No sería razonable haber escrito un par de artículos sobre la vida y la obra de Frida Kahlo y no hacerlo sobre Diego Rivera, el gran pintor y muralista mejicano que estuviera casado un par de veces con una de las pintoras con mayor renombre internacional, tal como expuse en la biografía de Kahlo.
Tampoco hubiera sido lógico no haber entrado en el mundo de Diego Rivera, porque él y David Alfaro Siqueiros, ambos mejicanos, representan la cumbre en el siglo veinte de una de las corrientes pictóricas como es la pintura de mural. Resulta curioso unir ambos nombres, porque ambos también eran comunistas, pero mientras el primero era seguidor del “proscrito” León Trotsky el segundo lo sería de Iosif Stalin, que como todos sabemos condujo los destinos de la Unión Soviética durante tres décadas.
Y es que José Diego María Rivera, tal era su nombre, nacido el 13 de diciembre de 1886 en Guanajuato, vino al mundo con una imaginación desbordante; quizá para suplir la ausencia de su hermano gemelo, José Carlos, que fallecería al año y medio de edad.
Su desbordada fantasía fue motivo para que, durante años, la admiración que sentía por Emiliano Zapata, ese líder campesino nacido siete años antes que él, diera lugar a que relatara que durante sus años jóvenes estuvo luchando en las montañas de Morelos al lado del mismísimo revolucionario que llevaba adelante las guerrilla de ese Estado mejicano contra la dictadura de Porfirio Díaz.
La verdad es que con el paso del tiempo no hubiera sido necesario echar mano de tanta imaginación, pues su vida misma fue una auténtica aventura, tal como podremos comprobar.
Desde muy temprano se inclina por el dibujo y la pintura, que serían dos de sus grandes pasiones a lo largo de su existencia. Esto dio lugar a que su padre aceptara su ingreso en la Academia del Arte de San Carlos, donde recibe una sólida formación en el campo de las artes plásticas, destacándose por su amor hacia el paisaje mejicano.
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Como ejemplo de la pintura de estos años, traigo su lienzo titulado La era, en el que aparece un campesino con una yunta de caballos, teniendo como fondo una vasta llanura, cargada de los tonos dorados de las tierras, y al pie del volcán Popocatepetl.
Por entonces, participa en distintos concursos para dar a conocer su obra. El reconocimiento finalmente le llega en forma de beca para estudiar y formarse en Europa durante cuatro años.
En 1907, con veintiún años, midiendo más de un metro ochenta y con ciento veinte kilos de peso, llega a nuestro país. Durante su estancia, estudia y copia las obras de los grandes maestros de El Prado, especialmente las de El Greco, Velázquez, Brueghel y El Bosco.
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De aquella época es la obra Los viejos también conocida como En las afueras de Toledo. En ella, se aprecia claramente la influencia del Greco, en particular por el alargamiento de las figuras y su característico sentido del espacio.
Dos años más tarde se traslada a París, lugar en el que conoce a la joven pintora rusa Angelina Beloff, quien se convertiría en su pareja de hecho. Entabla relación con artistas de la talla de Pablo Picasso, Georges Braque o Amadeo Modigliani. Su admiración por Picasso, no solo en el campo pictórico, era tal que a los amigos solía decir: “Nunca he creído en Dios, pero creo en Picasso”.
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La influencia de Picasso y del cubismo, la corriente artística de la que era uno de los grandes promotores, puede apreciarse en este lienzo titulado Paisaje zapatista. La guerrilla. El título, como puede deducirse, guarda relación con la revolución que Emiliano Zapata encabezaba por aquellos años en Méjico.
Su bagaje pictórico, paso a paso, iba enriqueciéndose. Sin embargo, la vida amorosa de Diego Rivera siempre sería un verdadero laberinto, pues, mientras Angelina Beloff esperaba un hijo suyo, conoce a otra rusa, Marevna Vorobev con quien mantendría una relación bastante tormentosa.
A los pocos años acaba distanciándose del cubismo, puesto que no servía para expresar sus impulsos y su idea de que la pintura debería llegar y ser comprendida por la mayoría de la población. Todo esto quedaba bajo la influencia del crítico de arte Elie Faure, quien afirmaba que los artistas debían contribuir al avance de la sociedad pintando cuadros que sirvieran para difundir el socialismo.
