lado”, continuó Fátima, “no olvides lo que Cristina pregona a los cuatro vientos, eso sí con la boca chica, en el sentido de que ella no dejaría la delegación del Gobierno en Madrid por la alcaldía; pero de esta yo no estoy muy segura. Ya sabes que el refrán dice que cuando el río suena es que agua lleva. Además, ahí tienes a Esperanza, que va a por todas y no da puntada sin hilo. ¿Me entiendes, verdad?”.
“En confianza”, añadió, “todo el mundo sabe que a nosotras dos no nos importa acudir a la Virgen del Rocío o a la Virgen de la Paloma para que nos ayuden a acabar con el paro que tanto preocupa a la gente, ya que no tenemos prejuicios de mostrar nuestro lado más emotivo y espiritual…”.
“Y si te digo esto es porque todos esos que piden una escuela pública, laica y gratuita en el fondo lo que quieren es que los niños no reciban clases de religión, para así adoctrinarlos y lavarles el cerebro con esas ideas que tienen sobre la igualdad, los derechos humanos y la justicia social. Para colmo, recuperarán la educación para la ciudadanía que nosotros borramos del mapa a instancias de nuestro queridísimo Rouco Varela”.
Mientras escucha, Ana se concentra en la idea que su amiga le está proponiendo. Coge suavemente el vaso de agua mineral Solán de Cabras que tiene sobre la mesa y bebe un pequeño sorbo que le ayuda a meditar sobre la propuesta recibida.
“Ya sabes que a nivel municipal no vamos a tener grandes problemas, porque Mariano, que piensa mucho y habla poco, ha tenido la genial idea de que los alcaldes sean los de las listas más votadas. Así mantendremos a los nuestros en las alcaldías… Donde no estamos tan seguros es en las generales, por lo que necesitamos a gente tan brillante como tú para frenar la avalancha que se avecina”.
Tras una breve pausa, Fátima se despide: “Bueno, Ana, te dejo y piénsatelo bien, pues tú eres una persona muy inteligente, muy sensata, con las ideas muy claras y, como has manifestado públicamente, no le tienes miedo a nada. Además, eres el sostén de una familia verdaderamente modélica en la que deberían mirarse todos los españoles”.
En esos instantes el salón se llena de los sonidos provenientes de los coros de las valkirias. La grandiosidad musical wagneriana insufla el corazón de Ana que comienza a sentirse como una nueva Juana de Arco a la española cabalgando en un corcel blanco.
Presiente que está destinada a llevar adelante una renovada cruzada en España para frenar a todos los descreídos que se están organizando a lo largo del país para el asalto al poder y la toma de los centros de enseñanza, tal como le ha sugerido su amiga Fátima.
Sigue pensativa. Junta las dos manos al tiempo que los dedos índices los une apuntando hacia sus labios pintados de rojo carmín a juego con el lacado de las uñas. Orienta su mirada al frente y en tono decidido se dirige a su recio y varonil esposo que acaba de terminar el crucigrama.
“¿Sabes, querido, que estoy pensando en un horizonte más amplio, más acorde con mis cualidades intelectuales y mis dotes de mando, por lo que quizás fuera mejor que me presentara para ser Ministra de Educación en las próximas elecciones generales?”, le dice con una amplia y sostenida sonrisa a la espera de recibir su aprobación.
“No voy a dejar que otros se aprovechen del enorme tirón que tuve tras la invitación a un relaxing cup of café con leche en la Plaza Mayor que hasta los japoneses se quedaron con la boca abierta”, se decía mientras hojeaba la prensa rosa esparcida por la mesita de nogal estilo rococó, que era el que prevalecía en el salón.
Absorta estaba en sus pensamientos mientras que su recio y viril esposo resolvía un crucigrama aparecido en la prensa dominical. De fondo se escuchaba la “Cabalgata de las Valkirias” de Richard Wagner, ya que estaba decidida a cortar radicalmente con las malas lenguas que sostenían que a ellos lo que les gustaban eran los boleros de El Fary y las rancheras de Bertín Osborne.
“Gente envidiosa que fácilmente olvida los grandes eventos que hemos protagonizado, como cuando tiempo atrás casamos a la niña en El Escorial y al que acudió la crème de la crème, o, lo que es lo mismo, lo más selecto y granado que habitualmente aparece en estas revistas”, siguió pensando para sí misma.
Estas profundas reflexiones se rompieron al escuchar un leve murmullo que procedía del otro lado: “Nombre de partido político… comienza por la letra ‘p’… siete letras… Ana, ¿hay otro aparte del Popular?”. Con prontitud recibe la respuesta: “Me parece que se refiere a eso que han sacado los antisistema y que como carecen de imaginación le han puesto Podemos, nombre copiado de la campaña de Obama, según me ha comentado Pedro Arriola que está bastante puesto en estos temas”.
“Por cierto, Josemari, el otro día estuve charlando con Arriola para que mejorara mi imagen cara a las próximas elecciones a la alcaldía, tal como habíamos hablado”. “¿Y qué te dijo?”. “Me sugirió algo así como que podría modernizarme y acercarme al mundo de las redes sociales que tanto les gustan a los jóvenes”. “Pero Ana, si tú ya eres muy moderna…”.
“Gracias, cariño, pero se trataba entre otras cosas de actualizar mi apellido, darle un cierto aire, cómo te diría, más informal. Poner, por ejemplo, Bot Ella. ¿Suena bien, verdad? Así en la publicidad yo aparecería como Ana Bot Ella… ¿A que es original? Además tiene cierto toque reivindicativo de la feminidad; nada que ver con el feminismo de esas histéricas que a ti te ponen de los nervios”.
