Asistiendo desde la distancia de unas vacaciones al devenir de las últimas semanas de un mes que, todo sea dicho, no nos ha castigado con la flama esperada, se perciben algunos acontecimientos que, cual estertores, han convulsionado la realidad en ese período de tiempo en nuestro país y en otras latitudes del mundo que llaman nuestra atención.
Hay que recordar que a mediados de mes los socialistas españoles elegían, a través de votaciones primarias, a su nuevo secretario general, todo un síntoma de las reacciones con las que se intenta alejar el fantasma de la desafección que atemoriza a los partidos políticos más “sólidos” de nuestra democracia.
El candidato “previsto” con las simpatías de las federaciones consiguió el triunfo, arrollador en Andalucía, y fue designado líder del PSOE tras las inevitables “negociaciones” con los “barones” para repartir butacas en el Consejo Federal, máximo órgano ejecutivo entre congresos.
Pedro Sánchez, un joven economista madrileño de 42 años, toma las riendas del principal partido de la oposición, sustituyendo al histórico Alfredo Pérez Rubalcaba, con la tarea ingente de aupar esta formación al Poder.
Para ello, además de “apretar” las filas partidistas en torno a proyectos creíbles y renovadores, deberá recuperar la confianza de los ciudadanos. Un reto mayúsculo para el poco tiempo que resta antes de las próximas elecciones generales, aunque disponga de la “ayuda” del partido en el Gobierno que continúa culpando a los españoles de la crisis económica y castigándolos con el empobrecimiento por ello. A finales de 2015 o principios de 2016 comprobaremos si lo consigue.
Y es que, nada más poner los pies sobre la arena de la playa, nos desayunamos con que los rebeldes separatistas prorrusos de Ucrania derriban un avión comercial de Malaysia Airlines, que sobrevolaba aquellos cielos supuestamente seguros en ruta entre Amsterdam y Kuala Lumpur, matando a sus 298 pasajeros.
Nadie pudo sobrevivir al impacto de un misil balístico tierra-aire que destruyó totalmente el aparato, cuyos restos se esparcieron por los alrededores de Donetsk, en el este de Ucrania, cerca de la frontera con Rusia, región donde se libran combates entre las fuerzas gubernamentales y los rebeldes.
No fue un accidente. Se trató, evidentemente, de una calculada provocación que se inscribe en la disparatada lógica de una guerra, y no la causa de ningún error de identificación de objetivos militares.
Es sumamente fácil disparar a un avión comercial indefenso, en vuelo rectilíneo e incapaz de realizar maniobras evasivas, que da tiempo a identificar y de recabar todas las autorizaciones pertinentes de la jerarquía de mando, que finalmente ordena disparar.
Es, simplemente, un masivo asesinato intencionado de inocentes que cuenta con la aquiescencia y el apoyo de la madre Rusia en su empeño por volver a levantar su caduco imperio, recuperando a las antiguas repúblicas socialistas soviéticas, incluso a la fuerza.
Se enciende así un conflicto que parecía inimaginable en estos tiempos y a las puertas orientales de Europa. Y es que la crueldad y la locura de cualquier guerra no entienden de épocas ni de lugares cuando prende la mecha que desata su sinrazón.
Las víctimas se transforman en “daños colaterales”, como los pasajeros de ese avión civil, sin que interpelen a la conciencia ni a la ética. Todo queda justificado en nombre de la guerra, incluido hasta el no tener excusa para matar.
Eso es algo que queda claramente de manifiesto en otro de sus escenarios más apetecidos, allí donde reincide con periódica saña cainita, como si fuera un campo de entrenamiento donde se amortiza armamento caduco amontonado en los cuarteles y se ensayan nuevas armas más mortíferas. Me refiero al “conflicto” desequilibrado que libran Israel y Palestina.
En venganza del secuestro y asesinato de tres jóvenes judíos en Cisjordania, Israel la emprende con toda su maquinaria militar contra la franja de Gaza, invocando su derecho a la defensa. Tras más de mil muertos palestinos, bombardeados por tierra, mar y aire, la comunidad internacional –léase EE UU- pide a Israel que modere su “derecho de defensa” y se avenga responder cualquier agresión de manera proporcionada.
