Necesariamente la crisis medioambiental y poblacional en la que nos encontramos a escala mundial tenía que repercutir sobre los conceptos de la arquitectura y del urbanismo. En la actualidad, no es posible concebirlos sin tener en consideración los impactos que provocan las grandes concentraciones urbanas, la contaminación de los entornos, la falta de viviendas dignas, las construcciones de rascacielos concebidos más como espectáculos que como formas viables de soluciones habitacionales, el alto número de refugiados que huyen de las guerras y del hambre y que necesitan una vivienda, etc.
Todas estas cuestiones no solamente se las plantean grupos reducidos de profesionales de la construcción, sino que también han llegado a los grandes nombres de la arquitectura, por lo que no es de extrañar que dos de los últimos Premio Pritzker (considerado como el Nobel de Arquitectura), correspondientes a los años 2014 y 2016, recayeran sobre profesionales muy conscientes de los problemas que se abordan a escala planetaria.
Así, en 2014, se le concedió al japonés Shigeru Ban, entre otras razones por haber propuesto soluciones a las poblaciones que han sufrido desastres naturales o a refugiados que han huido de sus países por conflictos bélicos. De igual modo, en este año de 2016, el Pritzker recayó sobre el chileno Alejandro Aravena, quien, ante el crecimiento demográfico a escala mundial, ha planteado soluciones de viviendas que son ampliables a medida que vayan surgiendo nuevas necesidades habitacionales.
En esta ocasión, me voy a centrar en Shigeru Ban, arquitecto por el que siento una gran admiración, pues no solo en un magnífico creador que ha planteado respuestas verdaderamente brillantes a encargos que ha recibido como profesional de la construcción, sino que durante gran parte de su vida se ha dedicado a buscar soluciones, con una perspectiva claramente ecológica, de viviendas temporales a esa parte de la población que en distintas partes del mundo se ve fuera de sus hogares.
Para que entendamos su pensamiento y sus valores, dentro de este breve recorrido por su obra, entresacaré algunas declaraciones que ha realizado a los medios de comunicación.
“El gran público tiene la sensación de que los arquitectos ganan muchísimo dinero trabajando para gente poderosa. En mi caso, empecé a pensar en lo que podía hacer para ayudar a la sociedad a mediados de los noventa, ya que en aquella época quedé muy impactado por las fotografías de la crisis de Ruanda. También vi que los alojamientos que se ofrecían a los refugiados, incluso en el caso de las Naciones Unidas, eran de muy baja calidad. Estaba convencido de que había que mejorar aquellos alojamientos, pues, de lo contrario, cualquier ayuda médica sería inútil. Así, visité la sede de ACNUR en Ginebra para proponerles mi idea y tuve la suerte de que me contrataran como consultor”.
Conviene no olvidar que nos encontramos en un mundo en el que parece que las tragedias se superponen, de forma que unas tapan a las otras, por lo que gran parte de ellas terminan en el olvido. De este modo, de la terrible guerra étnica desatada en 1994 entre los hutus y los tutsis en Ruanda, y que acabó con un auténtico genocidio del Gobierno de los hutus sobre la minoría tutsi, ya casi nadie se acuerda.
Sin embargo, la continuidad de la labor de Shigeru Ban nos ayuda a entender las soluciones que planteó para apoyar a la población ruandesa víctima del conflicto interétnico.
“Normalmente, la ONU proporciona láminas de plástico y los damnificados deben cortar árboles para construir sus refugios. Con un millón de refugiados en Ruanda, la escala del problema era tal que el riesgo de deforestación era una posibilidad real. Usaron tubos de aluminio, pero se trata de un metal caro y escaso en África. El arquitecto alemán a cargo de estos programas de ACNUR, Wolfgang Neumann, buscaba otras ideas y otros materiales cuando aparecí yo. Le gustó mi idea y me contrató”.
Pero antes de que veamos las soluciones que Ban planteó para las distintas poblaciones en riesgo, me parece adecuado que conozcamos algo de su biografía, así como algunos de los edificios suyos más emblemáticos y las técnicas constructivas que ha empleado a partir de materiales tradicionales reciclables como son la madera y el cartón.
