Orgullosa de tu determinación, de tu decisión de mirar solo para delante; de haber cogido el toro por los cuernos, de no haber mirado para otro lado. De que dentro de ese cuerpecito menudo haya una valiente, una guerrera, una madre, una hija y una buena nieta.
Nos conocimos por casualidad, en un curso, y desde el principio nos reconocimos como iguales: mujeres luchadoras a las que les gusta hacer las cosas bien, de esas que no lloran o miran al cielo esperando ayuda, sino que toman decisiones y siguen con su vida.
La amistad y el amor tienen algo en común: se dan porque sí, sin grandes explicaciones. Conectas con algunas personas y con otras no. Todo un misterio.
Estudiar es una carretera con subidas y bajadas profundas, y nosotras siempre nos hemos ayudado la una a la otra para que ninguna terminase en el fondo del valle. A veces hemos vivido cierto pique con las notas, pero siempre desde el cariño y la admiración mutua.
María es de esas personas que te hacen creer en el ser humano, que le miente a los telediarios, que es buena gente. Y a mí nada me gusta más que las buenas personas. Me encanta su capacidad de trabajo y cómo ante cualquier cosa que le preguntes, ella investiga y te dice la mejor manera de hacerlo.
Otras personas se habrían ahogado con las olas que el mar de la vida les ha enviado, pero ella ha aprendido a nadar rápido, sin necesidad de tabla, y gritando al agua salada que la podrá mojar, pero que no la hundirá. Ni ahora, ni nunca.
Reina de un castillo en el que vive el hombre de su vida: su hijo. Castillo que ya no guarda recuerdos de épocas pretéritas. Abrió las ventanas al viento del norte que todo lo purifica. De corazón limpio, conserva un cofre con la ilusión de lo nuevo, sonríe al futuro y ha decidido que los sueños no pueden esperar y que el momento es ahora.
Pequeña cuando se vuelve aire y grande cuando vuela sobre el temporal. Mi amiga María es una guerrera de esas sobre las que nunca se contarán leyendas, porque ella es real, no es producto de la imaginación de nadie. Ella es una mujer del siglo XXI, que trabaja, que ama y que sobrevive a la jungla de las lianas enredadas de la vida rápida.
Te podría escribir un cuento, un futuro, pero mi corazón sabe que serás tú la que, con tus actos, dibujes tu historia.
Nos conocimos por casualidad, en un curso, y desde el principio nos reconocimos como iguales: mujeres luchadoras a las que les gusta hacer las cosas bien, de esas que no lloran o miran al cielo esperando ayuda, sino que toman decisiones y siguen con su vida.
La amistad y el amor tienen algo en común: se dan porque sí, sin grandes explicaciones. Conectas con algunas personas y con otras no. Todo un misterio.
Estudiar es una carretera con subidas y bajadas profundas, y nosotras siempre nos hemos ayudado la una a la otra para que ninguna terminase en el fondo del valle. A veces hemos vivido cierto pique con las notas, pero siempre desde el cariño y la admiración mutua.
María es de esas personas que te hacen creer en el ser humano, que le miente a los telediarios, que es buena gente. Y a mí nada me gusta más que las buenas personas. Me encanta su capacidad de trabajo y cómo ante cualquier cosa que le preguntes, ella investiga y te dice la mejor manera de hacerlo.
Otras personas se habrían ahogado con las olas que el mar de la vida les ha enviado, pero ella ha aprendido a nadar rápido, sin necesidad de tabla, y gritando al agua salada que la podrá mojar, pero que no la hundirá. Ni ahora, ni nunca.
Reina de un castillo en el que vive el hombre de su vida: su hijo. Castillo que ya no guarda recuerdos de épocas pretéritas. Abrió las ventanas al viento del norte que todo lo purifica. De corazón limpio, conserva un cofre con la ilusión de lo nuevo, sonríe al futuro y ha decidido que los sueños no pueden esperar y que el momento es ahora.
Pequeña cuando se vuelve aire y grande cuando vuela sobre el temporal. Mi amiga María es una guerrera de esas sobre las que nunca se contarán leyendas, porque ella es real, no es producto de la imaginación de nadie. Ella es una mujer del siglo XXI, que trabaja, que ama y que sobrevive a la jungla de las lianas enredadas de la vida rápida.
Te podría escribir un cuento, un futuro, pero mi corazón sabe que serás tú la que, con tus actos, dibujes tu historia.
MARÍA JESÚS SÁNCHEZ