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María Jesús Sánchez | Sensible

A veces me desconecto, o mejor dicho, huyo y me refugio en el hueco de un árbol donde tengo una casita muy pequeña que tiene chimenea y una cama calentita que es un cáscara de nuez rellena de finó algodón. Cuando el mundo me duele me vuelvo pequeñita. La realidad es demasiado dura para mi infinita sensibilidad. Las noticias son sucesos, solo ocurren catástrofes. Hay gente que tras la bandera de la vida eterna pierden sus días y su tiempo. Yo solo tengo esto, este momento, esta vida, no tengo más, no espero más.



Casi siempre estoy sola. Trabajar en una biblioteca privada te desconecta del mundo, son pocas las personas que vienen a consultar algún libro. Me gusta estar rodeada de personajes más que de personas. Las personas odian y matan, son crueles con el otro, hieren por deporte. No todas, pero sí las que salen en el periódico, en la tele. No quiero volverme una cínica, pero es que no encuentro mi hueco en esta sociedad salvaje de adoradores del poder y el dinero.

Llevo unos días triste y a la defensiva. No salgo de casa sin la guerrera. Había decidido darle vacaciones, pero he tenido que suprimírselas. La guerrera es exigente, fuerte y está siempre alerta. Nada se le escapa. El problema es que no me deja dormir. "Hay que estar en guardia", me dice mientras tensa mi cuello y mi mandíbula. Los tensa hasta el vértigo. Tengo que estar rígida sobre la cuerda para no caer mientras miro a todos lados con el escudo en la mano y la espada en la otra.

Sé que la necesito, sé que ha sido ella la que me ha sacado de los agujeros más negros y me costó mucho tiempo construirla, pero también es ella la que me impide confiar y abrirme. Cada átomo suyo está hecho de batallas perdidas mías, de heridas superficiales que me llegaron hasta el alma y de una inocencia ahogada por la envidia y la maldad superflua.

Canta Mónica Naranjo "Negra por fuera, por dentro color de algodón" y es verdad que la pureza sigue escondida en alguna parte de mi corazón. Esa pureza blandita y suave de niña eterna es la que me invita a esperar lo mejor, a creer en la bondad de los humanos, a soñar con el amor de los cuentos. Es mi gran tesoro, mi brillante más valioso, por eso debe estar escondido.

He aprendido que si eres débil se aprovechan de ti. Poner la otra mejilla trae consigo el abuso de un verdugo, da igual el contexto. Una mirada entornada traza una raya de separación que te protege, una sonrisa dulce y entregada hace que chorreen los dientes de tu enemigo. Hoy estoy así. El mundo es demasiado grande. No me hallo. Tendré que irme a mirar el fuego mientras me mezo abrazada por el fino algodón.

MARÍA JESÚS SÁNCHEZ

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