Es espeluznante el desgarro de la manipulación informativa con Venezuela y el intento de compararla con España, como si Venezuela fuera un país de nuestro entorno y no un Estado latinoamericano, una región inestable del mundo, entre otras cosas, porque ni a EEUU ni a las grandes corporaciones mundiales, que se alimentan del capitalismo, les interesa que en la zona se estabilicen sus sistemas democráticos.
Los análisis políticos y económicos de Venezuela deben encontrar paralelismo con Nicaragua, Panamá, Colombia, Brasil, México, Bolivia, Argentina o Perú, por ejemplo. ¿Por qué? Porque estos países tienen un pasado histórico, social, económico y una realidad productiva y democrática común. Igual que Francia es comparable con Alemania, con Bélgica, Países Bajos, Austria o Suecia y no con Túnez.
En primero de Relaciones Internacionales se estudia que el mundo se divide, para poderlo analizar con una mínima decencia intelectual, en regiones políticas: Europa (norte y sur), Norteamérica (EEUU y Canadá), Oriente-Medio, Latinoamérica y el Caribe y África que, a su vez, se subdivide en el Magreb y el África subsahariana.
¿Por qué nos informan de Venezuela y no de Brasil? ¿Por qué Albert Rivera no ha viajado, aprovechando la cercanía con Caracas, a Brasil, donde se ha dado un golpe de Estado contra su presidenta, democráticamente elegida, por parte de los grandes poderes económicos del país? Si preguntamos en la calle quién sabe de este acontecimiento, seguramente poca gente respondería afirmativamente.
Ocurre lo mismo con Honduras, un país que sufrió un golpe de Estado en 2009, apoyado por la derecha española y consentido por el Ministerio de Asuntos Exteriores. Hubo asesinatos, tortura y exilio que siguen impunes. Como derrocaron a Manuel Zelaya, un izquierdista, nada ya se habla. Se habló, poco, de las elecciones amañadas que democratizaron a la ultraderecha que dio el golpe de Estado y permitió que la comunidad internacional, entre ella España, ya no tuviera reparo en admitir como legal el golpe de Estado.
Nicaragua, en manos de un sandinista que nada tiene ya de izquierdas porque ha vendido el país a las compañías chinas y estadounidenses, es otro caso con el que se podría comparar la situación de Venezuela. Pero nada se habla ya de la oposición nicaragüense, que denuncia tropelías contra los derechos humanos por parte su presidente, Daniel Ortega, porque la multinacional china HKND ha recibido el visto bueno para construir el Canal de Nicaragua, la mayor infraestructura –y por tanto, la mayor fuente de beneficios– jamás acometida en el país centroamericano.
¿Es Venezuela una democracia garantista? No, por supuesto que no. ¿Lo es Honduras, Brasil Panamá, Paraguay o Nicaragua? Tampoco. Entonces, ¿por qué a Venezuela se la compara con España y no con los países de su entorno? ¿Por qué la derecha española y sus medios tratan a Venezuela como si fuera Canarias, Almería, Ceuta o Melilla? ¿Por qué los medios y la derecha española está tan callada con el golpe de Estado en Brasil de hace unas semanas? ¿Por qué la derecha española –y la Embajada de España– avaló el golpe de Estado de Porfirio Lobo en Honduras en 2009, negando incluso asilo en Barajas a quienes huían para salvar la vida?
A la derecha española no le importa la libertad en Venezuela, como tampoco le importa Cuba, donde, como ya pueden hacer negocios, la tienen de ejemplo de aperturismo. No le importan los derechos humanos ni la democracia, que se incumplen en Arabia Saudí, Marruecos, Guinea Ecuatorial o Catar, en manos todos estos países de familias dictatoriales.
Lo que les interesa es asustar contra Podemos, situando en la agenda mediática el asunto del que quieren que se hable para que no hablemos del desabastecimiento que sufre un 30 por ciento de los españoles en sus neveras, aunque para ello tengan que saltarse la lección primera de Relaciones Internacionales.
