Clara Sánchez vivió en Denia y conoció a nazis que buscaban en esa tierra una jubilación dorada. Cuando llega la luz nace de esta experiencia personal. La novela narra cómo en el último año y medio la vida de Sandra ha dado todo un vuelco. Tras escapar de las engañosas redes de un grupo de ancianos nada inocentes instalados en el tranquilo pueblo de Dianium, se traslada a Madrid junto a su hijo recién nacido, Janín. Alejada del pasado, su nueva vida parece felizmente encauzada, pero un día, al recoger a Janín de la guardería, encuentra una nota anónima en su mochila: «¿Dónde está tu amigo Julián?».
Clara Sánchez nació en Guadalajara en 1958. Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid, publicó su primera novela en 1989 pero el reconocimiento le llegó con El Palacio Varado, lectura obligatoria en programas universitarios de literatura.
—Nazis refugiados en Denia. Como dices, la historia te estaba esperando.
—Me estaban esperando porque estaban invisibilizados y yo me puse las gafas de ver.
—Tú conociste a un nazi que estaba refugiado. El libro parte de esa experiencia personal.
—Parte de esa experiencia personal. A principios de los ochenta yo viví en Denia y conocí esa realidad sorprendente y asombrosa.
—Se sabía de la residencia de muchos de estos asesinos en países europeos y americanos. ¿Por qué los gobiernos han mirado para otro lado?
—Es incomprensible. Yo creo que no era lo que más les preocupaba en ese momento, no les parecían molestos. Grave error, porque han sido símbolos y referentes para lo que ha venido después.
—Estos años hemos ido conociendo la noticia de la muerte de muchos nazis. Murieron viejos y sin arrepentirse. ¿Da que pensar?
—Da que pensar en la impunidad, da que pensar en la justicia que mira para otro lado y da que pensar que son un reflejo de lo que sucede en nuestra sociedad, en nuestros ámbitos, en que mucha gente que las hace muy graves se van de rositas.
—Su novela gira sobre el mal. Le interesa porque el mal se camufla y se hace pasar por el bien.
—Sí. Y además tiene un gran poder de adaptación. Es como los insectos que se mimetizan con las hojas de los árboles y con los troncos. No es fácil descubrirlo. El mal no lleva el letrero de mal porque si no estaría tirado por el suelo y sería fácil de combatirlo.
—Tu novela habla también de la traición. El mundo se mueve por el amor, pero también por la traición. Desde antes de Judas.
—La traición forma parte de nuestra naturaleza y es un ingrediente fundamental de la intriga de Cuando llega la luz.
—“Cuando escribo soy muy emocional”. Pero tus novelas no son sentimentales.
—Yo odio lo sentimentaloide. Pero, sin embargo, los seres humanos estamos hechos de emociones. Somos seres emocionales. Somos pura psicología. Y lo que me importa es la psicología con la que afrontamos la vida.
—Sandra y Julián, sus protagonistas. ¿Cómo es su relación?
—Son dos personas a las que han unido las circunstancias, la vida, y que han emprendido una aventura que ha creado en ellos una amistad atípica pero irrompible.
—En un 90 por ciento el personaje de Julián está basado en su padre.
—En un 90 por ciento. La debilidad física, su vejez, pero esa entereza de resistirse a ser definido por la vejez. Mi padre siempre decía que él era viejo pero que no había dejado de ser un hombre.
—Nunca le han interesado los nazis de uniforme sino los que se ocultan en la vejez y como turistas.
—Sí. Los de pantalón corto, gorra con visera, que empujan el carrito en el supermercado. Los monstruos que más miedo dan son los que se ocultan tras caras agradables. A veces, tras su vejez.
—‘Cuando llega la luz’. ¿Tenemos necesidad de buscar y encontrar el lado luminoso de la vida?
—Sí. Es una necesidad vital y es lo que buscan los personajes de esta novela. Tienen que atravesar un túnel oscuro pero tienen el coraje de saber que al final van a ver la luz.
—Los grupos neonazis renacen en Europa. En Francia, por ejemplo, la ultraderecha avanza con paso de gigante. ¿Te asusta o te hace pensar?
—Las dos cosas. Me asusta y me hace pensar. Me parece que es una consecuencia de lo que se plantea en Lo que esconde tu nombre, la primera novela. Por eso digo que Cuando llega la luz es una consecuencia de la primera novela, porque aquí los cachorros son los que han tomado el primer plano de la historia.
—No descarta escribir un tercer libro donde volverá a tratar el mismo tema.
—Bueno, hay un personaje que queda colgado en Cuando llega la luz. Es un personaje que se llama Sancho. Me gustaría saber de lo que es capaz de hacer después de lo que le ha pasado.
—Cuando se aborda un tema espinoso como este de los nazis, ¿se temen represalias?
