Santiago Posteguillo es profesor de Literatura en la Universitat Jaume I de Castellón. Estudió Literatura Creativa en Estados Unidos y Lingüística, Análisis del Discurso y Traducción en el Reino Unido. De 2006 a 2009 publicó su trilogía Africanus, sobre Escipión y Aníbal, y posteriormente su trilogía de Trajano. El séptimo círculo del infierno es su último libro publicado y el tercer volumen de sus obras de relatos dedicados a la historia de la literatura, tras La noche en que Frankenstein leyó el Quijote y La sangre de los libros.
—Me sorprende el subtítulo de su libro: "Escritores malditos, escritoras olvidadas". ¿Esa es la maldición de ellas?
—Sí. Yo creo que la historia de la literatura se ha escrito olvidándose muchísimas veces de muy buenas escritoras. No hay ninguna escritora en este libro que no merezca la pena.
—Escritores perseguidos por la Inquisición, el KGB, el régimen nazi, el FBI, etcétera. Siempre fue igual.
—Los escritores siempre han sido incómodos para el poder porque suelen ser gente con cultura y criterio, que dicen lo que piensan. Y eso siempre ha incomodado.
—Dice usted: "La literatura es uno de los núcleos de resistencia más dura y beligerante". Parece que esto no cambiará.
—En tanto que la naturaleza no cambia y en tanto que estamos abocados a repetir gobernantes negativos de forma cíclica, la literatura tiene que continuar siendo rebelde.
—'El séptimo círculo del infierno' se lee como un libro de relatos. ¿Por qué eligió esta estructura?
—Porque intento que muchísimos lectores se acerquen a escritores clásicos que pueden considerar distantes y esto hay que hacerlo en un formato que resulta muy próximo. El relato, por lo breve y lo intenso, admite esa proximidad con el lector.
—Sus alumnos le requieren como profesor y no puede acoger a tantos. ¿Qué les da?
—Bueno, yo siempre me he esforzado por que en mis clases, además de conocimiento, haya entretenimiento, practicando la máxima latina "docere delectare", es decir, "enseñar deleitando".
—Usted estudió en Estados Unidos. Allí y acá la sociedad está desconectada del mundo académico. ¿Podremos construir un futuro así?
—Lo ideal, evidentemente, sería que la interconexión entre el mundo académico y el entorno social fuera cada vez mayor, pero creo que, en ese sentido, los políticos tendrían que trabajar para construir puentes y no lo hacen.
—El Brexit y Cataluña. Dice usted: “Se está convirtiendo Cataluña en una aldea intolerante”. ¿Se está desmoronando el mundo que conocimos?
—Cíclicamente se desmorona y cíclicamente, generación a generación, hemos de volver a luchar por la utopía, que nunca conseguimos. Pero si no luchamos cada generación por la utopía, acabaremos en mundos distópicos, en dictaduras. Nos toca otra vez luchar por la utopía.
—El poder intenta adormecer a la población. Adiós al latín, la filosofía, las humanidades. ¿Hacia dónde nos llevan?
—El poder desea robots que no piensen ni tengan criterio, que sean diestros en sus disciplinas científicas o técnicas, pero que no tengan la capacidad de dilucidar si sus capacidades de investigación son éticas o no. Las humanidades te dan la capacidad de decidir si lo que haces es ético o no.
—Ahora que ya muy pocos jóvenes leen y los libros se venden tan poco, igual el poder nos deja tranquilos para siempre.
—Si me permites que te matice, yo creo que sí que leen bastantes jóvenes. El libro juvenil se sigue vendiendo muy bien. El infantil lo compran los padres. El juvenil lo buscan los jóvenes. Lo que ocurre es que hay una parte de la juventud que no lee, pero hay otra que sí. Y lo que tenemos que hacer es que cada vez esa parte sea mayor. Pero hay esperanza.
—Dice usted que Vera Caspary “es la auténtica número uno del séptimo círculo del infierno”. ¿Tan mal le fue?
—Bueno, depende lo que entendamos por el séptimo círculo del infierno. Si entendemos ese círculo del infierno de Dante, le fue mal. Si entendemos que es una colección antológica de literatura negra que hizo Borges, no le fue tan mal.
—En otros tiempos quemaban los libros. Hoy, como usted dice, hay prácticas más sutiles. ¿Algún día acabarán quemando los ordenadores?
—Lo que tengo miedo no es de que quemen los ordenadores, aunque ya lo ha hecho el partido que nos gobernaba hasta hace nada y por eso ha sido juzgado. Lo que temo más es que quemen a los programadores.
—Concha Espina no fue Premio Nobel por un solo voto. ¿Hubiera sido diferente de tratarse de un hombre?
—Es posible que hubiese sido diferente, pero lo que me rebela es que en España no se aprecie en su justa medida a esa maravillosa escritora independiente que fue Concha Espina. Porque fue republicana, odiada por los conservadores, y católica, despreciada por la gente de izquierdas, simplemente por ser independiente.