Se llama agenda setting, que viene a querer decir el poder que los medios de comunicación de los bancos tienen sobre el público para determinar qué historias poseen interés informativo, qué espacio ocupan, con qué frecuencia y por cuánto tiempo están en portada. Y como intuiréis, estos medios de comunicación de los bancos tienen poco interés en que gobierne Unidos Podemos.
Los análisis políticos y económicos de Venezuela deben encontrar paralelismo con Nicaragua, Panamá, Colombia, Brasil, México, Bolivia, Argentina o Perú, por ejemplo. ¿Por qué? Porque estos países tienen un pasado histórico, social, económico y una realidad productiva y democrática común. Igual que Francia es comparable con Alemania, con Bélgica, Países Bajos, Austria o Suecia y no con Túnez.
En primero de Relaciones Internacionales se estudia que el mundo se divide, para poderlo analizar con una mínima decencia intelectual, en regiones políticas: Europa (norte y sur), Norteamérica (EEUU y Canadá), Oriente-Medio, Latinoamérica y el Caribe y África que, a su vez, se subdivide en el Magreb y el África subsahariana.
¿Por qué nos informan de Venezuela y no de Brasil? ¿Por qué Albert Rivera no ha viajado, aprovechando la cercanía con Caracas, a Brasil, donde se ha dado un golpe de Estado contra su presidenta, democráticamente elegida, por parte de los grandes poderes económicos del país? Si preguntamos en la calle quién sabe de este acontecimiento, seguramente poca gente respondería afirmativamente.
Ocurre lo mismo con Honduras, un país que sufrió un golpe de Estado en 2009, apoyado por la derecha española y consentido por el Ministerio de Asuntos Exteriores. Hubo asesinatos, tortura y exilio que siguen impunes. Como derrocaron a Manuel Zelaya, un izquierdista, nada ya se habla. Se habló, poco, de las elecciones amañadas que democratizaron a la ultraderecha que dio el golpe de Estado y permitió que la comunidad internacional, entre ella España, ya no tuviera reparo en admitir como legal el golpe de Estado.
Nicaragua, en manos de un sandinista que nada tiene ya de izquierdas porque ha vendido el país a las compañías chinas y estadounidenses, es otro caso con el que se podría comparar la situación de Venezuela. Pero nada se habla ya de la oposición nicaragüense, que denuncia tropelías contra los derechos humanos por parte su presidente, Daniel Ortega, porque la multinacional china HKND ha recibido el visto bueno para construir el Canal de Nicaragua, la mayor infraestructura –y por tanto, la mayor fuente de beneficios– jamás acometida en el país centroamericano.
¿Es Venezuela una democracia garantista? No, por supuesto que no. ¿Lo es Honduras, Brasil Panamá, Paraguay o Nicaragua? Tampoco. Entonces, ¿por qué a Venezuela se la compara con España y no con los países de su entorno? ¿Por qué la derecha española y sus medios tratan a Venezuela como si fuera Canarias, Almería, Ceuta o Melilla? ¿Por qué los medios y la derecha española está tan callada con el golpe de Estado en Brasil de hace unas semanas? ¿Por qué la derecha española –y la Embajada de España– avaló el golpe de Estado de Porfirio Lobo en Honduras en 2009, negando incluso asilo en Barajas a quienes huían para salvar la vida?
A la derecha española no le importa la libertad en Venezuela, como tampoco le importa Cuba, donde, como ya pueden hacer negocios, la tienen de ejemplo de aperturismo. No le importan los derechos humanos ni la democracia, que se incumplen en Arabia Saudí, Marruecos, Guinea Ecuatorial o Catar, en manos todos estos países de familias dictatoriales.
Lo que les interesa es asustar contra Podemos, situando en la agenda mediática el asunto del que quieren que se hable para que no hablemos del desabastecimiento que sufre un 30 por ciento de los españoles en sus neveras, aunque para ello tengan que saltarse la lección primera de Relaciones Internacionales.
Se llama agenda setting, que viene a querer decir el poder que los medios de comunicación de los bancos tienen sobre el público para determinar qué historias poseen interés informativo, qué espacio ocupan, con qué frecuencia y por cuánto tiempo están en portada. Y como intuiréis, estos medios de comunicación de los bancos tienen poco interés en que gobierne Unidos Podemos.
RAÚL SOLÍS