No es una exigencia sino un ruego que, naturalmente, las autoridades judías se pasan por el forro, mientras continúan “aplicando” una política de extrema dureza contra lo que consideran “enemigo” y terroristas: el movimiento Hamás, que controla la franja de Gaza, desde donde lanza sus cohetes caseros contra Israel, sirviéndose de túneles y pasadizos que horadan el territorio para ser invisibles a los ojos electrónicos de la inteligencia israelí.
Ya es la segunda escuela de la ONU en Gaza, utilizada como refugio, la que Israel destruye a base de bombas –además de comercios, viviendas y hospitales-, sin importarle si allí buscan protección hombres, mujeres y niños ajenos a los combatientes islámicos, lo que aumenta el número de víctimas civiles.
Ejercen el derecho a la defensa. Es lo que no dejan de esgrimir ante cualquier protesta de lo que es, a todas luces menos a los ojos judíos, una masacre impúdica que aniquila al pueblo palestino de forma impune. Legítima defensa bélica, otra vez en los aledaños europeos y en la costa de un mar que nos es común, que se salda, a 31 de julio, con 1.400 palestinos muertos y 56 soldados israelíes caídos en combate. Son los “daños colaterales” del derecho a la defensa de la enésima reactivación de un “conflicto” sin sentido y sin voluntad de alcanzar la paz.
Y por si no tuviéramos suficientes muertos, otro avión deja un reguero de fallecidos en una zona desértica de Malí, donde pierden la vida sus 118 ocupantes. Las causas del accidente se desconocen y, sin descartar ninguna hipótesis, proliferan las más estrambóticas historias de espionaje, atentados y secretísimas acciones militares.
Hay material para ello. El aparato cubría el trayecto entre Burkina Faso y Argel y pertenecía a una desconocida compañía aérea española, Swiftair, que lo había alquilado a la argelina Air Argerie. Se trata de una nave con largo historial de matriculaciones, ya que había pertenecido anteriormente a tres aerolíneas –egipcia, irlandesa y colombiana-, además de la española, desde que comenzara a prestar servicios en 1996.
Francia, que tiene un contingente de 1.600 militares desplegados en Malí para apoyar a las fuerzas malíes y a Misión de la ONU en Malí en su lucha contra grupos armados terroristas y para ayudar a las autoridades a estabilizar el país, asume la investigación del accidente, la recuperación de las cajas negras y la repatriación de las víctimas al país galo, donde las honrará con un monumento. Vistos en conjunto y sirviéndose de una buena trama, serían elementos muy atractivos para una novela de John le Carré.
Afortunadamente no tan sangrienta, también en nuestro país la actualidad no ha sido una balsa de aceite, sino una marejadilla no apta para navegantes aficionados. Para ir mentalizando al personal de cara al otoño, se anuncian más recortes. Aún más que vendrán de la mano de nuevas “reformas” que nos pondrán en condiciones de ser merecedores de la famosa recuperación que ya disfrutan los pudientes, los que jamás padecen ninguna crisis ni las medidas puestas en marcha para afrontarlas.
¿Qué más nos podrán quitar con tal de ajustar el déficit a lo dictado por la troika de Bruselas? Si tiene alguna idea, no la exprese: puede que el Gobierno no la haya tenido en cuenta. Ya trabajamos más, cobramos menos, tenemos menos prestaciones y nos limitan o suprimen derechos.
Por lo pronto, se elabora una nueva Ley de Propiedad Intelectual que obligará pagar por los enlaces en Internet, según el proyecto aprobado en la Comisión de Cultura del Congreso que se remitirá al Senado en otoño y que se estima entre en vigor en 2015.