—Si tuviera que poner un libro suyo en el séptimo círculo del infierno, ¿cuál elegiría?
—Pues probablemente el que pondría sería este, El séptimo círculo del infierno, porque es mi obra más claramente reivindicativa por la importancia de la cultura.
—Me sorprende el subtítulo de su libro: "Escritores malditos, escritoras olvidadas". ¿Esa es la maldición de ellas?
—Sí. Yo creo que la historia de la literatura se ha escrito olvidándose muchísimas veces de muy buenas escritoras. No hay ninguna escritora en este libro que no merezca la pena.
—Escritores perseguidos por la Inquisición, el KGB, el régimen nazi, el FBI, etcétera. Siempre fue igual.
—Los escritores siempre han sido incómodos para el poder porque suelen ser gente con cultura y criterio, que dicen lo que piensan. Y eso siempre ha incomodado.
—Dice usted: "La literatura es uno de los núcleos de resistencia más dura y beligerante". Parece que esto no cambiará.
—En tanto que la naturaleza no cambia y en tanto que estamos abocados a repetir gobernantes negativos de forma cíclica, la literatura tiene que continuar siendo rebelde.
—'El séptimo círculo del infierno' se lee como un libro de relatos. ¿Por qué eligió esta estructura?
—Porque intento que muchísimos lectores se acerquen a escritores clásicos que pueden considerar distantes y esto hay que hacerlo en un formato que resulta muy próximo. El relato, por lo breve y lo intenso, admite esa proximidad con el lector.
—Sus alumnos le requieren como profesor y no puede acoger a tantos. ¿Qué les da?
—Bueno, yo siempre me he esforzado por que en mis clases, además de conocimiento, haya entretenimiento, practicando la máxima latina "docere delectare", es decir, "enseñar deleitando".
—Usted estudió en Estados Unidos. Allí y acá la sociedad está desconectada del mundo académico. ¿Podremos construir un futuro así?
—Lo ideal, evidentemente, sería que la interconexión entre el mundo académico y el entorno social fuera cada vez mayor, pero creo que, en ese sentido, los políticos tendrían que trabajar para construir puentes y no lo hacen.
—El Brexit y Cataluña. Dice usted: “Se está convirtiendo Cataluña en una aldea intolerante”. ¿Se está desmoronando el mundo que conocimos?
—Cíclicamente se desmorona y cíclicamente, generación a generación, hemos de volver a luchar por la utopía, que nunca conseguimos. Pero si no luchamos cada generación por la utopía, acabaremos en mundos distópicos, en dictaduras. Nos toca otra vez luchar por la utopía.
—El poder intenta adormecer a la población. Adiós al latín, la filosofía, las humanidades. ¿Hacia dónde nos llevan?
—El poder desea robots que no piensen ni tengan criterio, que sean diestros en sus disciplinas científicas o técnicas, pero que no tengan la capacidad de dilucidar si sus capacidades de investigación son éticas o no. Las humanidades te dan la capacidad de decidir si lo que haces es ético o no.
—Ahora que ya muy pocos jóvenes leen y los libros se venden tan poco, igual el poder nos deja tranquilos para siempre.
—Si me permites que te matice, yo creo que sí que leen bastantes jóvenes. El libro juvenil se sigue vendiendo muy bien. El infantil lo compran los padres. El juvenil lo buscan los jóvenes. Lo que ocurre es que hay una parte de la juventud que no lee, pero hay otra que sí. Y lo que tenemos que hacer es que cada vez esa parte sea mayor. Pero hay esperanza.
—Dice usted que Vera Caspary “es la auténtica número uno del séptimo círculo del infierno”. ¿Tan mal le fue?
—Bueno, depende lo que entendamos por el séptimo círculo del infierno. Si entendemos ese círculo del infierno de Dante, le fue mal. Si entendemos que es una colección antológica de literatura negra que hizo Borges, no le fue tan mal.
—En otros tiempos quemaban los libros. Hoy, como usted dice, hay prácticas más sutiles. ¿Algún día acabarán quemando los ordenadores?
—Lo que tengo miedo no es de que quemen los ordenadores, aunque ya lo ha hecho el partido que nos gobernaba hasta hace nada y por eso ha sido juzgado. Lo que temo más es que quemen a los programadores.
—Concha Espina no fue Premio Nobel por un solo voto. ¿Hubiera sido diferente de tratarse de un hombre?
—Es posible que hubiese sido diferente, pero lo que me rebela es que en España no se aprecie en su justa medida a esa maravillosa escritora independiente que fue Concha Espina. Porque fue republicana, odiada por los conservadores, y católica, despreciada por la gente de izquierdas, simplemente por ser independiente.
—Si tuviera que poner un libro suyo en el séptimo círculo del infierno, ¿cuál elegiría?
—Pues probablemente el que pondría sería este, El séptimo círculo del infierno, porque es mi obra más claramente reivindicativa por la importancia de la cultura.
ANTONIO LÓPEZ HIDALGO
FOTOGRAFÍA: ELISA ARROYO
FOTOGRAFÍA: ELISA ARROYO