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Puesto que su periplo europeo se acababa, decide volver a su país en 1921, dejando atrás Angelina Beloff, a Marevna Vorobev y a su pequeña hija Marika. De regreso a su tierra, los motivos de su obra se encaminan hacia temas que enlacen con las tradiciones del pueblo, los campesinos, los trabajadores, las fiestas con raigambre popular… tomando como modelos las figuras que podían contemplarse en los monumentos mayas y aztecas, que eran la referencia de los pueblos precolombinos.
Como ejemplo del nuevo rumbo que adquiere su obra pictórica, puede servirnos el cuadro que lleva por título El día de las flores. En él se recogen figuras de mujeres campesinas mejicanas que siguen la tradición floral del Viernes de Dolores en el Canal de Santa Anita.
Su vuelta a Méjico fue acogida con gran entusiasmo por los miembros del nuevo Gobierno, pues podían contar con Rivera para llevar a cabo la realización de murales en los nuevos edificios proyectados.
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En la capilla de la Universidad Autónoma de Chapingo proyecta y crea un conjunto de murales titulado La tierra liberada con las fuerzas naturales controladas por el hombre. Es el comienzo de una fértil tarea que le hará conocido más allá de las fronteras mejicanas.
Pero lo más sorprendente de esta obra resulta ser la exaltación que lleva a cabo de la naturaleza y de las figuras masculinas y femeninas. Estas últimas como los grandes protagonistas de la transformación que se produce en la propia naturaleza y en la sociedad con el trabajo de ambas.
En los murales de la capilla no hay ninguna alusión religiosa cristiana; en todo caso, la idea de Rivera se acerca más hacia una visión panteísta del mundo que rodea al ser humano.
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Entrar en los edificios administrativos de la Universidad Autónoma de Chapingo es continuar contemplando el amplio número de murales que Diego Rivera realizaría para esta universidad.
El titulado como Reparto de la tierra es un fresco realizado en uno de los muros del edificio de administración. La temática refleja uno de los objetivos de los revolucionarios mejicanos como Emiliano Zapata y Pancho Villa: la reforma agraria que pusiera en manos de los campesinos las tierras que trabajaban.
Tampoco hubiera sido lógico no haber entrado en el mundo de Diego Rivera, porque él y David Alfaro Siqueiros, ambos mejicanos, representan la cumbre en el siglo veinte de una de las corrientes pictóricas como es la pintura de mural. Resulta curioso unir ambos nombres, porque ambos también eran comunistas, pero mientras el primero era seguidor del “proscrito” León Trotsky el segundo lo sería de Iosif Stalin, que como todos sabemos condujo los destinos de la Unión Soviética durante tres décadas.
Y es que José Diego María Rivera, tal era su nombre, nacido el 13 de diciembre de 1886 en Guanajuato, vino al mundo con una imaginación desbordante; quizá para suplir la ausencia de su hermano gemelo, José Carlos, que fallecería al año y medio de edad.
Su desbordada fantasía fue motivo para que, durante años, la admiración que sentía por Emiliano Zapata, ese líder campesino nacido siete años antes que él, diera lugar a que relatara que durante sus años jóvenes estuvo luchando en las montañas de Morelos al lado del mismísimo revolucionario que llevaba adelante las guerrilla de ese Estado mejicano contra la dictadura de Porfirio Díaz.
La verdad es que con el paso del tiempo no hubiera sido necesario echar mano de tanta imaginación, pues su vida misma fue una auténtica aventura, tal como podremos comprobar.
Desde muy temprano se inclina por el dibujo y la pintura, que serían dos de sus grandes pasiones a lo largo de su existencia. Esto dio lugar a que su padre aceptara su ingreso en la Academia del Arte de San Carlos, donde recibe una sólida formación en el campo de las artes plásticas, destacándose por su amor hacia el paisaje mejicano.
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Como ejemplo de la pintura de estos años, traigo su lienzo titulado La era, en el que aparece un campesino con una yunta de caballos, teniendo como fondo una vasta llanura, cargada de los tonos dorados de las tierras, y al pie del volcán Popocatepetl.
