Siempre que se habla de un genio que abarcó amplias ramas del saber humano, inevitablemente sale a colación el nombre del florentino Leonardo da Vinci. Y apunto de lo florentino, pues, como su apelativo nos indica, nació en 1452 en Vinci; lo cierto que esta localidad pertenecía a la República de Florencia. Aunque es universalmente conocido por “La Gioconda”, quizás la pintura más famosa de todos los tiempos (no entro a valorar y a comparar con otras como ‘Las Meninas’ de Velázquez, “El Guernica” de Picasso o ‘El grito’ de Munch, pues el debate se eternizaría), sus obras abarcaron no solo la pintura, sino que también se le conoce por sus trabajos como arquitecto, anatomista, botánico, ingeniero, músico, inventor, etcétera.
Un largo etcétera que alcanza también al ámbito de la filosofía. Aunque en este campo habría que indicar que de él lo que se conoce es un conjunto extenso de aforismos que han llegado hasta nuestros días. Bien es cierto que su obra escrita abarca otros temas como son los de ciencias naturales, de anatomía e, incluso, de cocina.
La de pensamiento se ha ido editando a lo largo de los años, recogiéndose bajo el título de Aforismos, es decir, textos breves acerca de temas tan diversos como son teodicea (o teología fundada sobre los principios de la razón), psicología, moral, ciencia, naturaleza, geología, astronomía… y, por supuesto, reflexiones sobre el arte y la estética.
Puesto que realizar una selección de los 736 aforismos y textos breves de los que se compone la recopilación de sus escritos nos llevaría a una especie de puzle, creo que lo más razonable es hacerlo de aquello por lo que es más conocido: el arte.
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Así pues, he seleccionado un conjunto de máximas en las que el genio florentino comienza quejándose del poco reconocimiento que hay hacia las artes plásticas, y, de modo más concreto, hacia la pintura; mientras que, según su criterio, la literatura y la poesía eran excesivamente valoradas en su época.
En cierto modo esto es comprensible, pues, antes de que él naciera, brillaron con esplendor y méritos propios dos inmensos poetas italianos: Dante Alighieri (1265-1321) y Francesco Petrarca (1304-1374), nacidos en Florencia y en Arezzo, respectivamente.
Para mantener un cierto rigor en las citas, los aforismos seleccionados aparecen con la misma numeración que en la obra consultada. Por otro lado, intercalaré pinturas y dibujos del genio del Renacimiento italiano, comenzando por un dibujo muy conocido, ‘El Hombre de Vitrubio’, en el que nos muestra al cuerpo humano como centro de las dos formas geométricas fundamentales: el círculo y el cuadrado.
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Tal como he apuntado, Leonardo comienza los aforismos referidos a la pintura quejándose de la relegación en la que se la sitúa con respecto a las denominadas artes liberales, al tiempo que manifiesta el desconocimiento que se tiene de las reglas de la misma.
309. “Con razón la pintura se duele de ser excluida del número de las artes liberales, siendo, como es, verdadera hija de la naturaleza, y operando por medio del ojo, que es el más digno de los sentidos”.
310. “Injustamente, pues, ¡oh escritores!, la habéis dejado fuera del conjunto de dichas artes liberales, desde que ella no solo se aplica a las obras de la naturaleza, sino que realiza infinidad de otras que la naturaleza no creó jamás”.
311. “Y es porque los escritores no se han percatado de la ciencia de la pintura, ni han sabido describir los grados y las partes que la constituyen –pues la obra artística no se traduce en palabras-, que, en su ignorancia, la han relegado a un rango inferior al de las ciencias, lo cual no alcanza a privarla de su divino carácter”.
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El genio florentino habla del ‘divino carácter’ de la pintura. No sé si lo hacía de manera metafórica o como algo que consideraba que emanaba de ciertos atributos de la divinidad. Lo cierto es que su Mona Lisa, de la que presentamos un fragmento, nos remite a una de las obras más grandiosas que salen de las manos y de los pinceles de un ser humano.
315. “El fin de la pintura es comunicable a todas las generaciones del universo, pues depende de la facultad de la vista, y de las impresiones de la visión pasan al cerebro sin utilizar el oído”.
