Cuando se habla de arte se suele pensar en galerías, museos, nombres de artistas que han dejado huella a lo largo de la historia, grandes sumas de dinero que se pagan por determinadas obras… También, cuando se dice de alguien que es un artista consagrado uno se imagina que es reconocido por un número amplio de personas y que de algún modo le admiran o, al menos, sienten que tiene méritos para ese reconocimiento.
A partir de la segunda idea indicada, cabe hacerse la pregunta: ¿Es posible llamar artista mundialmente famoso a alguien que no se sabe quién es; que pinta en los muros y paredes de cualquier ciudad y del que se han escrito numerosos artículos y se han publicado libros que los adquieren jóvenes de distintos puntos del planeta sin que sepan quién está detrás de ese pseudónimo?
Pues sí. Hay un nombre bien conocido que tiene la denominación de Banksy, que quizás sea el autor más destacado de los anónimos protagonistas del mundo del arte urbano. Y esta expresión de arte urbano la hemos de acoger como una derivación de los grafitis que encontramos por distintos rincones de las ciudades, ya que son murales o pintadas que oscilan desde la auténtica genialidad hasta el gamberrismo extremo, pues hay trabajos verdaderamente admirables, mientras que otros son auténticos atentados a los bienes públicos o privados.
Dentro del arte urbano, no hace mucho publiqué un artículo titulado Trampantojos, en el que hacía un recorrido por los magníficos murales plasmados en las paredes medianeras de algunos edificios y que, en ocasiones, podíamos entenderlos como claras manifestaciones artísticas que se podían disfrutar y contemplar como partes del paisaje urbano de las ciudades en las que se encontraban pintados.
Pues bien, en esta ocasión quisiera abordar en dos entregas los datos que se tienen de un personaje desconocido que se firma como Banksy, al tiempo que realizaremos un recorrido por algunos de sus grafitis que se encuentran tanto en Bristol, ciudad británica en la que supuestamente vive, como en otros lugares alejados de este punto. Para ello, me basaré en el libro de Hettie Bingham, recientemente publicado, que tiene por título Banksy. El arte rompe las reglas.
Según Bingham, “durante la década de 1990, la ciudad de Bristol estaba desarrollando una cultura underground del grafiti y el arte callejero que ha continuado hasta nuestros días. Por aquel entonces, se decía que Banksy formaba parte de un grupo de grafiteros de Bristol conocido como DryBreadZ (DBZ) y que, inspirándose en el grafitero 3D, fundador del grupo Massive Attack, empezó pintando grafitis al estilo clásico de Nueva York, es decir, con grandes letras hechas con espray”.
Pronto Banksy se dio cuenta que había que pintar los muros con cierta rapidez, puesto que, en el estilo tradicional de los grafitis, es decir, con pintura en botes de espray sobre trazados de dibujos previos realizados en la pared, corría el riesgo de ser detenido por la policía. De este modo, buscó el hacerlo con plantillas o estarcidos, utilizando fundamentalmente los colores negro y blanco, tal como sucede con la imagen de esta asistenta que aparece limpiando, al tiempo que oculta los restos debajo de una cortina blanca, como nacida de la propia pared en la que está pintada.
Una vez que en Bristol se habían dado a conocer las obras de este grafitero, empezaron a verse también en otras ciudades británicas, caso de Londres. La fama de Banksy y sus grafitis estaban en boca de gente que hablaba con admiración de sus trabajos. Esto dio lugar que, a partir del año 2000, Banksy se pusiera en contacto con el fotógrafo Steve Lazarides que se había transformado en marchante de obras de arte. Ambos llegaron a un acuerdo, de modo que este último sería el encargado de promocionar y vender sus obras. Mientras tanto, en las paredes apareció un animal, “funky rat”, que sería algo así como la mascota preferida del grafitero.
Tal como he apuntado, la técnica del estarcido con plantillas le ayudaba a realizar sus grafitis con gran rapidez. A ello se le sumaba que el negro fuera el color preferido, aunque pronto comenzó a utilizar el rojo de modo complementario, utilizando el pincel para este color o aprovechando el de algunos objetos de la propia realidad urbana. Es lo que acontece con este estarcido de un niño que con una maza pretende golpear una tubería de color rojo que sobresale de la pared. De este modo, nos encontramos con una obra tridimensional, en la que se articulan la sombra infantil de la pared con la visión de un objeto que tiene volumen.
