Autor de más de quince libros, entre los que destacan novelas, ensayos y relatos, la obra de Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) está traducida a una docena de idiomas. Derecho natural es su última novela y en sus páginas describe la Barcelona de los setenta y el Madrid de los ochenta, escenarios por los que transita una familia que simboliza los tropiezos de la primera generación nacida en democracia.
—Con ‘Derecho natural’ vuelve a escrutar en el corazón de la familia. En este caso, narra los triunfos y las desdichas de una familia durante la Transición democrática.
—Es una familia desastrosa, como todas las de mis novelas. Pero es que, si no lo fueran, no tendrían historia. Parafraseando a Tolstoi, las familias desastrosas lo son cada una a su manera...
—Novelar la Transición es ya una moda. Una moda que tal vez se hacía ya necesaria, sobre todo cuando se trata de escritores que vivieron aquel proceso de transformación.
—España tuvo que rehacerse de arriba abajo. Fue el momento en que todo cambió. ¿Cómo no íbamos a contarlo los novelistas, si lo que buscan las novelas es reflejar los cambios?
—La construcción de este mundo novelesco se nutre en gran medida de la memoria generacional y de una consideración crítica sobre esta misma memoria. ¿Los cuarenta años transcurridos permiten ya verlo así?
—En lo que escribo intento que no haya nostalgia y sí, como tú dices, cierto sentido crítico. Muchos españoles de hoy no vivieron esa época. Prefiero pensar que escribo para ellos, y no para los de mi generación.
—A través de Ángel, que estudia Derecho, nos asomamos a la Barcelona de los años setenta y al Madrid de los ochenta. Evoca 20 años de su vida, desde su infancia en 1967 hasta la madurez en 1987.
—Cuando hablo de ciudades con tanta tradición literaria como Madrid y Barcelona, el reto principal es esquivar los clichés. Intentar que no se parezcan al Madrid y la Barcelona de otros novelistas.
—Entonces, las leyes aún están por escribirse y la sociedad camina hacia un futuro en el que, a su manera, todos querían participar.
—Era una España a medio hacer. Algunos derechos básicos, como el divorcio, tardaron en legalizarse. De ahí el título, Derecho natural, que expresa esa desconfianza hacia la legalidad y la fe en una justicia previa y superior a las leyes.
—La familia de Ángel ha sido un modelo de inestabilidad y desorden. El padre, por ejemplo, con quien arranca la historia, es un actor de películas B y luego imitador de Demis Roussos, y tiene una irrefrenable tendencia a la huida.
—En España se hacía un cine muy zarrapastroso: películas de vaqueros, de hombres-lobo... Su momento cumbre le llega cuando le contratan como secundario en Las petroleras, en la que trabajaban Brigitte Bardot y Claudia Cardinale.
—La madre, por el contrario, es una mujer enamorada, hasta que deja de creer en su marido y decide tomar las riendas de su propia vida. Abandonada reiteradamente, resurge de sus cenizas.
—Lo que más cambió en España tras la muerte de Franco fue la situación de la mujer, que de golpe dejó de ser considerada una menor de edad. Las mujeres de esta novela se debaten entre las ataduras del pasado y las posibilidades del futuro.
—A diferencia de las anteriores novelas, ‘Derecho natural’ tiene un tono más cómico, un aire menos serio.
—Es una novela eminentemente humorística. Aunque a veces el humor, como en las comedias cinematográficas que más me gustan, se acaba volviendo un poco triste.
—Usted no se limita a reconstruir una época reciente de nuestra Historia, sino que consigue describir la atmósfera social del momento.
—Presto atención a los detalles. Es lo que hace que percibamos la historia como real. Si el novelista no acierta con los detalles, el lector no se cree nada.
—Por las páginas de su novela, desfilan asimismo iconos y leitmotivs de aquellos años, como el Dyane 6, la movida madrileña, la ultraderecha o el 23-F.
—Algunos de esos elementos forman parte del atrezo. Otros, como el 23-F, son más relevantes. Para mí fue importante porque esa tarde descubrí lo frágil que era nuestra democracia y lo necesitada que estaba de que la defendiéramos.
—“Mis libros se parecen bastante a mí”, ha dicho usted. ¿En el sentido de que hay en ellos aspectos autobiográficos?
—Hay algunos elementos autobiográficos pero sobre todo hay cercanía. Hablo de épocas y lugares que conozco bien. Para hablarnos de mundos lejanos y tiempos remotos ya están el cine y la televisión.
—Por su anterior novela, ‘La buena reputación’, recibió de manos de Felipe VI el Premio Nacional de Narrativa. No es de los escritores que, como usted dice, se presentan a premios. Pero, al parecer, sí es de los que los reciben.
—Será que me ha llegado la edad... Déjeme que calcule cuántos años llevo publicando libros: ¡treinta y cuatro años! Cuando empecé, no podía ni imaginar que a estas alturas me habría convertido en un escritor profesional y tendría casi una veintena de libros publicados.
—Adaptó para la pantalla ‘Carreteras secundarias’ y escribió junto a Fernando Trueba ‘Chico y Rita’. Ahora ha puesto su mirada en las series. Y con razón. Tiene sobre la mesa una oferta para adaptar su novela ‘El día de mañana’.
—Empezarán pronto a rodarla. Pero yo no he escrito el guión. Hay tantas historias que merecen ser contadas que me falta tiempo para todo lo que querría escribir. La vida es apasionante pero, por desgracia, demasiado corta.