Por entonces, participa en distintos concursos para dar a conocer su obra. El reconocimiento finalmente le llega en forma de beca para estudiar y formarse en Europa durante cuatro años.
En 1907, con veintiún años, midiendo más de un metro ochenta y con ciento veinte kilos de peso, llega a nuestro país. Durante su estancia, estudia y copia las obras de los grandes maestros de El Prado, especialmente las de El Greco, Velázquez, Brueghel y El Bosco.
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De aquella época es la obra Los viejos también conocida como En las afueras de Toledo. En ella, se aprecia claramente la influencia del Greco, en particular por el alargamiento de las figuras y su característico sentido del espacio.
Dos años más tarde se traslada a París, lugar en el que conoce a la joven pintora rusa Angelina Beloff, quien se convertiría en su pareja de hecho. Entabla relación con artistas de la talla de Pablo Picasso, Georges Braque o Amadeo Modigliani. Su admiración por Picasso, no solo en el campo pictórico, era tal que a los amigos solía decir: “Nunca he creído en Dios, pero creo en Picasso”.
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La influencia de Picasso y del cubismo, la corriente artística de la que era uno de los grandes promotores, puede apreciarse en este lienzo titulado Paisaje zapatista. La guerrilla. El título, como puede deducirse, guarda relación con la revolución que Emiliano Zapata encabezaba por aquellos años en Méjico.
Su bagaje pictórico, paso a paso, iba enriqueciéndose. Sin embargo, la vida amorosa de Diego Rivera siempre sería un verdadero laberinto, pues, mientras Angelina Beloff esperaba un hijo suyo, conoce a otra rusa, Marevna Vorobev con quien mantendría una relación bastante tormentosa.
A los pocos años acaba distanciándose del cubismo, puesto que no servía para expresar sus impulsos y su idea de que la pintura debería llegar y ser comprendida por la mayoría de la población. Todo esto quedaba bajo la influencia del crítico de arte Elie Faure, quien afirmaba que los artistas debían contribuir al avance de la sociedad pintando cuadros que sirvieran para difundir el socialismo.
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Puesto que su periplo europeo se acababa, decide volver a su país en 1921, dejando atrás Angelina Beloff, a Marevna Vorobev y a su pequeña hija Marika. De regreso a su tierra, los motivos de su obra se encaminan hacia temas que enlacen con las tradiciones del pueblo, los campesinos, los trabajadores, las fiestas con raigambre popular… tomando como modelos las figuras que podían contemplarse en los monumentos mayas y aztecas, que eran la referencia de los pueblos precolombinos.
Como ejemplo del nuevo rumbo que adquiere su obra pictórica, puede servirnos el cuadro que lleva por título El día de las flores. En él se recogen figuras de mujeres campesinas mejicanas que siguen la tradición floral del Viernes de Dolores en el Canal de Santa Anita.
Su vuelta a Méjico fue acogida con gran entusiasmo por los miembros del nuevo Gobierno, pues podían contar con Rivera para llevar a cabo la realización de murales en los nuevos edificios proyectados.
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En la capilla de la Universidad Autónoma de Chapingo proyecta y crea un conjunto de murales titulado La tierra liberada con las fuerzas naturales controladas por el hombre. Es el comienzo de una fértil tarea que le hará conocido más allá de las fronteras mejicanas.
Pero lo más sorprendente de esta obra resulta ser la exaltación que lleva a cabo de la naturaleza y de las figuras masculinas y femeninas. Estas últimas como los grandes protagonistas de la transformación que se produce en la propia naturaleza y en la sociedad con el trabajo de ambas.
En los murales de la capilla no hay ninguna alusión religiosa cristiana; en todo caso, la idea de Rivera se acerca más hacia una visión panteísta del mundo que rodea al ser humano.
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Entrar en los edificios administrativos de la Universidad Autónoma de Chapingo es continuar contemplando el amplio número de murales que Diego Rivera realizaría para esta universidad.
El titulado como Reparto de la tierra es un fresco realizado en uno de los muros del edificio de administración. La temática refleja uno de los objetivos de los revolucionarios mejicanos como Emiliano Zapata y Pancho Villa: la reforma agraria que pusiera en manos de los campesinos las tierras que trabajaban.
AURELIANO SÁINZ