Uno de los temas que predominó en Occidente a lo largo de los siglos fue la pintura de tipo religioso y la basada en relatos bíblicos, por lo que, en ocasiones, podíamos encontrarnos con lienzos que hacían alusión a personajes citados en el Antiguo Testamento y que contenían escenas con una gran carga de violencia. Era una violencia que, en gran medida, venía descrita desde el punto de vista narrativo y que los pintores la trasladaban a sus cuadros, normalmente con unos protagonistas que, curiosamente, vestían los ropajes de la propia época en la que se realizaba el cuadro.
Dentro de las numerosas obras de pintura clásica que podemos contemplar en los museos y galerías, hay una que me parece la más estremecedora de todas las que conozco y que merece estar en la cumbre de esta serie de “Arte y Horror”. Se trata de Judith decapitando a Holofernes que realizaría la pintora del Renacimiento italiano Artemisia Gentileschi.
Pero antes de analizar esta obra, conviene que conozcamos algo de la biografía de su autora que, sorprendentemente, es de los pocos personajes femeninos reconocidos dentro del campo de la pintura hasta que llegamos al siglo veinte, en el que sí aparecen nombres de mujer dentro del mundo de las artes plásticas.
Artemisia Gentileschi (1587-1654) fue hija del pintor romano Orazio Gentileschi, uno de los destacados seguidores de la obra y la estética de Caravaggio, con quien mantenía una estrecha relación de amistad.
A escasa edad, Artemisia acompaña a su padre al taller de pintura, por el interés que este mundo despierta tempranamente en los ojos de la niña.
No es de extrañar, pues, que de un trabajo suyo de juventud titulado Susana y los viejos, en el que despliega un enorme talento, muchos críticos, sin que tuvieran razón, sospecharan y apuntaran que fue ayudada por su padre para finalizarla. Y es que con solo diecisiete años nos plasma una obra de gran realismo y asombrosa belleza en la que la figura femenina adquiere el protagonismo que recorrería a lo largo de su producción.
Puesto que Artemisia destacaba entre sus hermanos en el campo de la pintura, su padre termina admitiéndola en su taller para que desarrollara su gran creatividad. Conviene apuntar que por entonces era inconcebible que una mujer se dedicara a las artes plásticas; sin embargo, encontró en su padre un firme apoyo en sus dotes pictóricas.
Teniendo en cuenta que el acceso a las academias profesionales de Bellas Artes estaba reservado para un mundo exclusivamente masculino, su padre le puso a Agostino Tassi como preceptor privado, dado que este pintor estaba trabajando con él en la decoración del Casino de la Rosa de uno de los palacios de Roma.
Pero lo que no podía prever el padre de Artemisia es que su preceptor violara a su hija en 1612, cuando ella contaba veinticinco años. Este hecho fue conocido y llevado al tribunal papal. Agostino Tassi entonces prometió casarse con Artemisia, pero después se desdijo, dado que estaba ya casado.
En el juicio se pudo comprobar que Tassi había planeado matar a su esposa; que había cometido incesto con su cuñada; que había intentado robar pinturas de Orazio Gentileschi…
A lo largo del proceso, Artemisia fue expuesta a pruebas crueles para comprobarse que decía la verdad: se la sometió a un humillante examen ginecológico y se la torturó utilizando un instrumento con el que se apretaba progresivamente unas cuerdas colocadas en torno a los dedos hasta que el dolor se le hacía insoportable. Con ello se consideraba que si decía lo mismo bajo tortura era que la historia que contaba debía ser cierta.
Un mes después de acabar el juicio, Artemisia se casa con el modesto pintor florentino Pietro Antonio Stiattesi. Este fue un matrimonio apañado por su padre para restituirle el estatus de honorabilidad que había perdido al ser violada.
Tras lo expuesto, podemos entender que el odio que acumuló Artemisia tuviera que ser, de un modo u otro, plasmado en algunos de sus lienzos. Y la salida de este profundo rencor lo encontró en un tema que aparece narrado en la Biblia: la decapitación de Holofernes por la bella Judith.
En uno de los textos bíblicos se cuenta la historia en la que el pueblo judío que habitaba la ciudad de Bethulia fue cercado por el ejército asirio mandado por el general Holofernes (aunque los historiadores apuntan que tendría que ser el ejército babilónico), buscando la rendición de la población al haberles sido cortado el suministro de agua.
Judith, una viuda de gran belleza, acude con su criada al campamento de Holofernes, haciéndoles creer que se encontraba de parte de las tropas que cercaban Bethulia, e indicando que el pueblo judío estaba siendo castigado por alejarse de las leyes de Dios.