Una vez que fueron conocidos sus murales, la crítica social también aparecería en los grafitis de Banksy. Para ello utilizaba habitualmente la metáfora visual, como sucede en este caso que muestro, en el que vemos a un grupo de palomas que se apoyan en un alambre portando pancartas en las que puede leerse “Migrants not Welcome”, “Go back to Africa” y “Keep off our Worms” (Emigrantes no sois bienvenidos / Volved para África / Fuera de nuestros trabajos basura) dirigidos a un pájaro que, atónito, las mira. Dura crítica que alcanza hasta los sectores más aplastados de la sociedad que aceptan la idea de que la causa de sus indignas condiciones de trabajo se debe a la llegada de inmigrantes.
Pero no es solo la dura crítica social lo que daría lugar al contenido de sus estarcidos; también la poesía y la ternura tenían cabida en su capacidad creativa, especialmente, cuando se trata del mundo de los niños. Prueba de ello es este mural en el que vemos a una niña que suelta un globo con forma de corazón para que vuele ante el viento que sopla a sus espaldas.
Es la idea contraria al mensaje anterior: ahora es una propuesta de amor y solidaridad para cualquier extraño al que le llegue el globo. Por otro lado, de nuevo, comprobamos el uso del color rojo como cromatismo complementario al negro que es utilizado por Banksy a través de sus plantillas de estarcido.
Pero no todos los niños viven en la inocencia. La sociedad del capitalismo globalizado genera, tanto en los países del primero como en los del Tercer Mundo, grandes bolsas de pobreza y marginación. Y si a los adultos les resulta difícil convivir con esta dura realidad, podemos imaginar que el futuro a los niños y niñas en contextos de exclusión se les puede hacer casi imposible imaginar.
Es lo que se manifiesta en esta pintada mural, en la que una niña sostiene un globo, resultado de la transformación de la letra O que se encuentra en la expresión NO FUTURE. Banksy repite, años después, el lema de los grupos punk, que en los inicios de los setenta mostraban su total rechazo a una sociedad que marginaba a los jóvenes.
Para cerrar la primera entrega por el recorrido de la obra de Banksy, quisiera traer a colación un proverbio de origen chino, de todos conocido, que dice: “Una imagen vale más de mil palabras”. En ocasiones, esta frase tiene una gran carga de verdad, pues una simple imagen creativa sustituye a toda una larga y sesuda argumentación.
Es lo que sucede con el mural en el que aparecen, en plano medio, dos agentes de policía británicos (“bobies” en inglés) besándose. Evidentemente, es una abierta defensa del derecho a exteriorizar la homosexualidad en una sociedad como la británica (Inglaterra, Escocia y Gales) que, afortunadamente, tiene aprobado el matrimonio igualitario.
A partir de la segunda idea indicada, cabe hacerse la pregunta: ¿Es posible llamar artista mundialmente famoso a alguien que no se sabe quién es; que pinta en los muros y paredes de cualquier ciudad y del que se han escrito numerosos artículos y se han publicado libros que los adquieren jóvenes de distintos puntos del planeta sin que sepan quién está detrás de ese pseudónimo?
Pues sí. Hay un nombre bien conocido que tiene la denominación de Banksy, que quizás sea el autor más destacado de los anónimos protagonistas del mundo del arte urbano. Y esta expresión de arte urbano la hemos de acoger como una derivación de los grafitis que encontramos por distintos rincones de las ciudades, ya que son murales o pintadas que oscilan desde la auténtica genialidad hasta el gamberrismo extremo, pues hay trabajos verdaderamente admirables, mientras que otros son auténticos atentados a los bienes públicos o privados.
Dentro del arte urbano, no hace mucho publiqué un artículo titulado Trampantojos, en el que hacía un recorrido por los magníficos murales plasmados en las paredes medianeras de algunos edificios y que, en ocasiones, podíamos entenderlos como claras manifestaciones artísticas que se podían disfrutar y contemplar como partes del paisaje urbano de las ciudades en las que se encontraban pintados.
Pues bien, en esta ocasión quisiera abordar en dos entregas los datos que se tienen de un personaje desconocido que se firma como Banksy, al tiempo que realizaremos un recorrido por algunos de sus grafitis que se encuentran tanto en Bristol, ciudad británica en la que supuestamente vive, como en otros lugares alejados de este punto. Para ello, me basaré en el libro de Hettie Bingham, recientemente publicado, que tiene por título Banksy. El arte rompe las reglas.
Según Bingham, “durante la década de 1990, la ciudad de Bristol estaba desarrollando una cultura underground del grafiti y el arte callejero que ha continuado hasta nuestros días. Por aquel entonces, se decía que Banksy formaba parte de un grupo de grafiteros de Bristol conocido como DryBreadZ (DBZ) y que, inspirándose en el grafitero 3D, fundador del grupo Massive Attack, empezó pintando grafitis al estilo clásico de Nueva York, es decir, con grandes letras hechas con espray”.