—Con ‘Derecho natural’ vuelve a escrutar en el corazón de la familia. En este caso, narra los triunfos y las desdichas de una familia durante la Transición democrática.
—Es una familia desastrosa, como todas las de mis novelas. Pero es que, si no lo fueran, no tendrían historia. Parafraseando a Tolstoi, las familias desastrosas lo son cada una a su manera...
—Novelar la Transición es ya una moda. Una moda que tal vez se hacía ya necesaria, sobre todo cuando se trata de escritores que vivieron aquel proceso de transformación.
—España tuvo que rehacerse de arriba abajo. Fue el momento en que todo cambió. ¿Cómo no íbamos a contarlo los novelistas, si lo que buscan las novelas es reflejar los cambios?
—La construcción de este mundo novelesco se nutre en gran medida de la memoria generacional y de una consideración crítica sobre esta misma memoria. ¿Los cuarenta años transcurridos permiten ya verlo así?
—En lo que escribo intento que no haya nostalgia y sí, como tú dices, cierto sentido crítico. Muchos españoles de hoy no vivieron esa época. Prefiero pensar que escribo para ellos, y no para los de mi generación.
—A través de Ángel, que estudia Derecho, nos asomamos a la Barcelona de los años setenta y al Madrid de los ochenta. Evoca 20 años de su vida, desde su infancia en 1967 hasta la madurez en 1987.
—Cuando hablo de ciudades con tanta tradición literaria como Madrid y Barcelona, el reto principal es esquivar los clichés. Intentar que no se parezcan al Madrid y la Barcelona de otros novelistas.
—Entonces, las leyes aún están por escribirse y la sociedad camina hacia un futuro en el que, a su manera, todos querían participar.
—Era una España a medio hacer. Algunos derechos básicos, como el divorcio, tardaron en legalizarse. De ahí el título, Derecho natural, que expresa esa desconfianza hacia la legalidad y la fe en una justicia previa y superior a las leyes.
—La familia de Ángel ha sido un modelo de inestabilidad y desorden. El padre, por ejemplo, con quien arranca la historia, es un actor de películas B y luego imitador de Demis Roussos, y tiene una irrefrenable tendencia a la huida.
—En España se hacía un cine muy zarrapastroso: películas de vaqueros, de hombres-lobo... Su momento cumbre le llega cuando le contratan como secundario en Las petroleras, en la que trabajaban Brigitte Bardot y Claudia Cardinale.
—La madre, por el contrario, es una mujer enamorada, hasta que deja de creer en su marido y decide tomar las riendas de su propia vida. Abandonada reiteradamente, resurge de sus cenizas.
—Lo que más cambió en España tras la muerte de Franco fue la situación de la mujer, que de golpe dejó de ser considerada una menor de edad. Las mujeres de esta novela se debaten entre las ataduras del pasado y las posibilidades del futuro.
—A diferencia de las anteriores novelas, ‘Derecho natural’ tiene un tono más cómico, un aire menos serio.
—Es una novela eminentemente humorística. Aunque a veces el humor, como en las comedias cinematográficas que más me gustan, se acaba volviendo un poco triste.
—Usted no se limita a reconstruir una época reciente de nuestra Historia, sino que consigue describir la atmósfera social del momento.
—Presto atención a los detalles. Es lo que hace que percibamos la historia como real. Si el novelista no acierta con los detalles, el lector no se cree nada.
—Por las páginas de su novela, desfilan asimismo iconos y leitmotivs de aquellos años, como el Dyane 6, la movida madrileña, la ultraderecha o el 23-F.
—Algunos de esos elementos forman parte del atrezo. Otros, como el 23-F, son más relevantes. Para mí fue importante porque esa tarde descubrí lo frágil que era nuestra democracia y lo necesitada que estaba de que la defendiéramos.
—“Mis libros se parecen bastante a mí”, ha dicho usted. ¿En el sentido de que hay en ellos aspectos autobiográficos?
—Hay algunos elementos autobiográficos pero sobre todo hay cercanía. Hablo de épocas y lugares que conozco bien. Para hablarnos de mundos lejanos y tiempos remotos ya están el cine y la televisión.
—Por su anterior novela, ‘La buena reputación’, recibió de manos de Felipe VI el Premio Nacional de Narrativa. No es de los escritores que, como usted dice, se presentan a premios. Pero, al parecer, sí es de los que los reciben.
—Será que me ha llegado la edad... Déjeme que calcule cuántos años llevo publicando libros: ¡treinta y cuatro años! Cuando empecé, no podía ni imaginar que a estas alturas me habría convertido en un escritor profesional y tendría casi una veintena de libros publicados.
—Adaptó para la pantalla ‘Carreteras secundarias’ y escribió junto a Fernando Trueba ‘Chico y Rita’. Ahora ha puesto su mirada en las series. Y con razón. Tiene sobre la mesa una oferta para adaptar su novela ‘El día de mañana’.
—Empezarán pronto a rodarla. Pero yo no he escrito el guión. Hay tantas historias que merecen ser contadas que me falta tiempo para todo lo que querría escribir. La vida es apasionante pero, por desgracia, demasiado corta.
ANTONIO LÓPEZ HIDALGO
FOTOGRAFÍA: ELISA ARROYO
FOTOGRAFÍA: ELISA ARROYO