¿El mundo sería mejor si todos fuéramos malas personas y estuviéramos todo el tiempo a la defensiva y atacando? Seguro que no. Es mejor ser tonta. Tonta por no saltar ante una ofensa; tonta por no pagar con la misma moneda el desprecio; por seguir siendo buena ante gente tóxica.
Llega una edad en la que lo mejor es ser una misma. No renunciar a ser agradable, para que no se te agríe el carácter y convertirnos en seres detestables. Es muy necesario renunciar a palmaditas en la espalda o a que sean capaces de ver tu buen corazón.
No se trata de poner la otra mejilla, sino de no ponerse a la misma altura que determina la gente. Es mejor callar y alejarse. El que calla no otorga: el que calla es más inteligente.
Hay personas sin educación, prepotentes, sin una pizquita de empatía, que van por el mundo embistiendo y lo que más le gusta es que alguien les diga algo para encender más su ira. Si aprendes a detectarlas y decides no ser el pasto de su hoguera, habrás escapado de una tormenta de negatividad que te habría absorbido la energía vital que tanto necesitas para el día día. No podemos permitirnos perder un ápice de esa frágil energía con esa gente que se alimenta de la bronca y de la rabia.
Por eso te digo que no has sido tonta, has sido simplemente fiel a ti misma y has controlado el lobo interior que quería pegarle un bocado a esa mujer insensible a la que le has hecho millones de favores, favores que nunca ha valorado y que sigue pidiéndote.
Elegir entre tener razón o ser feliz es muy importante para la calma, para no perderse en iras ajenas. Da igual lo que hagas, nunca será suficiente, cuando alguien se cree el centro de todos los universos y los demás no existen o son simples piedras que pisar en el camino hacia la satisfacción de sus deseos.
¿Para qué responder? Si en su mente la autocrítica no tiene cabida. Es como un burro con orejeras. Cuesta mucho darse cuenta de esto y solo se consigue cuando renuncias a la lógica y observas que son solo trozos de carne bautizada que no van a cambiar jamás.
Llega una edad en la que lo mejor es ser una misma. No renunciar a ser agradable, para que no se te agríe el carácter y convertirnos en seres detestables. Es muy necesario renunciar a palmaditas en la espalda o a que sean capaces de ver tu buen corazón.
No se trata de poner la otra mejilla, sino de no ponerse a la misma altura que determina la gente. Es mejor callar y alejarse. El que calla no otorga: el que calla es más inteligente.
Hay personas sin educación, prepotentes, sin una pizquita de empatía, que van por el mundo embistiendo y lo que más le gusta es que alguien les diga algo para encender más su ira. Si aprendes a detectarlas y decides no ser el pasto de su hoguera, habrás escapado de una tormenta de negatividad que te habría absorbido la energía vital que tanto necesitas para el día día. No podemos permitirnos perder un ápice de esa frágil energía con esa gente que se alimenta de la bronca y de la rabia.
Por eso te digo que no has sido tonta, has sido simplemente fiel a ti misma y has controlado el lobo interior que quería pegarle un bocado a esa mujer insensible a la que le has hecho millones de favores, favores que nunca ha valorado y que sigue pidiéndote.
Elegir entre tener razón o ser feliz es muy importante para la calma, para no perderse en iras ajenas. Da igual lo que hagas, nunca será suficiente, cuando alguien se cree el centro de todos los universos y los demás no existen o son simples piedras que pisar en el camino hacia la satisfacción de sus deseos.
¿Para qué responder? Si en su mente la autocrítica no tiene cabida. Es como un burro con orejeras. Cuesta mucho darse cuenta de esto y solo se consigue cuando renuncias a la lógica y observas que son solo trozos de carne bautizada que no van a cambiar jamás.
MARÍA JESÚS SÁNCHEZ