Una vez que se gana la confianza de las tropas, logra acceder a Holofernes, al que seduce tras varias charlas mantenidas. Este, prendado de la belleza de Judith, una noche la invitó a su tienda a cenar. Cuando se dio cuenta que el general había bebido suficientemente para emborracharse y caer dormido bajo los efectos del alcohol, Judith, ayudada de su acompañante, le cortó la cabeza al general, logrando llevarla a la ciudad judía sitiada.
Este relato bíblico sirvió a Artemisia para pintar, en 1618, el cuadro que lleva por título Judith y su doncella. Pero unos años antes de este gran lienzo, en 1614, había comenzado una obra que la ocupó a lo largo de cuatro años, plasmando en ella todo su odio y deseo de venganza.
Cualquiera que visite la hermosa ciudad de Florencia no debería dejar de acudir a la Galería de los Uffizi. Allí puede contemplar el cuadro más conocido de Artemisia Gentileschi titulado Judith decapitando a Holofernes, en el que nos presenta a Judith en el momento en el que, con una espada (en el anterior aparece con una cimitarra), cortar la cabeza del general que asediaba a su ciudad.
Como si fuera un animal al que se le secciona la cabeza, salen chorros de sangre salpicando por todos lados y alcanzando a la autora del magnicidio. Esta, ayudada por su doncella, muestra en su rostro un cúmulo de despecho, odio y repugnancia acumulado ante el personaje que, desnudo y cubierto solo por las sábanas, se despierta sintiendo cómo la espada le está segando el cuello.
Para reforzar el espanto que provoca la escena, Artemisia sigue la técnica del claroscuro que por aquellos años había impuesto Caravaggio y que tantos seguidores tuvo. En este caso, un foco de luz, que nace del lado izquierdo, ilumina a los tres personajes, aunque la parte más clareada del cuadro es precisamente el centro del mismo en el que se encuentra ubicada la cabeza y le brazo izquierdo de Holofernes.
Siglos más tarde a la realización de esta obra nació una disciplina fundada por Sigmund Freud: el psicoanálisis. A partir de ella, se han interpretado los deseos ocultos de venganza de Artemisia Gentileschi por todo lo sufrido, fuera por la violación como por el juicio humillante al que fue sometida.
Así, dos mujeres, Judith y su doncella, se vengan de la crueldad y misoginia de los hombres cortándole la cabeza a un general poderoso. Esta es la interpretación psicoanalítica que se ha dado del significado de esta obra que, como he apuntado, aúnan la belleza plástica con el horror de la decapitación.
Dentro de las numerosas obras de pintura clásica que podemos contemplar en los museos y galerías, hay una que me parece la más estremecedora de todas las que conozco y que merece estar en la cumbre de esta serie de “Arte y Horror”. Se trata de Judith decapitando a Holofernes que realizaría la pintora del Renacimiento italiano Artemisia Gentileschi.
Pero antes de analizar esta obra, conviene que conozcamos algo de la biografía de su autora que, sorprendentemente, es de los pocos personajes femeninos reconocidos dentro del campo de la pintura hasta que llegamos al siglo veinte, en el que sí aparecen nombres de mujer dentro del mundo de las artes plásticas.
Artemisia Gentileschi (1587-1654) fue hija del pintor romano Orazio Gentileschi, uno de los destacados seguidores de la obra y la estética de Caravaggio, con quien mantenía una estrecha relación de amistad.
A escasa edad, Artemisia acompaña a su padre al taller de pintura, por el interés que este mundo despierta tempranamente en los ojos de la niña.
No es de extrañar, pues, que de un trabajo suyo de juventud titulado Susana y los viejos, en el que despliega un enorme talento, muchos críticos, sin que tuvieran razón, sospecharan y apuntaran que fue ayudada por su padre para finalizarla. Y es que con solo diecisiete años nos plasma una obra de gran realismo y asombrosa belleza en la que la figura femenina adquiere el protagonismo que recorrería a lo largo de su producción.
Puesto que Artemisia destacaba entre sus hermanos en el campo de la pintura, su padre termina admitiéndola en su taller para que desarrollara su gran creatividad. Conviene apuntar que por entonces era inconcebible que una mujer se dedicara a las artes plásticas; sin embargo, encontró en su padre un firme apoyo en sus dotes pictóricas.
Teniendo en cuenta que el acceso a las academias profesionales de Bellas Artes estaba reservado para un mundo exclusivamente masculino, su padre le puso a Agostino Tassi como preceptor privado, dado que este pintor estaba trabajando con él en la decoración del Casino de la Rosa de uno de los palacios de Roma.