Sin que le diera tiempo a recibir la respuesta de su marido que retomaba el crucigrama, suena el teléfono. Lo coge Ana: “¿Díiigame…?”. “¡Hola Fátima! ¡Chica, qué suerte escucharte! ¿Cómo va todo?”. “Sí, sí… aquí estoy con Josemari charlando sobre mi futuro político…”.
Desde el otro lado del teléfono se oye: “Como te decía, Ana, la semana pasada me vi con monseñor Rouco y me dio muchos recuerdos para ti. Al pobre lo encontré un tanto desmejorado. Ya sabes que se pasa todo el día meditando y se encuentra muy preocupado por lo que acontece en los tiempos tan revueltos en que vivimos… Insiste en que nos encontramos inmersos en una verdadera crisis espiritual, que se pierden los auténticos valores ya que a la gente lo único que le interesa es su bienestar material. Vamos, que estamos en una situación que le recuerda mucho a la del 36… Sí, sí, al preludio de la Guerra Civil”.
“Por cierto y saltando a otro tema, también me comentó que no sería mala idea que tú te presentaras como candidata para sustituir a Wert en la cartera de Educación, puesto que José Ignacio no piensa continuar. Ya sabes que a mí la economía y el empleo me absorbe todo el tiempo, por lo que no se me ocurre imaginarme en otra cosa”.
“¿¡Quién yooo para Educación…!?”, soltó Ana un tanto sorprendida, al tiempo que lentamente una leve y un tanto enigmática sonrisa se empezaba a dibujar en su rostro al conocer la propuesta que recibía y que en el fondo le resultaba halagadora.
“Sí, sí… Como te apuntaba, monseñor Rouco cree firmemente que los valores espirituales, que han sido la base y el sostén de este país, están siendo atacados por todas partes y teme que si no ganamos las próximas elecciones todos esos ‘indignados’, bolivarianos y demás izquierdistas al final acaben con el Concordato que tenemos con la Santa Sede desde la época de Franco y que tantos beneficios nos reporta”.
“Por otro lado”, continuó Fátima, “no olvides lo que Cristina pregona a los cuatro vientos, eso sí con la boca chica, en el sentido de que ella no dejaría la delegación del Gobierno en Madrid por la alcaldía; pero de esta yo no estoy muy segura. Ya sabes que el refrán dice que cuando el río suena es que agua lleva. Además, ahí tienes a Esperanza, que va a por todas y no da puntada sin hilo. ¿Me entiendes, verdad?”.
“En confianza”, añadió, “todo el mundo sabe que a nosotras dos no nos importa acudir a la Virgen del Rocío o a la Virgen de la Paloma para que nos ayuden a acabar con el paro que tanto preocupa a la gente, ya que no tenemos prejuicios de mostrar nuestro lado más emotivo y espiritual…”.
“Y si te digo esto es porque todos esos que piden una escuela pública, laica y gratuita en el fondo lo que quieren es que los niños no reciban clases de religión, para así adoctrinarlos y lavarles el cerebro con esas ideas que tienen sobre la igualdad, los derechos humanos y la justicia social. Para colmo, recuperarán la educación para la ciudadanía que nosotros borramos del mapa a instancias de nuestro queridísimo Rouco Varela”.
Mientras escucha, Ana se concentra en la idea que su amiga le está proponiendo. Coge suavemente el vaso de agua mineral Solán de Cabras que tiene sobre la mesa y bebe un pequeño sorbo que le ayuda a meditar sobre la propuesta recibida.
“Ya sabes que a nivel municipal no vamos a tener grandes problemas, porque Mariano, que piensa mucho y habla poco, ha tenido la genial idea de que los alcaldes sean los de las listas más votadas. Así mantendremos a los nuestros en las alcaldías… Donde no estamos tan seguros es en las generales, por lo que necesitamos a gente tan brillante como tú para frenar la avalancha que se avecina”.
Tras una breve pausa, Fátima se despide: “Bueno, Ana, te dejo y piénsatelo bien, pues tú eres una persona muy inteligente, muy sensata, con las ideas muy claras y, como has manifestado públicamente, no le tienes miedo a nada. Además, eres el sostén de una familia verdaderamente modélica en la que deberían mirarse todos los españoles”.
En esos instantes el salón se llena de los sonidos provenientes de los coros de las valkirias. La grandiosidad musical wagneriana insufla el corazón de Ana que comienza a sentirse como una nueva Juana de Arco a la española cabalgando en un corcel blanco.
Presiente que está destinada a llevar adelante una renovada cruzada en España para frenar a todos los descreídos que se están organizando a lo largo del país para el asalto al poder y la toma de los centros de enseñanza, tal como le ha sugerido su amiga Fátima.
Sigue pensativa. Junta las dos manos al tiempo que los dedos índices los une apuntando hacia sus labios pintados de rojo carmín a juego con el lacado de las uñas. Orienta su mirada al frente y en tono decidido se dirige a su recio y varonil esposo que acaba de terminar el crucigrama.
“¿Sabes, querido, que estoy pensando en un horizonte más amplio, más acorde con mis cualidades intelectuales y mis dotes de mando, por lo que quizás fuera mejor que me presentara para ser Ministra de Educación en las próximas elecciones generales?”, le dice con una amplia y sostenida sonrisa a la espera de recibir su aprobación.
AURELIANO SÁINZ