Hace un montón de años, nada menos que cincuenta y cinco, que Bob Dylan, con todo el optimismo del mundo, escribía una canción que se hizo enormemente popular. Su título: Los tiempos están cambiando (The Times They Are-a-Changin, en su original inglés). Y claro que sí, que los tiempos cambian, pero no siempre para mejor, como vaticinaba el cantante de Duluth (Minnesota), especialmente en este nuevo milenio en el que aparecen sorprendentes fenómenos que nadie los preveía con anterioridad.
¿Quién, por ejemplo, estaba convencido, antes de que se iniciara la campaña de las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos, que a la Casa Blanca llegaría un personaje setentón llamado Donald Trump y que nos pondría a todos los que poblamos el planeta Tierra en un estado de alarma permanente?
Había que tener una imaginación desbordante para apostar por este sujeto y la “buena nueva”, por llamarla así, que nos traería, dado que paso a paso está llevando a cabo una concepción del mundo, de la política, de la economía, del trabajo, de la cultura (?), de las relaciones internacionales, de las emigraciones, de las creencias, etc., de las que apenas hay referentes anteriores, dado que él ha creado un nuevo movimiento inédito hasta hoy: el trumpismo.
Conocemos muchos “ismos” que se aproximan al trumpismo, pero que no coinciden con él del todo, de ahí la necesidad de crear un nuevo vocablo que explique este singular fenómeno. Ya sabemos que hay términos cercanos que se han consolidado con el paso del tiempo; por ejemplo, en política se encuentran: fascismo, nazismo, ultraderechismo; en economía: ultracapitalismo, neoliberalismo; en relaciones humanas: racismo, machismo; en psicología: fanatismo; en medio ambiente: negacionismo, vandalismo; en relaciones político-militares: belicismo; en ética y moral: mendacidad, gamberrismo (por llamarlo así).
Como podemos ver, el trumpismo bebe de muchas y diversas fuentes, por lo que sería una suerte que el diccionario de la RAE incorporase esta nueva palabra, u otra similar, precisando todas las variantes que la definen. No obstante, tenemos que saber que la función de los académicos de la lengua no es inventar nuevos vocablos, sino, en todo caso, acoger los que ya la población ha hecho suyos, tras un debate en el seno de esta prestigiosa institución.
De todos modos, por mi cuenta y riesgo, adelanto algunas de las posibles acepciones que pudiera tener la palabra trumpismo:
1. Dícese de un nuevo fenómeno político que ha inaugurado el magnate Donald Trump en los Estados Unidos y que tiene asombrada y atónita, no solo a la mayoría de la gente de su país, sino a gran parte del planeta, aunque hay otra que sigue con entusiasmo sus disparatadas, alucinantes y agresivas propuestas.
2. Modelo social de ultracapitalismo que predica el que los ricos se lo merecen todo, los trabajadores que se aprieten el cinturón y los pobres que se aguanten con lo que tienen, ya que no les queda más remedio pues pueden ir a peor.
3. Actualización de la xenofobia u odio a los extranjeros, y que bajo el lema de “America First” busca separar a los americanos de verdad (rubios, altos, guapos y listos) de la gentuza (simplona, morena, cetrina y cejijunta) que viene a robarles los puestos de trabajo y, posiblemente, otras cosas peores
4. Sentimiento de admiración que tienen algunos líderes por Donald Trump. Tres ejemplos: Matteo Salvini, el ministro del Interior italiano quien considera que los inmigrantes son solo “carne humana”; el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, que penaliza cualquier ayuda que se les ofrezca a los inmigrantes, incluso el proporcionarles comida; Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel, que en su odio a los palestinos le ha llevado a proponer que Israel sea un Estado exclusivamente judío.
5. Machismo que practican algunos políticos que consideran que los muy famosos tienen derecho de usar y abusar de la mujer en cualquier circunstancia o acudir a la prostitución de lujo, aunque haya que pagar posteriormente sus demandas. Un trumpista muy destacado es el presidente filipino Rodrigo Duterte, quien no se corta un pelo al atribuir el aumento de las violaciones en Davao a que en esta localidad filipina hay “muchas mujeres bonitas”.
6. Desprecio por el medio ambiente, ya que el trumpismo considera que la Naturaleza es ilimitada y autorregenerativa, por lo que sus recursos deben estar al servicio de los beneficios de las multinacionales, de las grandes empresas y de las industrias cuyos productos y fábricas contaminan y destruyen los entornos naturales. También, negación total del cambio climático, puesto que eso es un invento de cuatro ecologistas de mierda.
