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Pepe Cantillo | Ecología de pequeños gestos

El medio ambiente y la ecología, aunque ya aparecieron como problema en los años setenta, actualmente se plantean desde otra perspectiva. En el futuro se espera que el problema crezca más y que exija darle nuevas soluciones. La polución, la escasez de agua potable, la deforestación por la quema de bosques, la desertización, el deshielo o el calentamiento global piden soluciones globales y una legislación ambiental con compromisos de todos los Estados.



Vivimos en un mundo muy interdependientes unos de otros. Los problemas de unos afectan a los otros (emigración, narcotráfico, deterioro del medio ambiente…), ya que tienen una dimensión global. Por eso, las soluciones deben ser, también, a escala global, porque sin acuerdos internacionales no encontraremos soluciones para ellos.

Este nuevo orden mundial debe estar basado en la justicia, en la solidaridad, en la cooperación y en el interés común. En definitiva, en valores que garanticen los derechos de todos los seres humanos. A problemas globales, soluciones globales.

Habrá que hacer esfuerzos enormes dado el fracaso de algunas reuniones celebradas ya como la Cumbre de Río (Brasil, 1992) y el Protocolo de Kioto (Japón, 1997) donde no se llegó a acuerdos globales y algunos países se descolgaron abiertamente.

Estos días se ha celebrado la Cumbre internacional sobre el calentamiento del Planeta y cómo evitar que dicho calentamiento vaya a más. Los asistentes aceptan la propuesta de la anfitriona, Francia, porque les parece equilibrada y justa (¿razonable?). El objetivo, al que se adhieren los firmantes está en evitar que la temperatura global llegue a superar dos grados más. Según la prensa, estaríamos ante un pacto universal tendente a reducir las emisiones de CO2. Dicen que la Cumbre del Clima ha sido todo un éxito (¿!?).

Contrapartida. El cálculo de contaminación que se ha ocasionado con el desplazamiento de miles de personas para asistir a dicha cumbre ha sido de infarto. La cita que adjunto habla por sí sola: “Una cumbre que ha consumido 300.000 toneladas de CO2 en aviones privados, delegaciones y consumo energético debería ser un evento histórico. Pero no queda claro”. El artículo en cuestión ofrece una buena reflexión.

¿Declaración de buenas intenciones al ser rubricado el tratado por los países asistentes? ¿Gestos magníficos aunque lleguen con algún retraso? Pero como dice el refrán, “nunca es tarde si la dicha es buena”. Todo lo que podamos conseguir por la vía de compromiso político, sea bienvenido. Algunas preguntas saltan solas: ¿Hay voluntad real de afrontar los problemas? ¿Todos los firmantes cumplirán? Intereses y dudas van juntos.

Cierto que el mayor daño medioambiental proviene de grandes empresas que producen diversos artefactos para los ciudadanos de a pie. Si hacemos referencia al mar, grandes barcos van dejando mierda a lo largo y ancho de los océanos. Economía pura y dura manda.

En el Mediterráneo, las praderas de posidonia, que son de vital importancia ecológica, están siendo arrasadas por malas prácticas marineras. Son todo un ejemplo de devastación injustificada. Por contra, el aumento de grandes extensiones de residuos de plásticos va sustituyendo, a pasos de gigante, dichas praderas de posidonia.

De la pesca para qué hablar. Nuestros océanos están en crisis. Hay una sobreexplotación pesquera que, unida a la contaminación y al cambio climático, está mermando especies y dañando el ecosistema. La solución pasa por comprometerse en un modelo sostenible de pesca que favorezca la regeneración de especies. Yo no pesco (¿!?) pero como pescado.

Los grandes gestos son necesarios. Implicar al máximo de países en esta debacle es un deber de todos. Los pequeños gestos de los ciudadanos ¿qué lugar ocupan? Una parcela muy importante y nada despreciable es lo que podemos hacer cada ciudadano para que el globo terráqueo no se caliente aun más.