Impondrá la llamada “tasa Google” por la que los agregadotes de noticias tendrán que pagar a los editores por difundir sus textos (total o parcialmente). Si cree que no le afectará como usuario particular, es usted un ingenuo, pues más pronto que tarde repercutirán en su bolsillo las futuras descargas en Internet. Luchar contra la piratería será cosa parecida al reciclaje de plástico: usted pagará las bolsas. Ninguna empresa asume nuevos gastos sin trasladarlos al consumidor.
Pero no todo es negativo, también surgen chispazos esperanzadores en la realidad. Jaume Matas, expresidente de Baleares por el PP y exministro de Medio Ambiente de Aznar, ingresa en prisión “caritativa”, de sólo nueve meses, por tráfico de influencias. Algo es algo.
Aún tiene varios juicios pendientes por corrupción. Será el segundo ministro que visite la cárcel, tras José Barrionuevo y su condena por el secuestro de Segundo Marey, perpetrado por los GAL.
Parece que próximamente otros correligionarios seguirán la misma suerte, como Carlos Fabra, expresidente de la Diputación de Castellón, también del PP, por delitos fiscales; José Luis Baltar, expresidente de la Diputación de Orense, su “empresa privada” que deja en herencia a su hijo, condenado por prevaricación e inhabilitado (no pisará la cárcel porque ya está jubilado, el pobre); los exalcaldes y exparlamentarios imputados en la primera época del caso Gürtel, como Alberto López Viejo, Guillermo Ortega, Jesús Sepúlveda, a los que se unen otros 45 compañeros, entre ellos los extesoreros del PP, Luis Bárcenas, Ángel Sanchís y Álvaro Lapuerta, y los cabecillas de la trama, Francisco Correa y Pablo Crespo, sobre los que el juez de la Audiencia Nacional, Pablo Ruz, aprecia indicios de once delitos, once, en la parte de la investigación ya concluida y lista para el enjuiciamiento como pieza separada.
Si eso no es signo de podredumbre en el partido gobernante, en el que se constata la existencia de una caja b de dinero negro y financiación irregular, que venga Rajoy a negarlo, salvo, por supuesto, una pequeña parte.
Claro que en todas partes cuecen habas. El PSOE tiene un grave problema con los ERE y los cursos de formación en Andalucía, en el que están implicados hasta los sindicatos. Feo asunto que la juez Alaya no suelta aunque existan aforados que obligan al traslado de la causa al Supremo.
Menos sorprendente es que personas tan “molt honorables” como Jordi Pujol, expresidente de la Generalitat y líder histórico del nacionalismo catalán, acaben ahora confesando haber estado 34 años evadiendo dinero a paraísos fiscales.
No es sorprendente porque declara oportunamente su culpabilidad cuando sus hijos y su mujer son objeto de sendas investigaciones policiales por supuestos delitos fiscales y tráfico de influencias, como si buscara desviar la atención a los que rastrean corruptelas en su familia.
Y, además, porque llueve sobre mojado en un político que ya tuvo sus problemillas con Banca Catalana. Al parecer, en la política española quien no roba es manco... o tonto. ¿Habrá alguien honrado en este país que no intente sacar provecho de lo que no es suyo?
Y para cerrar este breve repaso por los estertores de julio, hay que acudir a las necrológicas. Se ve que “la parca” no ha estado quieta, sino presentándose en forma de accidentes, violencia o muertes de forma natural, si es que hay alguna manera natural de morir.
Nos dejó James Garner, un solvente actor secundario que podía protagonizar películas tales como La gran evasión, ¿Victor o Victoria? y Space cowboys, aparte de innumerables films de televisión. Caía simpática su socarronería y su pinta de truhán galante. Tenía 86 años.
Y en España se fue una de las grandes del periodismo, María Antonia Iglesias, a los 69 años. Mujer pequeña de estatura pero de enorme talla profesional y fuerte carácter, fue directora del programa Informe Semanal y de los Informativos de TVE. Sus entrevistas, largas y profundas, lograban desvelar la personalidad y el pensamiento del entrevistado. Una referencia para quienes pretendemos aprender el oficio.
