Abogado y novelista, Andrés Pascual (Logroño, 1969), obtuvo con Taj el Premio de Novela Histórica Alfonso X El Sabio. Poco antes de que la bella emperatriz del Indostán, Mumtaz Mahal, cerrara sus ojos para siempre, su esposo le prometió honrar su recuerdo con el monumento más hermoso jamás construido.
Taj es la historia de esa obra magnífica y de sus veinte mil héroes: arquitectos, calígrafos, maestros artesanos y obreros que, encaramados a lomos de elefantes, arrastraban enormes bloques de mármol. Una narración épica vista a través de la mirada de Balu, un muchacho del desierto con unas dotes extraordinarias para el dibujo, que se enfrentará a todos los convencionalismos para recuperar a su amada Aisha, recluida en el harén del soberano.
Viajero incansable, Andrés Pascual Carrillo de Albornoz ha recorrido medio mundo buscando inspiración para sus novelas y para el desarrollo personal. Es, además, pianista y compositor de formación clásica, y ha formado parte de diversas bandas de rock.
—Una novela histórica con ritmo de 'thriller' y con sus dosis de amor. Para que el lector no respire.
—De eso trata la literatura. De dejarnos sin respirar. Y demostrar que los géneros no tienen por qué estar encorsetados. La novela histórica no está reñida con un ritmo narrativo trepidante.
—‘Taj’ es una mezcla de ‘Los pilares de la tierra’ de Ken Follet y ‘Las mil y unas noches’.
—Y podríamos decir también de Romeo y Julieta, porque el amor que incluye la trama es un amor imposible. Y lo de imposible lo pondría entre interrogantes.
—Antes de que la bella emperatriz del Indostán cerrara los ojos para siempre, su esposo le prometió construir el monumento más hermoso del mundo. ¿Por qué a los hombres nos gustan tanto los retos extravagantes?
—Porque descubrimos que no hay ninguno que no podamos alcanzar. Se trata de caminar hacia ellos sin importarnos lo lejos que esté el destino.
—Con el telón de fondo de la construcción del Taj Mahal, la novela narra una historia de amor y superación.
—Al fin y al cabo, amor y superación es lo mismo, porque cada día nos enfrentamos a una nueva prueba para perseguir las cosas que amamos.
—Dos veces viajaste a la India y visitaste el Taj Mahal. Guardas el tique de entrada como fetiche. ¿Tanto te impresionó?
—(Ríe). No es que me dejara sin palabras, sino sin respiración, como decíamos antes. Me impresionó como a todos los que lo visitan y sentí que tenía la obligación de escribir la historia de los trabajadores para saldar la deuda pendiente que existía con ellos, ya que lo poco que se había escrito sobre el Taj Mahal, se había hecho desde la perspectiva de los emperadores, olvidando a los verdaderos héroes cotidianos que eran los 20.000 maestros y peones de obra.
—En tu libro no solo luce el esplendor de la arquitectura, sino que también asoman los prostíbulos, la corrupción, la discriminación por castas.
—Porque el mundo es complicado hoy y lo ha sido siempre. Se trata de aceptar esta realidad como algo natural y buscar los recursos y las fuerzas para salir adelante.
—La caligrafía del Taj te ha permitido realizar otro tipo de recursos narrativos.
—Desde el momento en el que me sumergí en el ambiente de la obra, me di cuenta de que los calígrafos tenían que ser un personaje fundamental, porque fueron los que realmente dotaron de vida al edificio al tratar en sus muros la palabra de Dios.
—Hay poca documentación sobre la construcción del Taj. La Biblioteca Británica te abrió algunas puertas.
—Me ha abierto las puertas a los viejos tratados de las imprentas de Deli y a las colecciones de miniaturas, que son como fotografías de hace 300 años. Y realmente ha sido la vida la que me ha traído a este libro, ya que me decidí a vivir a tres paradas de metro de la British Library.
—Arquitectos, calígrafos, maestros artesanos y obreros arrastrando enormes bloques de mármol a lomos de elefantes.
—Y así hasta 20.000 personas que no solo vivieron y sufrieron sino que también murieron para construirlo, hasta tal punto que tuvieron que habilitar una zona para incineraciones al lado del recinto para no tener que llevar el cuerpo hasta el centro de la ciudad.
—¿Por qué nadie ha escrito la historia de todos esos seres humanos que murieron construyendo tantas obras de arte que hoy admiramos?
—Eso es algo que no me explico. El día que decidí escribir la novela, me quedé perplejo porque apenas había media docena que trataba el tema en clave de novela y solo de forma tangencial.
—En tu libro también están presentes el enfrentamiento entre la diversidad cultural y el integrismo. Igual que nos ocurre hoy.
—Convivir es muy difícil, pero es el único camino. Eso lo hemos visto en el pasado y lo estamos volviendo a ver hoy. Entonces, he tratado de rebuscar en la historia mensajes aplicables al presente. Durante la escritura de la novela he pensado muchas veces en Andalucía, y en Córdoba en concreto, porque uno de los edificios más bellos del mundo como es el Taj, para mí el más bello de España es la Mezquita, a años luz del siguiente, nace como una flor de loto en medio del fango precisamente gracias al espíritu de tolerancia de quien lo promueve.
—Como Alfonso X El Sabio, el Sha Jahan mantuvo la convivencia entre religiones y culturas del subcontinente indio. ¿Algo en común entre los dos personajes?
—Mi premio (ríe). Parecía algo obligado el que yo presentase esta novela a un premio que llevara su nombre.
