Una de las aficiones que siempre he tenido ha sido la de caminar. Esto no es algo que haya aparecido ahora de mayor o por consejo médico, puesto que, desde pequeño y en Alburquerque, el pueblo extremeño donde nací y crecí, solía ir frecuentemente con los amigos a los montes que lo rodeaban. Recuerdo que, para mí, eran un verdadero placer las largas caminatas que realizábamos por aquellas encrespadas montañas de la Sierra de San Pedro.
Ahora que han pasado tantos años y uno vive en un entorno urbano, la pasión por caminar permanece, aunque sea realizando recorridos por calles, avenidas, plazas y parques. Es lo que suelo hacer en Córdoba de manera habitual, de modo que solo cojo el coche cuando tengo que desplazarme a la Facultad, ya que se encuentra en las afueras de la ciudad.
Dentro de esos recorridos, uno de los lugares que suelo transitar con frecuencia es el largo paseo que, naciendo de la estación de tren, acaba en una pequeña plaza que lleva por nombre Glorieta de la Ciudad de Núremberg. Sobre el nombre de este lugar, conviene recordar que fue en la ciudad alemana de Núremberg donde se celebraron los juicios contra los nazis y sus colaboradores una vez terminada la Segunda Guerra Mundial.
Desde hace algún tiempo, en esta glorieta existe una escultura en bronce en la que aparecen representados un hombre desnudo y musculoso, con ciertos niveles de abstracción en el rostro, y un niño pequeño, también desnudo, que se coge a la mano del primero, como si este fuera a conducirle por el camino de la vida. Quizás el título de esta escultura de José María Serrano, “Vientos de cambio”, hiciera alusión a la necesidad de buscar nuevos horizontes humanos.
Por otro lado, y en este entorno, recientemente se amplió el suelo con pavimento de piedra adentrándose en el terreno en el que se encuentra un conjunto de árboles con el objetivo de inaugurar un monumento a las víctimas españolas que murieron durante la Segunda Guerra Mundial en los campos de concentración nazis.
Este fue el acuerdo que se tomó en un pleno del Ayuntamiento de Córdoba el 21 de enero de 2015, es decir, algo más de tres años atrás, por lo que ahora queda más claro el homenaje que se les hacía a los republicanos que perdieron su vida en campos de concentración nazis ubicados en Alemania y Austria.
Días antes de que se procediera a la inauguración, el conjunto se encontraba cubierto por una lona plastificada, dando lugar a que la gente que pasaba cerca se interrogara sobre el significado del mismo.
Sería el día 9, lunes, de este mes de abril, cuando se procedió a su inauguración. A partir de entonces, ya es posible ver que se trataba de seis placas de acero corten, inclinadas y formando una especie plegable, en las que aparecían, perforados en el acero y por orden alfabético, los apellidos y nombres de las 345 víctimas cordobesas a las que había que rendir homenaje por su coraje y valentía.
Tras los apellidos y nombres, se encontraban los lugares de nacimiento de cada uno de ellos, pues procedían no solo de la ciudad de Córdoba sino también de distintas localidades de la provincia. Los datos personales se cerraban indicándose el campo de concentración en el que falleció cada uno de ellos.
Así, aparecen nombres como el de Mauthausen (al que pronto se le unió el de Gusen) y el de Siegburg, los tres en Alemania, o los de Hartheim, Steyr o Ebensee en Austria. Nombres cargados de vergüenza y de ignominia, a los que habría que añadir el horror que provoca la mera evocación de las imágenes que se han conservado de estos centros de exterminio.
Si nos situamos frente al monumento, podemos observar que en el triángulo de mármol que dejan las dos placas centrales en sus partes inferiores se explica el significado del mismo. Así, podemos leer: “En Memoria y Homenaje a las 345 víctimas cordobesas del nazismo alemán, que fueron deportadas a los campos de extermino nazis por defender la libertad en la Segunda Guerra Mundial”.
