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Daniel Guerrero | Día del Retrete

Muchos pensaron que se trataba de una inocentada ver que se dedicaba un día al retrete, algo tan vulgar y con tendencia a la suciedad como el inodoro o las antiguas letrinas. Pero era verdad, hace poco más de un mes se celebró el Día Mundial del Retrete y hasta algunos anuncios en la prensa se encargaron de dar la sorpresa a los lectores.



Sin embargo, hay pocas cosas que hayan beneficiado tanto a la humanidad como el simple retrete, ese lugar apartado que ha higienizado la necesidad más contaminante del ser humano. Y qué menos que recordar cuánto le debemos a ese artilugio para mantener la salud y poder vivir más años sin ser presa de infecciones.

Eliminar de manera aséptica nuestros desechos, sean deposiciones o micciones, no es ninguna nimiedad, sino un avance que ha contribuido a impedir plagas y enfermedades que, antes de la utilización de los retretes, asolaban al ser humano.

Basta abrir las páginas de la historia que relatan los estragos de la peste, las fiebres, el cólera, la malaria, el tifus, la polio o la lepra, entre otras, que han diezmado casi hasta la aniquilación a poblaciones enteras de algunos países en el pasado, para darse cuenta de su utilidad y beneficio. Sin embargo, todavía 2.400 millones de personas no cuentan con retretes en condiciones y mil millones hacen sus necesidades al aire libre, según datos de Naciones Unidas.

No siempre son microbios o parásitos del exterior los que nos contagian enfermedades, sino que son agentes de nuestro propio cuerpo que expulsamos con los desechos. En nuestro organismo existen diez veces más bacterias que células propias, lo que representa que del peso de cada persona, un kilo pertenece a estos microscópicos huéspedes.

No todos ellos son patógenos, al menos cuando los transportamos en nuestro interior, sino que nos ayudan a procesar lo que comemos, elaboran productos químicos y ponen en alerta nuestro sistema inmunológico. Pero depositados y acumulados en el exterior constituyen un foco de infección que contribuye a la expansión de contagios y epidemias.

Disponer de un lugar aislado, que evacúe los desechos humanos hacia fosas sépticas o canalizaciones que los transladen hacia instalaciones de depuración, y nos permita, además, antes de abandonarlo, lavarnos las manos, es una de las causas, junto a los antibióticos, que más han contribuido a erradicar enfermedades y a limitar los índices de mortalidad de muchas de ellas, permitiéndonos prácticamente duplicar los años de supervivencia. Y todo, gracias a un simple y vulgar retrete.

Por eso, cada vez que utilice un retrete y abra el grifo para asearse, piense que si perdura usted en este planeta se lo debe, en gran medida, a este artilugio. Dedicar un día para recordar su utilidad no es, pues, ninguna inocentada, sino un merecido homenaje. Pero no olvide tirar de la cisterna.

DANIEL GUERRERO
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