316. “Ella no necesita, por consiguiente, de intérpretes de diversas lenguas, como la literatura; y satisface de inmediato al espíritu humano, a semejanza de las cosas que produce la naturaleza”.
321. “El ojo, que llaman ventana del alma, es la vía principal por donde el centro de los sentidos, o común sentido, puede contemplar más ampliamente las infinitas y magníficas obras de la naturaleza; el oído es el segundo sentido, el cual se ennoblece escuchando el relato de las cosas que el ojo ha visto”.
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Los retratos de personajes femeninos ocuparon gran parte de la obra de Leonardo da Vinci, como puede apreciarse en este bello rostro de una mujer de medio perfil sosteniendo delicadamente un armiño.
Por otro lado, estamos de acuerdo con Leonardo en el sentido de que la pintura tiene un valor universal, y que, a diferencia de la literatura, es comprendida a través del sentido de la vista, sin necesidad de ser traducida a palabras. De todos modos, en la actualidad, no hay controversia entre la pintura y la literatura, pues ambas son creaciones humanas que no compiten entre sí.
336. “¿Quién no preferirá perder el oído, el olfato y el tacto antes que la vista? Porque el que pierde la vista es como un hombre desterrado del mundo, puesto que ya no puede verlo ni ver cosa alguna; y una vida semejante es hermana de la muerte”.
338. “¿Qué poeta, con sus palabras, reproducirá para ti amante, la exacta efigie de tu ideal, con tanta verdad como el pintor? ¿Quién te mostrará los paisajes de los ríos, bosques, valles y campiñas, donde pasaron tus días más felices, si no es el pintor?”.
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350. “¿Qué te mueve, hombre, a abandonar tus habitaciones de la ciudad, a dejar parientes y amigos, a recorrer lugares campestres atravesando montes y valles, si no es la belleza natural del mundo, la que, pensándolo bien, solo puedes gozar con el sentido de la vista?”.
354. “No hay parte alguna de la astrología que no dependa de los rayos visuales y de la perspectiva, hija de la pintura, porque es el pintor quién engendró la perspectiva por necesidad de su arte. Esta perspectiva enseña a trazar las líneas que limitan las figuras todas de los diversos cuerpos creados por la naturaleza. Sin ella, la ciencia de la geometría no existiría”.
Tiene razón Leonardo cuando nos dice que la representación de la perspectiva y sus reglas fue uno de los grandes descubrimientos que llevaron a cabo los pintores renacentistas, entre los que se encontraba él mismo, ya que la aplicó tanto a sus cuadros al óleo como a los dibujos y grabados que nos legó.
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La insistencia de Leonardo en explicar la superioridad de la pintura sobre la poesía, y del sentido de la vista sobre el del oído, le lleva a escribir este breve relato en dos fragmentos que, en realidad, es una anécdota con escaso valor. Lo cierto es que a lo largo de los aforismos dedicados a la pintura no deja de estar obsesionado acerca de la superioridad que se le concedía a la poesía sobre la pintura.
360. “Cuentan que un día del natalicio del rey Matías, cierto poeta le ofreció una obra suya que celebraba la fecha memorable en que, para bien del mundo, había nacido el ilustre monarca; y agrega la tradición que un retrato de su amada le fue presentado en el mismo acto por un artista que lo había pintado para tal fin. El rey, apenas tuvo en sus manos la pintura, sin hacer caso del libro, fijó en ella sus ojos con gran admiración”.
361. “El poeta entonces, fuertemente indignado, dijo: ‘¡Oh rey, lee, lee, y percibirás algo de mayor sustancia que la muda pintura!’. Pero el rey, oyéndose reprochar su atención a cosas mudas, le replicó: ‘Calla, oh poeta, que no sabes lo que dices; esta pintura apela a un sentido más noble que tu libro, que es bueno para los ciegos. Dame algo que pueda ver y tocar, y no solamente oír, y no me censures porque he puesto la obra tuya bajo mis codos mientras sostengo la pintura con ambas manos frente a mi ojos”.
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No sé si Leonardo da Vinci fue consciente de que siete años antes de que él naciera lo había hecho otro florentino, Sandro Filipepi, más tarde conocido como Sandro Botticelli, y que juntos lograrían que la pintura comenzara a ser, junto a la arquitectura, el gran arte del Renacimiento italiano.