Finalmente, una jubilación: Batman se verá obligado a despojarse del antifaz y recluirse en una residencia de ancianos, en la que no podrá saltar ni de la silla de ruedas, porque cumple 75 años. A todos nos arrolla el tiempo.
Hay que recordar que a mediados de mes los socialistas españoles elegían, a través de votaciones primarias, a su nuevo secretario general, todo un síntoma de las reacciones con las que se intenta alejar el fantasma de la desafección que atemoriza a los partidos políticos más “sólidos” de nuestra democracia.
El candidato “previsto” con las simpatías de las federaciones consiguió el triunfo, arrollador en Andalucía, y fue designado líder del PSOE tras las inevitables “negociaciones” con los “barones” para repartir butacas en el Consejo Federal, máximo órgano ejecutivo entre congresos.
Pedro Sánchez, un joven economista madrileño de 42 años, toma las riendas del principal partido de la oposición, sustituyendo al histórico Alfredo Pérez Rubalcaba, con la tarea ingente de aupar esta formación al Poder.
Para ello, además de “apretar” las filas partidistas en torno a proyectos creíbles y renovadores, deberá recuperar la confianza de los ciudadanos. Un reto mayúsculo para el poco tiempo que resta antes de las próximas elecciones generales, aunque disponga de la “ayuda” del partido en el Gobierno que continúa culpando a los españoles de la crisis económica y castigándolos con el empobrecimiento por ello. A finales de 2015 o principios de 2016 comprobaremos si lo consigue.
Y es que, nada más poner los pies sobre la arena de la playa, nos desayunamos con que los rebeldes separatistas prorrusos de Ucrania derriban un avión comercial de Malaysia Airlines, que sobrevolaba aquellos cielos supuestamente seguros en ruta entre Amsterdam y Kuala Lumpur, matando a sus 298 pasajeros.
Nadie pudo sobrevivir al impacto de un misil balístico tierra-aire que destruyó totalmente el aparato, cuyos restos se esparcieron por los alrededores de Donetsk, en el este de Ucrania, cerca de la frontera con Rusia, región donde se libran combates entre las fuerzas gubernamentales y los rebeldes.
No fue un accidente. Se trató, evidentemente, de una calculada provocación que se inscribe en la disparatada lógica de una guerra, y no la causa de ningún error de identificación de objetivos militares.
Es sumamente fácil disparar a un avión comercial indefenso, en vuelo rectilíneo e incapaz de realizar maniobras evasivas, que da tiempo a identificar y de recabar todas las autorizaciones pertinentes de la jerarquía de mando, que finalmente ordena disparar.
Es, simplemente, un masivo asesinato intencionado de inocentes que cuenta con la aquiescencia y el apoyo de la madre Rusia en su empeño por volver a levantar su caduco imperio, recuperando a las antiguas repúblicas socialistas soviéticas, incluso a la fuerza.
Se enciende así un conflicto que parecía inimaginable en estos tiempos y a las puertas orientales de Europa. Y es que la crueldad y la locura de cualquier guerra no entienden de épocas ni de lugares cuando prende la mecha que desata su sinrazón.
Las víctimas se transforman en “daños colaterales”, como los pasajeros de ese avión civil, sin que interpelen a la conciencia ni a la ética. Todo queda justificado en nombre de la guerra, incluido hasta el no tener excusa para matar.
Eso es algo que queda claramente de manifiesto en otro de sus escenarios más apetecidos, allí donde reincide con periódica saña cainita, como si fuera un campo de entrenamiento donde se amortiza armamento caduco amontonado en los cuarteles y se ensayan nuevas armas más mortíferas. Me refiero al “conflicto” desequilibrado que libran Israel y Palestina.
En venganza del secuestro y asesinato de tres jóvenes judíos en Cisjordania, Israel la emprende con toda su maquinaria militar contra la franja de Gaza, invocando su derecho a la defensa. Tras más de mil muertos palestinos, bombardeados por tierra, mar y aire, la comunidad internacional –léase EE UU- pide a Israel que modere su “derecho de defensa” y se avenga responder cualquier agresión de manera proporcionada.