Todos nosotros tenemos derechos y deberes y en el ámbito ecológico todo ladrillo hace pared. Consumir racionalmente agua, combustible, por ejemplo, está en nuestras manos. ¿Cuántas veces cogemos el coche sin necesidad? Un buen amigo dice que somos tan cómodos que cogemos el coche hasta para ir a cagar. ¡Exagerado! El grifo del agua es fácil abrirlo pero somos algo lentos en cerrarlo; la calefacción, por aquello del calor de hogar, se puede poner a una temperatura a veces algo más baja.

Indudablemente hablar y tomar conciencia de la macroecologia es importante, pero esa misión atañe a la supraestructura planetaria; hablar y sobre todo actuar en el día a día y en cuestiones muy concretas, cercanas, caseras, es cosa de todos. A eso le llamamos reciclar. Cuando devolver botellas de vidrio se pagaba tirábamos menos envases.

¿Enguarrar tirando desperdicios? La gente joven es la más concienciada en eso del reciclaje, tengo que reconocerlo, pero a nivel de palabra. Les preocupa esa mezcla de latas, botellas, embases varios, plásticos… (la lista es amplia) que hacemos junto a la basura orgánica. Y nos recuerdan que hay que separar tan diversos elementos.

La vida es breve y hay que divertirse todo lo que se pueda. ¡Bravo! Pero da pena ver la ingente cantidad de porquería que queda esparcida por cualquier lugar dedicado un fin de semana tras otro, o con motivo de una fiesta inventada, para celebrar un botellón más. El campo de batalla de una noche “botellonera” de orgía y desenfreno es dantesco como se puede apreciar en la foto que ilustra la posible iniciativa de la Complutense. Si dicha dinámica diera resultado ¡felicidades!, aunque el problema es de mayor alcance.

No es más limpia y más ecológica la ciudad o el pueblo que más barrenderos tiene sino aquella que menos ensucia. Detalles curiosos. Cuando la vejiga aprieta hay que mear. ¿Dónde? En cualquier sitio porque la calle es amplia y grande y total, meada de más o meada de menos; si además concurre un apretón de vientre hay que cagar. ¿Dónde? Al amparo de un coche está bien. No estoy tocando de oídas en este tema.

Las calles de algunas ciudades apestan hasta el punto que se tendrán que plantear si baldean añadiendo al agua zotal “desinfectante o insecticida que se usa generalmente en establos o para el ganado” (sic). Total, que entre perros (los amos) e inoportunos retortijones de vientre es posible pisar mierda paso sí y paso no.

Algún Ayuntamiento parece que quiere tomarse en serio lo de los excrementos perrunos. Bienvenida sea la iniciativa. Si fuera verdad eso de que pisar mierda trae suerte, los españoles tendríamos que ser millonarios en salud, dinero y amor, además de ser felices en mil cosas más.

Nada que decir del abuso eléctrico manteniendo enchufados múltiples “aparatejos” que podrían reducir dicho consumo y, de paso, abaratar la factura eléctrica de cada hogar. Claro que si dicho personal vive bajo techo familiar y no tiene ni remota idea del coste de la factura eléctrica… Una salvedad cardinal: pagamos más de impuestos, tasas y añadidos varios que de consumo real, pero eso no justifica un mal o indebido uso.

Como colofón final dejo la gran interrogante que nos plantea El País: ¿Qué puedo hacer yo por el mundo? La respuesta es simple, realista, relativamente fácil de cumplir y sobre todo eficaz en el más amplio sentido. En definitiva es una opción no desdeñable y a nuestro alcance. “Compartir, reciclar, reutilizar, comprar producto local y apoyar iniciativas innovadoras está en nuestra mano. Son gestos que cuidan la naturaleza”.

Nota importante: empleo adrede algunas palabras que la RAE califica de malsonantes 
pero son válidas y de uso corriente. No obstante, pido disculpas.

PEPE CANTILLO
FOTOGRAFÍA: DAVID CANTILLO
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