—Y después de este premio y este libro, ¿a seguir dando la vuelta al mundo?
—Pero siempre pasando por Córdoba.
Taj es la historia de esa obra magnífica y de sus veinte mil héroes: arquitectos, calígrafos, maestros artesanos y obreros que, encaramados a lomos de elefantes, arrastraban enormes bloques de mármol. Una narración épica vista a través de la mirada de Balu, un muchacho del desierto con unas dotes extraordinarias para el dibujo, que se enfrentará a todos los convencionalismos para recuperar a su amada Aisha, recluida en el harén del soberano.
Viajero incansable, Andrés Pascual Carrillo de Albornoz ha recorrido medio mundo buscando inspiración para sus novelas y para el desarrollo personal. Es, además, pianista y compositor de formación clásica, y ha formado parte de diversas bandas de rock.
—Una novela histórica con ritmo de 'thriller' y con sus dosis de amor. Para que el lector no respire.
—De eso trata la literatura. De dejarnos sin respirar. Y demostrar que los géneros no tienen por qué estar encorsetados. La novela histórica no está reñida con un ritmo narrativo trepidante.
—‘Taj’ es una mezcla de ‘Los pilares de la tierra’ de Ken Follet y ‘Las mil y unas noches’.
—Y podríamos decir también de Romeo y Julieta, porque el amor que incluye la trama es un amor imposible. Y lo de imposible lo pondría entre interrogantes.
—Antes de que la bella emperatriz del Indostán cerrara los ojos para siempre, su esposo le prometió construir el monumento más hermoso del mundo. ¿Por qué a los hombres nos gustan tanto los retos extravagantes?
—Porque descubrimos que no hay ninguno que no podamos alcanzar. Se trata de caminar hacia ellos sin importarnos lo lejos que esté el destino.
—Con el telón de fondo de la construcción del Taj Mahal, la novela narra una historia de amor y superación.
—Al fin y al cabo, amor y superación es lo mismo, porque cada día nos enfrentamos a una nueva prueba para perseguir las cosas que amamos.
—Dos veces viajaste a la India y visitaste el Taj Mahal. Guardas el tique de entrada como fetiche. ¿Tanto te impresionó?
—(Ríe). No es que me dejara sin palabras, sino sin respiración, como decíamos antes. Me impresionó como a todos los que lo visitan y sentí que tenía la obligación de escribir la historia de los trabajadores para saldar la deuda pendiente que existía con ellos, ya que lo poco que se había escrito sobre el Taj Mahal, se había hecho desde la perspectiva de los emperadores, olvidando a los verdaderos héroes cotidianos que eran los 20.000 maestros y peones de obra.
—En tu libro no solo luce el esplendor de la arquitectura, sino que también asoman los prostíbulos, la corrupción, la discriminación por castas.
—Porque el mundo es complicado hoy y lo ha sido siempre. Se trata de aceptar esta realidad como algo natural y buscar los recursos y las fuerzas para salir adelante.
—La caligrafía del Taj te ha permitido realizar otro tipo de recursos narrativos.
—Desde el momento en el que me sumergí en el ambiente de la obra, me di cuenta de que los calígrafos tenían que ser un personaje fundamental, porque fueron los que realmente dotaron de vida al edificio al tratar en sus muros la palabra de Dios.
—Hay poca documentación sobre la construcción del Taj. La Biblioteca Británica te abrió algunas puertas.
—Me ha abierto las puertas a los viejos tratados de las imprentas de Deli y a las colecciones de miniaturas, que son como fotografías de hace 300 años. Y realmente ha sido la vida la que me ha traído a este libro, ya que me decidí a vivir a tres paradas de metro de la British Library.
—Arquitectos, calígrafos, maestros artesanos y obreros arrastrando enormes bloques de mármol a lomos de elefantes.
—Y así hasta 20.000 personas que no solo vivieron y sufrieron sino que también murieron para construirlo, hasta tal punto que tuvieron que habilitar una zona para incineraciones al lado del recinto para no tener que llevar el cuerpo hasta el centro de la ciudad.
—¿Por qué nadie ha escrito la historia de todos esos seres humanos que murieron construyendo tantas obras de arte que hoy admiramos?
—Eso es algo que no me explico. El día que decidí escribir la novela, me quedé perplejo porque apenas había media docena que trataba el tema en clave de novela y solo de forma tangencial.
—En tu libro también están presentes el enfrentamiento entre la diversidad cultural y el integrismo. Igual que nos ocurre hoy.
—Convivir es muy difícil, pero es el único camino. Eso lo hemos visto en el pasado y lo estamos volviendo a ver hoy. Entonces, he tratado de rebuscar en la historia mensajes aplicables al presente. Durante la escritura de la novela he pensado muchas veces en Andalucía, y en Córdoba en concreto, porque uno de los edificios más bellos del mundo como es el Taj, para mí el más bello de España es la Mezquita, a años luz del siguiente, nace como una flor de loto en medio del fango precisamente gracias al espíritu de tolerancia de quien lo promueve.
—Como Alfonso X El Sabio, el Sha Jahan mantuvo la convivencia entre religiones y culturas del subcontinente indio. ¿Algo en común entre los dos personajes?
—Mi premio (ríe). Parecía algo obligado el que yo presentase esta novela a un premio que llevara su nombre.
—Y después de este premio y este libro, ¿a seguir dando la vuelta al mundo?
—Pero siempre pasando por Córdoba.
ANTONIO LÓPEZ HIDALGO