Pronto Banksy se dio cuenta que había que pintar los muros con cierta rapidez, puesto que, en el estilo tradicional de los grafitis, es decir, con pintura en botes de espray sobre trazados de dibujos previos realizados en la pared, corría el riesgo de ser detenido por la policía. De este modo, buscó el hacerlo con plantillas o estarcidos, utilizando fundamentalmente los colores negro y blanco, tal como sucede con la imagen de esta asistenta que aparece limpiando, al tiempo que oculta los restos debajo de una cortina blanca, como nacida de la propia pared en la que está pintada.
Una vez que en Bristol se habían dado a conocer las obras de este grafitero, empezaron a verse también en otras ciudades británicas, caso de Londres. La fama de Banksy y sus grafitis estaban en boca de gente que hablaba con admiración de sus trabajos. Esto dio lugar que, a partir del año 2000, Banksy se pusiera en contacto con el fotógrafo Steve Lazarides que se había transformado en marchante de obras de arte. Ambos llegaron a un acuerdo, de modo que este último sería el encargado de promocionar y vender sus obras. Mientras tanto, en las paredes apareció un animal, “funky rat”, que sería algo así como la mascota preferida del grafitero.
Tal como he apuntado, la técnica del estarcido con plantillas le ayudaba a realizar sus grafitis con gran rapidez. A ello se le sumaba que el negro fuera el color preferido, aunque pronto comenzó a utilizar el rojo de modo complementario, utilizando el pincel para este color o aprovechando el de algunos objetos de la propia realidad urbana. Es lo que acontece con este estarcido de un niño que con una maza pretende golpear una tubería de color rojo que sobresale de la pared. De este modo, nos encontramos con una obra tridimensional, en la que se articulan la sombra infantil de la pared con la visión de un objeto que tiene volumen.
Una vez que fueron conocidos sus murales, la crítica social también aparecería en los grafitis de Banksy. Para ello utilizaba habitualmente la metáfora visual, como sucede en este caso que muestro, en el que vemos a un grupo de palomas que se apoyan en un alambre portando pancartas en las que puede leerse “Migrants not Welcome”, “Go back to Africa” y “Keep off our Worms” (Emigrantes no sois bienvenidos / Volved para África / Fuera de nuestros trabajos basura) dirigidos a un pájaro que, atónito, las mira. Dura crítica que alcanza hasta los sectores más aplastados de la sociedad que aceptan la idea de que la causa de sus indignas condiciones de trabajo se debe a la llegada de inmigrantes.
Pero no es solo la dura crítica social lo que daría lugar al contenido de sus estarcidos; también la poesía y la ternura tenían cabida en su capacidad creativa, especialmente, cuando se trata del mundo de los niños. Prueba de ello es este mural en el que vemos a una niña que suelta un globo con forma de corazón para que vuele ante el viento que sopla a sus espaldas.
Es la idea contraria al mensaje anterior: ahora es una propuesta de amor y solidaridad para cualquier extraño al que le llegue el globo. Por otro lado, de nuevo, comprobamos el uso del color rojo como cromatismo complementario al negro que es utilizado por Banksy a través de sus plantillas de estarcido.
Pero no todos los niños viven en la inocencia. La sociedad del capitalismo globalizado genera, tanto en los países del primero como en los del Tercer Mundo, grandes bolsas de pobreza y marginación. Y si a los adultos les resulta difícil convivir con esta dura realidad, podemos imaginar que el futuro a los niños y niñas en contextos de exclusión se les puede hacer casi imposible imaginar.
Es lo que se manifiesta en esta pintada mural, en la que una niña sostiene un globo, resultado de la transformación de la letra O que se encuentra en la expresión NO FUTURE. Banksy repite, años después, el lema de los grupos punk, que en los inicios de los setenta mostraban su total rechazo a una sociedad que marginaba a los jóvenes.
Para cerrar la primera entrega por el recorrido de la obra de Banksy, quisiera traer a colación un proverbio de origen chino, de todos conocido, que dice: “Una imagen vale más de mil palabras”. En ocasiones, esta frase tiene una gran carga de verdad, pues una simple imagen creativa sustituye a toda una larga y sesuda argumentación.
Es lo que sucede con el mural en el que aparecen, en plano medio, dos agentes de policía británicos (“bobies” en inglés) besándose. Evidentemente, es una abierta defensa del derecho a exteriorizar la homosexualidad en una sociedad como la británica (Inglaterra, Escocia y Gales) que, afortunadamente, tiene aprobado el matrimonio igualitario.
AURELIANO SÁINZ