© 2010 Kay Gaensler
Sin lugar a dudas, su obra más famosa ha sido el proyecto que llevó a cabo en Francia cuando ganó el concurso para construir el Centro Pompidou-Metz, nombre que lleva el museo de arte moderno y contemporáneo de Metz, la capital de Lorena.
Este sorprendente edificio se ha convertido, a partir de su terminación en 2010, en la institución cultural más visitada de Francia fuera de París, lo que es indicio de la fuerza visual del mismo.
La razón de su fama se encuentra en su singularidad, pues es una gran nave de 5.000 metros cuadrados de planta hexagonal, que además contiene tres galerías superpuestas y entrecruzadas, junto con un teatro y un auditorio. Desde la distancia, al visitante que se acerca lo que más le llama la atención es la cubierta ondulada blanca, que Ban proyectó a partir de la sugerencia que le ofreció la forma de un sombrero chino que vio y compró en París.
Una vez que uno está cerca de la entrada, se aprecia la estructura de los listones de madera articulados a base de un patrón hexagonal sobre la que se apoya la cubierta.
Ya en el interior, no se tiene la sensación de encontrarse en un museo convencional, sino en un gran espacio en el que es posible contemplar obras de gran tamaño y que no podrían exhibirse en otros debido a las dimensiones de las mismas. Por otro lado, siempre se percibe el gran armazón hexagonal que forman los tablones de madera.
Lógicamente, la estructura del Centro Pompidou-Metz es el resultado de ensayos y experiencias previas que Shigeru Ban había proyectado en su país de origen, lugar muy propicio para el trabajo con estos materiales.
De este modo, una de sus obras en la que aborda las estructuras reticuladas fue el pabellón que representaría a Japón en la Expo 2000 y que se celebró en la ciudad alemana de Hannover. Razonablemente, el uso de los tubos de cartón tratados con agua de gasóleo para hacerlos impermeables era adecuado para esta exposición de corte temporal, ya que estaba dedicada a temas medioambientales.
Hasta ese momento fue la mayor de las estructuras que había realizado con este material, ya que cubría una superficie superior a los 3.000 metros cuadrados, sobre una altura de 16 metros.
Otra de las obras a citar, dentro de las que Shigeru Ban llevó a cabo, es el Gimnasio conmemorativo de Odate, ciudad que se encuentra en el extremo norte de la isla japonesa de Honshu.
Este proyecto, finalizado en el año 2002, se basa en una cúpula ovalada que debe cubrir una superficie de 981 metros cuadrados, por lo que acudió a la madera chapada laminada en forma de arcos sucesivos. El excelente resultado no es solo valioso desde el punto de vista estético, sino también desde la consideración de la resistencia, ya que había que tener en cuenta que debía aguantar importantes sobrecargas de nieve en el invierno, lo que supuso un gran reto para su autor.
La solución convencional hubiera sido acudir a una estructura metálica; sin embargo, Shigeru Ban no se separó de sus planteamientos de trabajar con la madera en la parte más importante de un edificio: la estructura.
En Corea del Sur proyectó, en 2010, otra obra basada fundamentalmente en la madera. Se trata del club de golf Haesley Nine Bridges, instalación llevada cabo en una superficie de 16.000 metros cuadrados.
Lo más llamativo de este conjunto es el atrio en el que aparecen soportes o pilares de madera en forma arbórea de tres plantas de altura.
La normativa surcoreana, por razones de seguridad, no le permitió a Shigeru Ban que toda la obra fuera realizada en madera, por lo que tuvo que acudir a la piedra y el cristal para completarla. A pesar de ello, en la segunda fotografía que muestro, puede apreciarse la capacidad creativa de Ban para construir estructuras de cubiertas complejas con un material tradicional y ecológico como es la madera.