—Con la primera novela sí que recibí cartas muy insultantes, de tono intimidatorio. Un lector me escribió y me lo aclaró: “Es que les ha molestado que te metas en su intimidad cuando ya son viejos y están viviendo una jubilación dorada”. Yo creo que fue por eso y, sobre todo, la expresión fue el reflejo de su prepotencia.
Clara Sánchez nació en Guadalajara en 1958. Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid, publicó su primera novela en 1989 pero el reconocimiento le llegó con El Palacio Varado, lectura obligatoria en programas universitarios de literatura.
—Nazis refugiados en Denia. Como dices, la historia te estaba esperando.
—Me estaban esperando porque estaban invisibilizados y yo me puse las gafas de ver.
—Tú conociste a un nazi que estaba refugiado. El libro parte de esa experiencia personal.
—Parte de esa experiencia personal. A principios de los ochenta yo viví en Denia y conocí esa realidad sorprendente y asombrosa.
—Se sabía de la residencia de muchos de estos asesinos en países europeos y americanos. ¿Por qué los gobiernos han mirado para otro lado?
—Es incomprensible. Yo creo que no era lo que más les preocupaba en ese momento, no les parecían molestos. Grave error, porque han sido símbolos y referentes para lo que ha venido después.
—Estos años hemos ido conociendo la noticia de la muerte de muchos nazis. Murieron viejos y sin arrepentirse. ¿Da que pensar?
—Da que pensar en la impunidad, da que pensar en la justicia que mira para otro lado y da que pensar que son un reflejo de lo que sucede en nuestra sociedad, en nuestros ámbitos, en que mucha gente que las hace muy graves se van de rositas.
—Su novela gira sobre el mal. Le interesa porque el mal se camufla y se hace pasar por el bien.
—Sí. Y además tiene un gran poder de adaptación. Es como los insectos que se mimetizan con las hojas de los árboles y con los troncos. No es fácil descubrirlo. El mal no lleva el letrero de mal porque si no estaría tirado por el suelo y sería fácil de combatirlo.
—Tu novela habla también de la traición. El mundo se mueve por el amor, pero también por la traición. Desde antes de Judas.
—La traición forma parte de nuestra naturaleza y es un ingrediente fundamental de la intriga de Cuando llega la luz.
—“Cuando escribo soy muy emocional”. Pero tus novelas no son sentimentales.
—Yo odio lo sentimentaloide. Pero, sin embargo, los seres humanos estamos hechos de emociones. Somos seres emocionales. Somos pura psicología. Y lo que me importa es la psicología con la que afrontamos la vida.
—Sandra y Julián, sus protagonistas. ¿Cómo es su relación?
—Son dos personas a las que han unido las circunstancias, la vida, y que han emprendido una aventura que ha creado en ellos una amistad atípica pero irrompible.
—En un 90 por ciento el personaje de Julián está basado en su padre.
—En un 90 por ciento. La debilidad física, su vejez, pero esa entereza de resistirse a ser definido por la vejez. Mi padre siempre decía que él era viejo pero que no había dejado de ser un hombre.
—Nunca le han interesado los nazis de uniforme sino los que se ocultan en la vejez y como turistas.
—Sí. Los de pantalón corto, gorra con visera, que empujan el carrito en el supermercado. Los monstruos que más miedo dan son los que se ocultan tras caras agradables. A veces, tras su vejez.
—‘Cuando llega la luz’. ¿Tenemos necesidad de buscar y encontrar el lado luminoso de la vida?
—Sí. Es una necesidad vital y es lo que buscan los personajes de esta novela. Tienen que atravesar un túnel oscuro pero tienen el coraje de saber que al final van a ver la luz.
—Los grupos neonazis renacen en Europa. En Francia, por ejemplo, la ultraderecha avanza con paso de gigante. ¿Te asusta o te hace pensar?
—Las dos cosas. Me asusta y me hace pensar. Me parece que es una consecuencia de lo que se plantea en Lo que esconde tu nombre, la primera novela. Por eso digo que Cuando llega la luz es una consecuencia de la primera novela, porque aquí los cachorros son los que han tomado el primer plano de la historia.
—No descarta escribir un tercer libro donde volverá a tratar el mismo tema.
—Bueno, hay un personaje que queda colgado en Cuando llega la luz. Es un personaje que se llama Sancho. Me gustaría saber de lo que es capaz de hacer después de lo que le ha pasado.
—Cuando se aborda un tema espinoso como este de los nazis, ¿se temen represalias?
—Con la primera novela sí que recibí cartas muy insultantes, de tono intimidatorio. Un lector me escribió y me lo aclaró: “Es que les ha molestado que te metas en su intimidad cuando ya son viejos y están viviendo una jubilación dorada”. Yo creo que fue por eso y, sobre todo, la expresión fue el reflejo de su prepotencia.
ANTONIO LÓPEZ HIDALGO
FOTOGRAFÍA: EDICIONES DESTINO
FOTOGRAFÍA: EDICIONES DESTINO