Es posible que no imaginara que sus obras “La Gioconda” y “La Santa Cena” o las de Botticelli, “El nacimiento de Venus” y “La alegoría de la primavera”, lograrían colocar a la pintura en la cima de las que él denominaba como artes liberales y que, por entonces, carecía de ese reconocimiento. De ahí esa queja constante en sus escritos.
Un largo etcétera que alcanza también al ámbito de la filosofía. Aunque en este campo habría que indicar que de él lo que se conoce es un conjunto extenso de aforismos que han llegado hasta nuestros días. Bien es cierto que su obra escrita abarca otros temas como son los de ciencias naturales, de anatomía e, incluso, de cocina.
La de pensamiento se ha ido editando a lo largo de los años, recogiéndose bajo el título de Aforismos, es decir, textos breves acerca de temas tan diversos como son teodicea (o teología fundada sobre los principios de la razón), psicología, moral, ciencia, naturaleza, geología, astronomía… y, por supuesto, reflexiones sobre el arte y la estética.
Puesto que realizar una selección de los 736 aforismos y textos breves de los que se compone la recopilación de sus escritos nos llevaría a una especie de puzle, creo que lo más razonable es hacerlo de aquello por lo que es más conocido: el arte.
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Así pues, he seleccionado un conjunto de máximas en las que el genio florentino comienza quejándose del poco reconocimiento que hay hacia las artes plásticas, y, de modo más concreto, hacia la pintura; mientras que, según su criterio, la literatura y la poesía eran excesivamente valoradas en su época.
En cierto modo esto es comprensible, pues, antes de que él naciera, brillaron con esplendor y méritos propios dos inmensos poetas italianos: Dante Alighieri (1265-1321) y Francesco Petrarca (1304-1374), nacidos en Florencia y en Arezzo, respectivamente.
Para mantener un cierto rigor en las citas, los aforismos seleccionados aparecen con la misma numeración que en la obra consultada. Por otro lado, intercalaré pinturas y dibujos del genio del Renacimiento italiano, comenzando por un dibujo muy conocido, ‘El Hombre de Vitrubio’, en el que nos muestra al cuerpo humano como centro de las dos formas geométricas fundamentales: el círculo y el cuadrado.
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Tal como he apuntado, Leonardo comienza los aforismos referidos a la pintura quejándose de la relegación en la que se la sitúa con respecto a las denominadas artes liberales, al tiempo que manifiesta el desconocimiento que se tiene de las reglas de la misma.
309. “Con razón la pintura se duele de ser excluida del número de las artes liberales, siendo, como es, verdadera hija de la naturaleza, y operando por medio del ojo, que es el más digno de los sentidos”.
310. “Injustamente, pues, ¡oh escritores!, la habéis dejado fuera del conjunto de dichas artes liberales, desde que ella no solo se aplica a las obras de la naturaleza, sino que realiza infinidad de otras que la naturaleza no creó jamás”.
311. “Y es porque los escritores no se han percatado de la ciencia de la pintura, ni han sabido describir los grados y las partes que la constituyen –pues la obra artística no se traduce en palabras-, que, en su ignorancia, la han relegado a un rango inferior al de las ciencias, lo cual no alcanza a privarla de su divino carácter”.
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El genio florentino habla del ‘divino carácter’ de la pintura. No sé si lo hacía de manera metafórica o como algo que consideraba que emanaba de ciertos atributos de la divinidad. Lo cierto es que su Mona Lisa, de la que presentamos un fragmento, nos remite a una de las obras más grandiosas que salen de las manos y de los pinceles de un ser humano.
315. “El fin de la pintura es comunicable a todas las generaciones del universo, pues depende de la facultad de la vista, y de las impresiones de la visión pasan al cerebro sin utilizar el oído”.
316. “Ella no necesita, por consiguiente, de intérpretes de diversas lenguas, como la literatura; y satisface de inmediato al espíritu humano, a semejanza de las cosas que produce la naturaleza”.
321. “El ojo, que llaman ventana del alma, es la vía principal por donde el centro de los sentidos, o común sentido, puede contemplar más ampliamente las infinitas y magníficas obras de la naturaleza; el oído es el segundo sentido, el cual se ennoblece escuchando el relato de las cosas que el ojo ha visto”.
