Desde la restauración democrática en España, Andalucía había sido gobernada por el Partido Socialista Obrero Español, sin interrupción. Esa “anomalía” que, elección tras elección, ha mantenido al PSOE en la Junta de Andalucía durante 36 años, ha sido rota con la reciente investidura en el Parlamento andaluz de un Gobierno de coalición formado por el Partido Popular y Ciudadanos, junto al imprescindible apoyo parlamentario de Vox, una formación de ultraderecha. A partir de la pasada semana, por tanto, la alternancia quedaba inaugurada en Andalucía con la proclamación de un gobierno de las derechas en la Comunidad Autónoma más poblada de España.
Aquella “anomalía” que la oposición consideraba como propia de una democracia devaluada y el resultado electoral de unos votantes “clientelares” o “subsidiados” del “régimen” andaluz es ahora sustituida por un gobierno de partidos minoritarios que reclaman la legitimidad de todos los apoyos, incluidos los de la formación que está en contra de las autonomías, de la igualdad de las mujeres, de la memoria histórica y del tratamiento humanitario de la inmigración.
Los votos conseguidos por los socialistas eran una “anomalía” del sistema, pero los votos de un partido radical que persigue revocar derechos y libertades son perfectamente válidos para que la anomalía mute en normalidad.
Mientras en Alemania se vigilará si la ultraderecha, primera fuerza opositora del Parlamento, persigue políticas contrarias al ordenamiento democrático constitucional, en España se aplaude la existencia de una fuerza ultraderechista que posibilita la alternancia en Andalucía, aunque en su ideario contemple medidas que van en contra de la Constitución y del ordenamiento democrático.
Son diferentes puntos de vista, según las conveniencias. Lo importante, al parecer, es que históricamente, por fin, se produce la alternancia en Andalucía, aunque se ignore si para bien o para mal. Cosas de la política.
Aquella “anomalía” que la oposición consideraba como propia de una democracia devaluada y el resultado electoral de unos votantes “clientelares” o “subsidiados” del “régimen” andaluz es ahora sustituida por un gobierno de partidos minoritarios que reclaman la legitimidad de todos los apoyos, incluidos los de la formación que está en contra de las autonomías, de la igualdad de las mujeres, de la memoria histórica y del tratamiento humanitario de la inmigración.
Los votos conseguidos por los socialistas eran una “anomalía” del sistema, pero los votos de un partido radical que persigue revocar derechos y libertades son perfectamente válidos para que la anomalía mute en normalidad.
Mientras en Alemania se vigilará si la ultraderecha, primera fuerza opositora del Parlamento, persigue políticas contrarias al ordenamiento democrático constitucional, en España se aplaude la existencia de una fuerza ultraderechista que posibilita la alternancia en Andalucía, aunque en su ideario contemple medidas que van en contra de la Constitución y del ordenamiento democrático.
Son diferentes puntos de vista, según las conveniencias. Lo importante, al parecer, es que históricamente, por fin, se produce la alternancia en Andalucía, aunque se ignore si para bien o para mal. Cosas de la política.
DANIEL GUERRERO