Estimada Adelaida de la Calle. El sistema educativo público andaluz no valora adecuadamente la formación de sus docentes. El pasado cinco de febrero culminé una importante etapa de mi vida centrada en la investigación que me ha llevado a obtener el título de doctor en Filología Hispánica en la especialidad de Literatura. No ha sido una labor fácil: al hecho de tener que realizar todo el proceso sin ningún tipo de beca o ayuda a la investigación se sumó mi condición de docente interino.
En efecto, aprobé mis primeras oposiciones en 2008 y comencé a trabajar haciendo sustituciones un año más tarde, a finales de 2009. Desde entonces y hasta hoy he pasado por trece institutos distintos de las provincias de Jaén, Cádiz, Sevilla, Granada, Córdoba y Málaga.
Por su condición de investigadora imagino que entenderá lo difícil que ha sido compaginar un doctorado con la obligación de tener que vivir, no ya lejos de casa –todos los profesores sabemos que Andalucía es una región muy extensa y nos exponemos a la carretera cada vez que pedimos destinos– sino al carácter itinerante del interino: un mes aquí, dos allá, un par de semanas en este sitio y, ahora, un trimestre en este otro.
Pero con mucha voluntad y sacrificio logré terminar el doctorado. Y ahora constato que, a sus doctores, el sistema educativo público andaluz los ningunea sin remordimiento: no tengo ninguna clase de mejora laboral por ser doctor. Mucho menos al ser doctor e interino. Ninguna. Si me permite la comparación, hacer un curso de ganchillo me habría supuesto las mismas consecuencias en mi trabajo diario.
Habrá quien dirá, no sin razón, que si sabía de esta situación que no me hubiese embarcado en tal empresa (que usted, como catedrática universitaria e investigadora sé que conoce muy bien), pero no es esa la cuestión, porque entonces nos quedaríamos sin investigadores en España. Yo me he sacrificado porque quería ser doctor, porque creo en la investigación desde cada uno de los ámbitos científicos y porque la considero uno de los pilares fundamentales de progreso de una sociedad; pero me apena enormemente que no se valore esto en mi trabajo; máxime cuando se trata de la docencia.
En su apartado correspondiente, ser doctor suma +0,5 al baremo de las oposiciones. Del mismo modo, en su apartado correspondiente, cualquier curso de formación de 100 horas, de esos cuyo temario está colgado en Internet y tienes que enviar, hechas, entre tres y cinco tareas y responder a cuestionario final, esos cursos, puntúan +0,3. Con lo que, haciendo dos, ya sumas más que con un doctorado en tu currículum.
Me alegró enormemente su nombramiento como consejera de Educación. Por fin, pensé, una profesora, alguien dedicada a la docencia, alguien que ha dirigido una universidad, una investigadora. Por eso sé que entiende mejor que cualquier otro consejero de Educación con otras características formativas esto de que le hablo; por eso, también, le pido que haga algo, que modifiquen este sinsentido y que valoren adecuadamente la formación de los docentes.
¿Sabe usted, por ejemplo, que ser filólogo hispánico no supone ninguna prebenda para opositar por la especialidad de Lengua y Literatura? Imaginemos (conozco varios casos personales) un licenciado en Derecho que decida presentarse a las oposiciones de Secundaria por Lengua y Literatura. La última clase que esa persona recibió de la materia fue en COU o 2º de Bachillerato (dependiendo de su edad).
Si esa persona tiene la suerte (que es el principal componente de la oposiciones docentes tal cual están planteadas) y cae un tema que se ha preparado bien (un tema, ojo, ya que no se valora la formación global), esa persona podrá ser profesor de Lengua y Literatura siendo licenciado en Derecho.
Y se da el caso, como el de este que le habla, que siendo doctor en Filología, especialista en la materia, con varias oposiciones aprobadas, tiene que volver a pasar de nuevo por un procedimiento selectivo que ya superó y quedarse con las migajas que quedan de un sistema que necesita una revisión profunda.
Siguiendo en esta línea, y ya para terminar, ¿sabe usted en qué consiste el procedimiento de “adquisición de nuevas especialidades”? Es un proceso selectivo mediante el cual, en la presente convocatoria de oposiciones (para la que no sabemos aún la fecha), funcionarios docentes de cualquier especialidad podrán “cambiar” la misma adquiriendo una nueva.
La metodología es sencilla: imaginemos un biólogo, por ponerle un ejemplo de su especialidad académica. En estas oposiciones, si supera con éxito el examen oral de un solo tema del temario de Lengua y Literatura, el curso próximo este biólogo podrá dar clase de Lengua y Literatura. Sí. Tal cual.