Si a alguien se le hablara de “casas de papel”, lo más probable es que pensara que se estaría tratando del mundo de los niños. Sin embargo, tal como he indicado al principio, Shigeru Ban pensó que con tubos cilíndricos de cartón, derivados del papel reciclado, era posible realizar viviendas temporales.
Así, en la fotografía anterior se muestra una imagen de las que proyectó para Bjuh, localidad de la India, en la que vemos unas viviendas de planta cuadrada con un pequeño porche. Este mismo planteamiento es el que llevó adelante en Ruanda, Japón, Turquía, China, Vietnam y Ecuador, con la idea de que la gente no estuviera bajo plásticos o tiendas de campaña. Bien es cierto que son viviendas temporales, pero quienes se encuentran en ellas sienten que se les trata con cierta dignidad.
Otra de las ventajas que tienen las denominadas casas “Paper Tube Structure” es que no necesitan mano de obra especializada, puesto que pueden ser levantadas por jóvenes o adultos sin grandes dificultades. Esto facilita su construcción en cualquier lugar, basta que el terreno tenga una superficie horizontal.
Esto es lo que vemos en la fotografía anterior que nos muestra a un grupo de hombres levantando la estructura de una escuela de Primaria temporal en la provincia de Sichuán de China.
Hay que apuntar que, el 12 de mayo de 2008, se produjo el llamado gran terremoto de Sichuán, en la provincia del mismo nombre. Acabó con la vida de al menos 68.000 personas, aunque se estima que la cifra pudo alcanzar las 400.000.
Tras esta enorme tragedia, los alumnos del banlab (el centro de investigación de Shigeru Ban) y el laboratorio de la Universidad de Keio diseñaron y emplearon tubos de cartón para construir escuelas temporales cerca de la ciudad de Chengdu. Se erigieron tres edificios, con la estructura con tubos de cartón y, para la cubierta, madera contrachapada con aislamiento de policarbonato, lo que dio lugar a que se solucionara el problema educacional de los escolares con pabellones construidos a partir de elementos ecológicos.
Para cerrar este corto recorrido por la obra de Shigeru Ban, quisiera apuntar que los enfoques ecológicos aplicados a la vivienda y el urbanismo tienen soluciones actuales; por tanto, no hay que posponer, como se suele hacer, un tema tan relevante como es la defensa y la generación real de un mundo sostenible, también en el campo de la arquitectura.
Todas estas cuestiones no solamente se las plantean grupos reducidos de profesionales de la construcción, sino que también han llegado a los grandes nombres de la arquitectura, por lo que no es de extrañar que dos de los últimos Premio Pritzker (considerado como el Nobel de Arquitectura), correspondientes a los años 2014 y 2016, recayeran sobre profesionales muy conscientes de los problemas que se abordan a escala planetaria.
Así, en 2014, se le concedió al japonés Shigeru Ban, entre otras razones por haber propuesto soluciones a las poblaciones que han sufrido desastres naturales o a refugiados que han huido de sus países por conflictos bélicos. De igual modo, en este año de 2016, el Pritzker recayó sobre el chileno Alejandro Aravena, quien, ante el crecimiento demográfico a escala mundial, ha planteado soluciones de viviendas que son ampliables a medida que vayan surgiendo nuevas necesidades habitacionales.
En esta ocasión, me voy a centrar en Shigeru Ban, arquitecto por el que siento una gran admiración, pues no solo en un magnífico creador que ha planteado respuestas verdaderamente brillantes a encargos que ha recibido como profesional de la construcción, sino que durante gran parte de su vida se ha dedicado a buscar soluciones, con una perspectiva claramente ecológica, de viviendas temporales a esa parte de la población que en distintas partes del mundo se ve fuera de sus hogares.
Para que entendamos su pensamiento y sus valores, dentro de este breve recorrido por su obra, entresacaré algunas declaraciones que ha realizado a los medios de comunicación.
