Me lo he preguntado muchas veces: ¿por qué la gente procrea? ¿Se dejan llevar por el llamado gen egoísta del que habla Richard Dawkins en su libro? Parece que existe un camino trazado a fuego en nuestra sociedad: pareja, boda, hijos. Y, además, nos han vendido que es el único camino dorado que lleva a la felicidad.
No nos hablan de que es difícil encontrar el amor; que es como un pequeño milagro que a tu mente, a tu corazón y a tu piel les guste una persona y que ella sienta lo mismo por ti. Tampoco nadie te dice que los hijos son una gran responsabilidad, que necesitan atención, cariño, firmeza, protección, amor y que tienes que prepararlos para que sus alas se desarrollen y un día puedan volar libres y con criterio propio.
Mis padres avanzaron como los burros, sin pensar, siguiendo los pasos marcados por la sociedad. Y mi actual jefa es igual que ellos. Su bolso Louis Vuitton recibe más atención y mimo que esas dos pequeñas criaturas que la siguen sedientas de cariño y que son inviables para ella.
Nunca he entendido la indiferencia de un padre, pero de una madre... ¿Cómo después de sentirlos como una parte de ti puedes olvidarlos en un rincón como si se tratasen de un vestido de la temporada pasada? ¿Tenía que tener hijos porque era la moda entre sus superficiales amigas?
¿Le pondría a su exmarido la condición que le puso mi madre? "Yo hago que tengas herederos, pero nada de darle el pecho, ni de cambiar pañales, ni de noches acariciándolos cuando están malitos".
Dicen los psicólogos que entre los tres y seis años se encuentra la fase fundamental del desarrollo de la personalidad y estos niños lo único que reciben es ropa de marca y visitas de fotógrafos que los convierten en personitas de anuncio para el Instagram de su atareada mamá.
Hablando de psicólogos, hace ya varios meses que no cuento con el apoyo del mío. Primero, porque mi liquidez –como diría mi padre– no me lo permitió y ahora, aunque querría contar con su guía, está lejos. La última vez que lo vi, me dijo: "Nunca estarás sola, siempre estarás contigo misma". Algunos días descubro que es verdad mientras hablo con esa pelirroja del espejo que se lava los dientes con los ojos aún entornados.
Voy a ser compasiva. Quizás mi jefa no esté más que repitiendo el modelo que vio en su casa. Lástima que con lo falta de amor que está no enfoque su mirada hacia el amor eterno: el de los hijos.
No nos hablan de que es difícil encontrar el amor; que es como un pequeño milagro que a tu mente, a tu corazón y a tu piel les guste una persona y que ella sienta lo mismo por ti. Tampoco nadie te dice que los hijos son una gran responsabilidad, que necesitan atención, cariño, firmeza, protección, amor y que tienes que prepararlos para que sus alas se desarrollen y un día puedan volar libres y con criterio propio.
Mis padres avanzaron como los burros, sin pensar, siguiendo los pasos marcados por la sociedad. Y mi actual jefa es igual que ellos. Su bolso Louis Vuitton recibe más atención y mimo que esas dos pequeñas criaturas que la siguen sedientas de cariño y que son inviables para ella.
Nunca he entendido la indiferencia de un padre, pero de una madre... ¿Cómo después de sentirlos como una parte de ti puedes olvidarlos en un rincón como si se tratasen de un vestido de la temporada pasada? ¿Tenía que tener hijos porque era la moda entre sus superficiales amigas?
¿Le pondría a su exmarido la condición que le puso mi madre? "Yo hago que tengas herederos, pero nada de darle el pecho, ni de cambiar pañales, ni de noches acariciándolos cuando están malitos".
Dicen los psicólogos que entre los tres y seis años se encuentra la fase fundamental del desarrollo de la personalidad y estos niños lo único que reciben es ropa de marca y visitas de fotógrafos que los convierten en personitas de anuncio para el Instagram de su atareada mamá.
Hablando de psicólogos, hace ya varios meses que no cuento con el apoyo del mío. Primero, porque mi liquidez –como diría mi padre– no me lo permitió y ahora, aunque querría contar con su guía, está lejos. La última vez que lo vi, me dijo: "Nunca estarás sola, siempre estarás contigo misma". Algunos días descubro que es verdad mientras hablo con esa pelirroja del espejo que se lava los dientes con los ojos aún entornados.
Voy a ser compasiva. Quizás mi jefa no esté más que repitiendo el modelo que vio en su casa. Lástima que con lo falta de amor que está no enfoque su mirada hacia el amor eterno: el de los hijos.
MARÍA JESÚS SÁNCHEZ