Pero lo que no podía prever el padre de Artemisia es que su preceptor violara a su hija en 1612, cuando ella contaba veinticinco años. Este hecho fue conocido y llevado al tribunal papal. Agostino Tassi entonces prometió casarse con Artemisia, pero después se desdijo, dado que estaba ya casado.
En el juicio se pudo comprobar que Tassi había planeado matar a su esposa; que había cometido incesto con su cuñada; que había intentado robar pinturas de Orazio Gentileschi…
A lo largo del proceso, Artemisia fue expuesta a pruebas crueles para comprobarse que decía la verdad: se la sometió a un humillante examen ginecológico y se la torturó utilizando un instrumento con el que se apretaba progresivamente unas cuerdas colocadas en torno a los dedos hasta que el dolor se le hacía insoportable. Con ello se consideraba que si decía lo mismo bajo tortura era que la historia que contaba debía ser cierta.
Un mes después de acabar el juicio, Artemisia se casa con el modesto pintor florentino Pietro Antonio Stiattesi. Este fue un matrimonio apañado por su padre para restituirle el estatus de honorabilidad que había perdido al ser violada.
Tras lo expuesto, podemos entender que el odio que acumuló Artemisia tuviera que ser, de un modo u otro, plasmado en algunos de sus lienzos. Y la salida de este profundo rencor lo encontró en un tema que aparece narrado en la Biblia: la decapitación de Holofernes por la bella Judith.
En uno de los textos bíblicos se cuenta la historia en la que el pueblo judío que habitaba la ciudad de Bethulia fue cercado por el ejército asirio mandado por el general Holofernes (aunque los historiadores apuntan que tendría que ser el ejército babilónico), buscando la rendición de la población al haberles sido cortado el suministro de agua.
Judith, una viuda de gran belleza, acude con su criada al campamento de Holofernes, haciéndoles creer que se encontraba de parte de las tropas que cercaban Bethulia, e indicando que el pueblo judío estaba siendo castigado por alejarse de las leyes de Dios.
Una vez que se gana la confianza de las tropas, logra acceder a Holofernes, al que seduce tras varias charlas mantenidas. Este, prendado de la belleza de Judith, una noche la invitó a su tienda a cenar. Cuando se dio cuenta que el general había bebido suficientemente para emborracharse y caer dormido bajo los efectos del alcohol, Judith, ayudada de su acompañante, le cortó la cabeza al general, logrando llevarla a la ciudad judía sitiada.
Este relato bíblico sirvió a Artemisia para pintar, en 1618, el cuadro que lleva por título Judith y su doncella. Pero unos años antes de este gran lienzo, en 1614, había comenzado una obra que la ocupó a lo largo de cuatro años, plasmando en ella todo su odio y deseo de venganza.
Cualquiera que visite la hermosa ciudad de Florencia no debería dejar de acudir a la Galería de los Uffizi. Allí puede contemplar el cuadro más conocido de Artemisia Gentileschi titulado Judith decapitando a Holofernes, en el que nos presenta a Judith en el momento en el que, con una espada (en el anterior aparece con una cimitarra), cortar la cabeza del general que asediaba a su ciudad.
Como si fuera un animal al que se le secciona la cabeza, salen chorros de sangre salpicando por todos lados y alcanzando a la autora del magnicidio. Esta, ayudada por su doncella, muestra en su rostro un cúmulo de despecho, odio y repugnancia acumulado ante el personaje que, desnudo y cubierto solo por las sábanas, se despierta sintiendo cómo la espada le está segando el cuello.
Para reforzar el espanto que provoca la escena, Artemisia sigue la técnica del claroscuro que por aquellos años había impuesto Caravaggio y que tantos seguidores tuvo. En este caso, un foco de luz, que nace del lado izquierdo, ilumina a los tres personajes, aunque la parte más clareada del cuadro es precisamente el centro del mismo en el que se encuentra ubicada la cabeza y le brazo izquierdo de Holofernes.
Siglos más tarde a la realización de esta obra nació una disciplina fundada por Sigmund Freud: el psicoanálisis. A partir de ella, se han interpretado los deseos ocultos de venganza de Artemisia Gentileschi por todo lo sufrido, fuera por la violación como por el juicio humillante al que fue sometida.
Así, dos mujeres, Judith y su doncella, se vengan de la crueldad y misoginia de los hombres cortándole la cabeza a un general poderoso. Esta es la interpretación psicoanalítica que se ha dado del significado de esta obra que, como he apuntado, aúnan la belleza plástica con el horror de la decapitación.
AURELIANO SÁINZ