En las veces que he pasado junto a este monumento de homenaje a aquellos que dejaron sus vidas por defender unos ideales de libertad y justicia social, he visto personas que respetuosamente leían el texto anterior, al tiempo que echaban una mirada hacia los numerosos nombres que aparecen en las placas de acero.
Sin embargo, tempranamente, he contemplado una pintada en la última de las placas. La indignación que sentí al verla fue enorme. ¡Cómo es posible que haya alguien tan cargado de ignorancia y estupidez que se atreva a faltar el respeto a lo que significa este monumento! ¡Es que no sabe leer o es que su analfabetismo cultural y su falta de educación cívica le llevan a manchar con un garabato esas páginas de la memoria colectiva!
Alguien puede pensar que esto se soluciona fácilmente puliendo la zona en la que está la pintada para volver al estado inicial. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que una de las cualidades del acero corten consiste en su temprana oxidación, lo que le proporciona una textura con cierto aire de antigüedad, por lo que si se pule cambia de tonalidad la parte en la que se ha actuado.
Además, es de temer que otros descerebrados similares al primero acudan por la noche, cuando no son vistos, a dejar sus “huellas” de las que tan orgullosos se sienten. Este es un problema de difícil solución, pues, entre ciertos adolescentes hace ya bastante tiempo se puso de moda pintar con sprays lugares públicos (también privados), sintiendo especial preferencia por los nuevos, sin importarles para nada el deterioro que ocasionan.
En la última vez que he pasado al lado de este monumento laico, pues no aparece ninguna cruz ni referencia religiosa, con lo que se respetan las diversas creencias que pudieran tener las víctimas, he visto un ramo de flores con una nota que lo rodeaba en la que simplemente se decía: “Tu hijo siempre te recuerda. T.B.G.”.
Es un sencillo homenaje de un hombre, posiblemente ya muy mayor, a la memoria de su padre y a los valores por los que luchó. Quizás, este ramo, y otros que puedan llegar de familiares o amigos, hagan ver a aquellos que, por ignorancia u osadía, mancillan estos lugares que tienen que ser recintos de respeto hacia aquellos hombres y mujeres a los que tenemos que agradecer su coraje y valentía, puesto que gracias a ellos hoy somos un poco más libres.
Ahora que han pasado tantos años y uno vive en un entorno urbano, la pasión por caminar permanece, aunque sea realizando recorridos por calles, avenidas, plazas y parques. Es lo que suelo hacer en Córdoba de manera habitual, de modo que solo cojo el coche cuando tengo que desplazarme a la Facultad, ya que se encuentra en las afueras de la ciudad.
Dentro de esos recorridos, uno de los lugares que suelo transitar con frecuencia es el largo paseo que, naciendo de la estación de tren, acaba en una pequeña plaza que lleva por nombre Glorieta de la Ciudad de Núremberg. Sobre el nombre de este lugar, conviene recordar que fue en la ciudad alemana de Núremberg donde se celebraron los juicios contra los nazis y sus colaboradores una vez terminada la Segunda Guerra Mundial.
Desde hace algún tiempo, en esta glorieta existe una escultura en bronce en la que aparecen representados un hombre desnudo y musculoso, con ciertos niveles de abstracción en el rostro, y un niño pequeño, también desnudo, que se coge a la mano del primero, como si este fuera a conducirle por el camino de la vida. Quizás el título de esta escultura de José María Serrano, “Vientos de cambio”, hiciera alusión a la necesidad de buscar nuevos horizontes humanos.
Por otro lado, y en este entorno, recientemente se amplió el suelo con pavimento de piedra adentrándose en el terreno en el que se encuentra un conjunto de árboles con el objetivo de inaugurar un monumento a las víctimas españolas que murieron durante la Segunda Guerra Mundial en los campos de concentración nazis.
Este fue el acuerdo que se tomó en un pleno del Ayuntamiento de Córdoba el 21 de enero de 2015, es decir, algo más de tres años atrás, por lo que ahora queda más claro el homenaje que se les hacía a los republicanos que perdieron su vida en campos de concentración nazis ubicados en Alemania y Austria.