El sistema educativo público andaluz no valora la formación de sus docentes y, desde que suprimieron las cátedras de Secundaria, no permite tampoco la promoción profesional. Me despido, la verdad, poco esperanzado en ver un cambio a corto plazo; pero espero que, con el tiempo, la cordura se imponga y valoremos en la práctica (y no sólo en la retórica) la importancia que un sistema educativo de calidad tiene en la sociedad.
En efecto, aprobé mis primeras oposiciones en 2008 y comencé a trabajar haciendo sustituciones un año más tarde, a finales de 2009. Desde entonces y hasta hoy he pasado por trece institutos distintos de las provincias de Jaén, Cádiz, Sevilla, Granada, Córdoba y Málaga.
Por su condición de investigadora imagino que entenderá lo difícil que ha sido compaginar un doctorado con la obligación de tener que vivir, no ya lejos de casa –todos los profesores sabemos que Andalucía es una región muy extensa y nos exponemos a la carretera cada vez que pedimos destinos– sino al carácter itinerante del interino: un mes aquí, dos allá, un par de semanas en este sitio y, ahora, un trimestre en este otro.
Pero con mucha voluntad y sacrificio logré terminar el doctorado. Y ahora constato que, a sus doctores, el sistema educativo público andaluz los ningunea sin remordimiento: no tengo ninguna clase de mejora laboral por ser doctor. Mucho menos al ser doctor e interino. Ninguna. Si me permite la comparación, hacer un curso de ganchillo me habría supuesto las mismas consecuencias en mi trabajo diario.
Habrá quien dirá, no sin razón, que si sabía de esta situación que no me hubiese embarcado en tal empresa (que usted, como catedrática universitaria e investigadora sé que conoce muy bien), pero no es esa la cuestión, porque entonces nos quedaríamos sin investigadores en España. Yo me he sacrificado porque quería ser doctor, porque creo en la investigación desde cada uno de los ámbitos científicos y porque la considero uno de los pilares fundamentales de progreso de una sociedad; pero me apena enormemente que no se valore esto en mi trabajo; máxime cuando se trata de la docencia.
En su apartado correspondiente, ser doctor suma +0,5 al baremo de las oposiciones. Del mismo modo, en su apartado correspondiente, cualquier curso de formación de 100 horas, de esos cuyo temario está colgado en Internet y tienes que enviar, hechas, entre tres y cinco tareas y responder a cuestionario final, esos cursos, puntúan +0,3. Con lo que, haciendo dos, ya sumas más que con un doctorado en tu currículum.
Me alegró enormemente su nombramiento como consejera de Educación. Por fin, pensé, una profesora, alguien dedicada a la docencia, alguien que ha dirigido una universidad, una investigadora. Por eso sé que entiende mejor que cualquier otro consejero de Educación con otras características formativas esto de que le hablo; por eso, también, le pido que haga algo, que modifiquen este sinsentido y que valoren adecuadamente la formación de los docentes.
¿Sabe usted, por ejemplo, que ser filólogo hispánico no supone ninguna prebenda para opositar por la especialidad de Lengua y Literatura? Imaginemos (conozco varios casos personales) un licenciado en Derecho que decida presentarse a las oposiciones de Secundaria por Lengua y Literatura. La última clase que esa persona recibió de la materia fue en COU o 2º de Bachillerato (dependiendo de su edad).
Si esa persona tiene la suerte (que es el principal componente de la oposiciones docentes tal cual están planteadas) y cae un tema que se ha preparado bien (un tema, ojo, ya que no se valora la formación global), esa persona podrá ser profesor de Lengua y Literatura siendo licenciado en Derecho.
Y se da el caso, como el de este que le habla, que siendo doctor en Filología, especialista en la materia, con varias oposiciones aprobadas, tiene que volver a pasar de nuevo por un procedimiento selectivo que ya superó y quedarse con las migajas que quedan de un sistema que necesita una revisión profunda.
Siguiendo en esta línea, y ya para terminar, ¿sabe usted en qué consiste el procedimiento de “adquisición de nuevas especialidades”? Es un proceso selectivo mediante el cual, en la presente convocatoria de oposiciones (para la que no sabemos aún la fecha), funcionarios docentes de cualquier especialidad podrán “cambiar” la misma adquiriendo una nueva.
La metodología es sencilla: imaginemos un biólogo, por ponerle un ejemplo de su especialidad académica. En estas oposiciones, si supera con éxito el examen oral de un solo tema del temario de Lengua y Literatura, el curso próximo este biólogo podrá dar clase de Lengua y Literatura. Sí. Tal cual.
El sistema educativo público andaluz no valora la formación de sus docentes y, desde que suprimieron las cátedras de Secundaria, no permite tampoco la promoción profesional. Me despido, la verdad, poco esperanzado en ver un cambio a corto plazo; pero espero que, con el tiempo, la cordura se imponga y valoremos en la práctica (y no sólo en la retórica) la importancia que un sistema educativo de calidad tiene en la sociedad.
PABLO POÓ