¿Hay una edad para cada cosa? ¿Existe un camino tácito que hay que recorrer? He tenido conocimiento del fallecimiento de una chica de 36 años, que ha muerto de lo que en las noticias siempre llaman de manera eufemística "una enfermedad grave". En resumen: de un cáncer de mama. Esta mujer tenía una hija de 14 años, estaba divorciada y tenía un novio 15 años menor que ella.
Su muerte me ha hecho cuestionarme muchas cosas. ¿Es una locura casarse con 20 años? ¿Habría que esperar a los 30 para tener hijos? ¿Está mal salir con alguien más joven que, en el futuro, te puede dejar por la diferencia de edad?
La pregunta definitiva es: ¿sabemos alguno de nosotros cuándo es el fin de nuestros días en este planeta? Si miramos desde fuera y nos ponemos en el punto de partida de su vida, podríamos pensar que casarse tan pronto es una locura, a una edad que aún no sabes bien lo que quieres… Pero, ¿lo sabemos alguna vez? También podríamos pensar que tener una hija tan joven es perder la juventud. ¿Qué hay que hacer para no malgastarla?
Que la pareja que le haya acompañado hasta el final sea más joven que ella me ha recordado el libro de Benedetti titulado La tregua. El protagonista, un hombre de cierta edad al que la fortuna le envía un amor mucho más joven, tiene prejuicios con su relación, ella también los tiene. La llevan a escondidas –son compañeros de trabajo–. Es como algo que tuvieran que ocultar o, más bien, que proteger. Sin embargo, el final no es el esperado.
A mí, que me han educado en recorrer un camino con etapas y que algunas de ellas no las quiero recorrer, como el matrimonio o la maternidad, este suceso me ha abierto más los ojos a la realidad. La realidad es que no controlamos nada, nos creemos seres supremos dueños de un tiempo infinito, con planes a larguísimo plazo e hitos que alcanzar y, un buen día, el viento del más allá o de vete tú a saber dónde, sopla fuerte y decidido y derrumba todos los castillos creados en nuestra cabeza.
No me quedo triste, ni veo la vida como un drama, sino más bien como un jardín. Y voy a coger todas las flores de dicha que encuentre en mi camino...
Su muerte me ha hecho cuestionarme muchas cosas. ¿Es una locura casarse con 20 años? ¿Habría que esperar a los 30 para tener hijos? ¿Está mal salir con alguien más joven que, en el futuro, te puede dejar por la diferencia de edad?
La pregunta definitiva es: ¿sabemos alguno de nosotros cuándo es el fin de nuestros días en este planeta? Si miramos desde fuera y nos ponemos en el punto de partida de su vida, podríamos pensar que casarse tan pronto es una locura, a una edad que aún no sabes bien lo que quieres… Pero, ¿lo sabemos alguna vez? También podríamos pensar que tener una hija tan joven es perder la juventud. ¿Qué hay que hacer para no malgastarla?
Que la pareja que le haya acompañado hasta el final sea más joven que ella me ha recordado el libro de Benedetti titulado La tregua. El protagonista, un hombre de cierta edad al que la fortuna le envía un amor mucho más joven, tiene prejuicios con su relación, ella también los tiene. La llevan a escondidas –son compañeros de trabajo–. Es como algo que tuvieran que ocultar o, más bien, que proteger. Sin embargo, el final no es el esperado.
A mí, que me han educado en recorrer un camino con etapas y que algunas de ellas no las quiero recorrer, como el matrimonio o la maternidad, este suceso me ha abierto más los ojos a la realidad. La realidad es que no controlamos nada, nos creemos seres supremos dueños de un tiempo infinito, con planes a larguísimo plazo e hitos que alcanzar y, un buen día, el viento del más allá o de vete tú a saber dónde, sopla fuerte y decidido y derrumba todos los castillos creados en nuestra cabeza.
No me quedo triste, ni veo la vida como un drama, sino más bien como un jardín. Y voy a coger todas las flores de dicha que encuentre en mi camino...
MARÍA JESÚS SÁNCHEZ