Días antes de que se procediera a la inauguración, el conjunto se encontraba cubierto por una lona plastificada, dando lugar a que la gente que pasaba cerca se interrogara sobre el significado del mismo.
Sería el día 9, lunes, de este mes de abril, cuando se procedió a su inauguración. A partir de entonces, ya es posible ver que se trataba de seis placas de acero corten, inclinadas y formando una especie plegable, en las que aparecían, perforados en el acero y por orden alfabético, los apellidos y nombres de las 345 víctimas cordobesas a las que había que rendir homenaje por su coraje y valentía.
Tras los apellidos y nombres, se encontraban los lugares de nacimiento de cada uno de ellos, pues procedían no solo de la ciudad de Córdoba sino también de distintas localidades de la provincia. Los datos personales se cerraban indicándose el campo de concentración en el que falleció cada uno de ellos.
Así, aparecen nombres como el de Mauthausen (al que pronto se le unió el de Gusen) y el de Siegburg, los tres en Alemania, o los de Hartheim, Steyr o Ebensee en Austria. Nombres cargados de vergüenza y de ignominia, a los que habría que añadir el horror que provoca la mera evocación de las imágenes que se han conservado de estos centros de exterminio.
Si nos situamos frente al monumento, podemos observar que en el triángulo de mármol que dejan las dos placas centrales en sus partes inferiores se explica el significado del mismo. Así, podemos leer: “En Memoria y Homenaje a las 345 víctimas cordobesas del nazismo alemán, que fueron deportadas a los campos de extermino nazis por defender la libertad en la Segunda Guerra Mundial”.
En las veces que he pasado junto a este monumento de homenaje a aquellos que dejaron sus vidas por defender unos ideales de libertad y justicia social, he visto personas que respetuosamente leían el texto anterior, al tiempo que echaban una mirada hacia los numerosos nombres que aparecen en las placas de acero.
Sin embargo, tempranamente, he contemplado una pintada en la última de las placas. La indignación que sentí al verla fue enorme. ¡Cómo es posible que haya alguien tan cargado de ignorancia y estupidez que se atreva a faltar el respeto a lo que significa este monumento! ¡Es que no sabe leer o es que su analfabetismo cultural y su falta de educación cívica le llevan a manchar con un garabato esas páginas de la memoria colectiva!
Alguien puede pensar que esto se soluciona fácilmente puliendo la zona en la que está la pintada para volver al estado inicial. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que una de las cualidades del acero corten consiste en su temprana oxidación, lo que le proporciona una textura con cierto aire de antigüedad, por lo que si se pule cambia de tonalidad la parte en la que se ha actuado.
Además, es de temer que otros descerebrados similares al primero acudan por la noche, cuando no son vistos, a dejar sus “huellas” de las que tan orgullosos se sienten. Este es un problema de difícil solución, pues, entre ciertos adolescentes hace ya bastante tiempo se puso de moda pintar con sprays lugares públicos (también privados), sintiendo especial preferencia por los nuevos, sin importarles para nada el deterioro que ocasionan.
En la última vez que he pasado al lado de este monumento laico, pues no aparece ninguna cruz ni referencia religiosa, con lo que se respetan las diversas creencias que pudieran tener las víctimas, he visto un ramo de flores con una nota que lo rodeaba en la que simplemente se decía: “Tu hijo siempre te recuerda. T.B.G.”.
Es un sencillo homenaje de un hombre, posiblemente ya muy mayor, a la memoria de su padre y a los valores por los que luchó. Quizás, este ramo, y otros que puedan llegar de familiares o amigos, hagan ver a aquellos que, por ignorancia u osadía, mancillan estos lugares que tienen que ser recintos de respeto hacia aquellos hombres y mujeres a los que tenemos que agradecer su coraje y valentía, puesto que gracias a ellos hoy somos un poco más libres.
AURELIANO SÁINZ