“El gran público tiene la sensación de que los arquitectos ganan muchísimo dinero trabajando para gente poderosa. En mi caso, empecé a pensar en lo que podía hacer para ayudar a la sociedad a mediados de los noventa, ya que en aquella época quedé muy impactado por las fotografías de la crisis de Ruanda. También vi que los alojamientos que se ofrecían a los refugiados, incluso en el caso de las Naciones Unidas, eran de muy baja calidad. Estaba convencido de que había que mejorar aquellos alojamientos, pues, de lo contrario, cualquier ayuda médica sería inútil. Así, visité la sede de ACNUR en Ginebra para proponerles mi idea y tuve la suerte de que me contrataran como consultor”.
Conviene no olvidar que nos encontramos en un mundo en el que parece que las tragedias se superponen, de forma que unas tapan a las otras, por lo que gran parte de ellas terminan en el olvido. De este modo, de la terrible guerra étnica desatada en 1994 entre los hutus y los tutsis en Ruanda, y que acabó con un auténtico genocidio del Gobierno de los hutus sobre la minoría tutsi, ya casi nadie se acuerda.
Sin embargo, la continuidad de la labor de Shigeru Ban nos ayuda a entender las soluciones que planteó para apoyar a la población ruandesa víctima del conflicto interétnico.
“Normalmente, la ONU proporciona láminas de plástico y los damnificados deben cortar árboles para construir sus refugios. Con un millón de refugiados en Ruanda, la escala del problema era tal que el riesgo de deforestación era una posibilidad real. Usaron tubos de aluminio, pero se trata de un metal caro y escaso en África. El arquitecto alemán a cargo de estos programas de ACNUR, Wolfgang Neumann, buscaba otras ideas y otros materiales cuando aparecí yo. Le gustó mi idea y me contrató”.
Pero antes de que veamos las soluciones que Ban planteó para las distintas poblaciones en riesgo, me parece adecuado que conozcamos algo de su biografía, así como algunos de los edificios suyos más emblemáticos y las técnicas constructivas que ha empleado a partir de materiales tradicionales reciclables como son la madera y el cartón.
Sin lugar a dudas, su obra más famosa ha sido el proyecto que llevó a cabo en Francia cuando ganó el concurso para construir el Centro Pompidou-Metz, nombre que lleva el museo de arte moderno y contemporáneo de Metz, la capital de Lorena.
Este sorprendente edificio se ha convertido, a partir de su terminación en 2010, en la institución cultural más visitada de Francia fuera de París, lo que es indicio de la fuerza visual del mismo.
La razón de su fama se encuentra en su singularidad, pues es una gran nave de 5.000 metros cuadrados de planta hexagonal, que además contiene tres galerías superpuestas y entrecruzadas, junto con un teatro y un auditorio. Desde la distancia, al visitante que se acerca lo que más le llama la atención es la cubierta ondulada blanca, que Ban proyectó a partir de la sugerencia que le ofreció la forma de un sombrero chino que vio y compró en París.
Una vez que uno está cerca de la entrada, se aprecia la estructura de los listones de madera articulados a base de un patrón hexagonal sobre la que se apoya la cubierta.
Ya en el interior, no se tiene la sensación de encontrarse en un museo convencional, sino en un gran espacio en el que es posible contemplar obras de gran tamaño y que no podrían exhibirse en otros debido a las dimensiones de las mismas. Por otro lado, siempre se percibe el gran armazón hexagonal que forman los tablones de madera.
Lógicamente, la estructura del Centro Pompidou-Metz es el resultado de ensayos y experiencias previas que Shigeru Ban había proyectado en su país de origen, lugar muy propicio para el trabajo con estos materiales.
De este modo, una de sus obras en la que aborda las estructuras reticuladas fue el pabellón que representaría a Japón en la Expo 2000 y que se celebró en la ciudad alemana de Hannover. Razonablemente, el uso de los tubos de cartón tratados con agua de gasóleo para hacerlos impermeables era adecuado para esta exposición de corte temporal, ya que estaba dedicada a temas medioambientales.
Hasta ese momento fue la mayor de las estructuras que había realizado con este material, ya que cubría una superficie superior a los 3.000 metros cuadrados, sobre una altura de 16 metros.
