El arte de la estrategia es una de las mayores expresiones de la inteligencia humana. Suma la capacidad de concentración, de análisis, de disponer, mover y emplear los recursos disponibles (táctica) y de actuar de manera disciplinada. Quizá sea la cualidad que más respetemos, más allá de cómo se usen esas habilidades.
Es por eso que respeto a Puigdemont, que ganó sobradamente a un Rajoy sin ideas, sin compartir en lo más mínimo sus fechorías. Es por lo que respeto al Partido Nacionalista Vasco, a mi entender, el más serio del Congreso de los Diputados, sin dejar por ello de pensar que son un cáncer para el Estado. Y es por eso que respeto a Íñigo Errejón, a pesar de no compartir muchas de sus ideas.
Ya advertimos en La violencia que viene, mucho antes de que volviera a las portadas, que el ignorado Errejón había sido el que mejor había leído la situación actual en España. Compartimos casi en su totalidad los análisis que, desde el ascenso de Vox, ha publicado en El País sobre la situación de España y la Izquierda. No compartimos sus fórmulas, o al menos en su totalidad, pero había dado muestra de una lucidez significativa.
Y no es solo una cuestión de raciocinio, sino de empatía y actitud. Errejón no está de acuerdo con el votante de Vox, pero se ha parado a ponerse en su lugar. Ha intentado entender las razones que ha llevado a una parte de una nación a virar a la derecha tras casi cuarenta años de gobierno socialista. Fue el primero en decir que no había 400.000 fascistas en Andalucía. En cambio, Iglesias lanzó a sus descerebrados a la calle y se sumió todavía más en el ensimismamiento. Ya solo habla a los suyos y riñe, por no decir que ladra, a quien no se encuentra a gusto con sus tesis.
Sin embargo, digámoslo claro: Iglesias y Errejón piensan exactamente lo mismo. El ignorado no es un santo ángel de moderación. Tampoco Julio Anguita lo era en su tiempo. Y, sin embargo, su lucidez y su capacidad de sentarse a hablar y razonar hizo que se ganara el respeto de la mayoría. Errejón no le llega a Anguita ni a los bajos del pantalón, es cierto, pero en comparación con el vocero morado, es alguien que transmite confianza.
El autoritarismo pablista ha dinamitado el partido. No olvidamos la invitación de Echenique a Teresa Rodríguez a que abandonara la formación morada, ni las piedras en el camino que le pone a diario. Ojo, una mujer con ideas mucho más radicales que él y que, sin embargo, sabe transmitirlas de otra manera. Tampoco la negativa a que Andalucía tuviera su partido propio porque no lo permitían sus estatutos. Ese es un privilegio del Norte… No nos olvidamos de Bescansa, ni de otras víctimas del líder y su implacable compañera, Irene Montero, sectaria donde las haya.
El ensimismamiento de la extrema izquierda va contra los principios fundacionales de Podemos y fomenta los bloques. Ya no se trata de convencer y buscar alianzas, sino de luchar contra el mundo. Errejón lo ha visto claro y ha buscado el amparo de una persona que ya había sufrido el autoritarismo pablista y que había demostrado ser una persona razonable, Manuela Carmena.
Tanto Carmena como Errejón han logrado impedir los manejos de Ramón Espinar, fratricida político por antonomasia, le han devuelto el golpe al pablismo y han ofrecido una alternativa con lo mejor de la formación morada. Todo ello, sin hacer algo tan diferente a lo que ya hizo Teresa Rodríguez, que ha sido buscar una alternativa al autoritarismo pablista sin abandonar su formación política. Pero es que esto es ya una cuestión personal.
Lo bueno de los cadáveres es que ya están muertos. A Errejón, que había sido defenestrado, le da lo mismo la caza de brujas de Montero, Echenique y compañía. No tiene nada que perder, y lo tiene todo por ganar. Y se escuda en el mejor valor de Podemos, que es la gestión de Carmena en la Alcaldía de Madrid. Una gestión mejorable, como todo, y con alguna excentricidad, pero que en términos generales ha sido razonable y que ha mejorado las endeudadas cuentas de la Capital.
Y España puede ganar también con una alternativa que, aunque defenderá lo mismo que Unidos Podemos, con toda probabilidad ofrecerá una posición más cercana a lo que, antes de su suicidio colectivo, había sido el ala progresista del PSOE. Gran estrategia, que se tendrá que enfrentar con otras y que tiene un largo recorrido por delante. Con toda seguridad, no compartiremos buena parte de sus ideas. Pero, por lo pronto, nuestros respetos al estratega Errejón.