7. Amor incondicional por las armas, pues estas sirven a los ciudadanos para defenderse de los muchos delincuentes que hay en las grandes y pequeñas ciudades. Además, las armas son necesarias para ganar las guerras y acabar con todos los terroristas que envidian y quieren destruir el modelo de vida americano. Igualmente, admiración total por la Asociación Nacional del Rifle (RNA), puesto que ha vendido más de 300 millones de armas de todo tipo a la población estadounidense.
8. Odio hacia los homosexuales, lesbianas, bisexuales y transexuales, que son un auténtico peligro para las verdaderas familias, entendiendo a estas como las que están formadas por un cabeza de familia, es decir, un hombre de verdad; una mujer, madre amantísima, ama de casa, cuidadora de la prole y obediente de las órdenes del cabeza; y unos hijos a los que hay que prepararlos desde pequeños para que triunfen como grandes empresarios insuflándoles el “sálvese quien pueda” y, de paso, se les enseña tempranamente el manejo de las armas.
9. Narcisismo total, de modo que uno siempre tiene la razón. No es necesario pensar, ni reflexionar, ni debatir, ni menos aún leer, que es cosa de intelectuales; basta con ver todo el día las cadenas de televisión que son proclives a los ideales de los grupos que apoyan el trumpismo (Ku Klux Klan, extrema derecha, neonazis, Tea Party, etc.). Aversión hacia la prensa independiente y a los periodistas que trabajan en estos medios, ya que constantemente están manipulando y engañando con mentiras a la buena gente que ha votado por Trump. Odio incontenible a los periodistas del New York Times, ya que son pura basura.
10. Y por supuesto, la creencia de que “Dios está de nuestro lado”, de modo que hay que apoyar a las más variopintas sectas y a los grupos evangélicos con el fin de que promuevan entre sus fieles los valores que encarna Donald Trump y recen por el triunfo de la nación más poderosa del mundo para que siempre siga en el camino que desde las alturas se le ha marcado como líder del resto de los países del planeta.
Estas son algunas de las ideas que han acudido a mi mente para definir el trumpismo. Seguramente existen otras que me haya dejado en el tintero, por lo que se deja abierta la lista para que podamos definir mejor este inquietante fenómeno que peligrosamente se va extendiendo como un reguero de pólvora por los cinco continentes, especialmente, por la vieja y timorata Europa, que actualmente se encuentra desbordada por gobiernos, partidos y movimientos abiertamente xenófobos y racistas.
¿Quién, por ejemplo, estaba convencido, antes de que se iniciara la campaña de las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos, que a la Casa Blanca llegaría un personaje setentón llamado Donald Trump y que nos pondría a todos los que poblamos el planeta Tierra en un estado de alarma permanente?
Había que tener una imaginación desbordante para apostar por este sujeto y la “buena nueva”, por llamarla así, que nos traería, dado que paso a paso está llevando a cabo una concepción del mundo, de la política, de la economía, del trabajo, de la cultura (?), de las relaciones internacionales, de las emigraciones, de las creencias, etc., de las que apenas hay referentes anteriores, dado que él ha creado un nuevo movimiento inédito hasta hoy: el trumpismo.
Conocemos muchos “ismos” que se aproximan al trumpismo, pero que no coinciden con él del todo, de ahí la necesidad de crear un nuevo vocablo que explique este singular fenómeno. Ya sabemos que hay términos cercanos que se han consolidado con el paso del tiempo; por ejemplo, en política se encuentran: fascismo, nazismo, ultraderechismo; en economía: ultracapitalismo, neoliberalismo; en relaciones humanas: racismo, machismo; en psicología: fanatismo; en medio ambiente: negacionismo, vandalismo; en relaciones político-militares: belicismo; en ética y moral: mendacidad, gamberrismo (por llamarlo así).
Como podemos ver, el trumpismo bebe de muchas y diversas fuentes, por lo que sería una suerte que el diccionario de la RAE incorporase esta nueva palabra, u otra similar, precisando todas las variantes que la definen. No obstante, tenemos que saber que la función de los académicos de la lengua no es inventar nuevos vocablos, sino, en todo caso, acoger los que ya la población ha hecho suyos, tras un debate en el seno de esta prestigiosa institución.
De todos modos, por mi cuenta y riesgo, adelanto algunas de las posibles acepciones que pudiera tener la palabra trumpismo:
1. Dícese de un nuevo fenómeno político que ha inaugurado el magnate Donald Trump en los Estados Unidos y que tiene asombrada y atónita, no solo a la mayoría de la gente de su país, sino a gran parte del planeta, aunque hay otra que sigue con entusiasmo sus disparatadas, alucinantes y agresivas propuestas.
