¿Para qué sirve el dinero? Es cierto: con dinero se vive mejor y podemos comprar de todo, aspirando a ser más felices por tenerlo todo, abarcando en apariencia más que los demás. Pero ¿para qué? Si, al final, cuando se nos termine el periplo por esta vida no nos vamos a llevar nada…
Considero banal el hecho de querer poseer todo: de tener el mejor piso, la mejor cocina, los mejores muebles, el mejor coche… ¿Para qué? Si lo analizamos bien, ¿no seríamos más felices con menos cosas, con menos preocupaciones? Conozco a personas que no tienen ni para comer, a las que solo les preocupa el hecho de poder llevarse algo a la boca y que, sin embargo, en muchos aspectos de la vida derrochan mucha más alegría que otras que nadan en la abundancia y que, por supuesto, no se paran a pensar que hay gente que lo pasa muy mal.
¿Saben? Si yo tuviera mucho dinero, intentaría comprar la juventud y, también, el tiempo. La juventud porque es el momento de nuestras vidas más bonito e inolvidable; y el tiempo porque puedes con todo, te sientes con mucho valor ante cualquier situación y nada te parece imposible, ni siquiera esos amoríos inolvidables.
Pero, lamentablemente, ni una cosa ni la otra se pueden comprar: es imposible volver a la juventud y el tiempo tampoco se puede comprar. Sería fantástico poder revivir esos ratos inolvidables de nuestras vidas que ya han pasado… Si se pudieran comprar con dinero lo haría para poder volverlos a pasar con felicidad y no volverme mayor porque, al verme cumplir años, siento que la vida se va acortando o apagando. Es como si la vela se fuera consumiendo.
De todas formas, una vez asumo que ni tiempo ni juventud pueden adquirirse, me viene un pensamiento positivo y me alegro de ser mayor. “Que me quiten lo bailado”, pienso para mis adentros frecuentemente… Y es que prefiero acordarme de los ratos felices de mi juventud que lamentarme por no poder volver a comprarlos con dinero. ¡Viva la vida!
Considero banal el hecho de querer poseer todo: de tener el mejor piso, la mejor cocina, los mejores muebles, el mejor coche… ¿Para qué? Si lo analizamos bien, ¿no seríamos más felices con menos cosas, con menos preocupaciones? Conozco a personas que no tienen ni para comer, a las que solo les preocupa el hecho de poder llevarse algo a la boca y que, sin embargo, en muchos aspectos de la vida derrochan mucha más alegría que otras que nadan en la abundancia y que, por supuesto, no se paran a pensar que hay gente que lo pasa muy mal.
¿Saben? Si yo tuviera mucho dinero, intentaría comprar la juventud y, también, el tiempo. La juventud porque es el momento de nuestras vidas más bonito e inolvidable; y el tiempo porque puedes con todo, te sientes con mucho valor ante cualquier situación y nada te parece imposible, ni siquiera esos amoríos inolvidables.
Pero, lamentablemente, ni una cosa ni la otra se pueden comprar: es imposible volver a la juventud y el tiempo tampoco se puede comprar. Sería fantástico poder revivir esos ratos inolvidables de nuestras vidas que ya han pasado… Si se pudieran comprar con dinero lo haría para poder volverlos a pasar con felicidad y no volverme mayor porque, al verme cumplir años, siento que la vida se va acortando o apagando. Es como si la vela se fuera consumiendo.
De todas formas, una vez asumo que ni tiempo ni juventud pueden adquirirse, me viene un pensamiento positivo y me alegro de ser mayor. “Que me quiten lo bailado”, pienso para mis adentros frecuentemente… Y es que prefiero acordarme de los ratos felices de mi juventud que lamentarme por no poder volver a comprarlos con dinero. ¡Viva la vida!
JUAN NAVARRO COMINO