Es por eso que respeto a Puigdemont, que ganó sobradamente a un Rajoy sin ideas, sin compartir en lo más mínimo sus fechorías. Es por lo que respeto al Partido Nacionalista Vasco, a mi entender, el más serio del Congreso de los Diputados, sin dejar por ello de pensar que son un cáncer para el Estado. Y es por eso que respeto a Íñigo Errejón, a pesar de no compartir muchas de sus ideas.
Ya advertimos en La violencia que viene, mucho antes de que volviera a las portadas, que el ignorado Errejón había sido el que mejor había leído la situación actual en España. Compartimos casi en su totalidad los análisis que, desde el ascenso de Vox, ha publicado en El País sobre la situación de España y la Izquierda. No compartimos sus fórmulas, o al menos en su totalidad, pero había dado muestra de una lucidez significativa.
Y no es solo una cuestión de raciocinio, sino de empatía y actitud. Errejón no está de acuerdo con el votante de Vox, pero se ha parado a ponerse en su lugar. Ha intentado entender las razones que ha llevado a una parte de una nación a virar a la derecha tras casi cuarenta años de gobierno socialista. Fue el primero en decir que no había 400.000 fascistas en Andalucía. En cambio, Iglesias lanzó a sus descerebrados a la calle y se sumió todavía más en el ensimismamiento. Ya solo habla a los suyos y riñe, por no decir que ladra, a quien no se encuentra a gusto con sus tesis.
Sin embargo, digámoslo claro: Iglesias y Errejón piensan exactamente lo mismo. El ignorado no es un santo ángel de moderación. Tampoco Julio Anguita lo era en su tiempo. Y, sin embargo, su lucidez y su capacidad de sentarse a hablar y razonar hizo que se ganara el respeto de la mayoría. Errejón no le llega a Anguita ni a los bajos del pantalón, es cierto, pero en comparación con el vocero morado, es alguien que transmite confianza.
El autoritarismo pablista ha dinamitado el partido. No olvidamos la invitación de Echenique a Teresa Rodríguez a que abandonara la formación morada, ni las piedras en el camino que le pone a diario. Ojo, una mujer con ideas mucho más radicales que él y que, sin embargo, sabe transmitirlas de otra manera. Tampoco la negativa a que Andalucía tuviera su partido propio porque no lo permitían sus estatutos. Ese es un privilegio del Norte… No nos olvidamos de Bescansa, ni de otras víctimas del líder y su implacable compañera, Irene Montero, sectaria donde las haya.
El ensimismamiento de la extrema izquierda va contra los principios fundacionales de Podemos y fomenta los bloques. Ya no se trata de convencer y buscar alianzas, sino de luchar contra el mundo. Errejón lo ha visto claro y ha buscado el amparo de una persona que ya había sufrido el autoritarismo pablista y que había demostrado ser una persona razonable, Manuela Carmena.
Tanto Carmena como Errejón han logrado impedir los manejos de Ramón Espinar, fratricida político por antonomasia, le han devuelto el golpe al pablismo y han ofrecido una alternativa con lo mejor de la formación morada. Todo ello, sin hacer algo tan diferente a lo que ya hizo Teresa Rodríguez, que ha sido buscar una alternativa al autoritarismo pablista sin abandonar su formación política. Pero es que esto es ya una cuestión personal.
Lo bueno de los cadáveres es que ya están muertos. A Errejón, que había sido defenestrado, le da lo mismo la caza de brujas de Montero, Echenique y compañía. No tiene nada que perder, y lo tiene todo por ganar. Y se escuda en el mejor valor de Podemos, que es la gestión de Carmena en la Alcaldía de Madrid. Una gestión mejorable, como todo, y con alguna excentricidad, pero que en términos generales ha sido razonable y que ha mejorado las endeudadas cuentas de la Capital.
Y España puede ganar también con una alternativa que, aunque defenderá lo mismo que Unidos Podemos, con toda probabilidad ofrecerá una posición más cercana a lo que, antes de su suicidio colectivo, había sido el ala progresista del PSOE. Gran estrategia, que se tendrá que enfrentar con otras y que tiene un largo recorrido por delante. Con toda seguridad, no compartiremos buena parte de sus ideas. Pero, por lo pronto, nuestros respetos al estratega Errejón.
RAFAEL SOTO