No es una exigencia sino un ruego que, naturalmente, las autoridades judías se pasan por el forro, mientras continúan “aplicando” una política de extrema dureza contra lo que consideran “enemigo” y terroristas: el movimiento Hamás, que controla la franja de Gaza, desde donde lanza sus cohetes caseros contra Israel, sirviéndose de túneles y pasadizos que horadan el territorio para ser invisibles a los ojos electrónicos de la inteligencia israelí.
Ya es la segunda escuela de la ONU en Gaza, utilizada como refugio, la que Israel destruye a base de bombas –además de comercios, viviendas y hospitales-, sin importarle si allí buscan protección hombres, mujeres y niños ajenos a los combatientes islámicos, lo que aumenta el número de víctimas civiles.
Ejercen el derecho a la defensa. Es lo que no dejan de esgrimir ante cualquier protesta de lo que es, a todas luces menos a los ojos judíos, una masacre impúdica que aniquila al pueblo palestino de forma impune. Legítima defensa bélica, otra vez en los aledaños europeos y en la costa de un mar que nos es común, que se salda, a 31 de julio, con 1.400 palestinos muertos y 56 soldados israelíes caídos en combate. Son los “daños colaterales” del derecho a la defensa de la enésima reactivación de un “conflicto” sin sentido y sin voluntad de alcanzar la paz.
Y por si no tuviéramos suficientes muertos, otro avión deja un reguero de fallecidos en una zona desértica de Malí, donde pierden la vida sus 118 ocupantes. Las causas del accidente se desconocen y, sin descartar ninguna hipótesis, proliferan las más estrambóticas historias de espionaje, atentados y secretísimas acciones militares.
Hay material para ello. El aparato cubría el trayecto entre Burkina Faso y Argel y pertenecía a una desconocida compañía aérea española, Swiftair, que lo había alquilado a la argelina Air Argerie. Se trata de una nave con largo historial de matriculaciones, ya que había pertenecido anteriormente a tres aerolíneas –egipcia, irlandesa y colombiana-, además de la española, desde que comenzara a prestar servicios en 1996.
Francia, que tiene un contingente de 1.600 militares desplegados en Malí para apoyar a las fuerzas malíes y a Misión de la ONU en Malí en su lucha contra grupos armados terroristas y para ayudar a las autoridades a estabilizar el país, asume la investigación del accidente, la recuperación de las cajas negras y la repatriación de las víctimas al país galo, donde las honrará con un monumento. Vistos en conjunto y sirviéndose de una buena trama, serían elementos muy atractivos para una novela de John le Carré.
Afortunadamente no tan sangrienta, también en nuestro país la actualidad no ha sido una balsa de aceite, sino una marejadilla no apta para navegantes aficionados. Para ir mentalizando al personal de cara al otoño, se anuncian más recortes. Aún más que vendrán de la mano de nuevas “reformas” que nos pondrán en condiciones de ser merecedores de la famosa recuperación que ya disfrutan los pudientes, los que jamás padecen ninguna crisis ni las medidas puestas en marcha para afrontarlas.
¿Qué más nos podrán quitar con tal de ajustar el déficit a lo dictado por la troika de Bruselas? Si tiene alguna idea, no la exprese: puede que el Gobierno no la haya tenido en cuenta. Ya trabajamos más, cobramos menos, tenemos menos prestaciones y nos limitan o suprimen derechos.
Por lo pronto, se elabora una nueva Ley de Propiedad Intelectual que obligará pagar por los enlaces en Internet, según el proyecto aprobado en la Comisión de Cultura del Congreso que se remitirá al Senado en otoño y que se estima entre en vigor en 2015.
Impondrá la llamada “tasa Google” por la que los agregadotes de noticias tendrán que pagar a los editores por difundir sus textos (total o parcialmente). Si cree que no le afectará como usuario particular, es usted un ingenuo, pues más pronto que tarde repercutirán en su bolsillo las futuras descargas en Internet. Luchar contra la piratería será cosa parecida al reciclaje de plástico: usted pagará las bolsas. Ninguna empresa asume nuevos gastos sin trasladarlos al consumidor.