2. Modelo social de ultracapitalismo que predica el que los ricos se lo merecen todo, los trabajadores que se aprieten el cinturón y los pobres que se aguanten con lo que tienen, ya que no les queda más remedio pues pueden ir a peor.
3. Actualización de la xenofobia u odio a los extranjeros, y que bajo el lema de “America First” busca separar a los americanos de verdad (rubios, altos, guapos y listos) de la gentuza (simplona, morena, cetrina y cejijunta) que viene a robarles los puestos de trabajo y, posiblemente, otras cosas peores
4. Sentimiento de admiración que tienen algunos líderes por Donald Trump. Tres ejemplos: Matteo Salvini, el ministro del Interior italiano quien considera que los inmigrantes son solo “carne humana”; el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, que penaliza cualquier ayuda que se les ofrezca a los inmigrantes, incluso el proporcionarles comida; Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel, que en su odio a los palestinos le ha llevado a proponer que Israel sea un Estado exclusivamente judío.
5. Machismo que practican algunos políticos que consideran que los muy famosos tienen derecho de usar y abusar de la mujer en cualquier circunstancia o acudir a la prostitución de lujo, aunque haya que pagar posteriormente sus demandas. Un trumpista muy destacado es el presidente filipino Rodrigo Duterte, quien no se corta un pelo al atribuir el aumento de las violaciones en Davao a que en esta localidad filipina hay “muchas mujeres bonitas”.
6. Desprecio por el medio ambiente, ya que el trumpismo considera que la Naturaleza es ilimitada y autorregenerativa, por lo que sus recursos deben estar al servicio de los beneficios de las multinacionales, de las grandes empresas y de las industrias cuyos productos y fábricas contaminan y destruyen los entornos naturales. También, negación total del cambio climático, puesto que eso es un invento de cuatro ecologistas de mierda.
7. Amor incondicional por las armas, pues estas sirven a los ciudadanos para defenderse de los muchos delincuentes que hay en las grandes y pequeñas ciudades. Además, las armas son necesarias para ganar las guerras y acabar con todos los terroristas que envidian y quieren destruir el modelo de vida americano. Igualmente, admiración total por la Asociación Nacional del Rifle (RNA), puesto que ha vendido más de 300 millones de armas de todo tipo a la población estadounidense.
8. Odio hacia los homosexuales, lesbianas, bisexuales y transexuales, que son un auténtico peligro para las verdaderas familias, entendiendo a estas como las que están formadas por un cabeza de familia, es decir, un hombre de verdad; una mujer, madre amantísima, ama de casa, cuidadora de la prole y obediente de las órdenes del cabeza; y unos hijos a los que hay que prepararlos desde pequeños para que triunfen como grandes empresarios insuflándoles el “sálvese quien pueda” y, de paso, se les enseña tempranamente el manejo de las armas.
9. Narcisismo total, de modo que uno siempre tiene la razón. No es necesario pensar, ni reflexionar, ni debatir, ni menos aún leer, que es cosa de intelectuales; basta con ver todo el día las cadenas de televisión que son proclives a los ideales de los grupos que apoyan el trumpismo (Ku Klux Klan, extrema derecha, neonazis, Tea Party, etc.). Aversión hacia la prensa independiente y a los periodistas que trabajan en estos medios, ya que constantemente están manipulando y engañando con mentiras a la buena gente que ha votado por Trump. Odio incontenible a los periodistas del New York Times, ya que son pura basura.
10. Y por supuesto, la creencia de que “Dios está de nuestro lado”, de modo que hay que apoyar a las más variopintas sectas y a los grupos evangélicos con el fin de que promuevan entre sus fieles los valores que encarna Donald Trump y recen por el triunfo de la nación más poderosa del mundo para que siempre siga en el camino que desde las alturas se le ha marcado como líder del resto de los países del planeta.
Estas son algunas de las ideas que han acudido a mi mente para definir el trumpismo. Seguramente existen otras que me haya dejado en el tintero, por lo que se deja abierta la lista para que podamos definir mejor este inquietante fenómeno que peligrosamente se va extendiendo como un reguero de pólvora por los cinco continentes, especialmente, por la vieja y timorata Europa, que actualmente se encuentra desbordada por gobiernos, partidos y movimientos abiertamente xenófobos y racistas.
AURELIANO SÁINZ