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Los retratos de personajes femeninos ocuparon gran parte de la obra de Leonardo da Vinci, como puede apreciarse en este bello rostro de una mujer de medio perfil sosteniendo delicadamente un armiño.
Por otro lado, estamos de acuerdo con Leonardo en el sentido de que la pintura tiene un valor universal, y que, a diferencia de la literatura, es comprendida a través del sentido de la vista, sin necesidad de ser traducida a palabras. De todos modos, en la actualidad, no hay controversia entre la pintura y la literatura, pues ambas son creaciones humanas que no compiten entre sí.
336. “¿Quién no preferirá perder el oído, el olfato y el tacto antes que la vista? Porque el que pierde la vista es como un hombre desterrado del mundo, puesto que ya no puede verlo ni ver cosa alguna; y una vida semejante es hermana de la muerte”.
338. “¿Qué poeta, con sus palabras, reproducirá para ti amante, la exacta efigie de tu ideal, con tanta verdad como el pintor? ¿Quién te mostrará los paisajes de los ríos, bosques, valles y campiñas, donde pasaron tus días más felices, si no es el pintor?”.
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350. “¿Qué te mueve, hombre, a abandonar tus habitaciones de la ciudad, a dejar parientes y amigos, a recorrer lugares campestres atravesando montes y valles, si no es la belleza natural del mundo, la que, pensándolo bien, solo puedes gozar con el sentido de la vista?”.
354. “No hay parte alguna de la astrología que no dependa de los rayos visuales y de la perspectiva, hija de la pintura, porque es el pintor quién engendró la perspectiva por necesidad de su arte. Esta perspectiva enseña a trazar las líneas que limitan las figuras todas de los diversos cuerpos creados por la naturaleza. Sin ella, la ciencia de la geometría no existiría”.
Tiene razón Leonardo cuando nos dice que la representación de la perspectiva y sus reglas fue uno de los grandes descubrimientos que llevaron a cabo los pintores renacentistas, entre los que se encontraba él mismo, ya que la aplicó tanto a sus cuadros al óleo como a los dibujos y grabados que nos legó.
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La insistencia de Leonardo en explicar la superioridad de la pintura sobre la poesía, y del sentido de la vista sobre el del oído, le lleva a escribir este breve relato en dos fragmentos que, en realidad, es una anécdota con escaso valor. Lo cierto es que a lo largo de los aforismos dedicados a la pintura no deja de estar obsesionado acerca de la superioridad que se le concedía a la poesía sobre la pintura.
360. “Cuentan que un día del natalicio del rey Matías, cierto poeta le ofreció una obra suya que celebraba la fecha memorable en que, para bien del mundo, había nacido el ilustre monarca; y agrega la tradición que un retrato de su amada le fue presentado en el mismo acto por un artista que lo había pintado para tal fin. El rey, apenas tuvo en sus manos la pintura, sin hacer caso del libro, fijó en ella sus ojos con gran admiración”.
361. “El poeta entonces, fuertemente indignado, dijo: ‘¡Oh rey, lee, lee, y percibirás algo de mayor sustancia que la muda pintura!’. Pero el rey, oyéndose reprochar su atención a cosas mudas, le replicó: ‘Calla, oh poeta, que no sabes lo que dices; esta pintura apela a un sentido más noble que tu libro, que es bueno para los ciegos. Dame algo que pueda ver y tocar, y no solamente oír, y no me censures porque he puesto la obra tuya bajo mis codos mientras sostengo la pintura con ambas manos frente a mi ojos”.
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No sé si Leonardo da Vinci fue consciente de que siete años antes de que él naciera lo había hecho otro florentino, Sandro Filipepi, más tarde conocido como Sandro Botticelli, y que juntos lograrían que la pintura comenzara a ser, junto a la arquitectura, el gran arte del Renacimiento italiano.
Es posible que no imaginara que sus obras “La Gioconda” y “La Santa Cena” o las de Botticelli, “El nacimiento de Venus” y “La alegoría de la primavera”, lograrían colocar a la pintura en la cima de las que él denominaba como artes liberales y que, por entonces, carecía de ese reconocimiento. De ahí esa queja constante en sus escritos.
AURELIANO SÁINZ