Pero no todo es negativo, también surgen chispazos esperanzadores en la realidad. Jaume Matas, expresidente de Baleares por el PP y exministro de Medio Ambiente de Aznar, ingresa en prisión “caritativa”, de sólo nueve meses, por tráfico de influencias. Algo es algo.
Aún tiene varios juicios pendientes por corrupción. Será el segundo ministro que visite la cárcel, tras José Barrionuevo y su condena por el secuestro de Segundo Marey, perpetrado por los GAL.
Parece que próximamente otros correligionarios seguirán la misma suerte, como Carlos Fabra, expresidente de la Diputación de Castellón, también del PP, por delitos fiscales; José Luis Baltar, expresidente de la Diputación de Orense, su “empresa privada” que deja en herencia a su hijo, condenado por prevaricación e inhabilitado (no pisará la cárcel porque ya está jubilado, el pobre); los exalcaldes y exparlamentarios imputados en la primera época del caso Gürtel, como Alberto López Viejo, Guillermo Ortega, Jesús Sepúlveda, a los que se unen otros 45 compañeros, entre ellos los extesoreros del PP, Luis Bárcenas, Ángel Sanchís y Álvaro Lapuerta, y los cabecillas de la trama, Francisco Correa y Pablo Crespo, sobre los que el juez de la Audiencia Nacional, Pablo Ruz, aprecia indicios de once delitos, once, en la parte de la investigación ya concluida y lista para el enjuiciamiento como pieza separada.
Si eso no es signo de podredumbre en el partido gobernante, en el que se constata la existencia de una caja b de dinero negro y financiación irregular, que venga Rajoy a negarlo, salvo, por supuesto, una pequeña parte.
Claro que en todas partes cuecen habas. El PSOE tiene un grave problema con los ERE y los cursos de formación en Andalucía, en el que están implicados hasta los sindicatos. Feo asunto que la juez Alaya no suelta aunque existan aforados que obligan al traslado de la causa al Supremo.
Menos sorprendente es que personas tan “molt honorables” como Jordi Pujol, expresidente de la Generalitat y líder histórico del nacionalismo catalán, acaben ahora confesando haber estado 34 años evadiendo dinero a paraísos fiscales.
No es sorprendente porque declara oportunamente su culpabilidad cuando sus hijos y su mujer son objeto de sendas investigaciones policiales por supuestos delitos fiscales y tráfico de influencias, como si buscara desviar la atención a los que rastrean corruptelas en su familia.
Y, además, porque llueve sobre mojado en un político que ya tuvo sus problemillas con Banca Catalana. Al parecer, en la política española quien no roba es manco... o tonto. ¿Habrá alguien honrado en este país que no intente sacar provecho de lo que no es suyo?
Y para cerrar este breve repaso por los estertores de julio, hay que acudir a las necrológicas. Se ve que “la parca” no ha estado quieta, sino presentándose en forma de accidentes, violencia o muertes de forma natural, si es que hay alguna manera natural de morir.
Nos dejó James Garner, un solvente actor secundario que podía protagonizar películas tales como La gran evasión, ¿Victor o Victoria? y Space cowboys, aparte de innumerables films de televisión. Caía simpática su socarronería y su pinta de truhán galante. Tenía 86 años.
Y en España se fue una de las grandes del periodismo, María Antonia Iglesias, a los 69 años. Mujer pequeña de estatura pero de enorme talla profesional y fuerte carácter, fue directora del programa Informe Semanal y de los Informativos de TVE. Sus entrevistas, largas y profundas, lograban desvelar la personalidad y el pensamiento del entrevistado. Una referencia para quienes pretendemos aprender el oficio.
Finalmente, una jubilación: Batman se verá obligado a despojarse del antifaz y recluirse en una residencia de ancianos, en la que no podrá saltar ni de la silla de ruedas, porque cumple 75 años. A todos nos arrolla el tiempo.
DANIEL GUERRERO