Otra de las obras a citar, dentro de las que Shigeru Ban llevó a cabo, es el Gimnasio conmemorativo de Odate, ciudad que se encuentra en el extremo norte de la isla japonesa de Honshu.
Este proyecto, finalizado en el año 2002, se basa en una cúpula ovalada que debe cubrir una superficie de 981 metros cuadrados, por lo que acudió a la madera chapada laminada en forma de arcos sucesivos. El excelente resultado no es solo valioso desde el punto de vista estético, sino también desde la consideración de la resistencia, ya que había que tener en cuenta que debía aguantar importantes sobrecargas de nieve en el invierno, lo que supuso un gran reto para su autor.
La solución convencional hubiera sido acudir a una estructura metálica; sin embargo, Shigeru Ban no se separó de sus planteamientos de trabajar con la madera en la parte más importante de un edificio: la estructura.
En Corea del Sur proyectó, en 2010, otra obra basada fundamentalmente en la madera. Se trata del club de golf Haesley Nine Bridges, instalación llevada cabo en una superficie de 16.000 metros cuadrados.
Lo más llamativo de este conjunto es el atrio en el que aparecen soportes o pilares de madera en forma arbórea de tres plantas de altura.
La normativa surcoreana, por razones de seguridad, no le permitió a Shigeru Ban que toda la obra fuera realizada en madera, por lo que tuvo que acudir a la piedra y el cristal para completarla. A pesar de ello, en la segunda fotografía que muestro, puede apreciarse la capacidad creativa de Ban para construir estructuras de cubiertas complejas con un material tradicional y ecológico como es la madera.
Si a alguien se le hablara de “casas de papel”, lo más probable es que pensara que se estaría tratando del mundo de los niños. Sin embargo, tal como he indicado al principio, Shigeru Ban pensó que con tubos cilíndricos de cartón, derivados del papel reciclado, era posible realizar viviendas temporales.
Así, en la fotografía anterior se muestra una imagen de las que proyectó para Bjuh, localidad de la India, en la que vemos unas viviendas de planta cuadrada con un pequeño porche. Este mismo planteamiento es el que llevó adelante en Ruanda, Japón, Turquía, China, Vietnam y Ecuador, con la idea de que la gente no estuviera bajo plásticos o tiendas de campaña. Bien es cierto que son viviendas temporales, pero quienes se encuentran en ellas sienten que se les trata con cierta dignidad.
Otra de las ventajas que tienen las denominadas casas “Paper Tube Structure” es que no necesitan mano de obra especializada, puesto que pueden ser levantadas por jóvenes o adultos sin grandes dificultades. Esto facilita su construcción en cualquier lugar, basta que el terreno tenga una superficie horizontal.
Esto es lo que vemos en la fotografía anterior que nos muestra a un grupo de hombres levantando la estructura de una escuela de Primaria temporal en la provincia de Sichuán de China.
Hay que apuntar que, el 12 de mayo de 2008, se produjo el llamado gran terremoto de Sichuán, en la provincia del mismo nombre. Acabó con la vida de al menos 68.000 personas, aunque se estima que la cifra pudo alcanzar las 400.000.
Tras esta enorme tragedia, los alumnos del banlab (el centro de investigación de Shigeru Ban) y el laboratorio de la Universidad de Keio diseñaron y emplearon tubos de cartón para construir escuelas temporales cerca de la ciudad de Chengdu. Se erigieron tres edificios, con la estructura con tubos de cartón y, para la cubierta, madera contrachapada con aislamiento de policarbonato, lo que dio lugar a que se solucionara el problema educacional de los escolares con pabellones construidos a partir de elementos ecológicos.
Para cerrar este corto recorrido por la obra de Shigeru Ban, quisiera apuntar que los enfoques ecológicos aplicados a la vivienda y el urbanismo tienen soluciones actuales; por tanto, no hay que posponer, como se suele hacer, un tema tan relevante como es la defensa y la generación real de un mundo sostenible, también en el campo de la arquitectura.
AURELIANO SÁINZ